sábado, 30 de diciembre de 2023

Sombras en el tiempo. El límite dorado.


"¿No te avergüenza escribir sobre sexo?", la mujer tenía una cara de asombro e incomodidad y esperaba una respuesta, ella dejó de leer una de mis historias porque una escena le pareció demasiado explícita. 

"No, creo que no", respondí. Con los años me acostumbré a ese tipo de preguntas y también le encontré sentido a dar explicaciones sobre los orígenes de ciertos escritos.

"Sabes, lo importante es crear historias con sabores propios, no del todo ciertos... ciertamente son límites que están opacos en el alma, no hay necesidad de aclararlos, solo de cruzarlos y  experimentar", agregué con naturalidad.

Un sorbo de café y la reunión cambió de rumbo, no valía la pena decir más sobre el tema. Ella también supo que era el momento de cambiar de conversación.   

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Años atrás, en una noche de abril, una vocecita tocó a mi mente. "¿Crees que hay algo de mi esencia en tus inspiraciones?"

Abrí los ojos en la oscuridad y me acomodé boca arriba en la cama. Guardé silencio para aclarar mi mente. Hacía frío, me envolví entre las sábanas y las almohadas. "¿Aún es tiempo de permanecer en nuestros límites?" me volvió a sorprender la vocecita interna con sus preguntas, que casi siempre cuestionan los marcos que sostienen mi existencia.

"Eres esa parte en constante evolución, el complemento a esto que llamamos conciencia total", susurré en la oscura habitación. Los minutos pasaron, y cuando estaba por quedarme dormido, otro toque a la mente me alertó. "No has contestado mi pregunta. ¿Hay algo de mi esencia en tus inspiraciones?"

"Creo que es casi lógico, pero el que define eso soy yo", cerré la conversación porque mi cuerpo, por fin, encontró el punto exacto para descansar. 

Y cada amanecer, desde aquel año de la comunión entre alma y monitores para desnudar mis interiores, fue una cascada de ideas, una fuente de historias. Y funcionó al inicio, pero con el tiempo, al verme al espejo, no podía evitar pensar en la necesidad de aclarar, de transparentar.

"¿Escribes solo por escribir o hay algo más que quieres contar?", la vocecita se aparecía cada cierto tiempo y rompía silencios o, en el mejor de los casos, apagaba estridencias.

"Vamos, piensa y define. ¿Hay algo de mi esencia en tus inspiraciones?"

Esta vez me sorprendió la pregunta cuando estaba frente al monitor y me acompañaba un vaso desechable con café. Era tarde en una de las tantas cafeterías de la ciudad. La gente alrededor hablaba y comía, algunos me miraban cada cierto tiempo. A veces los miraba fijo a los ojos, pero otras veces me quedaba estático frente a la pantalla por varios minutos. Porque no siempre hay que expresar, pero siempre, siempre, hay ráfagas de ideas y pensamientos que rompen con los límites del cuadro al cual llamamos realidad, y todos dicen "realidad" con tanta naturalidad, como algo establecido que no puede modificarse. En mi caso "la realidad" es solo una limitante.

"Este es un rompecabeza que vamos a armar de a poco", contesté, o más bien, para ser correcto, me dije a mi mismo. Ese día en la cafetería me di cuenta que cada historia tiene dos versiones. En una, la común, hay rasgos de humanidad que he visto de reojo, amores a los que he rehuido, sentimientos que me son ajenos por naturaleza, risas y llantos, odios y misericordias, es decir, todo aquello que el cuadro al que llamamos realidad establece para cada ser humano.

La parte más interesante es la otra versión. "Hay otro mundo de influencias, el que la mayoría no ve con buenos ojos ¿no lo crees?" me dijo la vocecita con mucha más presencia. En ese momento mis ojos parpadearon más de lo normal. Me sentí extraño porque ya no logré delimitar entre la vocecita y mi voz, entre el susurro mental y el físico. Entre una realidad y la otra que supera los límites.

Me perdí por unos segundos y en mi cabeza fluyeron destellos, figuras sin formas y fuertes sonidos, un remolino de sentimientos que me elevó por los aires de la imaginación hasta los límites de la conciencia; en un momento, en medio del caos, me sentí del otro lado de la conciencia, a donde una luz infinita es tan fuerte que solo resta tomar un poco de ella para darle vida a historias de colores. Me abrí paso en el límite dorado de la existencia.    

