Mostrando las entradas con la etiqueta muerte. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta muerte. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de agosto de 2024

Contraseña: caos


La luz ilumina cada sueño, hasta hacerlo desaparecer. Antes era el sol el que disipaba delirios, ahora es una energía artificial proveniente de una pequeña caja, un artefacto digital, una extensión impuesta. Cada mañana me avisa algo, en la tarde me invita a una especie de olvido y en la penumbra me ofrece repasos. ¿Quién tiene el poder? ¿La caja o yo? La respuesta se pierde en el interior, lo cierto es que en esta época hay más información, pero se crece menos.     

Sin notarlo nos perdemos en las redes. En un tiempo perdíamos la brújula entre los campos, los árboles y las miradas; ahora postrado puedes extraviarte.

Los sermones se multiplican en un espiral sin control. Lo que antes, por naturaleza, era el oficio de los sacerdotes, esta vez lo reproduce cualquier ser, cientos de invitaciones para escuchar viejos discursos disfrazados de innovaciones. 

Navegamos en el mar del caos digital. Es un viaje para atragantarse, una odisea esquizofrénica. Pero por más absurdo o sin control que nos parezca, en esencia esta es una réplica del diseño humano del control. Ya sucedió en la historia, solo que esta vez tienes contraseñas.  

El ruido de este presente interconectado ha desmontado mitos antiguos, ha desnudado lo que una vez fueron secretos. Ahora se siembran nuevos mitos, se diseñan nuevos escenarios mundiales que cambiarán, en unas décadas, la forma de vernos y relacionarnos. 

Sin embargo hay algo que no puede cambiar: la necesidad de que la gente crea en algo. Todavía tenemos esa prisión. Para lograr cualquier cambio, en esencia todavía se necesitan cadenas. En las promesas nos dicen que es libertad, pero en el fondo solo son lazos para nuestros grilletes naturales. Todo está hecho a la medida.

Las millones de voces seguirán vibrando alrededor, en miles de dispositivos cada vez más efectivos. Nos llenarán de ofertas infinitas para tomar bando, para decidir el porvenir, uno que no vamos a ver y que, a fuerza, debemos construir.

El ruido aumentará. 

La histeria también. 

Espero que asimismo la apatía ante lo que nos obligan a tragarnos a diario. 

Un día vamos a tocar fondo. Ojalá sea pronto. 





viernes, 9 de agosto de 2024

El ángel y el ratón



En medio del universo de la locura, un ratón asomó su cabeza y empujó su pequeño cuerpo hacia el cuarto de la muerte.

Y todo lo que habitaba el lugar era pecado, una turbia esencia de carne y sentimientos oscuros, un agujero habitado por un ángel de seis brazos.

El roedor vio a los ojos al ángel. 

Y quien debió mostrar fuerza, palideció. Aquellas cuatro paredes cedieron al miedo.

El terror se apoderó de los seis brazos. La esencia angelical mutó a un malestar, las raíces de dolor quedaron expuestas, como la vergüenza de un desnudo, como el poder descomunal del pasar de los años y la vejez.

Con el paso acelerado del ratón también se aceleró una especie de empeoramiento. El ángel prendido en llamas de sufrimiento levantó un torbellino que arrasó con todas las cosas guardadas del cuarto. Con tal de terminar con esta pesadilla, los seis brazos dejaron expuesta la decadencia del aposento: una enorme masa de recuerdos mezclados con putrefacción y lágrimas.

Y quien debió temer actuó con naturaleza. Y quien debió sobreponerse, ahora estaba a la merced de un viejo recuerdo, de un mal enquistado hace siglos. 

El escenario era lamentable.   

Los brazos en desesperación clamaron ayuda, pero no al superior, sino a otro ser igual o más patético del que pedía auxilio. Entonces eran dos ángeles caídos, arropados por daños originales y arrugas de pecado, tratando de superar sus miedos y en busca de aquel que se atrevió a entrar al aposento maldito.

Los minutos parecieron horas en el infierno.

Y quien debió temer finalmente fue atrapado. Y quienes debieron mostrar altura, demostraron sus más bajos instintos. Tan bajos que el miedo desapareció con el crujir del cráneo del roedor.

La sangre embarró el piso.

Y quien debió temer pasó a la otra dimensión, a una mejor existencia. Se unió a la paz verdadera.

Y quien debió ser superior, cayó.

El ángel de seis brazos respiró con tranquilidad al ver la sangre del intruso. Pero, con los minutos cayó en la cama y de su interior salió su espíritu que se elevó hasta el techo del aposento. 

Y desde ahí el espíritu vio lo que estaba podrido. Observó los seis brazos, la máquina de maldad y daños enquistados desde el origen. Vio con impresión la decadencia, sintió el amargo hedor del miedo. 

El espíritu vio a los ojos al ángel.

Y lloró amargamente. 


    

domingo, 31 de diciembre de 2023

El sol de mi muerte




Este sol me sorprendió con un apapacho al salir de la gruta. Dejó a un lado su intenso calor, convirtió sus llamas en alas y su esplendor lo tradujo en una mano amiga. 

"Vuela conmigo", me dijo. No dudé. Y juntos emprendimos viaje, pasamos a comprar comida y a recoger a la luna.

En pleno vuelo por el espacio sus alas volvieron a ser llamas. Sentí miedo, pero el astro abrió su boca y me tragó por completo. Adentro de sus entrañas estaba la comida preparada y la luna desnuda.

"Prueba un poco pero no te atragantes", me dijo. 

Y probé.

Y me alimenté. 

Y a la luna la hice mía con pasión, como a una amante que no veía desde hace tiempo. 

Y me quedé dormido entre llamas.

"Despierta, ya llegamos", el sol descendía a toda velocidad por el espacio hasta llegar a la Tierra, hasta entrar a la ciudad, cerca de la gruta. 

"Baja ahora".

"No volveré a viajar contigo", pregunté.

"¿Para qué?" dijo antes de emprender vuelo y convertir sus alas en fuego, dejó de ser una mano cercana para ser la estrella de siempre. Cuando volvió a acomodarse en el centro del universo me gritó, "ahora ya estás muerto, ahora puedes atragantarte".

Cuando observé mis manos eran llamas y mi cuerpo se convirtió en granito. Era otro entre los vivos.

A la entrada de la gruta estaba la luna, la tomé de la mano sin dañar. "¿Entramos?" dije, pero ella trató de contenerme, trató de detenerme. Solo sonreí.

Caminé y trascendí al interior de la caverna. Con un calor, mitad humano mitad celestial, derretí todo.

Y se hizo la luz. La tan necesaria luz.

Y la luna fue mía otra vez. Nos comimos entre piedras, arena y sangre.

Y nos quedamos dormidos en medio de la muerte.

sábado, 5 de agosto de 2023

La musiquita de mi corazón

 "¿Alcanzás a escuchar esa musiquita?" 

"¡Escuchá!"

 "¿Alcanzás a escuchar ese violín?"

"Dios mío, es lo más bello".

Sostuve su mano todo el tiempo mientras ella trataba de encontrar sentido a los sonidos que se agolpaban en su mente. Mi Vieja estaba segura que había melodías en el ambiente y sus pupilas recobraban cierta lucidez para luego, en un concierto de colores y emociones, apagarse en la oscuridad de los fármacos. Mi Vieja se estaba apagando en la sala del hospital.

"¿Doctor, hay algo que podamos darle?" pregunté para luego sentirme incómodo. 

"¿Acaso no vez el desconcierto en su vida?¿Te parece que las pastillas o las inyecciones pueden aliviarla?" mi voz interna me recriminaba. Yo estaba desarmado de verla sufrir. Yo, el que profundiza hasta en el sentido de las hormigas, el impetuoso, el de sobrada pasión para buscar respuestas y de obstinada determinación, estaba a la merced de la impotencia. La Vieja estaba destrozada física, mental y espiritualmente y poco servirían mis propuestas de solución.

"Ya no quiero estar aquí", dijo con debilidad y tristeza. 

"Ya pronto nos iremos Vieja, pero debes hacer caso, debes tratar de descansar y cumplir con todo lo que dice el doctor, ya vamos a salir de esto", la parte fiel de mi alma creía en una remontada física pocas veces vista; pero la otra parte, la fría y calculadora, sabía que estos eran los días finales y solo quedaba aguantar la debacle interna, esa horrible sensación de ver una luz que vacila, que se apaga de a poco y no hay nada que se pueda hacer. Estar en la sala con ella era la impotencia en su máxima expresión.

"Debés prepararte. Esto se acabará pronto", una parte de mi conciencia me abrazaba con fuerza pero sin sentimentalismos. Aunque me destrozaba la idea de perder a la Vieja de mis sueños, siempre he agradecido esa voz franca, dura, pragmática. En mis caminos apasionados y cálidos siempre es bueno tener una voz fría, una contraparte incómoda pero real.

------

Una tarde mi Vieja no se terminó la comida. Ella, quien siempre dijo que el que come no se muere, dejó de comer. Dejó de comer frente a mis ojos tristes. Sentí un golpe en el pecho. 

"Trata de terminarlo, te hará bien", fue lo único que se me ocurrió, como si la comida sanara todo. 

"Ya no tengo hambre" dijo mi Vieja con debilidad, su voz ya había perdido total presencia y se movía entre susurros y balbuceos. "Te darán de alta pronto, pero hay que cumplir todo lo que dice el doctor", dije con fe. 

