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sábado, 19 de abril de 2025

Una pausa antes de la misión




Volví a casa. 

Abracé el momento de la sinceridad, del reflejo fiel y la desnudez. 
Pensé que me había perdido en la muchedumbre, en el paso a paso de los sonámbulos. Nunca dejé el ruido del todo, siempre se mantuvo el gusto de la introspección o la locura de los ideales, solo que ya me preocupaba sentir comodidad, un cierto placer básico que produce el pasar del tiempo.

Transité en las vías de lo correcto. Me senté con los que visten de bondad y comí con los que compraron el título de sabios. Y ahí estaba yo, el sobre pensador de día y pecador de la noche, me veía acorde y no compré un asiento para tan excelsa reunión, simplemente entré por la puerta portando el traje de bueno. 

En las reuniones de lo políticamente correcto, a donde encaja la mayoría, a donde la cortesía te proporciona una existencia cómoda, ahí estaba este maestro de la crisis, brindando ante todos, pero preocupado por dentro. "¿Este es mi nuevo hogar?", pensé mientras sonreía.

Me despedí de todos prometiendo volver. Eran pocas las probabilidades de cumplir la promesa, no es necesariamente una mentira, no lo creo, solamente que soy más completo en el sendero menos transitado. Con cada paso hacia la salida me sentía tranquilo, entre la multitud la desnudez es una humillación, no hace falta alimentar a las fieras  

¿Cuántas veces me liberé para volver a caer en cierta forma de esclavitud? He perdido la cuenta, pero entre más sucede menos me siento atado, pareciera que cada liberación suma para la total independencia venidera. Espero que así sea y terminar mis días sin aquellos apegos clásicos, y ciertamente negativos, que ofrece la existencia.

Caminé a casa bajo la lluvia, a diferencia de otras caminatas bajo el agua, esta vez no era un momento más, no, era solamente una pausa, un paso necesario de una transición inevitable. Abrí la puerta y abracé el silencio, que por cierto ya me tenía todo preparado para confeccionar el traje para el porvenir. 

He vuelto a casa para recargar el espíritu. Y no hay nada más liberador que abrazar a tus propias sombras y tomarse un café con ellas para reír a carcajadas, o quizás para debatir un poco sobre lo interesante de ser un extraño entre conocidos, un entendido que entre más se busca en el interior y se trabaja el ser, menos atractivo es el exterior.

     
 


sábado, 30 de diciembre de 2023

Sombras en el tiempo. El límite dorado.


"¿No te avergüenza escribir sobre sexo?", la mujer tenía una cara de asombro e incomodidad y esperaba una respuesta, ella dejó de leer una de mis historias porque una escena le pareció demasiado explícita. 

"No, creo que no", respondí. Con los años me acostumbré a ese tipo de preguntas y también le encontré sentido a dar explicaciones sobre los orígenes de ciertos escritos.

"Sabes, lo importante es crear historias con sabores propios, no del todo ciertos... ciertamente son límites que están opacos en el alma, no hay necesidad de aclararlos, solo de cruzarlos y  experimentar", agregué con naturalidad.

Un sorbo de café y la reunión cambió de rumbo, no valía la pena decir más sobre el tema. Ella también supo que era el momento de cambiar de conversación.   

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Años atrás, en una noche de abril, una vocecita tocó a mi mente. "¿Crees que hay algo de mi esencia en tus inspiraciones?"

Abrí los ojos en la oscuridad y me acomodé boca arriba en la cama. Guardé silencio para aclarar mi mente. Hacía frío, me envolví entre las sábanas y las almohadas. "¿Aún es tiempo de permanecer en nuestros límites?" me volvió a sorprender la vocecita interna con sus preguntas, que casi siempre cuestionan los marcos que sostienen mi existencia.

"Eres esa parte en constante evolución, el complemento a esto que llamamos conciencia total", susurré en la oscura habitación. Los minutos pasaron, y cuando estaba por quedarme dormido, otro toque a la mente me alertó. "No has contestado mi pregunta. ¿Hay algo de mi esencia en tus inspiraciones?"

"Creo que es casi lógico, pero el que define eso soy yo", cerré la conversación porque mi cuerpo, por fin, encontró el punto exacto para descansar. 

Y cada amanecer, desde aquel año de la comunión entre alma y monitores para desnudar mis interiores, fue una cascada de ideas, una fuente de historias. Y funcionó al inicio, pero con el tiempo, al verme al espejo, no podía evitar pensar en la necesidad de aclarar, de transparentar.

"¿Escribes solo por escribir o hay algo más que quieres contar?", la vocecita se aparecía cada cierto tiempo y rompía silencios o, en el mejor de los casos, apagaba estridencias.

"Vamos, piensa y define. ¿Hay algo de mi esencia en tus inspiraciones?"

