martes, 2 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 4

 




2 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

A las 12:57 de la mañana aterrizó el avión en Seattle. Kurt Cobain estaba de regreso y en lo que duró el vuelo desde Los Ángeles habló con Duff McKagan, aunque no tocaron el tema en el que ambos coincidían: la adicción a la heroína.

“Estaba bastante deprimido”, dijo McKagan. Kurt salió del aeropuerto a fumar con un amigo de Duff. En algún momento pensaron llevar a casa al cantante de Nirvana, pero cuando intentaron buscarlo ya se había retirado en un auto. Se fue sin despedirse.

A las 7:30 de la mañana Kurt, abordó un taxi para ir a comprar municiones para su arma, pero no encontró establecimientos abiertos. A las 8:30 am lo dejaron en la Avenida Aurora, un reconocido lugar a donde la venta de drogas y la prostitución es común.   

Cobain fue al motel Marco Polo y rentó la habitación 226, su favorita porque tenía una vista de todo el lugar. Ahí se sumergió en un espiral de consumo de heroína y solo comía papas fritas.

Fuente: BBC / VH1 Rock Docs / Pure Grunge


2 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Sábado. En una habitación de la casa teníamos un televisor y un reproductor de videos. Con mis hermanas, desde muy pequeños, teníamos el hábito de grabar películas y videos. Y repetirlos una y otra vez. Con los años nos aprendimos los diálogos casi completos de “Volver al futuro”, “Robocop” y otras cintas. Pero con los videos de rock era distinto.

Solo un programa de canal 12 era el que, muy de vez en cuando, pasaba algunos buenos videos, por lo que debíamos estar pendientes para grabar los favoritos. En 1994 tuve la suerte que mi hermana grabó algunos programas y por fin vimos “Heart- Shaped Box”, el primer single de In Utero, el último disco de Nirvana.

Ese video lo vimos tanto que nos aprendimos cada escena, cada momento. Lo repetíamos casi todos los días, pero principalmente los fines de semana. Nos encantaba, hasta mi hermano de tres años le encontró el gusto a “Heart-Shaped Box”, se reía mucho con una escena en la que Kurt estaba en una mecedora y caía al suelo. 

Eran esos momentos los que hacían la diferencia en mi vida. Esos simples momentos. Podía tener amigos, jugar y lo necesario para vivir, pero era la conexión con la música y Nirvana la que me hacía sentir diferente, más feliz y animado. Tenía 14 años y esto le daba un sentido a mi existencia.

Continuará.


lunes, 1 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 3








1 de abril 1994
Los Ángeles, Estados Unidos

Parte de las terapias en Exodus era el reconocimiento de las emociones en el proceso de rehabilitación. Esa mañana Kurt realizó varios dibujos para expresar sus sentimientos en ese momento: deprimido, solitario, confundido.

Volvió a recibir a la niñera y a su hija. En esta ocasión estaba de buen humor porque tomó un medicamento para soportar los efectos de la abstinencia a las drogas. Jugó bastante con su hija.

De acuerdo con uno de los visitantes de Cobain en la clínica: "Estaba listo para verlo lucir como mierda y deprimido. Se veía increíble".

Se despidió de su hija y fue la última vez que la vio.

A las 7:45 pm dijo que fumaría un cigarro en el patio. Minutos después se saltó el muro y escapó del centro de rehabilitación. Pidió un taxi directo al aeropuerto y tomó un vuelo de regreso a Seattle. Coincidió en primera clase con el bajista de Guns & Roses, Duff Mckagan, quien también estaba recuperándose de la adicción a la heroína.

Fuente: Revista Rolling Stone / Pure Grunge

 

1 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Viernes. En la escuela me sentía como el extraño, el que no se acoplaba a la mayoría. Era una sensación extraña porque sí pertenecía a un grupo amplio de compañeros, si encontré a un par de amigos que aceptaban el rock, pero mentalmente no terminaba de conectar del todo, algo no me lo permitía. Me divertía mucho, porque siempre encontraba la forma de expresarme, aunque me reservaba mis pensamientos más profundos y solo los compartía con un par de personas.  

Cada día se reducía mi gusto por hacer deporte, fueron los últimos recreos activos de mi adolescencia. Solo pensaba en la música, todo el tiempo se iba en tararear canciones, buscar información y expresar mis ideas sobre eso. Algunos se extrañaban de que no me gustara la salsa o la cumbia. Podía escuchar todo tipo de música, pero no le encontraba sentido a la mayoría de géneros, por extraño que parezca.

Los viernes cuando volvía a casa era una sensación especial: miraba a una chica que me gustaba, vivía a un pasaje de mi casa, pero nunca pasamos de los saludos y las cortas charlas. Las miradas eran tímidas, pero nos gustábamos mucho.

