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viernes, 29 de marzo de 2024

Trámite


Me quedé frente a la puerta, con el rimero de documentos, esperando por el trámite.
En la fila de sillas descansaba mi paciencia o, mejor dicho, mi ansia.
A unos metros, una mujer; mucho más cerca, un enfermo mental. 
Me quedé en silencio, con las ganas de disparar verdades.
Soy mejor espectador que ser humano.
 
Aguardé por mi turno sin contratiempos.
He domado al tiempo o, mejor dicho, ya no le temo.
La mujer miraba a todos lados, el enfermo vomitaba palabras.
Guardé silencio, como fiera al acecho.
Soy mejor observador que persona.

Pensé en mi vida, de trámites y movimiento.
Desde la silla contemplé mi interior.
La mujer molesta, el enfermo deliraba.
Contuve mis emociones, pero no mis instintos.
Soy mejor en fantasías que en sentimientos.

El trámite finalizó
La mujer me sonrió
El enfermo se perdió
Respiré. Simplemente respiré una vez más.  
Soy mejor en el silencio que en esta obra de carne y huesos.


 

 

sábado, 5 de agosto de 2023

El rastro de una vida

Con el tiempo los años se tropiezan unos con otros y en el fondo, escondidos y con todo el peso en contra, estamos intentando salir para respirar un poco. 

Hoy logré salir un rato para ver mi rastro. Y todo ha cambiado. 
 
Hace 25 años era de guerra y trajines, de miedos e inseguridades junto a una fuerza descomunal a merced de los deseos. Me brotaba la sangre guerrera y manchaba las tierras brevemente conquistadas; pero con el tiempo, la cabeza se enfrió, los conflictos mutaron y traspasaron fronteras. 
En los años viejos ya no hay genocidios, solo algunas muertes con sentido.

La década pasada temía no estar en sintonía con mi alrededor, los afanes hinchaban las venas; pero con los años le rehúyo a la moda con la inteligencia del viejo cazador que dejó de perseguir presas y, en el espeso bosque, vive alejado de quien fue.

Hace un año encontré el amor, sin embargo pasó a ser un tatuaje de la colección. Y mañana será polvo de las tempestades. Más vale un sentimiento genuino que uno impuesto para la medición de los merecimientos humanos.  

El mes pasado me sentía en la cúspide de la sabiduría al hacer mías las ideas de moda, pero cambié y con prisa he vuelto a sentarme en la mesa de la ignorancia a la espera del maestro. Me acomodo con la tranquilidad de haber finalizado las andanzas de los engañados.

Hace una semana me encantaba zambullirme en las redes mundiales esperando encontrar algo. Encontré mucha variedad con fecha de caducidad. Y cuando apagué las pantallas encontré que lo poco y único no es perecedero.

Anteayer me morí de una bronconeumonía y ayer amanecí con síntomas de cólera. Lo extraño de todo, es que no perdí fluidos y líquidos, lo que se me escapó a borbotones fue la paz.

Y hoy acabo de comenzar a leer el libro, el que por años su lectura estuvo en la sombra. Ahora se lee en las plazas del corazón porque esto de morir a ratos tiene un sabor agrio.

El ahora del hombre es una sala verde, una antesala, un espacio subjetivo en el cual se puede respirar aires de esperanza aunque sea solo por tiempos cortos, porque esto de las eternidades atragantan a cualquiera.


La musiquita de mi corazón

 "¿Alcanzás a escuchar esa musiquita?" 

"¡Escuchá!"

 "¿Alcanzás a escuchar ese violín?"

"Dios mío, es lo más bello".

Sostuve su mano todo el tiempo mientras ella trataba de encontrar sentido a los sonidos que se agolpaban en su mente. Mi Vieja estaba segura que había melodías en el ambiente y sus pupilas recobraban cierta lucidez para luego, en un concierto de colores y emociones, apagarse en la oscuridad de los fármacos. Mi Vieja se estaba apagando en la sala del hospital.

"¿Doctor, hay algo que podamos darle?" pregunté para luego sentirme incómodo. 

"¿Acaso no vez el desconcierto en su vida?¿Te parece que las pastillas o las inyecciones pueden aliviarla?" mi voz interna me recriminaba. Yo estaba desarmado de verla sufrir. Yo, el que profundiza hasta en el sentido de las hormigas, el impetuoso, el de sobrada pasión para buscar respuestas y de obstinada determinación, estaba a la merced de la impotencia. La Vieja estaba destrozada física, mental y espiritualmente y poco servirían mis propuestas de solución.

"Ya no quiero estar aquí", dijo con debilidad y tristeza. 

"Ya pronto nos iremos Vieja, pero debes hacer caso, debes tratar de descansar y cumplir con todo lo que dice el doctor, ya vamos a salir de esto", la parte fiel de mi alma creía en una remontada física pocas veces vista; pero la otra parte, la fría y calculadora, sabía que estos eran los días finales y solo quedaba aguantar la debacle interna, esa horrible sensación de ver una luz que vacila, que se apaga de a poco y no hay nada que se pueda hacer. Estar en la sala con ella era la impotencia en su máxima expresión.

"Debés prepararte. Esto se acabará pronto", una parte de mi conciencia me abrazaba con fuerza pero sin sentimentalismos. Aunque me destrozaba la idea de perder a la Vieja de mis sueños, siempre he agradecido esa voz franca, dura, pragmática. En mis caminos apasionados y cálidos siempre es bueno tener una voz fría, una contraparte incómoda pero real.

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Una tarde mi Vieja no se terminó la comida. Ella, quien siempre dijo que el que come no se muere, dejó de comer. Dejó de comer frente a mis ojos tristes. Sentí un golpe en el pecho. 

"Trata de terminarlo, te hará bien", fue lo único que se me ocurrió, como si la comida sanara todo. 

"Ya no tengo hambre" dijo mi Vieja con debilidad, su voz ya había perdido total presencia y se movía entre susurros y balbuceos. "Te darán de alta pronto, pero hay que cumplir todo lo que dice el doctor", dije con fe. 

"Ojalá", respondió ella con una media sonrisa y ojos casi cerrados. Fue una sonrisa débil que me demolió el interior. Alcancé a salir a tiempo de la sala para sollozar, lo hice tratando de evitar ruidos incómodos, lastimosos y tapé mi boca con una fuerza descomunal para tratar de detener un dolor inmenso, crudo, tremendamente crudo. 

Lloré acurrucado. Lloré como nunca antes, hasta que perdí todo rastro de tristeza, hasta quedar vacío de sentimientos. 

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Unos días después la Vieja recobró cierta lucidez.

"¿Escuchás esa música?"

"Escuchá esa belleza... es una sinfonía", mi Vieja tenía luz en sus ojos y yo hice todo a un lado para unirme a sus febriles sensaciones.

Tomé su mano con delicadeza. "¡Claro que la escucho, Vieja! Es bellísima", le sonreí y la acompañé en su momento de gracia, de calma; por alguna razón, esa música que imaginaba le daba paz. 

"A vos siempre te ha gustado la música..." 

"La música siempre te ha movido el alma..."

"Disfrutá la música... disfrutá crear muchas historias..."

Apreté un poco más su mano porque sus palabras dieron en el centro de mi corazón. Ella siempre me marcó, me inculcó el amor por la música y me regaló esa enorme capacidad de leer e hilar historias. Sentí que mi existencia, mi razón de ser, pasó por mis ojos en un instante; pero, al mismo tiempo, sentía que en cualquier momento perdería para siempre a mi Vieja. Fue un momento de emociones inédito en mi vida.

