domingo, 11 de febrero de 2018

Fernanda Parte XX


Solo durmieron cuatro horas pero fue un descanso reparador. Cuando la ansiedad es expulsada por el sudor de una pasión, el cuerpo lo agradece. César y Fernanda cruzaron miradas. No había amor, pero ese brillo dejaba abierto un camino hacia ese sentimiento. El temor de César le impidía, por el momento, definirse. Fernanda es una prostituta, no cabe, al menos en el círculo social al cual pertenecía, que esta mujer sea un prospecto para enamorarse y formar una familia. Pero el joven dudaba, estaba entre romper con las reglas de su entorno, de su historia, o el de olvidarse de esta extraña atracción que tenía hacia la mujer pequeña, de cuerpo bondadoso, de mirada perturbadoramente sensual. 

El silencio se rompió. Antes de que el hombre abriera la boca, Fernanda lo dijo claramente: "dejo la ciudad por un tiempo". César no supo que decir, pero sus ojos lo delataron. Como siempre, tardó varios segundos para expresarse. "Imagino que será por un par de días ¿verdad?"

"Será un tiempo indefinido. No me siento segura en esta ciudad, es como salir con la sensación que no volverás viva a casa. Hay pueblos cercanos a donde creo que encontraré una oportunidad de hacer algo distinto", la mirada de la prostituta no se apartó de los ojos del joven. Sabía que era el momento de medir cuánto interés podría tener César hacia ella. Era ahora o nunca, además no tenía mucho tiempo.

"Sabes, yo no creo que esté tan seguro de seguir el estilo de vida que tengo. Tarde o temprano dejaré atrás, no solo la dependencia a los negocios familiares, sino también a mi prometida...", en este momento César sintió que debía dar el paso siguiente, plantear la posibilidad de pasar de las citas esporádicas a una relación que al menos le permitiera ver a Fernanda en otros ámbitos. "¿Estás seguro, César? ¿Sabes lo que pueden decir de esta relación... con una prostituta?" los pensamientos volvieron a atacar su mente y se notó en su rostro, no podía evitarlo.

"Al menos si nos vemos no te sentirás tan culpable... y quizás con el tiempo superes esa relación y podrás hacer lo que quieras", por primera vez en mucho tiempo del interior de la mujer brotó un sentimiento de esperanza, muy pequeño pero todo un oasis en medio de tanta destrucción y oscuridad que caracterizaban el corazón de Fernanda. Era complicado imaginar una relación, pero ella sabía que las noches que compartieron habían marcado al joven, ella lo sintió. Y no estaba equivocada.

Decidieron pasar el resto del día en el cuarto del motel. Ambos, sin decirlo, se liberaron de sus propios demonios. Se bañaron, pidieron comida, bebieron, hicieron el amor, durmieron y volvieron a repetir las escenas, con tal pasión que sus cuerpos lo agradecieron mucho.



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Al día siguiente

Mientras César y Fernanda pasaron las horas en el cuarto de motel, el taxista de la red criminal de Bruno realizó tres viajes en la ciudad, descansó un par de horas y volvió a su particular estilo de vida: cigarro en labios, café en mano, los platos con restos de comida grasosa en el asiento del copiloto y siempre, siempre vigilante de su entorno, no solo por su seguridad ante el ataque de los enemigos, su principal labor es tener al tanto cada uno de los movimientos en este sector de la urbe. Quienes llegan a los moteles, personas extrañas, policías en la zona, nuevos vendedores, los delitos en el lugar... todo, absolutamente todo, debía informarlo. La mirada paranoica, las ojeras como si fuera un mapache, su rostro inflado, con bigote y de pocos amigos, no dejaban dudas del grado de misión que tenía. Ahora había un nuevo objetivo: prostitutas. Una en particular: Fernanda.

A mediodía, con su séptimo cigarrillo del día, luego de asimilar una hamburguesa y dos gaseosas, sus ojos se fijaron en el auto que salió del motel que vigilaba. De ese lugar, el 80 por ciento de las mujeres que veía salir eran prostitutas que ya conocía. Esta vez le extrañó que la mujer con su pelo suelto que iba en el asiento del copiloto no la había visto.

Fue una luz en rojo al final de la calle, y la fila de autos que esperaban, lo que le permitió al taxista tener una mejor visión de quienes iban abordo. Al joven de facciones finas no lo había visto en su vida pero la joven que lo acompañaba, conforme pasaban los segundos, creyó conocerla. Los autos comenzaron a circular, el humo de su boca salió fuertemente y cuando volvió a ver la imagen del celular no le quedó duda. "Eres tu...", arrancó el auto y este no respondió. No se esperaba esta falla mecánica y lanzó una maldición al aire. Lo intentó varias veces hasta que funcionó. Pero el carro de César se alejó lo suficiente y quedó a cinco automóviles de distancia. 

Continuó la circulación y los ojos del taxista intentaban desesperadamente de no perderle la pista a ese auto. Mientras tanto César y Fernanda ya habían acordardo que en 48 horas ella saldría de la ciudad, planearon una noche más juntos y a la espera de esa cita ella se quedaría en un motel y ocuparía taxis en caso necesitara movilizarse. Se despidieron, ella se bajó del auto y César se alejó. 