Llegaba a casa con hambre, pero principalmente de rock. Casi siempre cenaba bien, algunas veces se me pasaba la mano y terminaba repleto a tal punto que tenía que caminar un poco o quedarme inmóvil en el sillón.

El postre era Nirvana… esa era mi parte favorita.

Los días siempre tenían el mismo sabor.

Continuará.


domingo, 31 de marzo de 2024

Los días de 1994. Parte 2






31 de marzo 1994
Los Ángeles, Estados Unidos.

Patt Smear, guitarrista de Nirvana, y un empleado de Gold Mountain Entertainment, empresa del manager de Nirvana, recogieron a Cobain en el aeropuerto de Los Ángeles y lo llevaron al Centro de Recuperación Exodus, en el hospital Daniel Freeman Marina en Marina del Rey, California.

El especialista que atendió a Kurt dijo que lo vio paranoico, con preocupaciones que no tenían sentido, en síntesis, muy confundido.

Esa tarde tuvo una visita. La niñera le llevó a su hija Frances Bean, de dos años de edad. El vocalista de Nirvana jugó con ella, pero por momentos parecía serio y ensimismado. Los primeros efectos de la abstinencia de la heroína se hicieron sentir.    

Fuente: Revista Rolling Stone / Pure Grunge

 

31 de marzo 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Jueves. Además del rito musical de la mañana y la cotidianidad de la escuela, por la noche sintonizaba “90 minutos de rock”, el único espacio radial que me apasionaba.

Era el día de la semana para ponerme al tanto; esa noche, como muchas, esperaba alguna noticia de Nirvana, por ejemplo: “¿cuál será el siguiente video oficial del último disco? ¿van a realizar una nueva gira? ¿cómo seguía la relación entre Cobain y la banda luego de la gira cancelada en Europa?” siempre esperaba algo, y al final me quedaba con las ganas de conocer más de mi banda favorita.

Los 90 minutos de rock pasaban muy rápido y me imaginaba estar en una cabina de radio, soñaba con tener un espacio similar, fantaseaba con la música que pondría, los temas de conversación. Fue la primera vez que pensé en dedicarme a algo que tuviera que ver con mi pasión.

Las noches finalizaban entre pláticas con mi familia, los clásicos temas de una casa común y corriente, aunque siempre esperaba para un repaso de mis canciones favoritas; en ese tiempo me gustaban mucho dos del disco In Utero: “Frances Farmer will have her revenge on Seattle” y “Milk it”.

Continuará.





sábado, 30 de marzo de 2024

Los días de 1994. Parte 1





30 de marzo, 1994
Seattle, Estados Unidos.

Kurt Cobain, quien tenía tres meses en caída libre por las adicciones, la crisis emocional y la locura, le pidió a su amigo Dylan Carlson comprar un rifle. Compraron una escopeta de seis libras Remington calibre 20 y una caja de municiones por casi 300 dólares, que el vocalista de Nirvana le dio en efectivo a Carlson.

“Él se iba a L.A.”, dice Carlson. “Me pareció un poco raro que quisiera comprar la escopeta antes de irse. Así que le ofrecí guardarla hasta que regresara”. Sin embargo, Cobain insistió en guardarla él mismo. La policía cree que Kurt dejó el arma en su casa y dejó Seattle para ingresar a rehabilitación.

Quien llevó a Cobain al aeropuerto dijo que el cantante casi no habló en el camino.

Fuente: Revista Rolling Stones


30 de marzo, 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Era miércoles. Tenía 14 años y cursaba noveno grado. Era una vida de ida y vuelta, de casa en casa, algo que se hizo costumbre y no había más que encontrarle sentido a algo.

Yo le encontré sentido a la música. Aunque escuché rock desde muy pequeño, fue hasta 1992 cuando este género me atrapó totalmente. El último empujón para entrar de lleno a este mundo musical: Nirvana.

Estudiaba en una escuela de Antiguo Cuscatlán, asistía al turno vespertino. Por las mañanas solo había tres actividades importantes: desayunar, escuchar a Nirvana y ver videos de rock. El resto de acciones cotidianas, a excepción de ver amigas y amigos, las realizaba en automático, solo porque la vida lo imponía.

Continuará.




viernes, 29 de marzo de 2024

Trámite


Me quedé frente a la puerta, con el rimero de documentos, esperando por el trámite.
En la fila de sillas descansaba mi paciencia o, mejor dicho, mi ansia.
A unos metros, una mujer; mucho más cerca, un enfermo mental. 
Me quedé en silencio, con las ganas de disparar verdades.
Soy mejor espectador que ser humano.
 
Aguardé por mi turno sin contratiempos.
He domado al tiempo o, mejor dicho, ya no le temo.
La mujer miraba a todos lados, el enfermo vomitaba palabras.
Guardé silencio, como fiera al acecho.
Soy mejor observador que persona.