A los pocos segundos intentó hablar pero ya no pudo. Solo balbuceaba y sus ojos se apagaban de a poco. En un momento de aflicción para detener lo indetenible la tomé del cabello y le toqué sus mejillas, le daba golpecitos para intentar que no se durmiera: "Vieja, Vieja, despierta, no te duermas, no me dejes ahora... no ahora, no así".

"¡Vamos!" 

"¡Vieja!"

"Vamos, por favor... por favor, no te vayas ahora... no así".

Vieja...

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"Ya sabías, desde hace meses, que esto sería así. Ya lo sabías. Y también sabías, desde hace años, lo que se iba a perder. Ya lo sabías", mi voz interior se hacía sentir en medio de los días de sollozos y lamentaciones, de esas horas oscuras y desesperantes por la sensación de lo que pudo ser y no fue. 

"Dejala ir ya. Ya estuvo, porque hay otras cosas que hacer".

"¿Qué más puedo hacer sin mi Vieja?", grité con un deseo de aferrarme a los pensamientos de ella, a sus historias y sus sonrisas.

"Quizás podés empezar a darte cuenta que nada es para siempre". 

"Aprendé de una sola vez que debés soltar las cosas, que no todo estará a tu disposición, no todo es a favor. Hay cosas, situaciones, sentimientos, pasiones que deberás dejar pasar frente a tus ojos porque no te pertenecen".

"¡Qué mierda! ¡Qué mierda!", susurré en medio del cuarto vacío.

"Sí, que mierda..."

"Ya parate, vamos, caminá, escuchá un poco de música, preparate para más historias, esto todavía no se acaba para vos".

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Y me levanté otra vez.

Volví a construir historias, volví a ver nacer y morir amores, encendí y apagué otras sensaciones.

Volví a tener éxito y a fracasar; y otra vez, por extraño que parezca, volví a ser exitoso.

Me di cuenta que hay personas y realidades que están lejos de mis posibilidades. Volví a soñar con ellas y, amargamente, volví a dejarlas pasar sin siquiera tener la oportunidad de confesar mis sentimientos y expectativas. Por algo no fue y por algo no pasó.

Todo pasa.

Lo único que no pasa es la musiquita de mi corazón, aquella que enciende pasiones, la que nació solo para ser compartida.

Lo que nunca pasará son las melodías de la vida que hilan tantas historias de todos colores, esa creatividad que la Vieja, amablemente, alimentó con amor en mi corazón.

Esa musiquita se quedará conmigo hasta que se convierta en una gran sinfonía, especial y radiante, que sonará en la bienvenida que me den ante los nuevos horizontes. 


sábado, 29 de julio de 2023

Espejos

Un amanecer más frente al espejo. Veo mi rostro total pero en mi interior siento que me salgo del marco. Me veo y me siento enorme, grande. Una mañana con engrosamiento de absolutamente todo, también de ego.

Y el día fui yo.

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Otra alba y el mismo espejo. Alcanzo a ver cada grieta y cada herida en la piel, mis ojos son como un poderoso microscopio. Me veo muy viejo, arrugado, con bultos. Es un amanecer con el tremendo peso de los años.

Y el día fue de anhelos.

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El despertador rompe el sueño y los pasos son lamentablemente lentos. Los ojos se me ven tristes, me veo opaco, apagado y cansado. Me siento diminuto. La luz interior descubre carencias.

Y el día fue un desperdicio.     

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Sorprendo a la madrugada y el espejo refleja poder. Mis ojos brillan y esa luz contrasta con los moldes obligados. Veo la fuerza de una motivación, la libertad de una decisión y el respaldo de una disciplina.  

Y el día fue a favor.    

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Aparecen las primeras luces de la aurora y frente al espejo te veo en mi interior. Practico las mil formas de cómo te explicaría lo que siento por ti. Fantaseo el momento de expresarte mis sentimientos. Imaginarme a tu lado, compartiendo mi vida contigo, me hace sentir una mejor persona.

Y el día fue feliz.

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Y un buen día el tiempo cambia las reglas: no existe el amanecer, nada se engrosa, lo viejo es relativo, lo diminuto se esfuma y las luces de las pasiones se apagan en el vasto escenario. Te pierdo el rastro, te pierdo en un abrir y cerrar de ojos. 

Y lo que fue, no es más. 

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En el silencio total mis ojos ansiosos alcanzan a ver un cuarto lleno de cristales.

Y al pararme frente a los espejos, no se refleja nada. 

sábado, 8 de abril de 2023

En tiempos ventajosos



Dichoso que puedo ver el sol desde la ventana, desde la misma a la que llegaban los duendes y los observadores. Por las noches me encapsulo y poco me entero de las lujurias; me parecen lejanos aquellos tiempos de escalofrios, aunque debo estar atento, un buen día puedo aparecer enmedio de la pista y tener que enfrentar a la locura.

Aún pienso con mucha claridad, con la suficiente como para descifrar los caminos y las avenidas, para apartar lo bueno de lo podrido, lo justo de lo insano. Y al mismo tiempo me contengo, porque soy de carne y  la sabiduría es cara en estos tiempos.

A lo lejos escucho los alaridos, la fanfarria, la baratas expresiones, los mismos pecados. No me siento enjaulado, o en el peor de los casos en un caos impuesto. Ahora respiro fuerte, los años espantan mitos, dan calor para el resto del viaje y te apartan de lo común. Nunca nadie puede ver con exactitud el proceder de las almas, pero el tiempo te enseña a olfatear emociones, descifrar intenciones y desechar pasiones. 

Un buen día volverán los calores y las palpitaciones de los cuerpos, todo regresa y solo hace falta entenderlo. La misma fortuna o el mismo excremento, todo vuelve a suceder tarde o temprano; la diferencia, mínima pero importante, es que ahora puedo sentir con antipación si el ritmo proviene de la esperanza o es el paso demoledor de la ignorancia. Hay una leve ventaja cuando se superan dolores y se desechan ciertas emociones. 

Pero todo puede terminar hoy o mañana, porque faltan muchos años y recorrido para ser inmortales, aún somos carne frágil y lamento un poco haber visto la luz en esta época, en la que todavía se necesitan dolores para reproducir vida. Sin embargo, mi mente no se turba, son superables estos deseos y pensamientos, solo me los permito de vez en cuando para darle un tono distinto a esta realidad por la que ando desnudo, libre y con menos carga de la habitual. Ya era hora después de tanto caminar.

Dichoso que todavía tengo sangre de batalla y alma progenitora de cuentos, que sería sin mis historias y mis anhelos, lo más seguro es que sería una pequeña mancha, un error impuesto. Dichoso que puedo ver la diferencia y sentir, por ahora, un viento a favor. Ya vendrán las tempestades, pero temeré menos que antes cuando esté enmedio de la destrucción, así es esta dimensión en la cual, tarde o temprano, todo vuelve a suceder. Todo se repite y ahora lo sé.

  

martes, 4 de enero de 2022

¡Otra vez lo mismo!

"Y las obras han sido buenísimas... nadie ha hecho más por el pueblo. Es un genio de la política".
"¿En serio crees eso? Pienso que es un imbécil".
"¡Callate niña!"

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"No es seguro andar por las calles".
"Por algo lo mataron así, algo hizo".

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"¿Y vos de cuál equipo sos?"
"Yo soy del Barca hasta la muerte, papá".

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"Está bien cara la vida, ya no alcanza para nada".
"En el mercado todo aumentó de precio".

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"¡Comencemos el año con un par de birrias!"
"Démosle..."