Volví, de alguna manera, a la mesa de la cafetería. Se acabaron los ecos en mi interior porque la vocecita se mostró tal cual: como una sombra. Mis dedos se movieron y en la pantalla las letras aparecieron. 

"Otra versión de la realidad" fue la frase completa.

"Suena perfecto" rebotó en mi mente y susurraron mis labios, en comunión.

 


domingo, 15 de octubre de 2023

Sombras en el tiempo. Desde la muerte.



Perdí un par de vidas en el camino hacia la computadora.
Dejé regados millones de engendros en los cuartos.
Se desangraron las relaciones, las memorias y las caricias.
En el pasillo de mi existencia, si vuelvo la mirada, hay filas de cadáveres, en líneas casi interminables. 

La existencia se moviliza en un asfalto de muerte, todos los días hay exterminios: minutos asesinados por deseos de los momentos, amores despedazados por lujuria y todas las veces en que se asesina al prójimo en el interior del alma. También cuentan las ocasiones que nos quitamos la vida en el silencio de nuestra mente.

Aquel último fin de semana de enero de 2012 fue la última cita con la oscuridad. Despertares, desesperación, felicidades cortas, vacío, saciedad, excesos, miradas, respiros, excitaciones, fantasías, necesidades, ansiedad y un eterno retorno de cada una de esas sensaciones mezcladas con fiebre existencial y odio. Lo resumo en dos palabras: el infierno.

Luego de la caída se escuchó el grito más aterrador. Tal fue el sonido que reboté con fuerza y eso me catapultó desde la tumba a la tierra. Resucité; pero, antes de que me permitieran volver tuve que firmar, una vez más, otro certificado de muerte. Esta vez la autopsia fue detallada: una contaminación de la glándula espiritual, derivada de una infección por cálculos de vacíos y excesos, lo que provocó una sepsis emocional generalizada. Lo resumo en cuatro palabras: se pudrió el corazón. 

Observé el nuevo cadaver de la existencia, esta vez era el más grande que había visto, pero lo acomodaron en un cuarto pequeño alejado de todo. Cuando recorrí el pasillo para volver a la calle, volví a ver atrás y ya no había ningún rastro de mortandad, estaba todo limpio. Vi la luz del día y a la gente en sus afanes de siempre... nada había cambiado, solo yo.

La reconstrucción de la nueva existencia llevó varios meses. Era necesario determinar una nueva identidad. Por todo lo vivido, por todo el camino de montañas, de frío y lluvia, solo había un nombre para la nueva unidad: la sombra.

Era momento de descubrir el interior, desnudar al ser más íntimo, describir cada esencia y colocar las sentencias en el libro del mundo.

Después de volver desde la muerte, me casé con una computadora y el monitor se convirtió en mi espejo. El certificado de la unión se firmó el 24 de marzo de 2013. El brindis fue con café y lo disfrutamos en silencio.

A una década de matrimonio, todo ha cambiado.

A una década de la comunión de sombras, solo resta contar los cambios de tonos que han tenido.

Esta historia continuará...
 




miércoles, 20 de septiembre de 2023

Las postales



Hay días que es mejor no despertarse.

Debí quedarme en cama con las postales del alma, las imborrables y delicadas, las que rozan con sutileza a la felicidad.

Hay momentos en los cuales es muy difícil ser quien soy. No es que sea trágico, es solo cansado.

Hace unos días el tiempo me envió una misteriosa postal. El mensajero la colocó entre mis entrañas y la cabeza, cerca del corazón. No esperaba correspondencia estos días, pero tenía un leve presentimiento que ya era hora de recibir noticias.

La postal anuncia amores imposibles, pasiones encontradas, anhelos y una dosis de locura que, por contradictorio que parezca, también puede rozar con sutileza a la felicidad.

Presiento que estoy ante el mismo sismo sentimental, sospecho que se asoma la vieja sensación platónica, aquella añoranza de una función que está cerrada para mi cuerpo. Temo que una historia que ya viví, adaptada al presente, está por desnudarme otra vez.

Hay días que es mejor no despertarse, que sentido tiene si solo en sueños mis manos pueden tomar tu cintura, besar tu cuello, sentir tu aroma, hacerte cariños y ver de reojo como cierras tus ojos con una hermosa sonrisa. 

Ese pequeño momento de plena felicidad, sin nada más que añadirle, queda congelado en el tiempo de los sueños para siempre.