Fernanda caminó lento hacia un restaurante bar y eso le dio tiempo al taxista de identificarla. Quedó impresionado del cuerpo de la joven y esperó a que ingresara para estacionar el auto. Tenía dos opciones: llamar inmediatamente al contacto de Bruno y esperar hasta que alguien llegara por la mujer o ir personalmente por ella. 

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"Hay causas, azares y decisiones que me acercan o me alejan de mi objetivo. Pero nunca detienen mi cometido..."

"Hay ocasiones en que acudo mucho antes de lo pactado..."

La Muerte

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Osvaldo, el nombre del taxista, tenía varias semanas de no tomarse un descanso. Se consideraba un vigía organizado, entregado a la misión criminal de sus superiores. Era de fiar. Y tenía esa necesidad de trascender en el grupo criminal, de pasar de un simple vigilante a una posición mucho mejor. Asesino a sueldo no le molestaba en lo absoluto.
Si quería impresionar al jefe debía probar que tan eficaz era. Lo planeó en segundos: acostarse con la  prostituta, relajarse un rato y luego llevarle, personalmente, el botin al jefe.

Osvaldo tomó la decisión.

Continuará... 




sábado, 28 de octubre de 2017

Amanecer


"¡Despierta pequeño ángel! ¡Abre tus ojos, hijo de la oscuridad!"

Mis ojos se pierden en la oscuridad, en la espesa noche. Otro descanso interrumpido. No sé si eres un sueño o un despertar.
Es en el confuso subconciente, en las sombras de mi mente, que dejas mensajes.
A veces me pregunto si eres real o el resultado de una ilusión, de una pequeña frustración infantil, de un aborto prematuro de ideas.

"¡Despierta, niño y sacude tu inspiración! ¡Vamos, constrúyeme!"

En los días, en medio de las risas y conversaciones, explotan ideas, escenarios de una vida pasada: una calle grande, tres personas caminando, un cielo nublado, un olor a lluvia, una pequeña tristeza. ¿Lo viví o simplemente es una inspiración para escribir?

"¡Obedece, tienes una misión! ¡Materialízame!"

En ocasiones me veo al espejo tratando de descifrar los mensajes que llegan repentinamente. Siento una necesidad de descubrirme o quizás, digo con cierto temor, encontrarte en mí. ¿Quién eres?

"¡Despierta!"

Y lo que temía dejó de impactar. Del miedo a la conciencia. En cada sueño las sombras de mi mente mutaron en una sola, una grande y desafiante sombra. En los últimos meses mucho más presente ¡Ahí ha estado siempre!

"¡Ahora es mi turno!"

Tuve una identidad. Tuve una edad. Aunque me llamen por mi nombre, no soy el mismo. Mi construcción interna murió para darle paso a una metamorfosis suprema. La sombra mutó. Ahora hay una claridad, un objetivo, una meta ineludible. La medianoche de mi ser se acabó y la luz del amanecer es intensa, poderosa... vasta.

Un solo ser, un solo sentimiento que no cederá al circo social, a la mediocridad, a los falsos, débiles y sumisos. Entre ellos por ahora. En las alturas  y sin ellos, el siguiente paso. 



     

El breve espacio del impasse


Bloqueado. Pasan los minutos frente a la pantalla y ninguna idea se transforma en texto.
Quizás sea el momento. Estoy frente a tanta gente que come, platica y parece estar pasándola bien. Me siento extraño en este escenario.

Talvez las últimas semanas han sido un ir y venir de emociones propias de un artista, o quizás los desalientos propios de un frustrado obsesivo que no concuerda con la mayoría. Quizás un genio incomprendido o un mediocre con suerte. Qué crudeza de palabras. En estos momentos no lo sé con claridad.

A lo mejor es una señal. Hay quienes dicen que para llenarse de nuevas emociones, positivas y de gozo, hay que vaciarse, estremecerse y volver a comenzar. Pasan los años y cuando espero llegar a la comodidad de la experiencia, siempre tengo la sensación de estar un escalón abajo del que todos se mueven. ¿No me ha pasado antes? pregunto, aunque sé que no hay respuestas ni internas, mucho menos externas. De la gente ya sé más o menos qué esperar.

Sigo bloqueado, aunque mis dedos comienzan a crear. Hoy no quiero escribir historias, no quiero crear personajes, suficiente conmigo. Si alguien pudiera exprimir mi cerebro y mi alma, encontraría suficiente material para un sinfín de dramas, humor negro, tristezas, asco y hasta amor; aunque, aclaro, este último sentimiento aún me sabe a poco. Quizás dependa de lo que amo, o creo amar. Ahora la gente puede amar cualquier cosa, creo que el sentimiento perdió valor. Quizás es mi impresión o mi particular enseñanza de dar y recibir este sublime acto. No lo sé, a lo mejor son los resultados de estar bloqueado.