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"¡Qué calor hace!"
"Y decían que estaría fresco".

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La temática está congelada en el tiempo y en los diálogos solo mutan las voces.
Ya viví este momento. Estaba sentado frente a una taza con café caliente y guardé silencio. Poco a poco los murmullos contaron la misma tragedia, describieron el mismo asombro, explicaron la misma enfermedad, mostraron el mismo fanatismo; pero los sonidos de las cuerdas vocales, con todo tipo de tonos, descargaron emociones y generaron interés como si se tratara de la primera vez.

En algún momento dudé de esta situación; incluso, para calmar esa sensación de confusión, pensé que era un "déjà vu" crónico, que solamente debía descansar la mente, calmar el estrés y comprender las particulares relaciones de la sociedad en la que me ha tocado vivir. Puse punto y final a la situación.


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"Ay no, niña, qué gran calor".
"Y yo con sombrilla y suéter, dijeron que llovería".

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"Toda mi familia ahora creemos en estos políticos, ya basta de tanto robo".
"Yo de eso no hablo mejor"
"¡Todos son iguales!"

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"¿Sos del Real o del Barca?"
"Del Real, toda la vida."

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"¿Viste cómo chocaron esos microbuses?"
"¡Qué barbaridad!"
"A veces cuando van rápido llego temprano al trabajo".

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Con el tiempo descarté el "déjà vu" crónico y busqué otras razones para explicar esta extraña situación. Llegué a creer que todo dependía del lugar y el momento, simples cuestiones del azar; por lo tanto, al ampliar mi grupo social, conocer a otras personas, seguro que encontraría otro tipo de temáticas para platicar.


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"El problema ahora es por quién votamos. Ya no sé, porque siento que con uno o con otro puedo perder mi empleo".
"Yo siempre he sido de la derecha".
"¿Qué decís?".
"¡Ay no, ya me imagino!".

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"Pidamos otro seis, igual ya estamos aquí".
"¡Contate aquella historia!"
"¡Qué talega!"

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"Y si caminás por aquí es peligroso".
"Es que esa gente que mataron, eran malos".
"Pero siempre ha sido peligroso este país".

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"¡Se inundó la casa de la niña Chita!"
"Viste, todo eso es culpa del gobierno anterior".
"¡Ay no, qué calor!"

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La ampliación de círculos sociales solamente dejó al descubierto, en cierta medida, la carencia o abundancia de lenguaje y algunos estilos para expresarse, pero no hay cambios en la capacidad de análisis o en la falta de tolerancia. Comencé a creer que era más antisocial de lo que creía, y eso podría generarme alguna desventaja. Entonces pensé en una nueva estrategia: ser balanceado, mostrar tolerancia a las distintas opiniones de los mismos temas y, con el tiempo, no sentiría esa sensación de escuchar lo mismo.

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"Papá Madrid ha ganado más Champions League".
"Pero Messi es mejor".
"Solo ha ganado una Champions en diez años".

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"Hoy es jueves de amigos".
"¡Vamos!"
"En ese lugar los baldes son bien caros. Mejor cholas".
 
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"Otra masacre".
"Te dije que votáramos por los más democráticos".
"Ay no, siempre es inseguro, no importa quién gane las elecciones".

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"A la mierda todo, mejor bebamos".

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"¡Qué gran trabazón!"
"Es que mejor utilizá la autopista a esa hora".
"¡Qué cansado manejar!"

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"¿Qué calor está haciendo, verdad?"

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Se redujo mi capacidad de socializar. Por supuesto que las mismas temáticas me permitieron romper muchos silencios incómodos, pero me mal acostumbré a esta situación. Me encasillé, ofrecí demasiado interés a esos temas y en más de alguna ocasión destruí buenos momentos con personas queridas. Qué error.
Pero nunca es tarde. Me puse positivo y simplemente dije: "dejá de darle atención a esa situación. Punto".

El inconveniente tomó otro rumbo.

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"¿Y usted cree que hace bien el gobierno?"
"¿Es cierto que hay menos seguridad que antes?"

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"¿Y vos a cuál le vas, al Real Madrid o al Barcelona?"

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"¿Y usted con chaqueta en pleno sol?"

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"¿Y para cuándo la boda?"

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"¿Es cierto que en esa colonia a uno lo pueden matar?"

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"¿Verdad que los gobiernos no hicieron nada?"


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Con el pasar de los meses cambiaron mis respuestas: de comunes y sencillas a grandes análisis que terminaban cansando al preguntón. Me molestó la situación, primero lo tomé a broma pero después me preocupó seriamente.

 "¡Es lo mismo siempre!" le expliqué a muchas personas y solo una de ellas respondió diferente: "¡Quién te manda a ser tan raro, es tu culpa no comprender a la gente y sus opiniones!"

El debate con esta persona fue digno y gratificante. Por fin una plática sobre los mismos temas pero con capacidad de análisis, con conceptos claros y polémicos, opciones a tomar en cuenta, contraste de ideas, análisis de la historia y los contextos, alegatos sin delimitar tiempos, en fin... un orgasmo intectual.

Terminé aceptanto una realidad del tamaño del mundo: si la mayoría de los diálogos van a girar en las mismas temáticas, entonces soy un antisocial de primera. Pero no me preocupé porque existen soluciones sencillas y prácticas para este padecimiento, por ejemplo: audífonos.

En tiempos de tecnología, datos y navegación en la web, los audífonos te pueden salvar de momentos incómodos. Después de varias pruebas quedé satisfecho con esta solución.

Por fin pude ir a mi restaurante favorito, perderme en cientos de canciones y solo observar los ademanes de quienes me rodeaban. Juro que al separar entre mujeres y hombres, ver sus ojos, sus rostros y calcular su edad, podría adivinar lo que platican. Ellos de política, aquellos del temor a la inseguridad, no falta quien vista una camisa de "los equipos de futbol establecidos" y por el atuendo ya sabría el debate. Y la señora sentada al fondo, con rostro cansado y que utiliza un menú como abanico ¿adivinen de qué se está quejando? ¡Exacto!

A los audífonos sumé el bloqueo en redes sociales de los portavoces de los mismos temas, dichos y bromas de siempre. Sentí paz.

Pasó cierto tiempo de tranquilidad.

Un día cualquiera abordé uno de los tantos buses que recorren la ciudad, miré a mi alrededor, analicé cada rostro y escogí el asiento junto a la ventana. El motorista sintonizaba en la radio un programa de debate, por lo tanto saqué de mi bolsillo a mis aliados y me sumergí en mi música favorita. 

Pasaron los minutos y se subió al bus un señor de unos 55 años, tenía cabello con muchas canas, cuerpo redondo, un rosto amable y con ganas de hablar, como pudo se acomodó a la par mía y parecía que iba atento a lo que alguien hablaba; unos momentos después, logré ver de reojo que me miraba y gesticulaba. Pensé que me equivocaba y me concentré en la ventana, pero a los pocos segundos sentí que tocó mi hombro y cuando volví a ver gesticulaba con rostro de asombro. Me quité los audífonos.

"Dicen que el Real Madrid y el Barcelona van pelearse el fichaje del último gran crack, se pondrá buena La Liga... ¿Cuál es tu equipo? no me digás que eres del Real"... su cara era de interés total como si el tema fuera inédito, nunca antes contado.

Solo pude mostrar una pequeña sonrisa con mirada de asombro. Ambas fingidas.

"Otra vez lo mismo..." pensé.