A veces es mejor quedarse en cama. 

sábado, 5 de agosto de 2023

El rastro de una vida

Con el tiempo los años se tropiezan unos con otros y en el fondo, escondidos y con todo el peso en contra, estamos intentando salir para respirar un poco. 

Hoy logré salir un rato para ver mi rastro. Y todo ha cambiado. 
 
Hace 25 años era de guerra y trajines, de miedos e inseguridades junto a una fuerza descomunal a merced de los deseos. Me brotaba la sangre guerrera y manchaba las tierras brevemente conquistadas; pero con el tiempo, la cabeza se enfrió, los conflictos mutaron y traspasaron fronteras. 
En los años viejos ya no hay genocidios, solo algunas muertes con sentido.

La década pasada temía no estar en sintonía con mi alrededor, los afanes hinchaban las venas; pero con los años le rehúyo a la moda con la inteligencia del viejo cazador que dejó de perseguir presas y, en el espeso bosque, vive alejado de quien fue.

Hace un año encontré el amor, sin embargo pasó a ser un tatuaje de la colección. Y mañana será polvo de las tempestades. Más vale un sentimiento genuino que uno impuesto para la medición de los merecimientos humanos.  

El mes pasado me sentía en la cúspide de la sabiduría al hacer mías las ideas de moda, pero cambié y con prisa he vuelto a sentarme en la mesa de la ignorancia a la espera del maestro. Me acomodo con la tranquilidad de haber finalizado las andanzas de los engañados.

Hace una semana me encantaba zambullirme en las redes mundiales esperando encontrar algo. Encontré mucha variedad con fecha de caducidad. Y cuando apagué las pantallas encontré que lo poco y único no es perecedero.

Anteayer me morí de una bronconeumonía y ayer amanecí con síntomas de cólera. Lo extraño de todo, es que no perdí fluidos y líquidos, lo que se me escapó a borbotones fue la paz.

Y hoy acabo de comenzar a leer el libro, el que por años su lectura estuvo en la sombra. Ahora se lee en las plazas del corazón porque esto de morir a ratos tiene un sabor agrio.

El ahora del hombre es una sala verde, una antesala, un espacio subjetivo en el cual se puede respirar aires de esperanza aunque sea solo por tiempos cortos, porque esto de las eternidades atragantan a cualquiera.


La musiquita de mi corazón

 "¿Alcanzás a escuchar esa musiquita?" 

"¡Escuchá!"

 "¿Alcanzás a escuchar ese violín?"

"Dios mío, es lo más bello".

Sostuve su mano todo el tiempo mientras ella trataba de encontrar sentido a los sonidos que se agolpaban en su mente. Mi Vieja estaba segura que había melodías en el ambiente y sus pupilas recobraban cierta lucidez para luego, en un concierto de colores y emociones, apagarse en la oscuridad de los fármacos. Mi Vieja se estaba apagando en la sala del hospital.

"¿Doctor, hay algo que podamos darle?" pregunté para luego sentirme incómodo. 

"¿Acaso no vez el desconcierto en su vida?¿Te parece que las pastillas o las inyecciones pueden aliviarla?" mi voz interna me recriminaba. Yo estaba desarmado de verla sufrir. Yo, el que profundiza hasta en el sentido de las hormigas, el impetuoso, el de sobrada pasión para buscar respuestas y de obstinada determinación, estaba a la merced de la impotencia. La Vieja estaba destrozada física, mental y espiritualmente y poco servirían mis propuestas de solución.

"Ya no quiero estar aquí", dijo con debilidad y tristeza. 

"Ya pronto nos iremos Vieja, pero debes hacer caso, debes tratar de descansar y cumplir con todo lo que dice el doctor, ya vamos a salir de esto", la parte fiel de mi alma creía en una remontada física pocas veces vista; pero la otra parte, la fría y calculadora, sabía que estos eran los días finales y solo quedaba aguantar la debacle interna, esa horrible sensación de ver una luz que vacila, que se apaga de a poco y no hay nada que se pueda hacer. Estar en la sala con ella era la impotencia en su máxima expresión.

"Debés prepararte. Esto se acabará pronto", una parte de mi conciencia me abrazaba con fuerza pero sin sentimentalismos. Aunque me destrozaba la idea de perder a la Vieja de mis sueños, siempre he agradecido esa voz franca, dura, pragmática. En mis caminos apasionados y cálidos siempre es bueno tener una voz fría, una contraparte incómoda pero real.