"Ojalá", respondió ella con una media sonrisa y ojos casi cerrados. Fue una sonrisa débil que me demolió el interior. Alcancé a salir a tiempo de la sala para sollozar, lo hice tratando de evitar ruidos incómodos, lastimosos y tapé mi boca con una fuerza descomunal para tratar de detener un dolor inmenso, crudo, tremendamente crudo. 

Lloré acurrucado. Lloré como nunca antes, hasta que perdí todo rastro de tristeza, hasta quedar vacío de sentimientos. 

------

Unos días después la Vieja recobró cierta lucidez.

"¿Escuchás esa música?"

"Escuchá esa belleza... es una sinfonía", mi Vieja tenía luz en sus ojos y yo hice todo a un lado para unirme a sus febriles sensaciones.

Tomé su mano con delicadeza. "¡Claro que la escucho, Vieja! Es bellísima", le sonreí y la acompañé en su momento de gracia, de calma; por alguna razón, esa música que imaginaba le daba paz. 

"A vos siempre te ha gustado la música..." 

"La música siempre te ha movido el alma..."

"Disfrutá la música... disfrutá crear muchas historias..."

Apreté un poco más su mano porque sus palabras dieron en el centro de mi corazón. Ella siempre me marcó, me inculcó el amor por la música y me regaló esa enorme capacidad de leer e hilar historias. Sentí que mi existencia, mi razón de ser, pasó por mis ojos en un instante; pero, al mismo tiempo, sentía que en cualquier momento perdería para siempre a mi Vieja. Fue un momento de emociones inédito en mi vida.

A los pocos segundos intentó hablar pero ya no pudo. Solo balbuceaba y sus ojos se apagaban de a poco. En un momento de aflicción para detener lo indetenible la tomé del cabello y le toqué sus mejillas, le daba golpecitos para intentar que no se durmiera: "Vieja, Vieja, despierta, no te duermas, no me dejes ahora... no ahora, no así".

"¡Vamos!" 

"¡Vieja!"

"Vamos, por favor... por favor, no te vayas ahora... no así".

Vieja...

----------- 

"Ya sabías, desde hace meses, que esto sería así. Ya lo sabías. Y también sabías, desde hace años, lo que se iba a perder. Ya lo sabías", mi voz interior se hacía sentir en medio de los días de sollozos y lamentaciones, de esas horas oscuras y desesperantes por la sensación de lo que pudo ser y no fue. 

"Dejala ir ya. Ya estuvo, porque hay otras cosas que hacer".

"¿Qué más puedo hacer sin mi Vieja?", grité con un deseo de aferrarme a los pensamientos de ella, a sus historias y sus sonrisas.

"Quizás podés empezar a darte cuenta que nada es para siempre". 

"Aprendé de una sola vez que debés soltar las cosas, que no todo estará a tu disposición, no todo es a favor. Hay cosas, situaciones, sentimientos, pasiones que deberás dejar pasar frente a tus ojos porque no te pertenecen".

"¡Qué mierda! ¡Qué mierda!", susurré en medio del cuarto vacío.

"Sí, que mierda..."

"Ya parate, vamos, caminá, escuchá un poco de música, preparate para más historias, esto todavía no se acaba para vos".

--------

Y me levanté otra vez.

Volví a construir historias, volví a ver nacer y morir amores, encendí y apagué otras sensaciones.

Volví a tener éxito y a fracasar; y otra vez, por extraño que parezca, volví a ser exitoso.

Me di cuenta que hay personas y realidades que están lejos de mis posibilidades. Volví a soñar con ellas y, amargamente, volví a dejarlas pasar sin siquiera tener la oportunidad de confesar mis sentimientos y expectativas. Por algo no fue y por algo no pasó.

Todo pasa.

Lo único que no pasa es la musiquita de mi corazón, aquella que enciende pasiones, la que nació solo para ser compartida.

Lo que nunca pasará son las melodías de la vida que hilan tantas historias de todos colores, esa creatividad que la Vieja, amablemente, alimentó con amor en mi corazón.

Esa musiquita se quedará conmigo hasta que se convierta en una gran sinfonía, especial y radiante, que sonará en la bienvenida que me den ante los nuevos horizontes. 


martes, 4 de enero de 2022

¡Otra vez lo mismo!

"Y las obras han sido buenísimas... nadie ha hecho más por el pueblo. Es un genio de la política".
"¿En serio crees eso? Pienso que es un imbécil".
"¡Callate niña!"

--------------------

"No es seguro andar por las calles".
"Por algo lo mataron así, algo hizo".

--------------------

"¿Y vos de cuál equipo sos?"
"Yo soy del Barca hasta la muerte, papá".

--------------------

"Está bien cara la vida, ya no alcanza para nada".
"En el mercado todo aumentó de precio".

-------------------

"¡Comencemos el año con un par de birrias!"
"Démosle..."

--------------------

"¡Qué calor hace!"
"Y decían que estaría fresco".

--------------------

La temática está congelada en el tiempo y en los diálogos solo mutan las voces.
Ya viví este momento. Estaba sentado frente a una taza con café caliente y guardé silencio. Poco a poco los murmullos contaron la misma tragedia, describieron el mismo asombro, explicaron la misma enfermedad, mostraron el mismo fanatismo; pero los sonidos de las cuerdas vocales, con todo tipo de tonos, descargaron emociones y generaron interés como si se tratara de la primera vez.

En algún momento dudé de esta situación; incluso, para calmar esa sensación de confusión, pensé que era un "déjà vu" crónico, que solamente debía descansar la mente, calmar el estrés y comprender las particulares relaciones de la sociedad en la que me ha tocado vivir. Puse punto y final a la situación.


--------------------

"Ay no, niña, qué gran calor".
"Y yo con sombrilla y suéter, dijeron que llovería".

--------------------

"Toda mi familia ahora creemos en estos políticos, ya basta de tanto robo".
"Yo de eso no hablo mejor"
"¡Todos son iguales!"

--------------------

"¿Sos del Real o del Barca?"
"Del Real, toda la vida."

--------------------

"¿Viste cómo chocaron esos microbuses?"
"¡Qué barbaridad!"
"A veces cuando van rápido llego temprano al trabajo".

--------------------

Con el tiempo descarté el "déjà vu" crónico y busqué otras razones para explicar esta extraña situación. Llegué a creer que todo dependía del lugar y el momento, simples cuestiones del azar; por lo tanto, al ampliar mi grupo social, conocer a otras personas, seguro que encontraría otro tipo de temáticas para platicar.


--------------------

"El problema ahora es por quién votamos. Ya no sé, porque siento que con uno o con otro puedo perder mi empleo".
"Yo siempre he sido de la derecha".
"¿Qué decís?".
"¡Ay no, ya me imagino!".

--------------------

"Pidamos otro seis, igual ya estamos aquí".
"¡Contate aquella historia!"
"¡Qué talega!"

--------------------

"Y si caminás por aquí es peligroso".
"Es que esa gente que mataron, eran malos".
"Pero siempre ha sido peligroso este país".

--------------------

"¡Se inundó la casa de la niña Chita!"
"Viste, todo eso es culpa del gobierno anterior".
"¡Ay no, qué calor!"

--------------------

La ampliación de círculos sociales solamente dejó al descubierto, en cierta medida, la carencia o abundancia de lenguaje y algunos estilos para expresarse, pero no hay cambios en la capacidad de análisis o en la falta de tolerancia. Comencé a creer que era más antisocial de lo que creía, y eso podría generarme alguna desventaja. Entonces pensé en una nueva estrategia: ser balanceado, mostrar tolerancia a las distintas opiniones de los mismos temas y, con el tiempo, no sentiría esa sensación de escuchar lo mismo.

--------------------

"Papá Madrid ha ganado más Champions League".
"Pero Messi es mejor".
"Solo ha ganado una Champions en diez años".

--------------------

"Hoy es jueves de amigos".
"¡Vamos!"
"En ese lugar los baldes son bien caros. Mejor cholas".
 
--------------------

"Otra masacre".
"Te dije que votáramos por los más democráticos".
"Ay no, siempre es inseguro, no importa quién gane las elecciones".

--------------------

"A la mierda todo, mejor bebamos".

--------------------

"¡Qué gran trabazón!"
"Es que mejor utilizá la autopista a esa hora".
"¡Qué cansado manejar!"

--------------------

"¿Qué calor está haciendo, verdad?"

--------------------
 
Se redujo mi capacidad de socializar. Por supuesto que las mismas temáticas me permitieron romper muchos silencios incómodos, pero me mal acostumbré a esta situación. Me encasillé, ofrecí demasiado interés a esos temas y en más de alguna ocasión destruí buenos momentos con personas queridas. Qué error.
Pero nunca es tarde. Me puse positivo y simplemente dije: "dejá de darle atención a esa situación. Punto".

El inconveniente tomó otro rumbo.

--------------------    

"¿Y usted cree que hace bien el gobierno?"
"¿Es cierto que hay menos seguridad que antes?"

--------------------    

"¿Y vos a cuál le vas, al Real Madrid o al Barcelona?"

--------------------

"¿Y usted con chaqueta en pleno sol?"

--------------------

"¿Y para cuándo la boda?"

--------------------

"¿Es cierto que en esa colonia a uno lo pueden matar?"