 

  

sábado, 25 de diciembre de 2021

También los ídolos morirán




He elegido tumbar ídolos pese a que también soy un idólatra por naturaleza; aunque hubo un tiempo en que intenté, por todos los medios, no sucumbir a esa tentación, acepto que sufro de esa condición humana estúpida y degradante. Elegimos creer en algo para proyectar nuestra naturaleza, para mostrarnos y entregarnos apasionadamente. La persona que dice no creer en algo, miente; incluso, es la que más sufre en comparación con aquellos seres humanos que exteriorizan alguna creencia con orgullo y sin temores.

Aunque he confesado mi condición, aclaro que no vale la coherencia y el respeto cuando se trata de atacar dogmas. Si levanto altares a mis ídolos, con el orden de importancia que tienen en mi interior, tendría necesariamente que callar y entender a los demás; pero no, no lo hago. Esa postura genera escozor y me han llamado egoista, irrespetuoso, hipócrita, podrían dedicarme la frase clásica: "No juzgues para que no seas juzgado (...) ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?" Aún así, debo y quiero poner en tela de juicio muchas creencias, aunque tenga carne adicta a la idolatría; el que quiera, en el momento que le plazca, puede juzgarme, esa posibilidad no tiene importancia en el rol de la destrucción de credos dañinos, no importa si estos son sociales, culturales o religiosos. 

Acepto las consecuencias cuando se trata de hacer añicos a los ídolos. Esas glorias creadas por esta raza perversa son la evidencia de nuestra peligrosidad. El trabajo de destruir modelos es una posición radical pero no especial, aquellos que aborden este tren sin retorno no deberían esperar ninguna retribución o respeto. Es un trabajo de minorías, por lo tanto sencillo de señalar, de abominar; porque, sin duda, es fácil unirse a la mayoría, estar en la fila de los que marchan a la orden del supuesto decoro, del civismo hipócrita, de los placeres nefastos, de las normas elitistas. En sencillo ser un peón en el sistema. 

¿Hay momentos de arrepentimiento al realizar esta contraproducente labor? demasiados, a mi juicio; debo ser sincero: es una tarea para solitarios, para almas inquietas, para los que han sollozado en la soledad de los senderos oscuros y empedrados que destrozan los pies. Sus dioses, sus ideologías, sus cariños prostituidos, sus eternas vanidades y la entrega que tienen a las realidades que creen buenas pero degradan, me repugnan y no puedo, ni debo, aceptar esas posturas. Jamás. El que anda en la destrucción de pasiones terrenales debe sacar de su mochila de combate aquellas emociones perjudiciales que fueron socialmente inculcadas, si el cometido le es difícil puede esconderlas por un tiempo, hasta que tenga el valor de abandonarlas en el camino.

Podría esperar a exterminar mis propias idolatrías antes del experimento de persuadir a otros a destruir sus convicciones terrenales o anhelos sobrenaturales. Es posible, pero no puedo asegurar que tendré tiempo suficiente para esta labor. Hay que actuar cuanto antes con la osadía necesaria, sin el temor a perder muchas manos amigables. No se puede tumbar ídolos y ser medianamente feliz con los demás.

También podría evitarme dolores innecesarios y abrazar las reglas que un día nos obligaron a creer que eran las establecidas. Podría, pero sería una farsa, una vil mentira insoportable. Por eso el depredaror de creencias debe tener una dotación de máscaras para confundirse en el escenario, pasar desapercibido y poder acercarse a su plataforma de acción. Es necesario camuflarse en el mundo idólatra.

Y cómo asimilo una realidad contundente: a la mayoría le importará un bledo mi actitud; por cierto, al invitar a las personas a que rompan con sus ídolos podría generar el fortalecimiento de su arraigo hacia ellos. Es una posibilidad muy clara y estremecedora para este tipo de trabajo, por lo que no puedo dejar de preguntarme cada cierto tiempo: "¿vale la pena?"

He perdido muchas oportunidades para asegurarme una realidad tranquila de cara al futuro. Tuve la opción de aceptar a ciertos humanos, y sus creencias, para poder vivir sin mayores sobresaltos. Estuvo a mi alcance forjar ese destino y lo dejé caer. ¿Me arrepiento? solo en algunos días de algunas temporadas, pero al verme al espejo agradezco no haber tenido que lidiar con esas ideologías que me generan asco. Prefiero el derrotero complicado que ver pasar los años en una calma artificial.

En la oscuridad lo veo claramente: tumbar ídolos es una tarea peligrosa; lo bueno, si se le puede encontrar el ángulo agradable, es que se pueden ocupar muchas estrategias para lograr el objetivo: la persuación, la plática sincera, el contraste de ideas, la comparación objetiva, la discusión sana e inteligente hasta el debate acalorado, la disputa o la pelea. Todo vale en este oficio incómodo pero necesario.

Estos días decapité a muchos de mis ídolos, pero debo aniquilar a varios más. Es larga y estrecha la vereda para la recuperación interna alejada de los modelos equivocados que nos venden todos los días. No voy a conceder un espacio a los apologistas de la decadencia, a los amantes de la perdición, a los ideólogos vanidosos de casa acomodada, a los entorpecidos por la bebida de la mentira y los manjares perniciosos. Aunque fui un mentiroso, aunque me haya atragantado de ruina, aún cuando me rendí al vaso de la falsa felicidad y puse precio a mi alma, no importa en lo absoluto, asumo esos pasos en falso. Ahora en mi frente está escrito: no existe la coherencia en la misión de dinamitar olimpos mundanos. 

Me levanto y camino, siento la sangre ebullir pero al mismo tiempo tengo la paciencia del depredador. Enmascarado marcho seguro pero discreto, con apetito pero sin perder la cabeza en la acción. No hay día de descanso ni aposento para dormir, la tarea exige ignorar el dolor y aprovechar la ocasión.

¿Puedo incomodar mucho más mi paseo terrenal? casi seguro. Cabe la posibilidad de que me odien y sume un puñado de personas a la gran colección de enemigos que tengo. Acepto el desenlace.
¿Podría ser desterrado y abandonado? totalmente. Mientras camine en esta tierra todo puede suceder, estoy marcado y solo soy la secuencia de una estirpe singular. No estoy solo, ni la misión se detendrá, muchos nacerán y se desarrollarán como destazadores de patrones adulterados. Viviremos con esta labor incoherente para muchos, pero necesaria para los escogidos; tarde o temprano, la meta se cumplirá aunque nos cueste la vida en tinieblas o la existencia misma, aceptamos el destino que sea porque tenemos la certeza de que también los ídolos morirán.



sábado, 27 de noviembre de 2021

Funcional



Eres lo que tienes y ese es tu valor, no te pierdas en los ideales del alma y el interior.
Si caminas en la multitud, no te sientas merecedor, solo eres un esqueleto más tras el telón.
Porque los impostores de los siglos ya te marcaron, eres funcional hasta que te hunda el hartazgo.

Ni los ángeles ni el infierno perdonarán tus recelos. Desangra a la vida, o te secas por dentro.
No eres especial ni mucho menos eterno, que tu ojo no se pierda en las promesas de los textos. 
Cuando te sientas elegido, levántate y rompe ese anhelo. Eres finito, enfermo y hambriento.

En medio de las máscaras y los desvelos, eres un ladrón, un insensato, un obsoleto. 
Ni la gran ficción o la evidencia superior perdonarán tu temor. Eres funcional o impostor.
Productos del error antes que del amor, que tu mente no se nuble por las palabras del redentor.