¿Y si lo que escribo se malinterpreta? es probable, aunque creo que no es dañino. Depende del texto y el público que te lea, así será la respuesta. ¿Estamos condenados los amantes a escribir a esa realidad? quizás, pero si no tengo contrato de ventas, pues qué importa. A veces abuso con la probabilidad de que me malinterpreten, quizás no genero absolutamente nada en nadie. No lo sé, lo que me queda claro es que sigo cerrado a la inspiración en esta tarde lluviosa.

¿Por qué no eres más positivo? Tantas veces he escuchado eso que hoy, cuando leí a Cala, me pregunté: ¿debo festejar todo lo que me sucede? ¿festejarlo todo? podría ser, aunque me he sentido mucho mejor problematizando las cosas que aceptarlas tal cual. No lo sé. Quizás me criaron distinto, menos aventajado en cuestiones del alma. ¡Pero sí que tengo una enorme! Pronto la pondré a disposición del supremo. Sigo bloqueado.

Recordé cuando una escritora contó que se reía cada vez que un periodista comenzaba la entrevista con la pregunta: ¿en qué te inspiras para escribir? Dice ella que, entre "escritores", es un chiste común cuando conversan sobre encuentros con reporteros. Talvez ella no sabe que, a lo mejor, su historia nada más será para rellenar un espacio y el entrevistador podría estar cansado de la rutina que no le interesa más que salir temprano e ir a abrazar a sus familiares. Es una probabilidad.
¿En qué me inspiro? en todo. Pero si pudiera escribir cada vez que algo se me ocurre, ya habría acabado con miles de archivos. Sigo bloqueado en este momento, sigue llegando la gente, toma asiento, piden el menú. Sonríen mucho.

¿Quizás necesito un descanso? después de todo no he dormido bien, tampoco he comido bien; un momento, si continúo enumerando que no he hecho bien, mi vida completa podría decir que ha transcurrido entre el bien y el mal. Al final nos pasa a todos, solo que unos lo maquillan, otros lo evaden y ahora mismo lo ocupo para inmortalizarlo. Es natural, pero lo aceptado por todos no me inspira. Prefiero lo extraordinario, lo raro, lo contrario, esa es la palabra exacta.

La pantalla con estos párrafos me dice que ya pasaron las horas, que el tiempo se ha estirado demasiado. Si viviera en esos países en donde el tiempo es oro, estos minutos podrían considerarse una pérdida completa, un espacio desperdiciado. Pero qué bueno que no estoy en esa dinámica de valor. He perdido tiempo en actividades de muy baja calidad que esta tarde, en un restaurante, frente a la gente que sigue llenando las mesas, ordenando sus comidas, masticando, hablando y soportando los intolerables gritos de los niños en los juegos, me parece que vale la pena. Solamente estar en el impasse de plasmar ideas o matar segundos en el intento es sumamente interesante.

Siento que supero el bloqueo mental, siento que aparece esa energía creativa que me abunda en ocasiones pero que se pierde en la rutina. Avanzo.

Me pongo los audífonos, selecciono mi música favorita, me olvido del escenario y me dejo llevar, sin medidas.

¿Y si el contenido de este escrito es malinterpretado? Qué me importa.
    

 

sábado, 14 de octubre de 2017

Fernanda Parte XIX



Los primeros rayos del sol fueron penetrantes. Era un día bello con cielo azul y una brisa fresca que animaba a la ciudad a comenzar un nuevo movimiento, a continuar con este camino llamado vida.

Pero la luz no penetraba en el cuarto que alquilaba Fernanda, mucho menos inspiraba al corazón de la pequeña prostituta. Tirada en el desorden de su cama no podía dormir, su mente era un conflicto y estaba presa del miedo. Volvió a pensar en la muerte y en el terror que le causaba perder la vida en medio de un gran sufrimiento.

"Ya no puedo con esta situación. Díos mío. Debo hacer algo...", en ese momento la sorprendieron varios golpes en la puerta. "¿Quién es?", su voz se entrecortó por el temor.

"Soy yo, señorita", era la dueña de la casa y por el tono de voz la anciana parecía preocupada.

Fernanda se arregló el cabello y se preparó para mostrar serenidad. Cuando abrió la puerta la dueña se sorprendió del rostro de la joven y del hedor a humo de cigarro, algo que no soportaba.

"Sigue fumando. Mire estoy preocupada porque en los últimos días, semanas diría, no la he visto y mi esposo cree que es necesario, de vez en cuando, que nos mencione si todo marcha bien. Por cierto ya se retrasó cuatro días con la renta", la viejecita fue sincera pero recalcó lo que más le interesaba: el dinero.

"Claro. Lamento el retraso lo que sucede es que he tenido que arreglar muchos asuntos con mi familia y, la verdad, se me olvidó. Le dejaré el dinero en el mueble de la sala, como siempre", Fernanda contestó con cierta seguridad a tal punto que convenció a la señora quien trataba de ver más allá del pequeño espacio entre la puerta y la joven. "Muy bien, señorita. Espero todo esté bien, con permiso", poco a poco la anciana se alejó y Fernanda esperó a que desapareciera para cerrar la puerta.