--------------------

"¿Verdad que los gobiernos no hicieron nada?"


--------------------

Con el pasar de los meses cambiaron mis respuestas: de comunes y sencillas a grandes análisis que terminaban cansando al preguntón. Me molestó la situación, primero lo tomé a broma pero después me preocupó seriamente.

 "¡Es lo mismo siempre!" le expliqué a muchas personas y solo una de ellas respondió diferente: "¡Quién te manda a ser tan raro, es tu culpa no comprender a la gente y sus opiniones!"

El debate con esta persona fue digno y gratificante. Por fin una plática sobre los mismos temas pero con capacidad de análisis, con conceptos claros y polémicos, opciones a tomar en cuenta, contraste de ideas, análisis de la historia y los contextos, alegatos sin delimitar tiempos, en fin... un orgasmo intectual.

Terminé aceptanto una realidad del tamaño del mundo: si la mayoría de los diálogos van a girar en las mismas temáticas, entonces soy un antisocial de primera. Pero no me preocupé porque existen soluciones sencillas y prácticas para este padecimiento, por ejemplo: audífonos.

En tiempos de tecnología, datos y navegación en la web, los audífonos te pueden salvar de momentos incómodos. Después de varias pruebas quedé satisfecho con esta solución.

Por fin pude ir a mi restaurante favorito, perderme en cientos de canciones y solo observar los ademanes de quienes me rodeaban. Juro que al separar entre mujeres y hombres, ver sus ojos, sus rostros y calcular su edad, podría adivinar lo que platican. Ellos de política, aquellos del temor a la inseguridad, no falta quien vista una camisa de "los equipos de futbol establecidos" y por el atuendo ya sabría el debate. Y la señora sentada al fondo, con rostro cansado y que utiliza un menú como abanico ¿adivinen de qué se está quejando? ¡Exacto!

A los audífonos sumé el bloqueo en redes sociales de los portavoces de los mismos temas, dichos y bromas de siempre. Sentí paz.

Pasó cierto tiempo de tranquilidad.

Un día cualquiera abordé uno de los tantos buses que recorren la ciudad, miré a mi alrededor, analicé cada rostro y escogí el asiento junto a la ventana. El motorista sintonizaba en la radio un programa de debate, por lo tanto saqué de mi bolsillo a mis aliados y me sumergí en mi música favorita. 

Pasaron los minutos y se subió al bus un señor de unos 55 años, tenía cabello con muchas canas, cuerpo redondo, un rosto amable y con ganas de hablar, como pudo se acomodó a la par mía y parecía que iba atento a lo que alguien hablaba; unos momentos después, logré ver de reojo que me miraba y gesticulaba. Pensé que me equivocaba y me concentré en la ventana, pero a los pocos segundos sentí que tocó mi hombro y cuando volví a ver gesticulaba con rostro de asombro. Me quité los audífonos.

"Dicen que el Real Madrid y el Barcelona van pelearse el fichaje del último gran crack, se pondrá buena La Liga... ¿Cuál es tu equipo? no me digás que eres del Real"... su cara era de interés total como si el tema fuera inédito, nunca antes contado.

Solo pude mostrar una pequeña sonrisa con mirada de asombro. Ambas fingidas.

"Otra vez lo mismo..." pensé.

 

  

sábado, 27 de noviembre de 2021

Funcional



Eres lo que tienes y ese es tu valor, no te pierdas en los ideales del alma y el interior.
Si caminas en la multitud, no te sientas merecedor, solo eres un esqueleto más tras el telón.
Porque los impostores de los siglos ya te marcaron, eres funcional hasta que te hunda el hartazgo.

Ni los ángeles ni el infierno perdonarán tus recelos. Desangra a la vida, o te secas por dentro.
No eres especial ni mucho menos eterno, que tu ojo no se pierda en las promesas de los textos. 
Cuando te sientas elegido, levántate y rompe ese anhelo. Eres finito, enfermo y hambriento.

En medio de las máscaras y los desvelos, eres un ladrón, un insensato, un obsoleto. 
Ni la gran ficción o la evidencia superior perdonarán tu temor. Eres funcional o impostor.
Productos del error antes que del amor, que tu mente no se nuble por las palabras del redentor.

Muchos imaginan un llamado, pero hay un silencio eterno que carcome.
Los gritos y las lágrimas prometen salvación, pero todo se apaga lento, triste, nauseabundo ante nuestra devastación.
Del mundo eres y esa es tu condena; estás sin ropa, sin poder y con cadenas.

Funcionas por los impostores y hasta la vida ofreces, pero no hay gota de misericordia que te renueve.
Se acabó la misión y, de a poco, la oscuridad te consume en un escenario sórdido y estremecedor.
Eres funcional por ahora, hasta que la locura y los años se ensañen con tu carne, sin compasión.   


miércoles, 24 de noviembre de 2021

Pequeña luz cariñosa


Cuando aparté la cortina, me tomó desprevenido una pequeña luz cariñosa.

Me enterneció cuando se presentó en mi ventana y empañó cualquier malestar interno. No era una luz que te ciega, no era intermitente... era un rayito que se asomó y se quedó conmigo para limpiarme el alma enmohecida.

"¿Qué eres, preciosa? ¿Solo a mi me enamoras o hay alguien más?" se acabaron mis interrogantes cuando supe que ninguna de las personas que pasaron frente a la ventana notaron a esta pequeña, adorable y perfecta luz.

Mi pequeña luz cariñosa me acompañó el día, compartió el café de la tarde y en la noche solo bajó su intensidad para seguir conmigo, a solas, en la intimidad.

Compararla con un simple rayo de sol, sería un insulto. Este primor del cielo solo puede ser amado, sin medias tintas, sin culpa alguna. Mi pequeña se quedó conmigo lo suficiente para lavar mi inmundo corazón, vestirlo con las mejores prendas y perfumarlo con las mejores esencias. Mi pequeña luz cariñosa no sabe de medidas, solo sabe amar.

No quería dormirme, luché contra el sueño para no perder este milagro. Pero los párpados caen cuando la edad y la madrugada entran a su etapa madura. 

Al amanecer corrí a la ventana, aparté las cortinas y se me iluminó el rostro. Mi pequeña seguía ahí, a mi disposición. Me acompañó en la jornada de ejercicios, almorzó conmigo y reímos juntos de mis compañeros estudiantes, los esqueletos que danzan en la pista digital. Mi cariñosa luz terminó el día arrompándome y contándome historias. Soy un contador de historias, pero ella las hace realidad... con eso, me mata de amor.

Un día me dijo que debía irse por un tiempo. Me contó que su misión era no abandonarme, pero era necesario dejarme continuar mi camino con la certeza de que nuestro amor era para siempre. Sentí un vacío. Ella no vaciló en curarlo, me llenó de luz como siempre y prometió visitarme cada cierto tiempo. Nos abrazamos tanto que la luz fue una sola.

Mis días fueron iguales sin mi pequeña luz cariñosa. Eran como una obra de teatro, pura y simple actuación. El sentido único de la existencia era volver a verla, un anhelo que nacía y moría en medio de las jornadas tatuadas con la pesada rutina del vivir. No se puede vivir solo por vivir, no tiene sentido sin mi pequeña luz cariñosa.

Pasaron los años. Cuando las arrugas comenzaron a marcarme, cuando todo parecía destinado a seguir encontrando sentidos a los cambios acelerados de este mundo, entonces decidí rendirme. Me fui a la cama con ganas de no volver a levantarme. Olvidé cerrar la puerta, olvidé comer, leer, pensar y respirar. Se me olvido todo a propósito. Soñé mucho, tanto que se me confundió con la vida misma, mis neuronas lucharon para tratar de diferenciar entre el mundo de los sueños y la realidad; tal fue la batalla, que mi interior quedaba en una especie de limbo existencial. Todo estaba oscuro, entonces dejé de luchar.

Solo cuando te detienes, algo pasa. La oscuridad comenzó a ceder y una sensación de calor envolvió mi rostro. Como pude abrí los ojos... ¡y ahí estaba! como la primera vez que me enamoró, con todo su esplendor y su amor. 

¡Mi pequeña luz cariñosa! 

Nos abrazamos hasta convertirnos en una sola luz. Y no hubo más que lamentar, se acabó la actuación y el peregrinaje en las tierras llegó a su final. Se acabó el viaje mundano lleno de desgracias; por fin, como lo anhelé por mucho tiempo, encontré el amor. Ahora viajamos por el universo, sin tiempo y espacio, sin inicio y sin final; ahora, sin antesalas celestiales o juicios infernales, esta alma complicada se envuelve en el amor que solo tiene mi pequeña luz cariñosa.  
  

    

El terreno maldito


Los románticos retratan la belleza de los parajes, enfocan lo precioso y ensalzan los campos majestuosos.
Y se afanan con pasión desmedida o por inercia del abandono, con la misma ansiedad de los pubertos.
Buscan la paz en la tierra de los muertos.

Lamento interno con cada gota de realidad. Cada tiempo desnuda sollozos y furia ante la verdad.
Porque lo natural no esconde lo criminal.
En el terreno maldito, no hay paz. 
  
¡Ay de aquellos que mientan!
¡Cuidado con los infectados, que llaman a esta tierra bendicida por su nombre!
¡Un nombre no define a los habitantes!
¡Y no hay bondad en estirpes inmundas y detestables!

