Juró que le escribiría todas las semanas, pero nada sucedió porque Jorge era toda pasión para cada ocasión. Jurar era su muletilla y cumplir su gran debilidad.
Carmen era lo contrario. No juraba, solo creía y cumplía. Creyó que Jorge era su primer y gran amor.
Ambos se despidieron en la sala de espera del aeropuerto. "Júrame que escribirás, júralo", gritó ella, sin importar la muchedumbre alrededor. "Lo juro", dijo él casi en un susurro. Esas dos palabras fueron las últimas que se dijeron cara a cara. Carmen esperó hasta que el avión se perdió en el cielo; mientras que Jorge leía una revista y se acomodaba en el asiento.
La distancia, la promesa rota y el tiempo puso a cada uno en su lugar. El destino hizo lo suyo: a Jorge, el abuso de juramentos le redujo las relaciones estables; y Carmen, creyó nuevamente en una buena causa para amar.
Diez años después volvieron a encontrarse. El jurador y la cumplidora se toparon en un bar. Él, solo en la mesa; ella, compartiendo la velada. Jorge asimilando la nula ganancia que le dejaron sus promesas sin cumplir y el aumento de culpa que tenía su corazón; mientras que Carmen, ahora brindaba con su amor, esta vez, creía que era el verdadero.
Jorge la reconoció a dos mesas de distancia. Y la vio más bella, brillante y sensual, vio a una mujer por la que valdría la pena cumplir una promesa. Jorge sintió culpa. Carmen, quien sintió que la observaban, dio la cara y reconoció la mirada penetrante que una vez la atrapó; esta vez, le tomó cuatro segundos zafarse de ella para volver a rendirse a su verdadera causa. Claudia sintió pena.
Hoy el jurador quería gritar y sanar heridas que le atormentaban, pero se quedó en su mesa postrado, en silencio, sin nada que hacer. Juró que no volvería a jurar, y ni siquiera él se lo creyó.
Hoy la cumplidora quería seguir casi en silencio en la mesa romántica, que no terminara esa noche de besos y sonrisas, que no terminara esa certeza de que estaba en buenas manos.
Cada uno en su lugar por ahora, solo por ahora ya que el destino es caprichoso. Quizás en otros tiempos uno aprenda a cumplir y, a lo mejor, alguien le tome la palabra; y el otro, quizás lamente esa fe que brota con facilidad, un casi crimen en un mundo de traiciones.