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Una tarde mi Vieja no se terminó la comida. Ella, quien siempre dijo que el que come no se muere, dejó de comer. Dejó de comer frente a mis ojos tristes. Sentí un golpe en el pecho. 

"Trata de terminarlo, te hará bien", fue lo único que se me ocurrió, como si la comida sanara todo. 

"Ya no tengo hambre" dijo mi Vieja con debilidad, su voz ya había perdido total presencia y se movía entre susurros y balbuceos. "Te darán de alta pronto, pero hay que cumplir todo lo que dice el doctor", dije con fe. 

"Ojalá", respondió ella con una media sonrisa y ojos casi cerrados. Fue una sonrisa débil que me demolió el interior. Alcancé a salir a tiempo de la sala para sollozar, lo hice tratando de evitar ruidos incómodos, lastimosos y tapé mi boca con una fuerza descomunal para tratar de detener un dolor inmenso, crudo, tremendamente crudo. 

Lloré acurrucado. Lloré como nunca antes, hasta que perdí todo rastro de tristeza, hasta quedar vacío de sentimientos. 

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Unos días después la Vieja recobró cierta lucidez.

"¿Escuchás esa música?"

"Escuchá esa belleza... es una sinfonía", mi Vieja tenía luz en sus ojos y yo hice todo a un lado para unirme a sus febriles sensaciones.

Tomé su mano con delicadeza. "¡Claro que la escucho, Vieja! Es bellísima", le sonreí y la acompañé en su momento de gracia, de calma; por alguna razón, esa música que imaginaba le daba paz. 

"A vos siempre te ha gustado la música..." 

"La música siempre te ha movido el alma..."

"Disfrutá la música... disfrutá crear muchas historias..."

Apreté un poco más su mano porque sus palabras dieron en el centro de mi corazón. Ella siempre me marcó, me inculcó el amor por la música y me regaló esa enorme capacidad de leer e hilar historias. Sentí que mi existencia, mi razón de ser, pasó por mis ojos en un instante; pero, al mismo tiempo, sentía que en cualquier momento perdería para siempre a mi Vieja. Fue un momento de emociones inédito en mi vida.

A los pocos segundos intentó hablar pero ya no pudo. Solo balbuceaba y sus ojos se apagaban de a poco. En un momento de aflicción para detener lo indetenible la tomé del cabello y le toqué sus mejillas, le daba golpecitos para intentar que no se durmiera: "Vieja, Vieja, despierta, no te duermas, no me dejes ahora... no ahora, no así".

"¡Vamos!" 

"¡Vieja!"

"Vamos, por favor... por favor, no te vayas ahora... no así".

Vieja...

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"Ya sabías, desde hace meses, que esto sería así. Ya lo sabías. Y también sabías, desde hace años, lo que se iba a perder. Ya lo sabías", mi voz interior se hacía sentir en medio de los días de sollozos y lamentaciones, de esas horas oscuras y desesperantes por la sensación de lo que pudo ser y no fue. 

"Dejala ir ya. Ya estuvo, porque hay otras cosas que hacer".

"¿Qué más puedo hacer sin mi Vieja?", grité con un deseo de aferrarme a los pensamientos de ella, a sus historias y sus sonrisas.

"Quizás podés empezar a darte cuenta que nada es para siempre". 

"Aprendé de una sola vez que debés soltar las cosas, que no todo estará a tu disposición, no todo es a favor. Hay cosas, situaciones, sentimientos, pasiones que deberás dejar pasar frente a tus ojos porque no te pertenecen".

"¡Qué mierda! ¡Qué mierda!", susurré en medio del cuarto vacío.

"Sí, que mierda..."

"Ya parate, vamos, caminá, escuchá un poco de música, preparate para más historias, esto todavía no se acaba para vos".

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Y me levanté otra vez.

Volví a construir historias, volví a ver nacer y morir amores, encendí y apagué otras sensaciones.

Volví a tener éxito y a fracasar; y otra vez, por extraño que parezca, volví a ser exitoso.

Me di cuenta que hay personas y realidades que están lejos de mis posibilidades. Volví a soñar con ellas y, amargamente, volví a dejarlas pasar sin siquiera tener la oportunidad de confesar mis sentimientos y expectativas. Por algo no fue y por algo no pasó.

Todo pasa.

Lo único que no pasa es la musiquita de mi corazón, aquella que enciende pasiones, la que nació solo para ser compartida.