La visita de la viejecita le dio un impulso para sobreponerse al miedo. Como si se tratara de una fuerza interna sobrenatural, un presentimiento nunca antes experimentado, rompió con las cadenas mentales que la esclavizaban y ante el inminente peligro de que la dañaran tomó la decisión: escapar, dejar atrás todo lo conocido, su territorio, su ciudad. Todo debía quedar atrás... para siempre.

Las siguientes horas las dedicó a escoger la poca ropa adecuada que tenía, algunos recuerdos como fotos, accesorios y prendas que con el tiempo guardó celosamente, todo lo que consideró de valor lo acomodó en una maleta vieja. Tomó un baño largo pero no pudo zafarse de las interrogantes: ¿seguiré prostituyéndome? ¿a dónde puedo ir? ¿a quién debo buscar? ¿podré salir de esta difícil situación? era un momento complicado. Las lágrimas se mezclaron con el agua que humedecía su rostro, su mirada directa en sus pies y el suelo.

En una hora ya estaba vestida con un pantalón de mezclilla, camisa blanca y unas botas cafés, su cabello y rostro sin arreglar pero se veía limpia. En sus bolsillos tenía el dinero de la renta para dejarlo en la sala de la casa y le quedaba plata suficiente para sobrevivir al menos dos semanas. Fernanda sabía que sería una misión complicada pero era preferible arriesgarse a quedarse en la ciudad y perder la vida.

Esperó a que llegara la noche para retirarse y no cedió a la ansiedad; observó todo por última vez y luego de un suspiro profundo no hizo ruido al salir por la puerta trasera. Caminó rápido y sin ver al rostro a nadie. La oscuridad de la noche, su eterna acompañante, le daba cierta seguridad y eso la calmó.

Parte de su plan era moverse a las afueras de la ciudad, a un pueblo llamado Zamora. Ese lugar es reconocido por su vida nocturna bohemia pero sin el acoso criminal y los índices delincuenciales de la ciudad capital. "Ese podría ser un buen inicio, aunque sea de mesera o limpiando baños puedo comenzar a recolectar un poco de dinero", con esas ideas trataba de darse ánimo para continuar.
Justo cuando esperaba por un taxi que la llevara a la terminal de buses su celular comenzó a vibrar. Era César. Fernanda contuvo la respiración y espero un poco para contestar.

"Necesito verte ahora", César parecía molesto y fue directo al grano. "Quiero verte, en estos momentos voy a donde estés", dijo el joven. Era lo que menos esperaba Fernanda en pleno escape de la ciudad y sintió esa presión en el pecho, durante algunos segundos permaneció en silencio a tal punto que César se desesperó. "Aló, aló, contesta por favor".

La prostituta se decidió. Si alguien podía ayudarla en estos momentos, y no era un hombre a quien temer, ese era César. "Estoy en colonia Maravilla voy a caminar hasta un bar llamado La Taberna, estaré en la esquina."

Diez minutos después Fernanda estaba en el asiento del copiloto y sintió el aroma de César, esa loción de lujo mezclada con el olor corporal del joven le llamaban poderosamente la atención. Él parecía ansioso y eso también le atraía. En general, César era un hombre que le gustaba, sin importar nada.

"Estoy cansado de aparentar. Ya no soporto tener que demostrar que soy exitoso en todos los ámbitos de mi vida. Lo que me sorprende es que ni siquiera me siento exitoso, solamente hago lo que debo hacer y no me queda ningún orgullo o placer... ni siquiera con mi prometida", esa última frase fue la que interesó a Fernanda. "Puedes fallar en muchas cosas pero cuando falla el sexo, todo cambia. ¡Cuántos me buscan debido a esa falla!", la prostituta no explicó sus pensamientos solamente se dedicó a escuchar, por alguna razón sabía que eso le daría muchos beneficios. El silencio acorta el tiempo para determinados resultados  y discutir atrasa todo, eso también lo sabía Fernanda por experiencia.

Cuando César terminó de desahogarse sintió la necesidad de explicar el motivo que lo impulsó a buscar a Fernanda. Guardó silencio unos minutos. De vez en cuando, al revisar el retrovisor, observaba por algunos segundos el perfil de la joven. Ese rostro le gustaba, ese cuerpo le atraía y los recuerdos de la desnudez, del sexo frenético e intenso, y de todo lo que la mujer lo hacía sentir, completaban un poderoso coctel de emociones. "¿Cómo una prostituta llegó a envolverme tanto?" esa interrogante permanecía en su mente.

El auto recorrió varias veces los mismos lugares de una parte de la ciudad, en ningún momento César pensó en estacionarse y hablar tranquilamente. Parecía que esperaba el momento para dirigirse al lugar que deseaba: en una cama con Fernanda.

Si algo había aprendido la prostituta era a guardar las emociones y hacerlas a un lado en determinados momentos. Este era uno de esos lapsos de tiempo. Guardo silencio hasta que fuera necesario; entonces, cuando César tomó una calle a donde estaba ubicado un hotel dijo: "quieres entrar, este lugar no es como los hospedajes a los que estoy acostumbrada", la voz, sus labios, sus ojos, sus expresiones tenían esa atracción natural que la caracterizaban, una atracción difícil de pasar por alto. Junto a esa sensualidad, la prostituta también imprimió sentimiento. Pese a que su alma oscura y dañada por la vida se resistía a ceder, ella lo sabía: sentía algo por César.

