domingo, 11 de febrero de 2018

Fernanda Parte XX


Solo durmieron cuatro horas pero fue un descanso reparador. Cuando la ansiedad es expulsada por el sudor de una pasión, el cuerpo lo agradece. César y Fernanda cruzaron miradas. No había amor, pero ese brillo dejaba abierto un camino hacia ese sentimiento. El temor de César le impidía, por el momento, definirse. Fernanda es una prostituta, no cabe, al menos en el círculo social al cual pertenecía, que esta mujer sea un prospecto para enamorarse y formar una familia. Pero el joven dudaba, estaba entre romper con las reglas de su entorno, de su historia, o el de olvidarse de esta extraña atracción que tenía hacia la mujer pequeña, de cuerpo bondadoso, de mirada perturbadoramente sensual. 

El silencio se rompió. Antes de que el hombre abriera la boca, Fernanda lo dijo claramente: "dejo la ciudad por un tiempo". César no supo que decir, pero sus ojos lo delataron. Como siempre, tardó varios segundos para expresarse. "Imagino que será por un par de días ¿verdad?"

"Será un tiempo indefinido. No me siento segura en esta ciudad, es como salir con la sensación que no volverás viva a casa. Hay pueblos cercanos a donde creo que encontraré una oportunidad de hacer algo distinto", la mirada de la prostituta no se apartó de los ojos del joven. Sabía que era el momento de medir cuánto interés podría tener César hacia ella. Era ahora o nunca, además no tenía mucho tiempo.

"Sabes, yo no creo que esté tan seguro de seguir el estilo de vida que tengo. Tarde o temprano dejaré atrás, no solo la dependencia a los negocios familiares, sino también a mi prometida...", en este momento César sintió que debía dar el paso siguiente, plantear la posibilidad de pasar de las citas esporádicas a una relación que al menos le permitiera ver a Fernanda en otros ámbitos. "¿Estás seguro, César? ¿Sabes lo que pueden decir de esta relación... con una prostituta?" los pensamientos volvieron a atacar su mente y se notó en su rostro, no podía evitarlo.

"Al menos si nos vemos no te sentirás tan culpable... y quizás con el tiempo superes esa relación y podrás hacer lo que quieras", por primera vez en mucho tiempo del interior de la mujer brotó un sentimiento de esperanza, muy pequeño pero todo un oasis en medio de tanta destrucción y oscuridad que caracterizaban el corazón de Fernanda. Era complicado imaginar una relación, pero ella sabía que las noches que compartieron habían marcado al joven, ella lo sintió. Y no estaba equivocada.

Decidieron pasar el resto del día en el cuarto del motel. Ambos, sin decirlo, se liberaron de sus propios demonios. Se bañaron, pidieron comida, bebieron, hicieron el amor, durmieron y volvieron a repetir las escenas, con tal pasión que sus cuerpos lo agradecieron mucho.



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Al día siguiente

Mientras César y Fernanda pasaron las horas en el cuarto de motel, el taxista de la red criminal de Bruno realizó tres viajes en la ciudad, descansó un par de horas y volvió a su particular estilo de vida: cigarro en labios, café en mano, los platos con restos de comida grasosa en el asiento del copiloto y siempre, siempre vigilante de su entorno, no solo por su seguridad ante el ataque de los enemigos, su principal labor es tener al tanto cada uno de los movimientos en este sector de la urbe. Quienes llegan a los moteles, personas extrañas, policías en la zona, nuevos vendedores, los delitos en el lugar... todo, absolutamente todo, debía informarlo. La mirada paranoica, las ojeras como si fuera un mapache, su rostro inflado, con bigote y de pocos amigos, no dejaban dudas del grado de misión que tenía. Ahora había un nuevo objetivo: prostitutas. Una en particular: Fernanda.

A mediodía, con su séptimo cigarrillo del día, luego de asimilar una hamburguesa y dos gaseosas, sus ojos se fijaron en el auto que salió del motel que vigilaba. De ese lugar, el 80 por ciento de las mujeres que veía salir eran prostitutas que ya conocía. Esta vez le extrañó que la mujer con su pelo suelto que iba en el asiento del copiloto no la había visto.

Fue una luz en rojo al final de la calle, y la fila de autos que esperaban, lo que le permitió al taxista tener una mejor visión de quienes iban abordo. Al joven de facciones finas no lo había visto en su vida pero la joven que lo acompañaba, conforme pasaban los segundos, creyó conocerla. Los autos comenzaron a circular, el humo de su boca salió fuertemente y cuando volvió a ver la imagen del celular no le quedó duda. "Eres tu...", arrancó el auto y este no respondió. No se esperaba esta falla mecánica y lanzó una maldición al aire. Lo intentó varias veces hasta que funcionó. Pero el carro de César se alejó lo suficiente y quedó a cinco automóviles de distancia. 

Continuó la circulación y los ojos del taxista intentaban desesperadamente de no perderle la pista a ese auto. Mientras tanto César y Fernanda ya habían acordardo que en 48 horas ella saldría de la ciudad, planearon una noche más juntos y a la espera de esa cita ella se quedaría en un motel y ocuparía taxis en caso necesitara movilizarse. Se despidieron, ella se bajó del auto y César se alejó. 

Fernanda caminó lento hacia un restaurante bar y eso le dio tiempo al taxista de identificarla. Quedó impresionado del cuerpo de la joven y esperó a que ingresara para estacionar el auto. Tenía dos opciones: llamar inmediatamente al contacto de Bruno y esperar hasta que alguien llegara por la mujer o ir personalmente por ella. 

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"Hay causas, azares y decisiones que me acercan o me alejan de mi objetivo. Pero nunca detienen mi cometido..."

"Hay ocasiones en que acudo mucho antes de lo pactado..."

La Muerte

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Osvaldo, el nombre del taxista, tenía varias semanas de no tomarse un descanso. Se consideraba un vigía organizado, entregado a la misión criminal de sus superiores. Era de fiar. Y tenía esa necesidad de trascender en el grupo criminal, de pasar de un simple vigilante a una posición mucho mejor. Asesino a sueldo no le molestaba en lo absoluto.
Si quería impresionar al jefe debía probar que tan eficaz era. Lo planeó en segundos: acostarse con la  prostituta, relajarse un rato y luego llevarle, personalmente, el botin al jefe.

Osvaldo tomó la decisión.

Continuará... 




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