No malinterpreten mis palabras, calmen su venganza.
No se apresuren a señalar mi desgracia.
Porque solo soy un espejo, viejo y destartalado. 
Pero en mi hoguera sus cenizas se consumen de pena.

En el terreno maldito no hay santo ni centrado, ni pulcro o resguardado.
Son un puñado putrefacto.
No son la belleza y, mucho menos, hijos de alguna realeza.
Son estirpe hedionda, en tierras de miseria.

En el terreno maldito todos pelean como fieras, porque son de guerra, hijos de la muerte. 
En el terreno maldito se ensalza la envidia, la avaricia y la falsa armonía.  
Y aquellos que hablan, solo escupen diatribas.



sábado, 2 de noviembre de 2019

Temporada de muertos


Nos encanta vivir. Y nos encanta querer morirnos de vez en cuando. Somos carne y sueños, somos sangre y órganos regidos por neuronas. Somos esencia inmortal en un envase con caducidad.

Somos sentimentalmente selectivos. Nos aferramos a respirar y definimos cuales muertes llorar y cuales ignorar; cuales valen la pena y cuales no. Naturaleza le llamamos.

Nos autoproclamamos protagonistas de la luz. De esa distinción no hay otros merecedores, ni lo permitiremos. Y si faltamos, como especie, a la tarea de resguardarnos mutuamente, entonces cambiamos. Somos diseñadores de valores a la medida.

Inculcados con la regla del bien y el mal, pero con la libertad de decidir. Somos pragmáticos por esencia y no perdemos la calma, porque el hambre de poder nos anima, nos alimenta.

Cuando se trata de nuestros deseos, las reglas son maquillajes: el engendro puede morir, el "No matarás" bíblico es una ilusión y las leyes terrenales, simples dolores que se superan con la pastilla de la impunidad humana.
Somos arquitectos de injusticias y las generaciones condicionadas perpetuarán el sistema de valores, uno acorde a la especie.

En temporada de vivos solo los decesos cercanos nos cambian, por un tiempo.
En colectivo somos poco, en intimidad somos todo. Ahí radica nuestra debilidad.

En la luz y el respirar somos protagonistas. 
Pero, en el día final y en la oscuridad ¿qué seremos?

¿Qué seremos en el más allá?

En la temporada de muertos, no seremos esclavos.
Seremos cualquier cosa menos nosotros. Y eso será un alivio.










  




sábado, 25 de mayo de 2019

Anhelos

Cada cierto tiempo aparecía el anhelo en forma de suspiro. A ratos expulsaba tristeza, a veces indignación y en otras tantas era un aire de puras penas personales.

Con el pasar de las horas no pude zafarme de un mar de emociones. Ni siquiera la enorme sala,  adornada con flores y recuerdos del ser querido, logró dominar a la mente hambrienta, perspicaz, aguda y genial. No sé si soy un esclavo de mi otro yo o un fetichista de sentimientos encontrados. Después de tantos años la incógnita se mantiene.

Los duelos unen, un desceso cohesiona, la pérdida es un conductor de sentimientos muy potente, muchas veces más que la propia vida. Una muerte desnuda superstición, incredulidad, fe, amor y vacíos; saca a luz temores y florece incertidumbres. "Es una puerta" dijo el sacerdote a los dolientes. Y las puertas siempre han estado en mi vida, unas las he derribado, otras las he afianzado con cerraduras reales e imaginarias; y otras, cruelmente, se han cerrado de golpe en mis narices.
La voz exterior perdió mi atención y la interior tomó la batuta: "no quiero morir, pero aún no sé vivir. Vivo, respiro, y en ese estado se supone que aprendo, pero la ignorancia es infinita y cada década me sorprende en fuera de lugar".

Cada noche, una guerra para apaciguar pensamientos. Cada madrugada era el despertar de necesidades, como una corriente poderosa que arrastra todo a su paso. No hay paz, tampoco guerra, es una particular intranquilidad, una cosquilla incómoda entre el presente y el porvenir, el ser y el tener, el detenerse en el camino o apartarse del sendero. Con cada respiro nació una nueva disputa por el ahora y el mañana, con todas las víctimas en tiempo, estado y seres que eso pueda acarrear.

Cuando se suponía que debía unirme, divagué, dudé y me volví a interrogar. En algunos lapsos me desconecté, me perdí en ilusiones febriles. Los anhelos convertidos en suspiros a ratos expulsaron carencias y dolores; ese aire de mi interior, que tiene como motor una mente excitada, se mezcló con el inconciente respirar y con esa vida que transcurre sin que nos demos cuenta.

Al desnudo, y en plena luz de mi conciencia, apareció el hambre de trascender con el temor de que la última morada esté cerca. Los años pasan y me atrapan en fuera de lugar. Respiro por eso y por la necesidad de reinvención.

Hay que escudriñar y descubrir. Romper amarras y largarse. El tiempo es cruel y las décadas se acaban. La obra no es infinita, mi acto tiene fecha de caducidad y el dueño del teatro, con reloj en mano, me espera en la oscuridad.

¡Anhelos! ¡No desapezcan! ¡Fluyan!

Sigan ahí, no importa que sean aires tristes, de carencias o vacíos, deseos desenfrenados o pasiones. No importa nada. Sigan ahí, desde el motor de la mente hasta la exhalación, acaben con el confort y muevan este cuerpo, transfórmenlo.

Una muerte también invita a pelear. Con esa conclusión, y hasta ese momento, mi mente fijó posición y descansó en los días de luto. Entonces el escenario tuvo sentido.

Esta vieja armadura necesita endurecerse con nuevas batallas o destruirse en una de ellas.













domingo, 21 de abril de 2019

La reina de las lágrimas


En medio del cielo y la tierra tiene un trono excelso, brillante, supremo.

¡Mírala!

Corona de oro, vestimentas negras, largas y majestuosas. Delgada figura y rostro brillante, delicado, bello, inexpresivo.

No se asemeja a las imágenes creadas, no hay lamento, lástima o cualquiera de las emociones de los santos. No hay sentimientos en su semblante, pero los produce entre los vivos.

No se mueve. Todos los ojos la ven y todos los corazones se dilatan con su presencia. No alcanza los caminos del Alfa y Omega, tampoco desciende a los retorcidos senderos humanos. Es una realidad entre los cielos y los infiernos.

Sus ojos son luz y sombra, sus labios carmesí. No emite sonidos, los produce entre los mortales: lamentos ensordecedores, las naciones convulsionan, los humanos son superados por un temor inédito. Por primera vez desnudos, vulnerables, impotentes, aterrados.

Su reino opaca al sol, a lo radiante y da paso al milenio gris. Vientos y nubes arropan al ser supremo, era La Reina, el ocaso terrestre y la envidia de las estrellas.

Era el final pero sin aviso. El siguiente segundo podía ser el último, La Reina podía acabar con todo lo descubierto. La lógica humana deseaba el final para acabar con el sufrimiento colectivo.
Pero la inmovilidad, la inexpresión y su mirada traspasaban todo corazón provocando un miedo nunca antes sentido, la incertidumbre más devastadora jamas experimentada.

Los sollozos asesinaron la cordura. El terror contagió cada cerebro. Entonces las plegarias convertidas en alaridos llenaron la tierra, como un caos de estridencia y dolor. En los cielos había silencio, el oido supremo había desaparecido.   

¡Mírala! No se mueve.
  
La vida se convirtió en el peor de los castigos y los intentos de extinción se multiplicaron. Pero ni el valor más grande cambió la nueva realidad, la impuesta por La Reina, los humanos no eran más objetos de vida o muerte, perdieron el poder de quitar o sumar. Ella era el principio y el fin entre los cielos y los mares, entre el ojo supremo y los humanos, entre la luz y la oscuridad, la salvación o la destrucción.

En su trono excelso, brillante, supremo, con su corona de oro que contrastaba con sus vestimentas oscuras, con su rostro y ojos inexpresivos, sin señal de sentimientos pero con la capacidad de crearlos, La Reina era la verdad entre el espacio sideral y las aguas.

Estática, inmortal, arropada por las nubes grises y los vientos, con sus ojos de luz y oscuridad y sus labios carmesí, el terror de los humanos y la envidia de las estrellas.

Sin principio y sin fin cada ojo hidratará la tierra seca... para toda la eternidad. 

sábado, 20 de abril de 2019

Fernanda Parte XXV


Solo los mejor preparados toman las decisiones acertadas en los momentos extremos. No importa sin son buenas o malas personas, en la preparación está la clave. En el mundo criminal es importante ser aguerrido, aunque puedes morir rápido; se toma en cuenta, por ejemplo, la lealtad pero eso no te alcanza en un mano a mano con el enemigo. En el bajo mundo es indispensable ser aguerrido, leal y estar preparado mentalmente para cada misión, todo eso mezclado con una habilidad vital: saber actuar en el momento justo, con la fuerza necesaria.

Pero el vigía encargado de la casa de seguridad carecía de sentido común criminal. El policía comprado por el crimen tenía en una mano el celular y en la otra la pistola, estaba en el patio de la casa y desde los muros fue avistado y amenazado por los agentes. El hombre se puso nervioso y no supo qué hacer. Las autoridades estaban afuera de la casa de seguridad tratando de atar cabos luego del testimonio de Ramiro, uno de los tantos sujetos de la amplia red de contactos de la banda que un día lideró Vaquero y que ahora estaba bajo las órdenes de Bruno. 