Muchos imaginan un llamado, pero hay un silencio eterno que carcome.
Los gritos y las lágrimas prometen salvación, pero todo se apaga lento, triste, nauseabundo ante nuestra devastación.
Del mundo eres y esa es tu condena; estás sin ropa, sin poder y con cadenas.

Funcionas por los impostores y hasta la vida ofreces, pero no hay gota de misericordia que te renueve.
Se acabó la misión y, de a poco, la oscuridad te consume en un escenario sórdido y estremecedor.
Eres funcional por ahora, hasta que la locura y los años se ensañen con tu carne, sin compasión.   


miércoles, 24 de noviembre de 2021

Pequeña luz cariñosa


Cuando aparté la cortina, me tomó desprevenido una pequeña luz cariñosa.

Me enterneció cuando se presentó en mi ventana y empañó cualquier malestar interno. No era una luz que te ciega, no era intermitente... era un rayito que se asomó y se quedó conmigo para limpiarme el alma enmohecida.

"¿Qué eres, preciosa? ¿Solo a mi me enamoras o hay alguien más?" se acabaron mis interrogantes cuando supe que ninguna de las personas que pasaron frente a la ventana notaron a esta pequeña, adorable y perfecta luz.

Mi pequeña luz cariñosa me acompañó el día, compartió el café de la tarde y en la noche solo bajó su intensidad para seguir conmigo, a solas, en la intimidad.

Compararla con un simple rayo de sol, sería un insulto. Este primor del cielo solo puede ser amado, sin medias tintas, sin culpa alguna. Mi pequeña se quedó conmigo lo suficiente para lavar mi inmundo corazón, vestirlo con las mejores prendas y perfumarlo con las mejores esencias. Mi pequeña luz cariñosa no sabe de medidas, solo sabe amar.

No quería dormirme, luché contra el sueño para no perder este milagro. Pero los párpados caen cuando la edad y la madrugada entran a su etapa madura. 

Al amanecer corrí a la ventana, aparté las cortinas y se me iluminó el rostro. Mi pequeña seguía ahí, a mi disposición. Me acompañó en la jornada de ejercicios, almorzó conmigo y reímos juntos de mis compañeros estudiantes, los esqueletos que danzan en la pista digital. Mi cariñosa luz terminó el día arrompándome y contándome historias. Soy un contador de historias, pero ella las hace realidad... con eso, me mata de amor.

Un día me dijo que debía irse por un tiempo. Me contó que su misión era no abandonarme, pero era necesario dejarme continuar mi camino con la certeza de que nuestro amor era para siempre. Sentí un vacío. Ella no vaciló en curarlo, me llenó de luz como siempre y prometió visitarme cada cierto tiempo. Nos abrazamos tanto que la luz fue una sola.

Mis días fueron iguales sin mi pequeña luz cariñosa. Eran como una obra de teatro, pura y simple actuación. El sentido único de la existencia era volver a verla, un anhelo que nacía y moría en medio de las jornadas tatuadas con la pesada rutina del vivir. No se puede vivir solo por vivir, no tiene sentido sin mi pequeña luz cariñosa.

Pasaron los años. Cuando las arrugas comenzaron a marcarme, cuando todo parecía destinado a seguir encontrando sentidos a los cambios acelerados de este mundo, entonces decidí rendirme. Me fui a la cama con ganas de no volver a levantarme. Olvidé cerrar la puerta, olvidé comer, leer, pensar y respirar. Se me olvido todo a propósito. Soñé mucho, tanto que se me confundió con la vida misma, mis neuronas lucharon para tratar de diferenciar entre el mundo de los sueños y la realidad; tal fue la batalla, que mi interior quedaba en una especie de limbo existencial. Todo estaba oscuro, entonces dejé de luchar.

Solo cuando te detienes, algo pasa. La oscuridad comenzó a ceder y una sensación de calor envolvió mi rostro. Como pude abrí los ojos... ¡y ahí estaba! como la primera vez que me enamoró, con todo su esplendor y su amor. 

¡Mi pequeña luz cariñosa! 

Nos abrazamos hasta convertirnos en una sola luz. Y no hubo más que lamentar, se acabó la actuación y el peregrinaje en las tierras llegó a su final. Se acabó el viaje mundano lleno de desgracias; por fin, como lo anhelé por mucho tiempo, encontré el amor. Ahora viajamos por el universo, sin tiempo y espacio, sin inicio y sin final; ahora, sin antesalas celestiales o juicios infernales, esta alma complicada se envuelve en el amor que solo tiene mi pequeña luz cariñosa.  
  

    

El terreno maldito


Los románticos retratan la belleza de los parajes, enfocan lo precioso y ensalzan los campos majestuosos.
Y se afanan con pasión desmedida o por inercia del abandono, con la misma ansiedad de los pubertos.
Buscan la paz en la tierra de los muertos.

Lamento interno con cada gota de realidad. Cada tiempo desnuda sollozos y furia ante la verdad.
Porque lo natural no esconde lo criminal.
En el terreno maldito, no hay paz. 
  
¡Ay de aquellos que mientan!
¡Cuidado con los infectados, que llaman a esta tierra bendicida por su nombre!
¡Un nombre no define a los habitantes!
¡Y no hay bondad en estirpes inmundas y detestables!

No malinterpreten mis palabras, calmen su venganza.
No se apresuren a señalar mi desgracia.
Porque solo soy un espejo, viejo y destartalado. 
Pero en mi hoguera sus cenizas se consumen de pena.

En el terreno maldito no hay santo ni centrado, ni pulcro o resguardado.
Son un puñado putrefacto.
No son la belleza y, mucho menos, hijos de alguna realeza.
Son estirpe hedionda, en tierras de miseria.

En el terreno maldito todos pelean como fieras, porque son de guerra, hijos de la muerte. 
En el terreno maldito se ensalza la envidia, la avaricia y la falsa armonía.  
Y aquellos que hablan, solo escupen diatribas.



domingo, 1 de marzo de 2020

El hambriento aburrido


Tengo la leve sensación que pronto terminará una etapa. El "disfrutar mientras dure" dejó de ser un cliché que uno puede ignorar; con los años, sin ánimos de ponerme negativo, se hace necesario creer que es así. Crudo para los que deseamos la eternidad de las cosas.

Un día estás a las puertas de lo tan anhelado, y un tiempo después llega la tentación de querer más, mucho más. Lo que un día te divierte, te aburre en unos años.

"Es que deberías dar gracias a Dios por lo que tienes", esa es la respuesta común que obtengo, y está bien porque es sabio; pero, mi carne es inquieta, suspicaz, hambrienta, y eso, aunque no sea sabio, es real y casi paralizante. Me senté un día completo a poner en perspectiva mi alrededor, hice una pausa en el camino. Y, al final, simplemente me aburrí.

Quizás soy un aburrido. O seré otras cosas más que por el momento no termino de comprender. Veo a quienes aman lo que hacen, o al menos eso aparentan, y me pregunto: "¿algún día dejarán de hacer eso?" quisiera tener esa actitud ante los desafíos, pero me aburro.

Sin embargo, no quiero que me malinterpreten. Yo le pongo amor a las cosas, claro que sí, el suficiente sentimiento para poder dominarlas; me encanta pasar de la necesidad de hacer, a convertirme en un experto en la materia. Cuando llego a la cima, al menos con la meta que me he trazado, entonces quiero más. Se activa mi hambre. No solo quiero comerme el mundo, quiero tragarme la eternidad hasta explotar. Soy un hambriento aburrido.