Pensé en mi vida, de trámites y movimiento.
Desde la silla contemplé mi interior.
La mujer molesta, el enfermo deliraba.
Contuve mis emociones, pero no mis instintos.
Soy mejor en fantasías que en sentimientos.

El trámite finalizó
La mujer me sonrió
El enfermo se perdió
Respiré. Simplemente respiré una vez más.  
Soy mejor en el silencio que en esta obra de carne y huesos.


 

 

domingo, 31 de diciembre de 2023

El sol de mi muerte




Este sol me sorprendió con un apapacho al salir de la gruta. Dejó a un lado su intenso calor, convirtió sus llamas en alas y su esplendor lo tradujo en una mano amiga. 

"Vuela conmigo", me dijo. No dudé. Y juntos emprendimos viaje, pasamos a comprar comida y a recoger a la luna.

En pleno vuelo por el espacio sus alas volvieron a ser llamas. Sentí miedo, pero el astro abrió su boca y me tragó por completo. Adentro de sus entrañas estaba la comida preparada y la luna desnuda.

"Prueba un poco pero no te atragantes", me dijo. 

Y probé.

Y me alimenté. 

Y a la luna la hice mía con pasión, como a una amante que no veía desde hace tiempo. 

Y me quedé dormido entre llamas.

"Despierta, ya llegamos", el sol descendía a toda velocidad por el espacio hasta llegar a la Tierra, hasta entrar a la ciudad, cerca de la gruta. 

"Baja ahora".

"No volveré a viajar contigo", pregunté.

"¿Para qué?" dijo antes de emprender vuelo y convertir sus alas en fuego, dejó de ser una mano cercana para ser la estrella de siempre. Cuando volvió a acomodarse en el centro del universo me gritó, "ahora ya estás muerto, ahora puedes atragantarte".

Cuando observé mis manos eran llamas y mi cuerpo se convirtió en granito. Era otro entre los vivos.

A la entrada de la gruta estaba la luna, la tomé de la mano sin dañar. "¿Entramos?" dije, pero ella trató de contenerme, trató de detenerme. Solo sonreí.

Caminé y trascendí al interior de la caverna. Con un calor, mitad humano mitad celestial, derretí todo.

Y se hizo la luz. La tan necesaria luz.

Y la luna fue mía otra vez. Nos comimos entre piedras, arena y sangre.

Y nos quedamos dormidos en medio de la muerte.

Juró que le escribiría

Juró que le escribiría todas las semanas, pero nada sucedió porque Jorge era toda pasión para cada ocasión. Jurar era su muletilla y cumplir su gran debilidad.  

Carmen era lo contrario. No juraba, solo creía y cumplía. Creyó que Jorge era su primer y gran amor. 

Ambos se despidieron en la sala de espera del aeropuerto. "Júrame que escribirás, júralo", gritó ella, sin importar la muchedumbre alrededor. "Lo juro", dijo él casi en un susurro. Esas dos palabras fueron las últimas que se dijeron cara a cara. Carmen esperó hasta que el avión se perdió en el cielo; mientras que Jorge leía una revista y se acomodaba en el asiento.  

La distancia, la promesa rota y el tiempo puso a cada uno en su lugar. El destino hizo lo suyo: a Jorge, el abuso de juramentos le redujo las relaciones estables; y Carmen, creyó nuevamente en una buena causa para amar.

Diez años después volvieron a encontrarse. El jurador y la cumplidora se toparon en un bar. Él, solo en la mesa; ella, compartiendo la velada. Jorge asimilando la nula ganancia que le dejaron sus promesas sin cumplir y el aumento de culpa que tenía su corazón; mientras que Carmen, ahora brindaba con su amor, esta vez, creía que era el verdadero.

Jorge la reconoció a dos mesas de distancia. Y la vio más bella, brillante y sensual, vio a una mujer por la que valdría la pena cumplir una promesa. Jorge sintió culpa. Carmen, quien sintió que la observaban, dio la cara y reconoció la mirada penetrante que una vez la atrapó; esta vez, le tomó cuatro segundos zafarse de ella para volver a rendirse a su verdadera causa. Claudia sintió pena.

Hoy el jurador quería gritar y sanar heridas que le atormentaban, pero se quedó en su mesa postrado, en silencio, sin nada que hacer. Juró que no volvería a jurar, y ni siquiera él se lo creyó.

Hoy la cumplidora quería seguir casi en silencio en la mesa romántica, que no terminara esa noche de besos y sonrisas, que no terminara esa certeza de que estaba en buenas manos.

Cada uno en su lugar por ahora, solo por ahora ya que el destino es caprichoso. Quizás en otros tiempos uno aprenda a cumplir y, a lo mejor, alguien le tome la palabra; y el otro, quizás lamente esa fe que brota con facilidad, un casi crimen en un mundo de traiciones.