Solo los mejor preparados toman las decisiones acertadas en los momentos extremos. No importa sin son buenas o malas personas, en la preparación está la clave. En el mundo criminal es importante ser aguerrido, aunque puedes morir rápido; se toma en cuenta, por ejemplo, la lealtad pero eso no te alcanza en un mano a mano con el enemigo. En el bajo mundo es indispensable ser aguerrido, leal y estar preparado mentalmente para cada misión, todo eso mezclado con una habilidad vital: saber actuar en el momento justo, con la fuerza necesaria.
Pero el vigía encargado de la casa de seguridad carecía de sentido común criminal. El policía comprado por el crimen tenía en una mano el celular y en la otra la pistola, estaba en el patio de la casa y desde los muros fue avistado y amenazado por los agentes. El hombre se puso nervioso y no supo qué hacer. Las autoridades estaban afuera de la casa de seguridad tratando de atar cabos luego del testimonio de Ramiro, uno de los tantos sujetos de la amplia red de contactos de la banda que un día lideró Vaquero y que ahora estaba bajo las órdenes de Bruno.
Los policías no tenían una orden para registrar la casa, esperaban un motivo para ingresar por la fuerza. Y el vigía se los dio. El sujeto, por los nervios, no pensó bien: dejó caer el celular y a pesar que tres agentes estaban en los muros, que no eran blancos fáciles por la luz y la posición, el hombre disparó. Bingo.
De los 22 policías que estaban en las afueras un grupo de cinco abrió la puerta y entró disparando, desde la casa respondieron al ataque, el saldo del primer intercambio fue de dos agentes heridos y del lado criminal dos hombres calleron al suelo, uno de ellos era el vigía inexperto, ni siquiera buscó un lugar adecuado para cubrirse y disparar. Murió en los siguientes dos minutos.
Los policías no tenían idea de la importancia de esta misión, no sabían que adentro de la casa estaba el pez gordo, uno de los más buscados: Bruno.
El jefe criminal quedó totalmente sorprendido al escuchar los disparos, no se esperaba este ataque mucho menos de la policía. La sorpresa pasó a segundo plano, y como un criminal preparado, tomó sus armas para escenarios en desventaja: su infaltable nueve milímetros y un rifle M16 junto con tres cargadores que sacó de un mueble que estaba en uno de los cuartos.
Bruno y sus hombres siempre tenían un plan. La célula criminal, cuando no estaba en su base ubicada en el sur de la ciudad, solo visitaba cuatro casas de seguridad con las mismas características: de dos plantas, amplia, con varios cuartos conectados entre si, con un patio trasero que tenía salida y con un pequeño tunel para dar con el patio trasero de la casa aledaña, que obviamente era habitada por gente a favor del grupo delictivo.
A la salida de ambas rutas de escape siempre estaba un auto estacionado en caso emergencia.
Por eso Bruno y sus hombres de confianza solo tenían que repeler el ataque inicial y comenzar a buscar las dos posibles salidas. No era sencillo porque ya habían perdido la primera línea de defensa y ahora serían cuatro hombres, incluyendo al jefe, contra al menos 15 policías que comenzaron a entrar en grupos mientras otros ocho estaban en las inmediaciones.
Se dividieron en dos grupos: Manuel y Jorge, dos hombres delgados y los más aguerridos de su grupo serían la segunda línea de defensa, mientras Bruno y su lugarteniente, un hombre fornido y alto conocido como Diablo, comenzarían a buscar las salidas. El plan A era disparar y cubrirse las espaldas hasta que uno llegara al auto y sin levantar tantas sospechas preparar el escape. El plan B, el que Bruno ya tenía en mente, era alcanzar el auto con al menos uno de sus hombres. Si tenía que escoger prefería al Diablo porque Manuel y Jorge tenían más experiencia en abrirse paso por si solos y escapar individualmente.
En el segundo intercambio Manuel y Jorge lograron detener el avance del primer grupo de policías. Mientras Jorge corrió a la parte trasera los disparos de Bruno y Diablo lo cubrieron. Luego los tres continuaron disparando hasta que Manuel los alcanzó.