El hombre no pudo resistirse y sin hablar dirigió el auto al estacionamiento. 15 minutos después estaban en el cuarto. Eran las 10:35 pm.

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"La noche de emociones comenzó."


"Pero mi tarea no tiene tiempo, ni preferencia. Solamente a los escogidos les llega su momento... mi momento."

La Muerte

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Pasión, sangre, fluidos, amor, odio, venganza, lujuría, éxtasis... muerte. A las 10:35 pm comenzaron a moverse las fuerzas, los impulsos humanos más degradantes y especiales. Todos acompañados de placer sin importar el cometido. Tan crudo como el ser humano mismo.

Mientras César y Fernanda se devoraban en la cama y se envolvían en lujuria y pasión desbordante, la red de contactos y fuentes del grupo criminal de Bruno comenzó a atacar, una a una, a todas aquellas mujeres que habían sido identificadas como "extrañas" en sus territorios.
Estos criminales, que operaban en buena parte de la ciudad, creían que sus enemigos estaban utilizando mujeres, prostitutas específicamente, para infiltrarse y atacar. Bruno no dudaba que detrás de la muerte de Vaquero, estaba una mujer.

En el preciso momento que el sudor de Fernanda y César lubricaba los movimientos bruscos de sus cuerpos, una pareja fue acribillada en un motel del centro de la ciudad. Eran sospechosos para el jefe criminal.

Cuando la pequeña prostituta se retorcía de placer, en una ola de orgasmos múltiples, tres mujeres fueron privadas de libertad en la calle Montserrat del centro capitalino, la sentencia: muerte.

En los segundos que César golpeaba suavemente a Fernanda, esa muestra de pasión y bajos instintos que provocaba un dolor extremadamente placentero en la joven, los golpes que propinaban los secuaces de Bruno en contra de otra pareja, esta vez dos meseros, no cesaban. Los asustados trabajadores aparentemente colaboraban con las bandas criminales enemigas. Bruno sospechaba, pero el objetivo era darles terror para convertirlos en informantes.

Y mientras Fernanda se relajaba con un cigarrillo después de una sesión casi perfecta en la cama, una prostituta que ella conocía, Julia, con la que compartía calles en busca de clientes, fue privada de libertad. La sentencia era la muerte.

El saldo en los dos escenarios contrastaba. En una habitación dos cuerpos estaban expuestos al placer más especial y se relajaban uno a otro; en el otro escenario, en la noche de la ciudad cinco mujeres y hombre asesinados, además de dos lesionados.



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Cuando Bruno ordenó que desaparecieran el cuerpo de Julia, la última prostituta que ubicaron, comenzó a revisar las pertenencias de la mujer. En la amplia cartera encontró maquillaje, perfumes, cigarros, algunas joyas baratas y un celular. Le llamó la atención que el teléfono no tenía un código de seguridad por lo que revisó mensajes e imágenes.

Minutos después encontró unos mensajes enviados a un usuario llamado "Fer". Ahí encontró una foto que llamó su atención. Julia posaba con una joven pequeña, atractiva y de piel canela, la mirada que tenía llamaba mucho la atención. "Te conozco", susurró el criminal.
Se concentró en la imagen y tardó pocos minutos para que sus recuerdos se aclararan, "esta es la mujer que estaba con Vaquero en la casa de seguridad ¡Ella es!", sentenció.

Tomó una imagen con su celular y se la envió a dos de sus hombres de mayor confianza. "Esta es otra que hay que ubicar. No la toquen", era una orden y en minutos el archivo se compartió con el resto de móviles de la particular red de limpieza del grupo criminal. Fernanda estaba ubicada.

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Fernanda abrió sus ojos mucho antes que César.
Ella, despojada de su frialdad, no le quitó la mirada. "Creo que el pueblo de Zamora puede esperar unos días más", pensó mientras apreciaba al mejor cliente de su corta pero intensa carrera como prostituta. Por primera vez en mucho tiempo iba a darse un pequeño espacio en su oscuro y dañado corazón para experimentar algo distinto.

Un espacio, que por las nuevas circunstancias podría hacer la diferencia entre la vida y la muerte para la joven.

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En la esquina del hotel a donde Fernanda pasaba las horas con César, estaba un taxi pirata estacionado. En el interior del vehículo un hombre gordo, ojeras extensas, un bigote poblado y tenía entre sus labios un cigarrillo, así luchaba contra el estrés. Era uno de los tantos contactos del grupo criminal de Bruno.
La atención que el taxista tenía de su alrededor se detuvo por la vibración de su celular. Era la foto de un objetivo más, en el mensaje especificaban a la mujer que debían ubicar. Era Fernanda.

"Linda perra", dijo el hombre mientras el humo salía de su boca y nariz.

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Continuará... 
 
 








sábado, 20 de mayo de 2017

El pecador nocturno. La aceptación.