Los policías no tenían una orden para registrar la casa, esperaban un motivo para ingresar por la fuerza. Y el vigía se los dio. El sujeto, por los nervios, no pensó bien: dejó caer el celular y a pesar que tres agentes estaban en los muros, que no eran blancos fáciles por la luz y la posición, el hombre disparó. Bingo.

De los 22 policías que estaban en las afueras un grupo de cinco abrió la puerta y entró disparando, desde la casa respondieron al ataque, el saldo del primer intercambio fue de dos agentes heridos y del lado criminal dos hombres calleron al suelo, uno de ellos era el vigía inexperto, ni siquiera buscó un lugar adecuado para cubrirse y disparar. Murió en los siguientes dos minutos.

Los policías no tenían idea de la importancia de esta misión, no sabían que adentro de la casa estaba el pez gordo, uno de los más buscados: Bruno.

El jefe criminal quedó totalmente sorprendido al escuchar los disparos, no se esperaba este ataque mucho menos de la policía. La sorpresa pasó a segundo plano, y como un criminal preparado, tomó sus armas para escenarios en desventaja: su infaltable nueve milímetros y un rifle M16 junto con tres cargadores que sacó de un mueble que estaba en uno de los cuartos.

Bruno y sus hombres siempre tenían un plan. La célula criminal, cuando no estaba en su base ubicada en el sur de la ciudad, solo visitaba cuatro casas de seguridad con las mismas características: de dos plantas, amplia, con varios cuartos conectados entre si, con un patio trasero que tenía salida y con un pequeño tunel para dar con el patio trasero de la casa aledaña, que obviamente era habitada por gente a favor del grupo delictivo.
A la salida de ambas rutas de escape siempre estaba un auto estacionado en caso emergencia.

Por eso Bruno y sus hombres de confianza solo tenían que repeler el ataque inicial y comenzar a buscar las dos posibles salidas. No era sencillo porque ya habían perdido la primera línea de defensa y ahora serían cuatro hombres, incluyendo al jefe, contra al menos 15 policías que comenzaron a entrar en grupos mientras otros ocho estaban en las inmediaciones.

Se dividieron en dos grupos: Manuel y Jorge, dos hombres delgados y los más aguerridos de su grupo serían la segunda línea de defensa, mientras Bruno y su lugarteniente, un hombre fornido y alto conocido como Diablo, comenzarían a buscar las salidas. El plan A era disparar y cubrirse las espaldas hasta que uno llegara al auto y sin levantar tantas sospechas preparar el escape. El plan B, el que Bruno ya tenía en mente, era alcanzar el auto con al menos uno de sus hombres. Si tenía que escoger prefería al Diablo porque Manuel y Jorge tenían más experiencia en abrirse paso por si solos y escapar individualmente.

En el segundo intercambio Manuel y Jorge lograron detener el avance del primer grupo de policías. Mientras Jorge corrió a la parte trasera los disparos de Bruno y Diablo lo cubrieron. Luego los tres continuaron disparando hasta que Manuel los alcanzó.
Cuando Bruno superó la puerta trasera, se subió al muro y observó que en la esquina estaba una patrulla con dos policías fuertemente armados que custodiaban la entrada de la cuadra que daba con la casa de seguridad.

Entonces tomó la decisión de salir por el tunel para dar con el patio trasero de la casa aledaña. Cuando salió a la calle, el auto estaba a unos diez metros. No era sencillo salir porque la balacera provocaba que desde las ventanas de las viviendas aledañas las personas observaran el escenario.

En ese momento al interior de la casa de seguridad, el avance de la policía surtió efecto. Jorge fue herido en la pierna izquierda cuando caminaba hacia la parte trasera. Manuel y Diablo, al ver la puerta del tunel abierta dedujeron que Bruno ya estaba en el carro. Diablo ordenó a Manuel que saliera mientras comenzó a disparar a los policías para abrirle paso a Jorge, quien se arrastraba y no dejaba de disparar su arma, ya había gastado dos cartuchos y le quedaban dos más.

Bruno, con rifle en mano, comenzó a caminar y logró que la oscuridad de la calle le ayudara a pasar desapercibido, cuando llegó al auto quedó expuesto a los ojos de unos vecinos que miraban desde su ventana. Entró y decidió esperar un minuto. Cuando volvió la mirada vio que Manuel se acercaba a paso rápido pero sin levantar sospechas. "¿Y Diablo?" dijo con voz agitada.

"Se quedó abriendo paso. Jorge está herido. Debemos escapar", Manuel tenía razón y Bruno miraba su reloj. "Necesito un hombre más para superar la intersección a donde está la patrulla", pensó el jefe sin quitarle los ojos al segundero.

El sonido de los disparos se acercaba, eso era señal que los policías ya habían llegado al menos a la parte trasera de la casa. Entonces el que salió del tunel de la casa aledaña fue Jorge, que cojeaba y sangraba. Eso levantó todas las sospechas y Bruno lo sabía. "Yo me encargaré de abrirme pasó", luego de sus palabras ordenó a Manuel que manejara mientras él tomaba posición en la parte trasera. "Le dieron al Diablo, no creo que lo logre", dijo Jorge quien tenía ensangrentada la pantorrila izquierda, aunque el disparo no le fracturó el hueso. Bruno dio por perdido al Diablo, obligó a Jorge a sentarse detrás del conductor y comenzaron la parte final del escape, debían superar a los dos policías fuertemente armados que estaban en la esquina.

En la puerta del tunel Diablo sangraba del hombro y el estómago, logró cargar su arma por última vez y comenzó a disparar hacia la puerta que daba al patio trasero. Eso detuvo un momento a los policías, quienes ya habían perdido a un hombre en su ataque final a la casa.

Mientras Diablo disparaba sus últimas balas, antes de ser ultimado, Manuel no encendió las luces del auto y comenzó la marcha, cuando llegaron a la esquina uno de los policías le ordenó el alto, en ese momento Jorge con su pistola nueve milímetros y Bruno con su rifle abrieron fuego, el policía cayó fulminado mientras que su compañero alcanzó a cubrirse.

Cuando Manuel aceleró y superó la esquina, otros dos agentes que escucharon los disparos se acercaron y junto al policía que se había cubierto abrieron fuego, una de las balas rozó el pómulo de Bruno lo suficiente para destrozarle esa parte del rostro, otras dos balas se alojaron en el hombro izquierdo de Jorge y una atravesó el asiento e hirió a Manuel en el brazo izquierdo, aún con ese impacto logró conducir y alejarse de la escena mientras una patrulla comenzó la persecusión.

-------------------



"Muchas veces la locura es la antesala de mi llegada"

La Muerte

-----------------------------

La locura.

La persecusión fue intensa.

Bruno, por la herida en el rostro, no tenía la misma capacidad de combate. Jorge, quien tenía tres impactos de bala pero ninguno de ellos había tocado órgano sensibles, tuvo la fuerza de tomar el M16 de Bruno y disparaba cada cierto tiempo para tratar de detener el avance de los policías; pero era imposible, desde la patrulla los disparos destruían cada vez más el auto de los criminales.

No había otra opción, había que tomar una decisión suicida. "Alguien debe bajarse y contenerlos", dijo Bruno quien con un pedazo de su camisa apretaba la herida en su rostro. Manuel aceleró hasta llegar a la entrada de una colonia asediada por grupos de pandillas, tomó una calle angosta y al llegar a la esquina le dijo a Jorge que se bajara. Su compañero no dudó, ya había enfrentado situaciones iguales o peores y había salido triunfante, se colocó detrás de un contenedor de basura. El auto aceleró al momento que al otro lado de la calle ingresaba el carro policial.

Cinco segundos después una ráfaga de balas impactó la parte derecha de la patrulla hiriendo al conductor y a uno de los policías que estaba en la parte trasera. La patrulla se detuvo 10 metros después, entonces Jorge, mientras cojeaba y trataba de escapar, no dejó de disparar al auto. Suficientes balas para matar a los dos policías heridos pero pocas para detener a los otros tres agentes. Una cuadra después y sin la fuerza para hacerle frente al ataque, Jorge recibió tres balazos, uno de ellos directo al corazón.

-------------------------------

Los gritos de dolor y frustración dificultaban la intervención quirúrgica al jefe criminal.
La herida era peor de lo que creían. Bruno perdió el ojo y el pómulo derecho.

Manuel, estaba fuera de peligro por el balazo en el hombro. Otros cuatro hombres del círculo de Bruno analizaban que salió mal esa noche. Estaban en constante comunicación con agentes claves de la red criminal, debían tener una respuesta lo más pronto posible para rendir cuentas.

------------------------------

Al día siguiente las portadas de los periódicos y los titulares de los principales noticieros daban amplia cobertura del enfrentamiento. Hablaban de un golpe clave a la organización criminal más peligrosa de la ciudad. Había un falso discurso triunfal de parte de las autoridades. Los que sí celebraban eran el resto de organizaciones criminales que ansiaban el control de la ciudad.

En la principal casa de seguridad de los criminales, Bruno tenía vendada la mitad del rostro, su ojo izquierdo fijo al techo de la casa mientras escuchaba los informes de sus lugartenientes.