Cuando Bruno superó la puerta trasera, se subió al muro y observó que en la esquina estaba una patrulla con dos policías fuertemente armados que custodiaban la entrada de la cuadra que daba con la casa de seguridad.
Entonces tomó la decisión de salir por el tunel para dar con el patio trasero de la casa aledaña. Cuando salió a la calle, el auto estaba a unos diez metros. No era sencillo salir porque la balacera provocaba que desde las ventanas de las viviendas aledañas las personas observaran el escenario.
En ese momento al interior de la casa de seguridad, el avance de la policía surtió efecto. Jorge fue herido en la pierna izquierda cuando caminaba hacia la parte trasera. Manuel y Diablo, al ver la puerta del tunel abierta dedujeron que Bruno ya estaba en el carro. Diablo ordenó a Manuel que saliera mientras comenzó a disparar a los policías para abrirle paso a Jorge, quien se arrastraba y no dejaba de disparar su arma, ya había gastado dos cartuchos y le quedaban dos más.
Bruno, con rifle en mano, comenzó a caminar y logró que la oscuridad de la calle le ayudara a pasar desapercibido, cuando llegó al auto quedó expuesto a los ojos de unos vecinos que miraban desde su ventana. Entró y decidió esperar un minuto. Cuando volvió la mirada vio que Manuel se acercaba a paso rápido pero sin levantar sospechas. "¿Y Diablo?" dijo con voz agitada.
"Se quedó abriendo paso. Jorge está herido. Debemos escapar", Manuel tenía razón y Bruno miraba su reloj. "Necesito un hombre más para superar la intersección a donde está la patrulla", pensó el jefe sin quitarle los ojos al segundero.
El sonido de los disparos se acercaba, eso era señal que los policías ya habían llegado al menos a la parte trasera de la casa. Entonces el que salió del tunel de la casa aledaña fue Jorge, que cojeaba y sangraba. Eso levantó todas las sospechas y Bruno lo sabía. "Yo me encargaré de abrirme pasó", luego de sus palabras ordenó a Manuel que manejara mientras él tomaba posición en la parte trasera. "Le dieron al Diablo, no creo que lo logre", dijo Jorge quien tenía ensangrentada la pantorrila izquierda, aunque el disparo no le fracturó el hueso. Bruno dio por perdido al Diablo, obligó a Jorge a sentarse detrás del conductor y comenzaron la parte final del escape, debían superar a los dos policías fuertemente armados que estaban en la esquina.
En la puerta del tunel Diablo sangraba del hombro y el estómago, logró cargar su arma por última vez y comenzó a disparar hacia la puerta que daba al patio trasero. Eso detuvo un momento a los policías, quienes ya habían perdido a un hombre en su ataque final a la casa.
Mientras Diablo disparaba sus últimas balas, antes de ser ultimado, Manuel no encendió las luces del auto y comenzó la marcha, cuando llegaron a la esquina uno de los policías le ordenó el alto, en ese momento Jorge con su pistola nueve milímetros y Bruno con su rifle abrieron fuego, el policía cayó fulminado mientras que su compañero alcanzó a cubrirse.
Cuando Manuel aceleró y superó la esquina, otros dos agentes que escucharon los disparos se acercaron y junto al policía que se había cubierto abrieron fuego, una de las balas rozó el pómulo de Bruno lo suficiente para destrozarle esa parte del rostro, otras dos balas se alojaron en el hombro izquierdo de Jorge y una atravesó el asiento e hirió a Manuel en el brazo izquierdo, aún con ese impacto logró conducir y alejarse de la escena mientras una patrulla comenzó la persecusión.
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"Muchas veces la locura es la antesala de mi llegada"
La Muerte
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La locura.
La persecusión fue intensa.
