domingo, 14 de abril de 2013

Día uno

Un sólo acontecimiento puede desnudar toda una vida de vacíos.
El cielo gris y la soledad se conjugan. Ni siquiera hay lágrimas para derramar.

Es de los fuertes y los de gran convicción batallar contra la adversidad.
Pero hay quienes caen con un soplido mínimo de la mala suerte.

Hay caminos que llevan irremediablemente a las tinieblas, aún así son recorridos con obsesión.
Las crisis son parte de la vida y son comprendidas cuando otros seres humanos las viven. Cuesta que sean aceptadas y vistas con objetividad si aprisionan el corazón que nos hace vivir.

La existencia puede cambiar en segundos. ¿Qué tenemos? ¿A qué aspiramos?
No hay respuestas. No en un momento cruel. Nunca cuando hay que sonreir y depender del enemigo.

En esos lapsos preocupantes la búsqueda del rostro de Dios se acrecienta. Cuando la vida está en una encrucijada, entonces las voces, y los corazones, elevan una petición de ayuda. El egoísmo cede por un momento. Lo único que vale es encontrar la paz.

Una y otra vez se tiene la oportunidad de reforzar la seguridad y la serenidad en nuestros corazones. Bastante es el tiempo que se tiene para invertirlo en una relación con Dios. Hay vida suficiente para al menos intentarlo, pero sólo en aquellos días grises, de soledad y de arrepentimiento se apresuran los pasos hacia la luz.

Cuando se puede ser parte de la junta directiva, nos conformamos con pedir una entrevista. Cuando tenemos entrada directa a la oficina superior, escogemos dejar un mensaje. Y si podemos caminar en el paraíso, preferimos una postal para apreciar la belleza.

¿Tenemos la capacidad de cambiar nuestro destino? la respuesta es si. ¿Queremos y sabemos hacerlo?...






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