Ramiro fue el informante que los delató, a partir de esa información dieron con uno de los agentes de su red que casualmente brindaba seguridad en la casa a donde decidió pasar la noche.
Pero la mayor frustración, lo que le generaba un odio indescriptible, era la información del resto de policías ligados a su banda: no había un grupo de prostitutas infiltrado en sus dominios, no había ningún indicio de mujeres al servicio de sus enemigos, no existía un plan orquestado para que otras bandas criminales ganaran espacio en sus territorios. La deducción de un grupo de mujeres matando hombres de su organización era errónea. El asesinato de Vaquero, el antiguo líder, y del Negro, un delincuente de poca importancia en su grupo, fueron atribuidos a hechos aislados. Lo que nunca supieron era que Fernanda, la pequeña prostituta, estaba detrás de esos hechos por cuestiones muy particulares y no como un plan.

Bruno estaba destrozado, no por los asesinatos que ordenó a partir de sus hipótesis sino porque había perdido un ojo y su olfato criminal había fallado por completo. Seguía siendo el líder de un amplio territorio de la urbe, su organización era la más temida y respetada en el mundo del crimen pero en su interior sabía de su equivocación y esa acción le costó caro.

"¿Qué hacemos jefe?", preguntó Manuel. "¿Quiere venganza?".

Bruno no respondió.

"Ya habrá tiempo para las venganzas, por el momento a seguir controlando todo como si nada", fue la respuesta de César "El Capo", el número dos de la organización, fiel a Bruno y el de mayor confianza del jefe.

Después de eso solo hubo silencio. Bruno no dejaba de ver al techo de la casa.

Continuará...

sábado, 23 de febrero de 2019

Hoy fallecí en sueños


Hoy se rompió algo.
Desperté como un día más. Me hundí como nunca.
Ya sabía que llegaría el momento de enfrentar la realidad, el minuto exacto en el que no tendría escapatoria. Lo pensé por mucho tiempo, por eso no hay sorpresas.

Hoy se destruyó un destino. No es gratis abrazar una filosofía, pero el costo es lo de menos.
Hoy perdí. Fue la derrota total de un pensamiento.
Nada es para siempre y tampoco se puede tener todo ¡las malditas particularidades de la vida que la hacen ilógica, detestable!
Somos fuego arrasador, pero nos han colocado en una dimensión en la que somos fósforos sin maleza para crear una hoguera.

Hoy fluyeron los sentimientos. Se pueden retener por un tiempo, pero como la indomable naturaleza, llega el día en que rompen las barreras en mil pedazos. Del caos al silencio.

Hoy se borró el camino.
Los ojos perdieron el filtro. Los sujetos perdieron el color.   

Pero no me malinterpreten, eso sería peligroso. Es solo un día largo y tedioso, con la particularidad que llegó a su fin aquel afán, aquella cosquilla sentimental por construir algo único. Esa edad ya pasó, como la luz de un día sin mañana.

Hoy morí, pero no en el terreno y en la carne.

Hoy fallecí en sueños.


sábado, 15 de diciembre de 2018

Fernanda Parte XXIV


11:45 am

El sonido del celular sorprendió a César en medio de una pequeña reunión con los colaboradores de un proyecto. Cuando vio el nombre clave del contacto "Fernando" tomó el teléfono y salió de la oficina sin dar explicaciones.

"¿Pero qué ha pasado? ¿A dónde has estado?", susurró el joven para no llamar la atención en su trabajo.

"Es una larga historia... estuve a punto de morir. Quiero verte esta tarde, es urgente para mi", Fernanda aguantó las ganas de llorar para no mostrarse vulnerable. "Quiero que nos veamos en algún lugar, no sé, un bar que conozcas. Hay muchos en la zona de Versalles", seste lugar estaba cerca del centro de la ciudad pero era seguro por la presencia policial.

César no supo qué decir, como siempre le tomó muchos segundos para hablar. "A las 6:00 de la tarde llegaré a Versalles y cuando esté ahí te llamo. Estaré a la hora exacta".

Fernanda quería seguir hablando pero se contuvo. "Gracias. Ahí estaré, debo descansar un poco. Adiós", fue cortante porque temblaba de la debilidad, el temor y la desesperación.

César pidió permiso para ausentarse de la reunión y, como era uno de los principales jefes del proyecto, no hubo inconvenientes. En las siguientes dos horas pensó la mejor estrategia para ausentarse y no llegar a casa. "No creo que Laura se moleste si retomó mi hábito de jugar a las cartas con los amigos que tenemos en común".

"Gerardo, necesito un favor, esta noche le diré a Laura que hay reunión de amigos para jugar. Será en tu casa y por iniciativa tuya, en dado caso llame por supuesto. Necesito arreglar unos asuntos", la confianza con su amigo de infancia le permitió por muchos años la coartada perfecta no solo para verse con mujeres, también para ausentarse a citas con sus padres y familiares.

"Ya me imagino, cabrón, ya me imagino... estaré pendiente. Hazla gritar por favor, jajajaja", así era Gerardo, del grupo de amigos adinerados era el que tenía un poco más de dinero pero menos lenguaje refinado. Hay cuestiones que el dinero no cambia.

César llamó a Laura, le dijo que se quedaría en el trabajo hasta tarde, luego saldría a una reunión con unos colaboradores. "Por cierto, Gerardito convocó a noche de amigos, espero no te moleste", César esperó con cierta ansia la respuesta de su prometida.

"Esas reuniones nunca se acabarán, lo tengo claro desde hace años. Solamente espero que no se excedan. Sabes César, tuve una mañana cansada en el trabajo y pedí la tarde, así que me dormiré temprano. Cuando vuelvas trata la manera de no hacer ruido, ten cuidado cariño", Laura fue sincera en un punto: estaba cansada. Pero no tenía que dar detalles de lo que realmente haría en la noche.
La mujer al momento de la llamada estaba frente a su laptop, chateando. Desde hace varios meses tenía una relación en el ciberespacio. El intercambio de mensajes e incluso de imágenes había  aumentado en las últimas semanas y está noche, gracias a las "noches de amigos", habría acción con su amante en la web.

Ambos colgaron el teléfono agradeciendo por tener carta libre para la infidelidad. Así de crudo.

------------------------------------------------------------

6:00 pm

"Estoy en el bar La Taberna, en la segunda planta, en la última mesa, está vacío a esta hora así que no tendrás problemas para verme", César miraba desde la ventana.

"Estaré ahí en unos minutos...", mientras Fernanda estaba al teléfono, cada rostro se admiraba al verla caminar. Y esta vez no era por el cuerpo o el atuendo, era el golpe en el pómulo, aunque bajó la inflamación estaba muy morado y el maquillaje no servía de mucho. Tuvo que ver al frente y no cruzar miradas para soportar el difícil momento.

Al entrar a La Taberna sucedió lo mismo. Los meseros y los clientes en la primera planta susurraban mientras miraban el rostro de Fernanda.

"¡Dios mío! ¿qué pasó?", las palabras de introducción de César.

Fernanda lo abrazó fuertemente y no pudo evitar llorar. Todas esas barreras para dejar fluir cariño se rompieron en mil pedazos. Todo el terror y la desesperación de las últimas horas se diluyeron en lágrimas que humedecieron las camisa del joven. El sollozo era lamentable y se mezclaba con la música en la solitaria segunda planta de ese bar. No sería una noche de placer como pensaba César y no había palabras que decir.

El destino tenía preparado otro desenlace para el día. Uno de terror. Y ya estaba en proceso.

"La vi entrar. Sí. Es la misma mujer que dicen, la del golpe en la cara, pequeña, morena. Es la misma, la acabo de ver entrar al bar La Taberna. Fue una coincidencia porque no suelo estacionarme a esperar clientes en este lugar... es ella, solo eso puedo decir, me dijeron que llamara y es todo lo que tengo que hacer", el taxista simplemente quiso quedar bien y evitarse problemas. Y lo había logrado.

35 minutos después se estacionó un auto blanco. Salieron dos sujetos, uno alto, delgado de unos 50 años; el otro de mediana estatura, fornido y con rostro de pocos amigos. Eran del grupo de Bruno, obviamente estaban armados pero no eran sicarios, solo daban golpizas y amenazaban, sin permiso para matar a menos que fuera sumamente necesario. Ambos tenían trabajos formales y familias, eran de los infiltrados bien trabajados y que su misión era pasar desapercibidos hasta que les asignaban una "tarea" acorde a su posición. Esta vez tenían que capturar a la mujer a como diera lugar y llevarla a la casa de seguridad en el centro de la ciudad.

Se sentaron y pidieron unas cervezas, platicaron mientras observaban a su alrededor.
"Aquí no está, pero esperemos un rato", dijo Pepe, el hombre delgado.
"¿Estarán en la segunda planta?", Ramiro siempre analizaba los escenarios. "Nos quedamos acá, terminamos la primera cerveza y luego revisamos arriba", dijo sin esperar respuesta de su compañero.

"¡Mesero! ¿Hay televisores arriba? desde esta mesa no veo bien el partido", aunque era un juego diferido, Ramiro cambió su cara de pocos amigos a la de un tipo llevadero y con buen humor, pensó que era una buena excusa para cambiar de mesa sin levantar sospechas.

"Por supuesto señor, arriba hay más espacio ¿gusta cambiar y pasar su orden a otra mesa?"