El día especial lo esperé, lo viví y en la noche me regocijé con los recuerdos; la mañana siguiente, aún me sentía feliz; pero con los días, como todo en esta existencia, la emoción pasa. Entonces todo es enviado a la caja de los recuerdos, la cual se activa cada cierto tiempo con pláticas, olores, lugares y comidas. Pero en síntesis, todo pasa. El tiempo nos arrastra irremediablemente, hasta que la certeza de la vida se acaba, con suerte, en una cama junto a los seres queridos. Los últimos días, pase lo que pase, son de revelaciones dolorosas y mucha incertidumbre. Demasiada incertidumbre para las hormigas que somos en una galaxia.

Quienes no creen en la eternidad con los dioses, se convertirían en energía que, sinceramente, no sé a dónde putas irá a parar.
Quienes creen en otras vidas, con suerte volverían a ser humanos; antes, quizás sean el árbol que talarán porque sus raíces destruyen el concreto de la calle; la vaca, que será inseminada una y otra vez hasta extraerle la última gota de leche con pus; o el perrito, al que le darán "bocado" porque es muy inquieto. O quizás serían seres felices, nunca se sabe.
Quienes no creen en nada, simplemente serían abono.
Quienes creen en el abanico de las deidades, unos estarían en paraísos con ríos de leche con miel, rodeados de princesas; otros, caminarían en calles de oro y observarían mares de cristal, estarían en la presencia del creador.
Y yo me moriré, espero, en una cama junto a mis seres queridos, esperando un juicio que me permita, en el mejor de los casos, pasar la eternidad ante la presencia de Dios. Y de ahí, no sé, porque mi mente humana no puede imaginarse cómo será el más allá.

Cualquiera que sea el destino, espero no llegarle con tanta pasión, no quiero convertirme en experto, no quiero encontrarle la gracia tan rápido, no quiero el conocimiento total. No quisiera aburrirme.

En serio, no bromeo. Aunque no sea inteligente hacerlo ahora, en el silencio de la noche, ya lo pienso: ¿y si me aburro?



sábado, 29 de febrero de 2020

Bisiesto




Y los astros siguen ahí: complejos, vastos, enigmáticos; sus tiempos, indefinidos.
Las luces del cielo, como ojos de la creación, nos siguen el rastro, nuestra evolución, la locura humana.

Somos materia experimental, carne con sentidos, objetos de estudio. Por soplo o por caos; cualquiera que sea el origen, somos incompletos.

Aún así, como pequeñas manchas bajo el sol, somos osados con la gota de conocimiento adquirido. Con una minúscula parte del saber, estudiamos el rastro de nuestra existencia. 

Con ojos al firmamento desde que la pupila mutó, prueba y error hasta dar con un minúsculo movimiento celestial. Fue suficiente para demarcar la luz y la oscuridad, nuestro tiempo para vivir y morir. Delimitadores de los destinos.

Somos osados, hambrientos, brutales, somos esponjas, cajas de sentimientos. Y si en nuestro cálculo algo falta, entonces acomodamos todo, nos urge controlar.

Y los diminutos que señalan a la inmensidad, con ciencia y sangre, ordenan, cambian, destruyen. De la gota de conocimiento transforman, multiplican, somos insaciables por naturaleza. Por soplo o por caos, esa falta de complemento nos convierte en adictos al poder.

Si con una gota nos asesinamos unos a otros ¿qué hariamos con olas incontrolables de conocimiento?
Nos alimentaríamos de los agujeros negros. Pero no tenemos acceso, no es apto para plagas inteligentes. Sería un peligro.

Al menos dominamos nuestro tiempo; y si nos sobra, nos regalamos un día cada cierto tiempo. 24 horas más para vivir o para morir, da igual en este concierto carnal.

Y seguimos viendo al cielo en busca de respuestas. Creemos que somos los estudiosos.

Sin embargo, en el infinito universo, como ojos de la creación, un número incalculable de astros siguen ahí: complejos, vastos, enigmáticos. Y nos observan, como el ojo humano analiza microbios; nos siguen el rastro, como nosotros le damos cacería a un virus peligroso.

Los astros nos verán morir porque no tienen tiempo, no lo necesitan.



 

sábado, 8 de junio de 2019

Los últimos días de una década


Aún me falta encontrar la fuga de tiempo que desangra mis días. Ese desperdicio de segundos no ha sido mínimo; al contrario, los años de fugas han dejado grandes vacíos y paradójicamente con pocos archivos en la memoria. Tiempo muerto.
No se es conciente de esa pérdida hasta que resumimos nuestro papel antes de finalizar una década más de respirar.

Y este proceso de introspección no es sencillo; fastidia y es sumamente cansado, debilita hasta al más entero de los pensadores. Sería fácil y cómodo cerrar este tema con el clásico arranque de aceptación de que la vida es una y simplemente hay que vivirla. ¡Pues qué diablos he hecho sino vivirla! ¡La he vivido como todos, con mis particularidades pero con la generalidad que comprende al ser humano!

Acoplar felicidades, administrar tristezas, evitar perversidades o darles espacio, en busca de amor o lo más parecido a eso, experimentar placeres, atesorar cosas, dinero, momentos o nada... andar por ahí y encontrarle un sentido a esta existencia que a veces, en el concierto de los seres humanos, es un sinsentido.

¿Eso es todo? ¿De eso se trata "la vida"?

No lo sé. Cada final de una década me desnuda una vez más. Porque ya fui natural y espontáneo, porque ya probé mieles de locura y pasión, ya engordé de gula, vomité lujuria y repasé las prohibiciones capitales en carne y en mente, he tratado de entender ese impulso humano de querer normar y rectificar a la naturaleza. Aún no lo entiendo.

Ya me dejé llevar. ¿Y ahora?
¿Otra ronda de años para repetir lo mismo pero en distintas latitudes? o en el peor de los casos: repetir lo mismo sin cambiar las maneras, como las moscas que se golpean una y otra vez contra el vidrio.

No lo sé. La muerte de una década me deja los mismos aires de ansiedad pero con enfoque distinto. Ya me calmé y dejé por un tiempo a la naturaleza y al ser superior que moldearan mi ser; ya me rendí y volví a pelear, una y otra vez.
Como todos he caminado en direcciones que no me llevaron a nada o a muy poco, eso depende del grado de profundidad y complejidad con el que se vea este paseo en la Tierra.

¿Y ahora qué puedo esperar?
Porque ya cumplí mis sueños pueriles, juveniles, apasionados, rebeldes, tercos y simples. Los que me faltan materializar son los que incluyen las edades que impone la existencia.

No lo sé. Esa visión del porvenir me deja vulnerable otra vez. Repetir el proceso de la incertidumbre de la muerte, solo que esta vez con la cercanía inevitable que traza el tiempo.

Un día minimizamos la vida, en ocasiones la culpamos de tristezas y frustraciones; incluso, en arranques de emociones, hasta osamos querer perderla. Pero cuando sentimos el primer aliento de la muerte nos aferramos a lo material con todas las fuerzas. Así de incoherentes los que nos quedamos hasta que el cuerpo se apaga, un renglón aparte tienen aquellos que decidieron poner fin con la propia mano al funcionamiento de la sangre, sus casos son debatibles y hasta pueden comprenderse pero nunca, bajo ninguna circunstancia, imitables.

No lo sé. Quizás son los delirios por el fin de otra década. Por eso me pregunto a dónde está la fuga de tiempo que ha desangrado mis días. ¿A dónde y en qué he desperdiciado segundos?

Los clásicos conceptos de la vida prestada, de la vida única, de la búsqueda de felicidad en lugar de la incómoda introspección y problematización de las cosas, no son bienvenidos y no serán fuegos que iluminen caminos.