Bruno, por la herida en el rostro, no tenía la misma capacidad de combate. Jorge, quien tenía tres impactos de bala pero ninguno de ellos había tocado órgano sensibles, tuvo la fuerza de tomar el M16 de Bruno y disparaba cada cierto tiempo para tratar de detener el avance de los policías; pero era imposible, desde la patrulla los disparos destruían cada vez más el auto de los criminales.
No había otra opción, había que tomar una decisión suicida. "Alguien debe bajarse y contenerlos", dijo Bruno quien con un pedazo de su camisa apretaba la herida en su rostro. Manuel aceleró hasta llegar a la entrada de una colonia asediada por grupos de pandillas, tomó una calle angosta y al llegar a la esquina le dijo a Jorge que se bajara. Su compañero no dudó, ya había enfrentado situaciones iguales o peores y había salido triunfante, se colocó detrás de un contenedor de basura. El auto aceleró al momento que al otro lado de la calle ingresaba el carro policial.
Cinco segundos después una ráfaga de balas impactó la parte derecha de la patrulla hiriendo al conductor y a uno de los policías que estaba en la parte trasera. La patrulla se detuvo 10 metros después, entonces Jorge, mientras cojeaba y trataba de escapar, no dejó de disparar al auto. Suficientes balas para matar a los dos policías heridos pero pocas para detener a los otros tres agentes. Una cuadra después y sin la fuerza para hacerle frente al ataque, Jorge recibió tres balazos, uno de ellos directo al corazón.
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Los gritos de dolor y frustración dificultaban la intervención quirúrgica al jefe criminal.
La herida era peor de lo que creían. Bruno perdió el ojo y el pómulo derecho.
Manuel, estaba fuera de peligro por el balazo en el hombro. Otros cuatro hombres del círculo de Bruno analizaban que salió mal esa noche. Estaban en constante comunicación con agentes claves de la red criminal, debían tener una respuesta lo más pronto posible para rendir cuentas.
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Al día siguiente las portadas de los periódicos y los titulares de los principales noticieros daban amplia cobertura del enfrentamiento. Hablaban de un golpe clave a la organización criminal más peligrosa de la ciudad. Había un falso discurso triunfal de parte de las autoridades. Los que sí celebraban eran el resto de organizaciones criminales que ansiaban el control de la ciudad.
En la principal casa de seguridad de los criminales, Bruno tenía vendada la mitad del rostro, su ojo izquierdo fijo al techo de la casa mientras escuchaba los informes de sus lugartenientes.
Ramiro fue el informante que los delató, a partir de esa información dieron con uno de los agentes de su red que casualmente brindaba seguridad en la casa a donde decidió pasar la noche.
Pero la mayor frustración, lo que le generaba un odio indescriptible, era la información del resto de policías ligados a su banda: no había un grupo de prostitutas infiltrado en sus dominios, no había ningún indicio de mujeres al servicio de sus enemigos, no existía un plan orquestado para que otras bandas criminales ganaran espacio en sus territorios. La deducción de un grupo de mujeres matando hombres de su organización era errónea. El asesinato de Vaquero, el antiguo líder, y del Negro, un delincuente de poca importancia en su grupo, fueron atribuidos a hechos aislados. Lo que nunca supieron era que Fernanda, la pequeña prostituta, estaba detrás de esos hechos por cuestiones muy particulares y no como un plan.
Bruno estaba destrozado, no por los asesinatos que ordenó a partir de sus hipótesis sino porque había perdido un ojo y su olfato criminal había fallado por completo. Seguía siendo el líder de un amplio territorio de la urbe, su organización era la más temida y respetada en el mundo del crimen pero en su interior sabía de su equivocación y esa acción le costó caro.
"¿Qué hacemos jefe?", preguntó Manuel. "¿Quiere venganza?".
Bruno no respondió.
"Ya habrá tiempo para las venganzas, por el momento a seguir controlando todo como si nada", fue la respuesta de César "El Capo", el número dos de la organización, fiel a Bruno y el de mayor confianza del jefe.
Después de eso solo hubo silencio. Bruno no dejaba de ver al techo de la casa.
Continuará...