sábado, 28 de octubre de 2017
El breve espacio del impasse
Bloqueado. Pasan los minutos frente a la pantalla y ninguna idea se transforma en texto.
Quizás sea el momento. Estoy frente a tanta gente que come, platica y parece estar pasándola bien. Me siento extraño en este escenario.
Talvez las últimas semanas han sido un ir y venir de emociones propias de un artista, o quizás los desalientos propios de un frustrado obsesivo que no concuerda con la mayoría. Quizás un genio incomprendido o un mediocre con suerte. Qué crudeza de palabras. En estos momentos no lo sé con claridad.
A lo mejor es una señal. Hay quienes dicen que para llenarse de nuevas emociones, positivas y de gozo, hay que vaciarse, estremecerse y volver a comenzar. Pasan los años y cuando espero llegar a la comodidad de la experiencia, siempre tengo la sensación de estar un escalón abajo del que todos se mueven. ¿No me ha pasado antes? pregunto, aunque sé que no hay respuestas ni internas, mucho menos externas. De la gente ya sé más o menos qué esperar.
Sigo bloqueado, aunque mis dedos comienzan a crear. Hoy no quiero escribir historias, no quiero crear personajes, suficiente conmigo. Si alguien pudiera exprimir mi cerebro y mi alma, encontraría suficiente material para un sinfín de dramas, humor negro, tristezas, asco y hasta amor; aunque, aclaro, este último sentimiento aún me sabe a poco. Quizás dependa de lo que amo, o creo amar. Ahora la gente puede amar cualquier cosa, creo que el sentimiento perdió valor. Quizás es mi impresión o mi particular enseñanza de dar y recibir este sublime acto. No lo sé, a lo mejor son los resultados de estar bloqueado.
¿Y si lo que escribo se malinterpreta? es probable, aunque creo que no es dañino. Depende del texto y el público que te lea, así será la respuesta. ¿Estamos condenados los amantes a escribir a esa realidad? quizás, pero si no tengo contrato de ventas, pues qué importa. A veces abuso con la probabilidad de que me malinterpreten, quizás no genero absolutamente nada en nadie. No lo sé, lo que me queda claro es que sigo cerrado a la inspiración en esta tarde lluviosa.
¿Por qué no eres más positivo? Tantas veces he escuchado eso que hoy, cuando leí a Cala, me pregunté: ¿debo festejar todo lo que me sucede? ¿festejarlo todo? podría ser, aunque me he sentido mucho mejor problematizando las cosas que aceptarlas tal cual. No lo sé. Quizás me criaron distinto, menos aventajado en cuestiones del alma. ¡Pero sí que tengo una enorme! Pronto la pondré a disposición del supremo. Sigo bloqueado.
Recordé cuando una escritora contó que se reía cada vez que un periodista comenzaba la entrevista con la pregunta: ¿en qué te inspiras para escribir? Dice ella que, entre "escritores", es un chiste común cuando conversan sobre encuentros con reporteros. Talvez ella no sabe que, a lo mejor, su historia nada más será para rellenar un espacio y el entrevistador podría estar cansado de la rutina que no le interesa más que salir temprano e ir a abrazar a sus familiares. Es una probabilidad.
¿En qué me inspiro? en todo. Pero si pudiera escribir cada vez que algo se me ocurre, ya habría acabado con miles de archivos. Sigo bloqueado en este momento, sigue llegando la gente, toma asiento, piden el menú. Sonríen mucho.
¿Quizás necesito un descanso? después de todo no he dormido bien, tampoco he comido bien; un momento, si continúo enumerando que no he hecho bien, mi vida completa podría decir que ha transcurrido entre el bien y el mal. Al final nos pasa a todos, solo que unos lo maquillan, otros lo evaden y ahora mismo lo ocupo para inmortalizarlo. Es natural, pero lo aceptado por todos no me inspira. Prefiero lo extraordinario, lo raro, lo contrario, esa es la palabra exacta.
La pantalla con estos párrafos me dice que ya pasaron las horas, que el tiempo se ha estirado demasiado. Si viviera en esos países en donde el tiempo es oro, estos minutos podrían considerarse una pérdida completa, un espacio desperdiciado. Pero qué bueno que no estoy en esa dinámica de valor. He perdido tiempo en actividades de muy baja calidad que esta tarde, en un restaurante, frente a la gente que sigue llenando las mesas, ordenando sus comidas, masticando, hablando y soportando los intolerables gritos de los niños en los juegos, me parece que vale la pena. Solamente estar en el impasse de plasmar ideas o matar segundos en el intento es sumamente interesante.
Siento que supero el bloqueo mental, siento que aparece esa energía creativa que me abunda en ocasiones pero que se pierde en la rutina. Avanzo.
Me pongo los audífonos, selecciono mi música favorita, me olvido del escenario y me dejo llevar, sin medidas.
¿Y si el contenido de este escrito es malinterpretado? Qué me importa.
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