"¡Genial, dos cervezas más por favor!", Ramiro señaló la parte de arriba y junto a su compañero caminaron.

Al llegar a la segunda planta, al final del cuarto vieron la espalda de un hombre quien estaba acompañado. Bastaron unos segundos para ver el golpe de la mujer en el rostro. "Es ella", dijo Pepe mientras se sentaron a diez metros de la mesa de César.

Les sirvieron las cervezas, agradecieron al mesero, tomaron varios sorbos, rieron entre ellos y daban la sensación de ser dos tipos amables y llevaderos. Pero era una estrategia que cumplió su objetivo.
Cuando César se levantó para pedir una bebida más para Fernanda, los saludó amablemente y ellos respondieron igual.

"Aquí tienes. Todo saldrá bien, mañana haremos lo necesario para que viajes a ese pueblo, no te preocupes", las palabras de Cesar calmaron por completo a Fernanda y la plática comenzó a cambiar de tema. Cinco minutos después lo que parecía una velada positiva comenzó a cambiar.

Sin que la prostituta sospechara algo vio como Ramiro se acercaba a César. El infiltrado sacó el arma y la colocó en la espalda del joven. "Si te mueves, disparo, así de sencillo. Si haces caso a lo que te digo, te aseguro que vivirás", fue directo y amenazante. Mientras tanto Pepe observaba desde las gradas para avisar si alguien subía.

César quedó inmóvil, sin respuesta, aterrado. Fernanda sintió que era el final y toda la calma se destruyó. La mujer se levantó pero no dio un paso más al ver que el rostro de César se contrajo al sentir que el cañón del arma golpeó su espalda. "Siéntate o lo mato y luego te disparo... vamos a bajar juntos, mi amigo se encargará de ti. Si intentan algo al que mataré primero serás vos, cabrón", la voz áspera, amenazante, intimidaba a cualquiera.

-------------------------------------------

7:30 pm

Pepe salió primero y tomaba del brazo a Fernanda; a cinco metros Ramiro y César caminaban, el delincuente colocó la mano que sostenía el arma en la parte interna de su chaqueta, siempre apuntando a César en caso el joven decidiera correr a pedir ayuda.

Ramiro se adelantó al auto y metió a César a la fuerza. Pepe estaba a tres metros de llegar cuando Fernanda lo golpeó en los testículos y comenzó a gritar desesperadamante: "¡Auxilio! ¡Auxilio!"
Aunque el hombre delgado se retorció del dolor, nunca dejó de apretar el brazo de la mujer; ambos cayeron al asfalto. Las pocas personas que transitaban en la zona quedaron impactadas, una de ellas tomó su celular y llamó a la Policía.

Pepe se levantó, golpeó a Fernanda fuertemente en la cara y la dejó casi inconciente. La arrastró hasta el auto y la lanzó al asiento del copiloto. El hombre, aún adolorido por el golpe en los testículos, pudo conducir y comenzaron la marcha a la casa de seguridad más cercana, a tan solo diez cuadras del lugar.

Ramiro encañonaba a César a la altura del costado, el joven estaba aterrorizado y no podía responder. Fernanda estaba conmocionada y no tenía la fuerza necesaria para siquiera forcejear. Parecía el final.

-------------------------------------------



"Para el mundo es un descuido, mala suerte o karma..."

"Pero solo es la parte del destino que me corresponde. Simple."

La Muerte

--------------------------------------

A falta de cinco cuadras, dos patrulleros aparecieron desde una esquina a la izquierda del camino. No era un recorrido de rutina, era una cacería. La llamada de la testigo alertó a las unidades. La descripción del auto y de las placas lograron en poco tiempo la reacción policial.

Cuando uno de los patrulleros se acercó para cerrarle el paso al auto, los delincuentes sabían que no había escape. Pepe maniobró hacia la izquierda con tal rapidez que sorprendió al agente. El golpe provocó que perdiera el control y colisionara con un auto estacionado. Fue tan brutal el impacto que su compañero, quien también daba persecusión, desenfundó su arma y disparó hacia el lado izquierdo del automóvil.

Fueron cinco disparos: dos de ellos atravesaron el vidrio de la parte trasera, una bala se alojó en el omóplato de Ramiro, la segunda en su hombro. Un proyectil pasó de largo y atravesó el parabrisas, los otros dos plomos atravesaron la parte trasera del asiento del conductor y se alojaron en la espalda de Pepe. Un pulmón dañado. La sangre brotó, las manos que sostenían el timón perdieron fuerza, el auto a 70 km por hora perdió control y se estrelló de lleno en un pick up estacionado. El golpe fue del lado del conductor, los huesos de las costillas de Pepe se fracturaron al instante y astillaron los pulmones. El sujeto se ahogó en sangre. Fernanda rebotó fuerte en el interior del auto pero no tuvo heridas graves.

El rostro de Ramiro quedó ensangrentado luego del impacto con el asiento trasero del piloto; A César la colisión también lo hizo rebotar, tenía golpes en todo el cuerpo pero nada grave.

"¡Salgan del auto!", el policía avanzó con prudencia y no siguió gritando porque se percató que el conductor estaba muerto sobre el timón. Se acercó un poco más y vio a Fernanda que estaba asustada. "Salga del auto", gritó otra vez el policía.

A los pocos minutos llegaron los refuerzos, detuvieron a Ramiro que estaba inconciente y era el único que estaba armado.

Mientras la escena era custodiada y los periodistas trataban de averiguar más sobre otro caso de violencia en la ciudad, Fernanda y César fueron llevados a la comisaría, ahí fueron interrogados y dieron su versión de los hechos. Ramiro en el hospital se negó a hablar en un primer momento, pero no era experto, no era un criminal entrenado para tomar decisiones acordes a la situación, no era más que un infiltrado básico. Sucumbió al temor, a las amenazas de los policías de una condena ejemplar y al verse acorralado, habló a cambio de ayuda. Y habló de más. La misión que tenían de privar de libertad a cualquier mujer u hombre sospechosos de infiltrarse en el territorio del grupo de Bruno, la orden de atrapar a Fernanda y su acompañante, reveló nombres y direcciones de otros infiltrados, del modo de operar de los criminales. Los policías tomaron nota incluso un investigador estaba presente.

Cuando César y Fernanda estaban a solas, en el pasillo de la comisaría, fue ella la que rompió el silencio: "¿Qué haremos?"

El hombre era un manojo de nervios, temores y paranoia, lo último que quería era que lo descubrieran, que su nombre saliera en las noticias. Tuvo miedo, como siempre, y eso le ganó a la atracción, al cariño y dependencia que comenzaba a sentir por Fernanda. Cuando la vio a los ojos, aunque seguía atrapado por su particular belleza, el temor era más fuerte.

"Solamente quiero salir de esta situación..." le apartó la mirada a la chica. La prostituta sintió un vacío en su corazón. Una decepción más. La única persona en la que confiaba, le daba la espalda. Pudo sentir el temor de César y sabía que era el final. Casi se le salen las lágrimas otra vez. En el largo pasillo y con poca luz se murieron sus esperanzas de una relación medianamente normal.

En los siguientes minutos César explicó a los agentes, frente a Fernanda, que ella era una prostituta y que nada más era una cita. Dijo que no era la primera vez que se encontraban, que no conocía a los sujetos que los privaron de libertad y que lo único que quería era la posibilidad que resguardaran su identidad para evitar problemas con su prometida y con sus familias.

La prostituta quedó devastada. El relato era verdadero, ella era solo una prostituta más, pero eso no le dolió, la tristeza fue la cobardía de César. Eso fue una bomba que destrozó el poco optimismo que había construido alrededor de este joven.

------------------------------------

12:45 am

César y Fernanda fueron puestos en libertad, no había nada que los ligara a los atacantes.
En la calle oscura, afuera de la comisaría, solo estaban los dos.

"¿Por qué no puedes ayudarme?" la voz de Fernanda caló fuerte en el joven.

"¡Estuvieron a punto de matarme! No puedo alejarme de donde pertenezco. Aunque quisiera. Todo lo que nos pasó fue especial y me gustaría seguirte viendo porque me gustas... pero no puedo dejar atrás lo que me ata a mi prometida, a mi familia", sabía que estaba ante la mujer que le daba pasión y sabor a su vida, la que merecía atención. Pero era una prostituta, una mujer de la calle, y eso chocaba con todos los valores que le inculcaron. Si debía escoger con quien acostarse y con quien compartir deseos, esa era Fernanda y no su prometida; sin embargo, estaba atrapado en la indecisión y por primera vez iba a lamentar no dar el paso. No pudo. Simplemente no pudo.

Un auto de la policía se acercó para llevarlo hasta el lugar a donde estaba estacionado su automóvil. César apartó la mirada de Fernanda y se subió al auto. Cuando volvió su rostro para verla, ella ya estaba caminando hacia la dirección contraria. Sabía que era la última vez que la miraría, vio alejarse esa figura de estatura pequeña, curvilínea, una belleza particular, una piel morena con ojos cautivadores. Sintió un vacío en su interior, solamente superado por el histórico miedo y mediocridad que tanto lo caracterizaban.

