Volví a casa.
Abracé el momento de la sinceridad, del reflejo fiel y la desnudez.
Pensé que me había perdido en la muchedumbre, en el paso a paso de los sonámbulos. Nunca dejé el ruido del todo, siempre se mantuvo el gusto de la introspección o la locura de los ideales, solo que ya me preocupaba sentir comodidad, un cierto placer básico que produce el pasar del tiempo.
Transité en las vías de lo correcto. Me senté con los que visten de bondad y comí con los que compraron el título de sabios. Y ahí estaba yo, el sobre pensador de día y pecador de la noche, me veía acorde y no compré un asiento para tan excelsa reunión, simplemente entré por la puerta portando el traje de bueno.
En las reuniones de lo políticamente correcto, a donde encaja la mayoría, a donde la cortesía te proporciona una existencia cómoda, ahí estaba este maestro de la crisis, brindando ante todos, pero preocupado por dentro. "¿Este es mi nuevo hogar?", pensé mientras sonreía.
Me despedí de todos prometiendo volver. Eran pocas las probabilidades de cumplir la promesa, no es necesariamente una mentira, no lo creo, solamente que soy más completo en el sendero menos transitado. Con cada paso hacia la salida me sentía tranquilo, entre la multitud la desnudez es una humillación, no hace falta alimentar a las fieras
¿Cuántas veces me liberé para volver a caer en cierta forma de esclavitud? He perdido la cuenta, pero entre más sucede menos me siento atado, pareciera que cada liberación suma para la total independencia venidera. Espero que así sea y terminar mis días sin aquellos apegos clásicos, y ciertamente negativos, que ofrece la existencia.
Caminé a casa bajo la lluvia, a diferencia de otras caminatas bajo el agua, esta vez no era un momento más, no, era solamente una pausa, un paso necesario de una transición inevitable. Abrí la puerta y abracé el silencio, que por cierto ya me tenía todo preparado para confeccionar el traje para el porvenir.
He vuelto a casa para recargar el espíritu. Y no hay nada más liberador que abrazar a tus propias sombras y tomarse un café con ellas para reír a carcajadas, o quizás para debatir un poco sobre lo interesante de ser un extraño entre conocidos, un entendido que entre más se busca en el interior y se trabaja el ser, menos atractivo es el exterior.
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