El hombre entró a su cuarto y se acostó. Atrás quedaron las sensaciones del almuerzo cuando todos creyeron que él había compartido un momento agradable. "Solo me dediqué a observarles, a escudriñarlos, a encontrar en sus detalles más insignificantes alguna pista sobre su realidad."

"¿En qué momento me decepcioné del ser humano? ¿Cuándo dejó de tener valor o emoción el compartir con los demás? No lo sé y sinceramente no tengo el mínimo interés de averiguarlo", el cuarentañero atractivo, con algunas canas en su cabellera negra y esplendorosa, volvía a interrogarse y a contestarse. Ese proceso de adentrarse en sus íntimos pensamientos, en la esencia de su ser, era una de sus actividades más interesantes. Claro, él en el centro de todo era mucho más placentero que darle un lugar al resto de las personas. Estaba cómodo con su realidad.

Cuando su mirada comenzó a concentrarse en el techo del cuarto, volvió a sincerarse. "He sido una persona funcional ante los ojos de los demás, respetuoso según el estándar y acorde a los momentos de la vida. Me han amado intensamente y me han querido dañar como le sucede a todo ser humano. Soy un tipo interesante y digno de atención. Lo digo porque me lo han dicho, lo repito porque lo he notado con los que me he relacionado, lo reafirmo porque así me lo han dado a entender. ¿Me mintieron? no lo creo, en todo caso se mintieron a ellos mismos. En lo profesional soy sumamente formado, con credibilidad entre mis colegas y autoridades. Soy el arquetipo de muchos frustrados."

"Esa es mi imagen exterior. La imagen que tengo para los demás y reafirmada por ellos mismos. Pero en mi interior soy otro. Soy desapegado en la mayoría de los casos, poco interesado en las felicidades del resto de los de mi especie, sumamente contrario a aceptar las debilidades y la maldad evidente de las personas. Me ha costado trabajo comprender hipocresías, la doble moral, la soberbia, el orgullo, el interés encaminado a dañar, la debilidad humana enmascarada en derechos y justicias...", hizo una pausa necesaria.

"Un momento. Tu eres orgulloso a veces y si dices que tienes una personalidad y una imagen en el exterior pero eres distinto en el interior ¿no es esa hipocresía y debilidad humana?", esa sinceridad de interrogarse sus propios sentimientos es parte de su ser. "No he dañado a nadie con esconder mi verdadero ser, nadie ha sido víctima, nunca. Claro que mi ser interior ha permanecido en las sombras, no es correcto sacarlo abrúptamente en este momento de mi vida, no sería inteligente... al menos eso he creído", su respuesta le dio solvencia para continuar. Sus ojos seguían en dirección al techo.

"Ser distinto a los demás no me ha impedido vivir con ellos", hizo otra pausa en su pensamiento.

El ruido de la ciudad lo desconcentró por un momento y los gritos de una nueva pelea entre sus vecinos, una pareja problemática y grosera, lo incomodaron. Unos minutos necesitó para volver a ensimismarse.

"Pero debo reconocer que ha llegado el momento de abrir un espacio a mi verdadero ser, no puede ser que me quede con la imagen exterior. No, eso sería matarme poco a poco. Solamente porque soy opuesto al orden social no debo quemarme por dentro. ¿Debo aniquilar mi esencia, sea esta buena o mala? no. Nunca. Eso sería un suicidio."



La tarde terminaba y con eso llegaba el irremediable cambio.

La división entre él y el resto de personas estaba consumada. Una nueva era comenzaba. No cambiaría mucho su cotidianidad. Seguiría siendo Leonardo Sevilla, el hombre maduro, profesional, atractivo, buen tipo, interesante, respetuoso, amable, cordial, ameno, protocolario, paciente, sumamente paciente con el mundo.

Solo una modificación: comenzar a recolectar lo bueno y lo malo de su alrededor, según lo que dictaba su propia razón. El sería el juez y todos esos detalles los guardará en su corazón para darles, en el momento preciso y justo, una solución.

Pero con la caída del sol también se perdería su imagen social con todas las bondades que incluye.
Con la oscuridad de la noche se despojaría de su máscara.

Su mirada se perdió en el gris del techo. El pecador nocturno entraba a escena.






sábado, 6 de mayo de 2017

Fernanda Parte XVIII


Locura.

La herida fue profunda y la navaja quedó clavada en el cuello. Fue suficiente para detener cualquier arremetida de Saúl, suficiente para un hombre alcoholizado, drogado y con la vulnerabilidad que conlleva los excesos. La sangre no dejó de brotar y eso tuvo un efecto inmediato: la presión aumentó, la necesidad de aire acabó con las fuerzas del sujeto.

Fernanda salió del auto, cerró la puerta, la adrenalina disparada por la venganza consumada no la inmovilizó; al contrario, se quedó observando la escena: los desesperados sonidos de ahogamiento y las manos tratando de detener la muerte crearon un escenario tétrico. Los ojos de "El negro" eran desesperación y terror, nunca esperó un ataque de alguien que parecía indefensa. Sin fuerza, sin ayuda, solo en la noche y en medio de una agonía horrible terminó su vida.



