No tuve otra opción que acompañar a mi papá al taller. De haber podido evitar esa salida, hubiera hecho todo lo que estaba a mi alcance, pero a los 15 años no hay mucho margen de maniobra en una casa con una madre y un padre presentes.
No pude realizar mi ritual matutino, escuchar a mi banda favorita: Nirvana.
Por ese tiempo disfrutaba mucho el disco Nevermind, aunque me gustaba mas el Incesticide, que lo lanzaron en 1992. Pero tengo que aceptarlo, mi favorito era In Utero, el último trabajo musical que la banda había lanzado en septiembre de 1993.
Sin embargo ese día era de taller. Pintaba un sábado aburrido, otro día sin pena ni gloria. Vivíamos en Santa Tecla y por primera vez fui a una zona desconocida para mí: la colonia Rábida, en San Salvador.
Primero llegamos a una venta de repuestos que resultó no tener nada de lo que buscaba mi papá. La mañana se tornaba deprimente, porque había que ir a otro establecimiento.
No recuerdo lo que hablé con él, quizás algo sin sentido porque mi mente no lo archivó. Entonces llegamos a un centro de repuestos para autos y lo único interesante fue que, en el estante, estaban las ediciones de los dos principales periódicos del país: La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy.
Mi papá tomó el segundo, y no tuve otra opción que tomar La Prensa Gráfica. En ese momento mi vida era la música, y leer era quizás mi pasatiempo número cuatro.
Leí la parte final, la dedicada a deportes. Luego recuerdo que comencé a leer desde la portada. Entonces mi papá me dijo con cierto asombro: "¡debés ver la noticia que aparece! mirá este periódico, mirá la parte de espectáculos."
Pasé las páginas con calma, esperando algo de mi banda favorita. Al llegar a la hoja indicada, sentí un golpe en el pecho y contuve el aliento. Una sensación de vacío y confusión recorrió mis entrañas, fue el titular más devastador de mi corta vida:
"Líder de Nirvana se suicida"
Comencé a leer y sentía una tristeza, una sensación de perder algo tan preciado. ¡Por Dios, tenía 14 años, la edad en que los héroes lo son todo! La entrega a los ideales juveniles es la vida misma, por eso es de las mejores etapas de la vida. La lectura no paró, sólo por momentos para volver a ver la foto de Kurt.
No recuerdo que pasó con el carro, lo que se me viene a la mente es haber ido a otro taller sobre el bulevar Venezuela. No reparaba en nada de lo que decía o hacía mi padre, sólo ponía verdadera atención cuando se refería a Nirvana. Fuimos a comer algo cerca de la Terminal de Occidente, y me dijo que Nirvana no era una banda mala, de hecho me dijo que le gustaba "Heart-Shaped Box", el primer single de In Utero. Recuerdo que dijo que Guns & Roses no le gustaba mucho, por el "ruido" de algunas de sus canciones, yo pensé: "¿Guns? ¡esos no son nada, papá! Acaba de morir Kurt, por Dios."
Cuando llegamos a casa, a la primera persona que me dirigí fue a mi hermana menor, Natalia, y le dije lo que había pasado. Su asombro fue grande, no olvidaré su rostro, sus ojos. No podía creerlo. No recuerdo que pasó con mi mamá y el resto de la familia, ni tampoco que hablamos por la noche, sólo tengo presente que escuché mis discos mientras veía fotos de Cobain.
Llegó el domingo 10 de abril, y desperté con la sensación de que algo malo había sucedido. Segundos después de tantos pensamientos, reparé en la muerte de Kurt, y me sentí mal.
Lo primero que hice fue escuchar Nevermind. Cerca de la mitad del disco, recuerdo que se me acercó mi papá y dijo con un tono de burla: "ve, está oyendo a su ídolo. Va a llorar por su ídolo." No me sorprendió ni me afectó, no era la primera vez que hacía algo de tan mal gusto.
Cuando sonó la última canción del álbum, "Something in the way", no pude evitar sentir tristeza. El melancólico sonido de la guitarra, la voz de Kurt sonaba en lo profundo de mi ser, y el coro de la canción me petrificó: "something in the way mmmm, something in the way, yeah, mmm"
Una lágrima rodó por mi joven mejilla. La limpié rápidamente. No quería que nadie me viera. Nadie lo hizo. Era domingo 10 de abril, de 1994. En tiempos de información lenta, días después supe que en realidad había muerto el 5 de abril.
19 años después, cuando me preparaba para irme al trabajo, alguien mencionó en la televisión que un día como hoy murió Kurt Cobain. Me quedé inmóvil y los recuerdos llegaron de golpe. Aunque durante tanto tiempo conté la historia a muchas personas, esta es la primera vez que la escribo, y es la primera vez que la vivo intensamente, como aquel fin de semana de abril de 1994, aquellos tiempos inolvidables, preciosos, difíciles, confusos, llenos de música, sentimientos, y recuerdos que vivirán por siempre en mi corazón.
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