Lo que nunca pasará son las melodías de la vida que hilan tantas historias de todos colores, esa creatividad que la Vieja, amablemente, alimentó con amor en mi corazón.

Esa musiquita se quedará conmigo hasta que se convierta en una gran sinfonía, especial y radiante, que sonará en la bienvenida que me den ante los nuevos horizontes. 


sábado, 29 de julio de 2023

Espejos

Un amanecer más frente al espejo. Veo mi rostro total pero en mi interior siento que me salgo del marco. Me veo y me siento enorme, grande. Una mañana con engrosamiento de absolutamente todo, también de ego.

Y el día fui yo.

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Otra alba y el mismo espejo. Alcanzo a ver cada grieta y cada herida en la piel, mis ojos son como un poderoso microscopio. Me veo muy viejo, arrugado, con bultos. Es un amanecer con el tremendo peso de los años.

Y el día fue de anhelos.

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El despertador rompe el sueño y los pasos son lamentablemente lentos. Los ojos se me ven tristes, me veo opaco, apagado y cansado. Me siento diminuto. La luz interior descubre carencias.

Y el día fue un desperdicio.     

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Sorprendo a la madrugada y el espejo refleja poder. Mis ojos brillan y esa luz contrasta con los moldes obligados. Veo la fuerza de una motivación, la libertad de una decisión y el respaldo de una disciplina.  

Y el día fue a favor.    

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Aparecen las primeras luces de la aurora y frente al espejo te veo en mi interior. Practico las mil formas de cómo te explicaría lo que siento por ti. Fantaseo el momento de expresarte mis sentimientos. Imaginarme a tu lado, compartiendo mi vida contigo, me hace sentir una mejor persona.

Y el día fue feliz.

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Y un buen día el tiempo cambia las reglas: no existe el amanecer, nada se engrosa, lo viejo es relativo, lo diminuto se esfuma y las luces de las pasiones se apagan en el vasto escenario. Te pierdo el rastro, te pierdo en un abrir y cerrar de ojos. 

Y lo que fue, no es más. 

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En el silencio total mis ojos ansiosos alcanzan a ver un cuarto lleno de cristales.

Y al pararme frente a los espejos, no se refleja nada. 

sábado, 22 de julio de 2023

Plutón

Veo la luz a lo lejos, desde el frío y desolado paraje. Me acomodo en la planicie gris para ver los escenarios y delimitar las fronteras físicas; pero en mis adentros, en la dimensión íntima, imagino cruzando los límites para acudir a tu morada.

Me acuesto por un momento y mis manos me sirven de almohada para ser un espectador de los cielos y los astros; con calma, en medio del silencio, veo como se pintan y mutan cientos de historias. Todas las almas tienen su orden superior y se mueven en direcciones establecidas; pero en mi interior, en ese vasto territorio, pienso en el camino que seguiría mi energía junto a ti, sería un sendero improvisado, sin leyes y cada cierto tiempo prepararía fogatas para alimentarte.

Aunque el cielo invita a ser un espectador eterno, me pongo de pie y doy un paseo en la nieve. Con el tiempo se dibujan mis pasos mientras pienso en mis caminos desde esta frontera del espacio, alejada de la histeria y las fantasías, de las creencias y las reglas; probablemente, pienso mientras camino, soy de esas historias incomprendidas, una que no debió ser escrita por los azares de la naturaleza y mucho menos patentada por las leyes del orden. En mi helado interior imagino reescribiendo mi historia contigo.

Cuando llego a mi morada me acomodo frente a la ventana y alcanzo a ver a la estrella más brillante del espacio, a la que millones le deben la vida, por la que muchos se inspiran. Alrededor de ella veo como todo gira sin detenerse, todo y todos recorren ese círculo sin pausas y dejan una enorme estela de drama y colores. 

Mis ojos ven claramente a esta luz y son conscientes de lo que representa, pero en mis adentros no me ilumina como lo hace tu imagen. No podría llamarte mi sol, ese astro es de todos y de cualquiera, en mi dimensión tu serías Caronte, una parte de mí.

La fría noche llega a su apogeo y me duermo con cierta paz. En mis sueños comparto contigo, tenemos largas charlas y mis ojos se adormecen en tu mirada, me siento iluminado con tu rostro y te muestro el mío tal cual, sin límites. En la pequeña morada no te imagino como parte del cosmos, me gusta pensar más en un "somos" infinito.