lunes, 1 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 3








1 de abril 1994
Los Ángeles, Estados Unidos

Parte de las terapias en Exodus era el reconocimiento de las emociones en el proceso de rehabilitación. Esa mañana Kurt realizó varios dibujos para expresar sus sentimientos en ese momento: deprimido, solitario, confundido.

Volvió a recibir a la niñera y a su hija. En esta ocasión estaba de buen humor porque tomó un medicamento para soportar los efectos de la abstinencia a las drogas. Jugó bastante con su hija.

De acuerdo con uno de los visitantes de Cobain en la clínica: "Estaba listo para verlo lucir como mierda y deprimido. Se veía increíble".

Se despidió de su hija y fue la última vez que la vio.

A las 7:45 pm dijo que fumaría un cigarro en el patio. Minutos después se saltó el muro y escapó del centro de rehabilitación. Pidió un taxi directo al aeropuerto y tomó un vuelo de regreso a Seattle. Coincidió en primera clase con el bajista de Guns & Roses, Duff Mckagan, quien también estaba recuperándose de la adicción a la heroína.

Fuente: Revista Rolling Stone / Pure Grunge

 

1 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Viernes. En la escuela me sentía como el extraño, el que no se acoplaba a la mayoría. Era una sensación extraña porque sí pertenecía a un grupo amplio de compañeros, si encontré a un par de amigos que aceptaban el rock, pero mentalmente no terminaba de conectar del todo, algo no me lo permitía. Me divertía mucho, porque siempre encontraba la forma de expresarme, aunque me reservaba mis pensamientos más profundos y solo los compartía con un par de personas.  

Cada día se reducía mi gusto por hacer deporte, fueron los últimos recreos activos de mi adolescencia. Solo pensaba en la música, todo el tiempo se iba en tararear canciones, buscar información y expresar mis ideas sobre eso. Algunos se extrañaban de que no me gustara la salsa o la cumbia. Podía escuchar todo tipo de música, pero no le encontraba sentido a la mayoría de géneros, por extraño que parezca.

Los viernes cuando volvía a casa era una sensación especial: miraba a una chica que me gustaba, vivía a un pasaje de mi casa, pero nunca pasamos de los saludos y las cortas charlas. Las miradas eran tímidas, pero nos gustábamos mucho.

Llegaba a casa con hambre, pero principalmente de rock. Casi siempre cenaba bien, algunas veces se me pasaba la mano y terminaba repleto a tal punto que tenía que caminar un poco o quedarme inmóvil en el sillón.

El postre era Nirvana… esa era mi parte favorita.

Los días siempre tenían el mismo sabor.

Continuará.


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