La prostituta, con el corazón a punto de salirse de su pecho por la impresión, caminó rápido y se perdió en las oscuras calles. Diez minutos después se detuvo cerca de un predio baldío y se escondió porque estaba temblando. Con gran esfuerzo logró tener control para encender un cigarro y sentarse.

Era demasiado todo lo que había vivido en las últimas semanas: daño físico, mental, dejarse manipular como un pedazo de carne sin valor con tal de consumar su particular venganza. El odio, el combustible perfecto que la convirtió en una asesina, cedió ante la desesperación. No había remordimiento pero al descargar ese sentimiento quedó con un vacío tremendo. La mujer sintió como si alguien hubiera licuado su interior, ese vacío que hace retorcerte de desesperación. Algo se quebró en su interior: sintió miedo, del más auténtico.

"Van a venir, me van a encontrar y me matarán... voy a morir de la peor forma", su mente no le daba tregua. "Dios mío", salió de su boca como un susurro. "Esto se acabó, Dios mío", su voz se quebró y lloró intensamente, con la desesperación del abandono.

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Al día siguiente la escena del crimen era analizada por las autoridades y en las cercanías los compañeros de Saúl esperaban alguna información sobre el móvil, algún detalle para comenzar a trabajar en la venganza de su amigo.

"Lo atacaron con una navaja, no hay otros signos de violencia y no le robaron nada... es la segunda víctima en las últimas semanas que es atacada en su auto, con un cuchillo y no le han robado ni dinero ni alguna de sus pertenencias", dijo un investigador a uno de los compañeros de "El negro".

"¿La otra víctima fue Vaquero verdad?", replicó inmediatamente Adolfo, un hombre de mediana estutura, fornido de piel blanca, bien parecido y uno de los nuevos integrantes del grupo de Saúl.
"¿Cómo lo supo?", interrogó el policía. "Todos conocían a ese criminal, la noticia impresionó a todos, ese hombre dominaba todo el centro de la capital. En el periódico destacaron que no había sido robo", explicó Adolfo, quien omitió, por obvias razones, que él, Sául y el resto de tipos en la escena eran parte de una de las tantas celulas colaboradoras del grupo de Vaquero.

"Lo que se sabe es que entre la evidencia habían cabellos de mujer y fluidos en el auto. En las últimas noticias aparece ese detalle. ¿Una mujer lo habría asesinado? aún investigan eso", dijo el policía. "Dime ¿tu amigo estuvo acompañado ayer por la noche?"

Adolfo no dudó. "La pequeña prostituta que estaba maltratando en el bar...", pensó.
"No lo sé, al menos sé que salió a beber como siempre", dijo el hombre y se alejó del policía para preguntar al resto de compañeros que estaban en la escena.

"Por cómo lo atacaron ¿no sospechan de alguna prostituta? El negro tenía esa obsesión con las mujeres y nunca salía sin una de ellas. Ayer recuerdo que maltrató a una, como siempre. Pero este policía dice que al Vaquero lo habría matado una mujer, investigan eso. Ambos con debilidad por las prostitutas, atacados en lugares apartados, oscuros, dentro del auto y todos sabemos que ese tipo de estaciones son o para drogarse o para cogerse a una mujer, o ambas. Este podría ser otro método de los enemigos para infiltrarse y matar a los nuestros. Ya van dos... ¿no les parece extraño?", señaló Adolfo.

Todos guardaron silencio. Todos pensaron también en el atentado en donde casi matan a Bruno, el número dos de la banda hasta hace unas semanas. Para ellos no había duda: sus enemigos estaban infiltrándose y atacando por la vía menos esperada. No había necesidad de discutir tanto ante las sospechas de Adolfo, era una hipótesis fuerte. Había que actuar y el primer paso era terminar con los detalles de la muerte de Saúl y no dejar sospechas ante los uniformados que estaban en la escena.

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Una hora después...

 "Lo sabía. Están sobre nosotros y ocupan prostitutas. ¡Malditos!", gritó Bruno en su nueva casa de seguridad. Estaba reunidos con sus hombres y tres integrantes de la banda de Saúl, entre ellos Adolfo.

"Correrá la sangre", sentenció el jefe criminal.

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"Mis caminos no terminan. Mi misión es eterna. Mi presencia le da sentido a todos"

La Muerte




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En el cuarto con poca luz el sonido del encendedor rompió el silencio y el humo del cigarrillo le dio un toque lúgubre a la escena. Esta vez Fernanda no durmió, presentía algo, sentía como el vacío y el miedo la carcomían. Sentía la sombra de la muerte. Tenía que actuar.



Continuará...



sábado, 29 de abril de 2017

Medianoche


Medianoche, la antesala.

De todas las sensaciones que la vida permite, y al menos las que he experimentado hasta la medianoche de mi existencia, me quedo con el espacio en el que todo se aclaró. La forma que se me ocurre para explicarlo es: la sacudida cerebral junto a una reactivación extraña de los sentidos que provoca, como una fuerza desproporcionada que hace pedazos una barrera, encontrar el sentido a cosas, personas, sentimientos, relaciones, incluso a una parte de la existencia.