Esta vez me sorprendió la pregunta cuando estaba frente al monitor y me acompañaba un vaso desechable con café. Era tarde en una de las tantas cafeterías de la ciudad. La gente alrededor hablaba y comía, algunos me miraban cada cierto tiempo. A veces los miraba fijo a los ojos, pero otras veces me quedaba estático frente a la pantalla por varios minutos. Porque no siempre hay que expresar, pero siempre, siempre, hay ráfagas de ideas y pensamientos que rompen con los límites del cuadro al cual llamamos realidad, y todos dicen "realidad" con tanta naturalidad, como algo establecido que no puede modificarse. En mi caso "la realidad" es solo una limitante.

"Este es un rompecabeza que vamos a armar de a poco", contesté, o más bien, para ser correcto, me dije a mi mismo. Ese día en la cafetería me di cuenta que cada historia tiene dos versiones. En una, la común, hay rasgos de humanidad que he visto de reojo, amores a los que he rehuido, sentimientos que me son ajenos por naturaleza, risas y llantos, odios y misericordias, es decir, todo aquello que el cuadro al que llamamos realidad establece para cada ser humano.

La parte más interesante es la otra versión. "Hay otro mundo de influencias, el que la mayoría no ve con buenos ojos ¿no lo crees?" me dijo la vocecita con mucha más presencia. En ese momento mis ojos parpadearon más de lo normal. Me sentí extraño porque ya no logré delimitar entre la vocecita y mi voz, entre el susurro mental y el físico. Entre una realidad y la otra que supera los límites.

Me perdí por unos segundos y en mi cabeza fluyeron destellos, figuras sin formas y fuertes sonidos, un remolino de sentimientos que me elevó por los aires de la imaginación hasta los límites de la conciencia; en un momento, en medio del caos, me sentí del otro lado de la conciencia, a donde una luz infinita es tan fuerte que solo resta tomar un poco de ella para darle vida a historias de colores. Me abrí paso en el límite dorado de la existencia.    

Volví, de alguna manera, a la mesa de la cafetería. Se acabaron los ecos en mi interior porque la vocecita se mostró tal cual: como una sombra. Mis dedos se movieron y en la pantalla las letras aparecieron. 

"Otra versión de la realidad" fue la frase completa.

"Suena perfecto" rebotó en mi mente y susurraron mis labios, en comunión.

 


domingo, 15 de octubre de 2023

Sombras en el tiempo. Desde la muerte.



Perdí un par de vidas en el camino hacia la computadora.
Dejé regados millones de engendros en los cuartos.
Se desangraron las relaciones, las memorias y las caricias.
En el pasillo de mi existencia, si vuelvo la mirada, hay filas de cadáveres, en líneas casi interminables. 

La existencia se moviliza en un asfalto de muerte, todos los días hay exterminios: minutos asesinados por deseos de los momentos, amores despedazados por lujuria y todas las veces en que se asesina al prójimo en el interior del alma. También cuentan las ocasiones que nos quitamos la vida en el silencio de nuestra mente.

Aquel último fin de semana de enero de 2012 fue la última cita con la oscuridad. Despertares, desesperación, felicidades cortas, vacío, saciedad, excesos, miradas, respiros, excitaciones, fantasías, necesidades, ansiedad y un eterno retorno de cada una de esas sensaciones mezcladas con fiebre existencial y odio. Lo resumo en dos palabras: el infierno.

Luego de la caída se escuchó el grito más aterrador. Tal fue el sonido que reboté con fuerza y eso me catapultó desde la tumba a la tierra. Resucité; pero, antes de que me permitieran volver tuve que firmar, una vez más, otro certificado de muerte. Esta vez la autopsia fue detallada: una contaminación de la glándula espiritual, derivada de una infección por cálculos de vacíos y excesos, lo que provocó una sepsis emocional generalizada. Lo resumo en cuatro palabras: se pudrió el corazón. 

Observé el nuevo cadaver de la existencia, esta vez era el más grande que había visto, pero lo acomodaron en un cuarto pequeño alejado de todo. Cuando recorrí el pasillo para volver a la calle, volví a ver atrás y ya no había ningún rastro de mortandad, estaba todo limpio. Vi la luz del día y a la gente en sus afanes de siempre... nada había cambiado, solo yo.

La reconstrucción de la nueva existencia llevó varios meses. Era necesario determinar una nueva identidad. Por todo lo vivido, por todo el camino de montañas, de frío y lluvia, solo había un nombre para la nueva unidad: la sombra.

Era momento de descubrir el interior, desnudar al ser más íntimo, describir cada esencia y colocar las sentencias en el libro del mundo.

Después de volver desde la muerte, me casé con una computadora y el monitor se convirtió en mi espejo. El certificado de la unión se firmó el 24 de marzo de 2013. El brindis fue con café y lo disfrutamos en silencio.

A una década de matrimonio, todo ha cambiado.

A una década de la comunión de sombras, solo resta contar los cambios de tonos que han tenido.

Esta historia continuará...