-------------------------------------

1:45 am

"Estos dos agentes están ligados a esa estructura, según el relato del sujeto. Uno de ellos está de licencia y es el único que no ha contestado su celular. Según las palabras del tal Ramiro, este agente custodia una casa de seguridad en el centro de la ciudad. Estamos a tan solo seis minutos de ese lugar. Es ahora o nunca", el análisis del investigador convenció al jefe de la policía de ese sector. En cuestión de 15 minutos agruparon a 25 agentes y llegaron a los alrededores de la casa de seguridad. La excusa del "operativo": recibieron una denuncia de una posible privación de libertad.

-------------------------------------

Cuando uno de los vigías salió a recibir a quienes tocaban la puerta, la respuesta lo impactó. "Somos la policía", el hombre trató de alertar la presencia con una llamada de su celular. No se percató que desde el muro lo estaban observando. Otros dos sujetos se asomaron desde adentro para averiguar que pasaba. En el momento en que el hombre sacó su arma, los policías que observaban gritaron "¡suelta el arma!"

Continuará....


domingo, 11 de febrero de 2018

Fernanda Parte XX


Solo durmieron cuatro horas pero fue un descanso reparador. Cuando la ansiedad es expulsada por el sudor de una pasión, el cuerpo lo agradece. César y Fernanda cruzaron miradas. No había amor, pero ese brillo dejaba abierto un camino hacia ese sentimiento. El temor de César le impidía, por el momento, definirse. Fernanda es una prostituta, no cabe, al menos en el círculo social al cual pertenecía, que esta mujer sea un prospecto para enamorarse y formar una familia. Pero el joven dudaba, estaba entre romper con las reglas de su entorno, de su historia, o el de olvidarse de esta extraña atracción que tenía hacia la mujer pequeña, de cuerpo bondadoso, de mirada perturbadoramente sensual. 

El silencio se rompió. Antes de que el hombre abriera la boca, Fernanda lo dijo claramente: "dejo la ciudad por un tiempo". César no supo que decir, pero sus ojos lo delataron. Como siempre, tardó varios segundos para expresarse. "Imagino que será por un par de días ¿verdad?"

"Será un tiempo indefinido. No me siento segura en esta ciudad, es como salir con la sensación que no volverás viva a casa. Hay pueblos cercanos a donde creo que encontraré una oportunidad de hacer algo distinto", la mirada de la prostituta no se apartó de los ojos del joven. Sabía que era el momento de medir cuánto interés podría tener César hacia ella. Era ahora o nunca, además no tenía mucho tiempo.

"Sabes, yo no creo que esté tan seguro de seguir el estilo de vida que tengo. Tarde o temprano dejaré atrás, no solo la dependencia a los negocios familiares, sino también a mi prometida...", en este momento César sintió que debía dar el paso siguiente, plantear la posibilidad de pasar de las citas esporádicas a una relación que al menos le permitiera ver a Fernanda en otros ámbitos. "¿Estás seguro, César? ¿Sabes lo que pueden decir de esta relación... con una prostituta?" los pensamientos volvieron a atacar su mente y se notó en su rostro, no podía evitarlo.

"Al menos si nos vemos no te sentirás tan culpable... y quizás con el tiempo superes esa relación y podrás hacer lo que quieras", por primera vez en mucho tiempo del interior de la mujer brotó un sentimiento de esperanza, muy pequeño pero todo un oasis en medio de tanta destrucción y oscuridad que caracterizaban el corazón de Fernanda. Era complicado imaginar una relación, pero ella sabía que las noches que compartieron habían marcado al joven, ella lo sintió. Y no estaba equivocada.

Decidieron pasar el resto del día en el cuarto del motel. Ambos, sin decirlo, se liberaron de sus propios demonios. Se bañaron, pidieron comida, bebieron, hicieron el amor, durmieron y volvieron a repetir las escenas, con tal pasión que sus cuerpos lo agradecieron mucho.



-------------------------------------------------------

Al día siguiente

Mientras César y Fernanda pasaron las horas en el cuarto de motel, el taxista de la red criminal de Bruno realizó tres viajes en la ciudad, descansó un par de horas y volvió a su particular estilo de vida: cigarro en labios, café en mano, los platos con restos de comida grasosa en el asiento del copiloto y siempre, siempre vigilante de su entorno, no solo por su seguridad ante el ataque de los enemigos, su principal labor es tener al tanto cada uno de los movimientos en este sector de la urbe. Quienes llegan a los moteles, personas extrañas, policías en la zona, nuevos vendedores, los delitos en el lugar... todo, absolutamente todo, debía informarlo. La mirada paranoica, las ojeras como si fuera un mapache, su rostro inflado, con bigote y de pocos amigos, no dejaban dudas del grado de misión que tenía. Ahora había un nuevo objetivo: prostitutas. Una en particular: Fernanda.

A mediodía, con su séptimo cigarrillo del día, luego de asimilar una hamburguesa y dos gaseosas, sus ojos se fijaron en el auto que salió del motel que vigilaba. De ese lugar, el 80 por ciento de las mujeres que veía salir eran prostitutas que ya conocía. Esta vez le extrañó que la mujer con su pelo suelto que iba en el asiento del copiloto no la había visto.

Fue una luz en rojo al final de la calle, y la fila de autos que esperaban, lo que le permitió al taxista tener una mejor visión de quienes iban abordo. Al joven de facciones finas no lo había visto en su vida pero la joven que lo acompañaba, conforme pasaban los segundos, creyó conocerla. Los autos comenzaron a circular, el humo de su boca salió fuertemente y cuando volvió a ver la imagen del celular no le quedó duda. "Eres tu...", arrancó el auto y este no respondió. No se esperaba esta falla mecánica y lanzó una maldición al aire. Lo intentó varias veces hasta que funcionó. Pero el carro de César se alejó lo suficiente y quedó a cinco automóviles de distancia. 

Continuó la circulación y los ojos del taxista intentaban desesperadamente de no perderle la pista a ese auto. Mientras tanto César y Fernanda ya habían acordardo que en 48 horas ella saldría de la ciudad, planearon una noche más juntos y a la espera de esa cita ella se quedaría en un motel y ocuparía taxis en caso necesitara movilizarse. Se despidieron, ella se bajó del auto y César se alejó. 

Fernanda caminó lento hacia un restaurante bar y eso le dio tiempo al taxista de identificarla. Quedó impresionado del cuerpo de la joven y esperó a que ingresara para estacionar el auto. Tenía dos opciones: llamar inmediatamente al contacto de Bruno y esperar hasta que alguien llegara por la mujer o ir personalmente por ella. 

---------------------------------------------


"Hay causas, azares y decisiones que me acercan o me alejan de mi objetivo. Pero nunca detienen mi cometido..."

"Hay ocasiones en que acudo mucho antes de lo pactado..."

La Muerte

--------------------------------------------


Osvaldo, el nombre del taxista, tenía varias semanas de no tomarse un descanso. Se consideraba un vigía organizado, entregado a la misión criminal de sus superiores. Era de fiar. Y tenía esa necesidad de trascender en el grupo criminal, de pasar de un simple vigilante a una posición mucho mejor. Asesino a sueldo no le molestaba en lo absoluto.
Si quería impresionar al jefe debía probar que tan eficaz era. Lo planeó en segundos: acostarse con la  prostituta, relajarse un rato y luego llevarle, personalmente, el botin al jefe.

Osvaldo tomó la decisión.

Continuará... 




miércoles, 23 de septiembre de 2015

¡Qué final!

Desde el amanecer tuve esa sensación.

El agua en el rostro no provocó nada, la mirada en el espejo no dijo nada y ese retraso en cada una de las actividades matutinas, fue mucho más contundente de lo esperado.

Cada minuto fue testigo de una apatía profunda, una ida y vuelta de pensamientos sin sentido, un esfuerzo sin frutos, una incomodidad interna.

El mundo absorvente desplegó el mismo menú, la misma promoción de actividades llamada vida. Y esa imponente fuerza mueve todo, a todos, incluyendo a mi estado sombrío.

No opuse resistencia, no tuve la fuerza mental para hacerlo. No intenté cambiar la situación, solo dejé pasar el tiempo.

La conversación ruidosa en el bus, no me desesperó.

Las voces infantiles, con toda su inocencia, no me conmovieron.

La desesperación de los rostros, no me indignaron.

El día pasó y esa barrera mental que no permite pasar colores, nunca se debilitó.

Desde el amanecer tuve esa sensación y nunca se alejó de mi interior.

Mientras muchos luchan para aferrarse a la vida, otros se ven obligados a respirar; cuando en las camas unos lloran por un minuto más, hay quienes viven sin querer hacerlo.

Esa es solo una de las tantas contradicciones. Esa espiral descendente de causas y efectos, azares, coincidencias y otras razones o estupideces con las que tratamos de explicarnos todo, no se detendrá nunca.

"¿Y si esto es opcional?" retumbó en mi mente. "¿Puedo definir el rumbo?"

"¿El rumbo que yo creo o el que impone la existencia?", me dije.

Pero siguiendo el ritmo oscuro de las últimas horas tampoco tuve la necesidad de encontrarle una explicación a esas interrogantes.

Cerré mis ojos y en silencio, sin remordimientos y con soberbia, apagué el día que no quise vivir creyendo que podía tener otra oportunidad al amanecer.

Unas horas después, por mala o buena suerte o por algo que desconozco, sin razón aparente, me convertí en el sorteado del destino... y nunca más volví a despertar.

Ahora solo me queda esperar a que finalice el tunel para ver si era cierto o no todo lo que creí... ¡qué final!