domingo, 28 de abril de 2013

Historia endiablada. Parte II

La llegada del nuevo siglo estuvo plagada de música. Si algo llenaba mis espacios libres y ocupados, era el ritmo del rock, especialmente del grunge, el punk y el hardcore. El ingreso a la universidad y la llegada de mi hijo, marcaron en gran manera ese espacio en el tiempo.

En el mundo del fútbol viví, con mucho dolor, cuando el Real Madrid goleó al Valencia en la final de la Champions 2000. Los naranjeros se convirtieron en el primer equipo al cual yo apoyaba con todo mi ser, por eso la experiencia fue muy amarga.
La edición de la Champions 2001 quedó como un recuerdo oscuro, el Valencia volvió a caer, esta vez en la tanda de los penales frente al Bayern Munich, aquel equipo que perdió contra el Manchester United en 1999.

¿Qué pasó con el Manchester United?  Sólo lo recordaba cuando escuchaba la mención en los noticieros deportivos. No había indicios de fanatismo.

Los años pasaron.Vi el mundial de Corea - Japón 2002, uno de los peores de los que he disfrutado. Entonces un torneo de fútbol marcó mi vida: Eurocopa Portugal 2004.

El equipo y el juego de los locales, llamaron mi atención.


Fueron avanzando en el torneo, eliminaron a Inglaterra en un partido de infarto. Comencé a ver el juego en la casa de mi papá. Tenía que realizar un trámite en un centro comercial, que aún llaman Galerías; sin embargo el enfrentamiento no me permitió salir a tiempo. Rui Costa puso en ventaja a los lusos. Tuve que moverme y ya en el bus recibí la noticia de que los ingleses habían empatado. Nervios.

Cuando llegué a Galerías, me sorprendió que varias personas no le quitaban la mirada a una pantalla que sobresalía en un negocio de electrodomésticos. Todos guardaron silencio. La definición fue en los tiros desde los 11 pasos. Ricardo, mi tocayo, el portero de Portugal, tuvo una actuación para el recuerdo. Los lusos pasaron de ronda y los aplausos de la gente me conmovieron.

Para las semifinales, un jugador volvió a demostrar que era una joya: Cristiano Ronaldo.
Con un doblete del habilidoso número 17, eliminaron a Holanda, a la naranja mecánica, la eterna favorita.




Esperé con un sentimiento especial la gran final, tenía fe que, por fin, los portugueses ganaran un torneo importante. El equipo rival: una simplona selección de Grecia.

Comenzó el partido y sólo esperaba el gol de los lusos. Pasaron los minutos y mi desesperación creció. Algo estaba mal. Ni Cristiano, ni Figo hacían la diferencia.

Entonces, lo impensable llegó. Un tiro de esquina, y gol de Grecia. ¡Gol de Grecia! ¡No!





Los lusos se fueron encima de la portería helénica. Una y otra vez. Nada.
Mi papá no se aguantó la crítica a Cristiano: "¡pasala hombre, sólo corrés por la banda y nada más!" Tenía razón.
Los minutos finales fueron una agonía. Y el pitazo final fue difícil de digerir. Portugal, la anfitriona, la favorita cayó ante una Grecia simple, defensiva, sin pasión, pero efectiva. Dolor.



Y dolor en la cancha. El llanto de Cristiano impactó a muchos.


Me quedé viendo la pantalla durante varios minutos. Los comentaristas dieron sus impresiones, de los campeones y de los perdedores. Algunos señalaron del futuro que esperaba a Cristiano, al que catalogaron como una estrella en ascenso por su gran Eurocopa y por su cada vez más importante presencia en el Manchester United. ¡Manchester United! ¡Otra vez ese equipo!

Cristiano, el jugador que me impactó en la Euro 2004, jugaba en el Manchester United.

Las lágrimas me trasmitieron decepción y molestia. Entonces dije algo que nunca voy a olvidar. "Este jugador tendrá su momento, y llegará a ser el mejor, ya verán."


Me propuse seguir la trayectoria de la estrella, y qué mejor si era parte de aquel equipo, el del milagro, el de la hazaña de 1999. Los factores se unieron, y comenzaba la base de un sentimiento.

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