Me queda la mitad de la vida o los siguientes momentos, nunca se sabe, para encontrar respuestas sin fugas de minutos, sin desidia, sin miedo.

Sin miedo aunque nuestra existencia sea tan delicada.


domingo, 21 de abril de 2019

La reina de las lágrimas


En medio del cielo y la tierra tiene un trono excelso, brillante, supremo.

¡Mírala!

Corona de oro, vestimentas negras, largas y majestuosas. Delgada figura y rostro brillante, delicado, bello, inexpresivo.

No se asemeja a las imágenes creadas, no hay lamento, lástima o cualquiera de las emociones de los santos. No hay sentimientos en su semblante, pero los produce entre los vivos.

No se mueve. Todos los ojos la ven y todos los corazones se dilatan con su presencia. No alcanza los caminos del Alfa y Omega, tampoco desciende a los retorcidos senderos humanos. Es una realidad entre los cielos y los infiernos.

Sus ojos son luz y sombra, sus labios carmesí. No emite sonidos, los produce entre los mortales: lamentos ensordecedores, las naciones convulsionan, los humanos son superados por un temor inédito. Por primera vez desnudos, vulnerables, impotentes, aterrados.

Su reino opaca al sol, a lo radiante y da paso al milenio gris. Vientos y nubes arropan al ser supremo, era La Reina, el ocaso terrestre y la envidia de las estrellas.

Era el final pero sin aviso. El siguiente segundo podía ser el último, La Reina podía acabar con todo lo descubierto. La lógica humana deseaba el final para acabar con el sufrimiento colectivo.
Pero la inmovilidad, la inexpresión y su mirada traspasaban todo corazón provocando un miedo nunca antes sentido, la incertidumbre más devastadora jamas experimentada.

Los sollozos asesinaron la cordura. El terror contagió cada cerebro. Entonces las plegarias convertidas en alaridos llenaron la tierra, como un caos de estridencia y dolor. En los cielos había silencio, el oido supremo había desaparecido.   

¡Mírala! No se mueve.
  
La vida se convirtió en el peor de los castigos y los intentos de extinción se multiplicaron. Pero ni el valor más grande cambió la nueva realidad, la impuesta por La Reina, los humanos no eran más objetos de vida o muerte, perdieron el poder de quitar o sumar. Ella era el principio y el fin entre los cielos y los mares, entre el ojo supremo y los humanos, entre la luz y la oscuridad, la salvación o la destrucción.

En su trono excelso, brillante, supremo, con su corona de oro que contrastaba con sus vestimentas oscuras, con su rostro y ojos inexpresivos, sin señal de sentimientos pero con la capacidad de crearlos, La Reina era la verdad entre el espacio sideral y las aguas.

Estática, inmortal, arropada por las nubes grises y los vientos, con sus ojos de luz y oscuridad y sus labios carmesí, el terror de los humanos y la envidia de las estrellas.

Sin principio y sin fin cada ojo hidratará la tierra seca... para toda la eternidad. 

sábado, 9 de marzo de 2019

Crisol


Como un crisol guardo lo candente.
Mis entrañas son vapor. Mis ideas son pasión.
Soy un coleccionista de temperaturas. 

En el fondo, el calor aumenta.
Hierven las emociones.
Una ebullición revoluciona, pero una explosión transforma.

Como locomotora enfurecida avanzo en el sendero.
Sin miedo a quemarme pero encarrilada para no quemar.
El viento no apaga las ilusiones, las aumenta.    

En los hornos abrazo lo fundido.
Soy de arcilla y granito.
En medio del fuego, soy testigo de la luz.

Un día el magma se secará.
Y la vida será solo un sueño.
Es natural y mantendré la paz porque en fondo del crisol, mi alma mutará.
 

domingo, 24 de febrero de 2019

Las voces


Corres por el idealismo para sentir la brisa de la justicia. Y si no ves la meta, no importa, no te interrogas ni abres tu mente. Solo abrazas tu sendero.

Has aprendido a amar, aunque nunca has tenido suerte en el amor. Quizás son las personas. Quizás eres tú. Pero el placer no te ha faltado. Has tratado de convertir la oscuridad en luz para darle sentido al camino. Si de probar se trata, estás en un pasillo con miles de interruptores. Apágalos y enciéndelos hasta que tus dedos se cansen. Quizás encuentres la luz eterna.

Juegas con la locura. En el día de bromas, el mejor discípulo; en otra jornada de sentimientos, vomitas con su sola presencia. Si de jugar se trata, el mundo es un parque de diversiones. La emoción tiene límites y puedes manipularlo todo... por un tiempo. Nada dura para siempre, aunque siempre hay lamentos.

Amas la libertad. Defines a tu ídolo. El encantador libre albedrío para definir a tu amo. Pueden ser ideas, pueden ser personas, no importa porque en el escenario cualquiera parece libre. No importa la máscara ni la terapia, los tiempos, las poses o las disciplinas, las formas o conceptos, en el corazón está la verdad. Y ahí no hay libertad.

Al final el tiempo se encargará de colocarte en otro puesto, en otra historia. Y volverán los mismos intentos: amor, locura, libertad, deseos, ideas, filosofías, besos, odios, lágrimas, obsesiones, pasiones y deseos.

Hasta que la sombra se convierta en realidad. Hasta que el aire se termine.
Entonces las voces te resumirán tu camino, los idealismos se derrumbarán y toda la verdad, como una gigante guillotina, rompera de raíz a la mentira.

Tu risa, discípula de la locura en tiempos cómicos, desaparecerá.

Cuando la verdadera locura aparezca, los sollozos de la historia se materializarán en tus ojos.

Las voces se escuchan a lo lejos. Y no cantan himnos de justicia o amor. Gritan a viva voz  para advertir.

Las voces te alcanzarán.   



 

 

sábado, 23 de febrero de 2019

Hoy fallecí en sueños


Hoy se rompió algo.
Desperté como un día más. Me hundí como nunca.
Ya sabía que llegaría el momento de enfrentar la realidad, el minuto exacto en el que no tendría escapatoria. Lo pensé por mucho tiempo, por eso no hay sorpresas.

Hoy se destruyó un destino. No es gratis abrazar una filosofía, pero el costo es lo de menos.
Hoy perdí. Fue la derrota total de un pensamiento.
Nada es para siempre y tampoco se puede tener todo ¡las malditas particularidades de la vida que la hacen ilógica, detestable!
Somos fuego arrasador, pero nos han colocado en una dimensión en la que somos fósforos sin maleza para crear una hoguera.

Hoy fluyeron los sentimientos. Se pueden retener por un tiempo, pero como la indomable naturaleza, llega el día en que rompen las barreras en mil pedazos. Del caos al silencio.

Hoy se borró el camino.
Los ojos perdieron el filtro. Los sujetos perdieron el color.   

Pero no me malinterpreten, eso sería peligroso. Es solo un día largo y tedioso, con la particularidad que llegó a su fin aquel afán, aquella cosquilla sentimental por construir algo único. Esa edad ya pasó, como la luz de un día sin mañana.

Hoy morí, pero no en el terreno y en la carne.

Hoy fallecí en sueños.


martes, 25 de diciembre de 2018

No en esta vida


Hoy salí a caminar. Respiré profundo mientras miraba a mi alrededor. Observé el cielo, los colores, la gente, los pájaros. El paseo matutino fue una decisión provocada por la exposición a mensajes optimistas: "sonríe a la vida", "piensa positivo" y más de esos que abundan en las redes sociales.