Pero no es una reacción producto de la casualidad. Hay procesos personales que son necesarios para llegar a esa etapa y lo digo exclusivamente por mi experiencia. No sé cómo ni cuándo le pueda suceder a las personas ese cambio, quizás no les sucede a todos; en todo caso, no le pongo atención a esas posibilidades. Esto es personal, aunque todas las intimidades que he tenido tarde o temprano las he compartido, eso no es un incoveniente ni una molestia. Lo que he vivido está a disposición como un archivo en la web, solamente hay que inscribirse. Y este momento se vuelve hasta una responsabilidad expresarlo.

Sucedió en una de esas etapas límites propias de las personas, cuando las emociones y la realidad se combinan en una crisis. Me parecen más aleccionadoras y productivas las situaciones desafiantes y complicadas que esos momentos de felicidad dictados por la mayoría.
Y esta crisis no fue un error, ni un momento de debilidad, fue el natural curso del tiempo conjugado con todo lo que he recogido en la vida.

"Esto soy, esto pienso, esto tengo, esto puedo dar", pensé. Pero lo más importante: "esto quiero".
Y todo ese resumen pudiera adaptarlo para alinearme a los roles que la sociedad impone, "pudiera, claro que pudiera, pero ¿eso te satisface?" fue la primera sensación.

Y las interrogantes aparecieron para cada una de las realidades que me rodean. ¿Quiero? ¿debo? ¿me conviene? pero conforme aparecían automáticamente se acomodaban a los estándares mentales, naturales, que ya están predispuestos. Para preguntas hay toda una gama de respuestas disponibles por las relaciones humanas, miles de opciones que ya están ahí desde hace cientos de años, medianamente transformadas pero en general bien escritas y señaladas. "Dentro del menú solo me toca escoger la que mejor me convenga", pensé en un momento de calma.

Nuevamente, como para salir del impasse, acepté que no hay verdades absolutas. Acepté los roles que los seres humanos tienen, lo que se espera de cada uno. Volví a revisar el grado de control que nos imponemos, desde el trabajo, el dinero hasta el amor y la búsqueda de la felicidad. Las posibles salidas, los ángulos para analizar lo que nos sucede. En pocas palabras repetí el mismo proceso para superar el momento complicado. La misma historia pero con matices distintos, la búsqueda de una solución, una salida cuando las emociones han vuelto a traicionar. Toda ya está armado.

Entonces se me aclaró todo. "Renuncia", dijo la voz interna. Reconocí que daba a entender que detrás de la renuncia había algo de lo que me había perdido.
Los minutos pasaron y comenzó a construirse una nueva visión, una que no había experimentado. Los rostros de mi vida desparecieron junto a los vínculos mentales y sentimentales que me atan a ellos, al menos en ese pequeño espacio de tiempo.

Revisé cada una de las relaciones que he construido y que me han sido impuestas con tal de convivir. Analicé como otras relaciones se desenvuelven. Todos los protagonistas ocultan cierta parte de su ser, corrompen algo de su alma, tienen mentiras de todos colores y verdades a medias, de esas necesarias con tal de encajar en la obra llamada vida.
¿Hay relaciones que valgan la pena? Claro, pero todas están cimentadas en las bases impuestas, las mismas que trazaron cientos de generaciones en el mundo.

Todo está claro: el ser humano, en esencia, es maligno. Pero esta sentencia no nace por un daño recibido, no es el resultado de una herida, no es el lamento ni la venganza de un golpeado. No.
Un ser limitado con una ansiedad milenaria de trascendencia es capaz de todo: moldear un marco existencial, un orden en donde todo está permitido con tal de lograr desarrollarse.
En ese ir y venir de procesos ha programado el manual para analizar la realidad, para vivir y darle una explicación a la desgracia de unos, la plenitud de otros y, en la mayoría de casos, mantener a la mayoría fuera de foco, desorientados, confundidos. En primer plano ofrece como objetivos la libertad, la superación, el desarrollo, la satisfacción de necesidades y la experiencia de emociones sublimes. Pero entre líneas está la esencia: un sistema casi perfecto para esclavizar y oprimir, con todo lo que eso conlleva.

Señalar perversidades es sencillo, el manual humano nos enseña eso. Poco novedoso es cuando lo detectamos en nuestra naturaleza y medianamente importante cuando lo aceptamos. Esos procesos están dentro de lo esperado. Sobre cambios y trascendencia también hay suficientes apartados analizados durante cientos de años.

"Renuncia. Después de la renuncia está la respuesta. Renunciar no es atractivo en el manual humano impuesto, el mundo te esclaviza al decirte 'no renuncies'. Borra los datos. Fuera del sendero del mundo te despojarás del rol programado, limitado, controlado y previsible", las palabras invitaban a dar solo el primer paso, nada más. El resto hay que descubrirlo.  

Cuando todo el panorama está frente a mis ojos me preparo para una adaptación necesaria, un lugar estratégico para convivir sin demostrar el conocimiento de las artimañas de una vieja sociedad decadente. Con el tiempo y el trabajo el escenario estará listo.

Camino en la medianoche pero con la certeza que, en poco tiempo, llegará el amanecer. Mi amanecer.