Pero el transe optimista tuvo una pausa. A unos metros estaba un anciano sosteniendo una escopeta. Un vigilante. Un cuadro que inspiraba más angustia que seguridad. "No puede sostenerla adecuadamente ¿te imaginas que se le escapara un tiro?", fue inevitable pensarlo, mucho más cuando sus movimientos temblorosos movían de un lado al otro la escopeta y apuntaban hacia mi.

"Muévete". Y así fue.

Volví al proceso de la respiración, a disfrutar del escenario, las calles, todo desde la óptica de encontrarle la belleza a cada segundo. Pero otra pausa fue inevitable: un joven tratando de fumar. Parecía que realizaba un enjuage bucal, pero en lugar de escupir agua era humo. Acné mezclado con timidez. Otro que tomaba un cigarro para aparentar algo que, al menos en este momento, todavía no era: alguien seguro de sí mismo.
"Si supiera que se resta minutos de vida y al mismo tiempo asegura una mejor posición económica a los que parieron ese cigarro ¿te sucedió lo mismo en su momento, verdad?"

"Ignóralo". Y así fue.

Respiré otra vez mientras miraba un árbol frondoso, amplio, exuberante. "La naturaleza, que bella", pero fue un pensamiento que desapareció en dos segundos ya que una mujer llamó mi atención: era de unos 45 años y en ese momento le dio una patada a un perro para alejarlo de su negocio. Una señora con un rostro mezclado de enojo e impaciencia.
Lanzó una mirada destructora hacia un ser inferior.
Luego volvió a ver a quienes pasaban cerca de ella. "Buenos días", los saludos amables, mientras el perro trataba de buscar algo que comer y al mismo tiempo saciaba su sed en un charco de agua gris.
"¡Cómo puede ser tan hija de la gran puta!" para este momento mi mente ya había archivado las respiraciones, el sol y el verde de la naturaleza.

Compré dos panes en una tienda cercana y con malabares, señas y sonidos, llamé la atención del perro. Luego de tragar los panes con rapidez y percatarse que no había más, el animal buscó un nuevo camino en la calle y se alejó.
También me alejé de la tienda de la "hija de la gran puta", suelo llamar a la gente con aquella primera impresión que me dan.

"Nunca comprés ahí". Y así fue.

Cuando mis impulsos me invitaron a concentrarme en mi recorrido matutino, ya no hubo efecto. Estaba ante el clásico trajín de una ciudad a donde cada quien se mueve a partir de sus intereses personales sin importar el bien común: tráfico, basura, gritos, ruido, ultrajes, inseguridad y todo lo que pueda imaginar en la movilidad de una ciudad desordenada con una población que vive apresurada la mayoría del tiempo. Un concierto lamentable.

"Regresa a tu casa". Y así fue.

"Cada quien es un mundo, trata la manera de encontrar la belleza de la naturaleza. Piensa que lo que acabas de ver es solo una parte de este planeta. Piensa que hay otras personas, en otras realidades, que están sufriendo. Piensa en que hay verdaderas tragedias sucediendo en estos momentos: niños muriendo, gente hambrienta, asesinatos en masa, destrucción de vidas, que no se comparan en absoluto a los escenarios que has visto esta mañana. Aprende a reconocer la diferencia."

No sé si lo dije en serio o fue de esas repeticiones automatizadas de la mente. Quizás es un mecanismo interno de autocontrol. No lo sé. Creo que en algún momento nos decimos eso.

"Pero yo quiero que este mundo cambie. Yo quiere que ésto cambie", esas palabras las susurré en respuesta al mecanismo interno de autocontrol.

Hubo un silencio en las siguientes cuadras. Cuando entré a la soledad de la casa, todo estaba en silencio, menos mi interior.

"Estás en un mundo gobernado por humanos. Solo podrás cambiar algunos escenarios particulares que impactarán positiva o negativamente algunas vidas. Nada más", el mecanismo interno estaba en acción. Era sabio en un punto: "el mundo gobernado por humanos".

Entonces mis palabras rompieron el silencio de la casa.

"¡No es en esta vida. No es aquí el lugar de justicia. No es en este orden, en este sistema, que encontrarás paz!"

Fue como una explosión. Lo grité y guardé silencio, hasta que la voz interior apareció una vez más.

"No está en tus manos. Espera la siguiente vida". Y así será.









lunes, 7 de marzo de 2016

Año 4


Sin darme cuenta pasó el día de la independencia.
Suficiente afán como para diluirme en lo cotidiano.
Una estrella me recordó mi nueva vida.
Una que, espero, no sea fugaz.

Quizás me estoy sintiendo cómodo.
A lo mejor son los años.
O tal vez perdí el gusto a un triunfo épico.
Mi cabeza funciona diferente... quizás.

Los minutos de silencio dan la razón.
Desnudan la realidad.
Nos venden una libertad a la que nos sostenemos.
Mis ojos descifran cadenas que nos aprisionan.

No hay independencia en pedazos.
No hay libertad a medias.
No hay vida sin dominio.
No somos dueños del destino.

En el silencio comprendo que solo fue una batalla.
Un yugo superado, nada más.
Siento otras cadenas, menos dolorosas, pero siempre opresoras.
Un ciclo pasó. Otros me ponen a prueba.

Sometido un demonio.
Levanto la mirada.
Otros me observan.
Año 4. La batalla continúa.




    

miércoles, 23 de septiembre de 2015

¡Qué final!

Desde el amanecer tuve esa sensación.

El agua en el rostro no provocó nada, la mirada en el espejo no dijo nada y ese retraso en cada una de las actividades matutinas, fue mucho más contundente de lo esperado.

Cada minuto fue testigo de una apatía profunda, una ida y vuelta de pensamientos sin sentido, un esfuerzo sin frutos, una incomodidad interna.

El mundo absorvente desplegó el mismo menú, la misma promoción de actividades llamada vida. Y esa imponente fuerza mueve todo, a todos, incluyendo a mi estado sombrío.

No opuse resistencia, no tuve la fuerza mental para hacerlo. No intenté cambiar la situación, solo dejé pasar el tiempo.

La conversación ruidosa en el bus, no me desesperó.

Las voces infantiles, con toda su inocencia, no me conmovieron.

La desesperación de los rostros, no me indignaron.

El día pasó y esa barrera mental que no permite pasar colores, nunca se debilitó.

Desde el amanecer tuve esa sensación y nunca se alejó de mi interior.

Mientras muchos luchan para aferrarse a la vida, otros se ven obligados a respirar; cuando en las camas unos lloran por un minuto más, hay quienes viven sin querer hacerlo.

Esa es solo una de las tantas contradicciones. Esa espiral descendente de causas y efectos, azares, coincidencias y otras razones o estupideces con las que tratamos de explicarnos todo, no se detendrá nunca.

"¿Y si esto es opcional?" retumbó en mi mente. "¿Puedo definir el rumbo?"

"¿El rumbo que yo creo o el que impone la existencia?", me dije.

Pero siguiendo el ritmo oscuro de las últimas horas tampoco tuve la necesidad de encontrarle una explicación a esas interrogantes.

Cerré mis ojos y en silencio, sin remordimientos y con soberbia, apagué el día que no quise vivir creyendo que podía tener otra oportunidad al amanecer.

Unas horas después, por mala o buena suerte o por algo que desconozco, sin razón aparente, me convertí en el sorteado del destino... y nunca más volví a despertar.

Ahora solo me queda esperar a que finalice el tunel para ver si era cierto o no todo lo que creí... ¡qué final!