Medianoche, la antesala.
De todas las sensaciones que la vida permite, y al menos las que he experimentado hasta la medianoche de mi existencia, me quedo con el espacio en el que todo se aclaró. La forma que se me ocurre para explicarlo es: la sacudida cerebral junto a una reactivación extraña de los sentidos que provoca, como una fuerza desproporcionada que hace pedazos una barrera, encontrar el sentido a cosas, personas, sentimientos, relaciones, incluso a una parte de la existencia.
Pero no es una reacción producto de la casualidad. Hay procesos personales que son necesarios para llegar a esa etapa y lo digo exclusivamente por mi experiencia. No sé cómo ni cuándo le pueda suceder a las personas ese cambio, quizás no les sucede a todos; en todo caso, no le pongo atención a esas posibilidades. Esto es personal, aunque todas las intimidades que he tenido tarde o temprano las he compartido, eso no es un incoveniente ni una molestia. Lo que he vivido está a disposición como un archivo en la web, solamente hay que inscribirse. Y este momento se vuelve hasta una responsabilidad expresarlo.
Sucedió en una de esas etapas límites propias de las personas, cuando las emociones y la realidad se combinan en una crisis. Me parecen más aleccionadoras y productivas las situaciones desafiantes y complicadas que esos momentos de felicidad dictados por la mayoría.
Y esta crisis no fue un error, ni un momento de debilidad, fue el natural curso del tiempo conjugado con todo lo que he recogido en la vida.
"Esto soy, esto pienso, esto tengo, esto puedo dar", pensé. Pero lo más importante: "esto quiero".
Y todo ese resumen pudiera adaptarlo para alinearme a los roles que la sociedad impone, "pudiera, claro que pudiera, pero ¿eso te satisface?" fue la primera sensación.
Y las interrogantes aparecieron para cada una de las realidades que me rodean. ¿Quiero? ¿debo? ¿me conviene? pero conforme aparecían automáticamente se acomodaban a los estándares mentales, naturales, que ya están predispuestos. Para preguntas hay toda una gama de respuestas disponibles por las relaciones humanas, miles de opciones que ya están ahí desde hace cientos de años, medianamente transformadas pero en general bien escritas y señaladas. "Dentro del menú solo me toca escoger la que mejor me convenga", pensé en un momento de calma.
Nuevamente, como para salir del impasse, acepté que no hay verdades absolutas. Acepté los roles que los seres humanos tienen, lo que se espera de cada uno. Volví a revisar el grado de control que nos imponemos, desde el trabajo, el dinero hasta el amor y la búsqueda de la felicidad. Las posibles salidas, los ángulos para analizar lo que nos sucede. En pocas palabras repetí el mismo proceso para superar el momento complicado. La misma historia pero con matices distintos, la búsqueda de una solución, una salida cuando las emociones han vuelto a traicionar. Toda ya está armado.
Los minutos pasaron y comenzó a construirse una nueva visión, una que no había experimentado. Los rostros de mi vida desparecieron junto a los vínculos mentales y sentimentales que me atan a ellos, al menos en ese pequeño espacio de tiempo.
Revisé cada una de las relaciones que he construido y que me han sido impuestas con tal de convivir. Analicé como otras relaciones se desenvuelven. Todos los protagonistas ocultan cierta parte de su ser, corrompen algo de su alma, tienen mentiras de todos colores y verdades a medias, de esas necesarias con tal de encajar en la obra llamada vida.
¿Hay relaciones que valgan la pena? Claro, pero todas están cimentadas en las bases impuestas, las mismas que trazaron cientos de generaciones en el mundo.
Todo está claro: el ser humano, en esencia, es maligno. Pero esta sentencia no nace por un daño recibido, no es el resultado de una herida, no es el lamento ni la venganza de un golpeado. No.
Un ser limitado con una ansiedad milenaria de trascendencia es capaz de todo: moldear un marco existencial, un orden en donde todo está permitido con tal de lograr desarrollarse.
En ese ir y venir de procesos ha programado el manual para analizar la realidad, para vivir y darle una explicación a la desgracia de unos, la plenitud de otros y, en la mayoría de casos, mantener a la mayoría fuera de foco, desorientados, confundidos. En primer plano ofrece como objetivos la libertad, la superación, el desarrollo, la satisfacción de necesidades y la experiencia de emociones sublimes. Pero entre líneas está la esencia: un sistema casi perfecto para esclavizar y oprimir, con todo lo que eso conlleva.
Señalar perversidades es sencillo, el manual humano nos enseña eso. Poco novedoso es cuando lo detectamos en nuestra naturaleza y medianamente importante cuando lo aceptamos. Esos procesos están dentro de lo esperado. Sobre cambios y trascendencia también hay suficientes apartados analizados durante cientos de años.
"Renuncia. Después de la renuncia está la respuesta. Renunciar no es atractivo en el manual humano impuesto, el mundo te esclaviza al decirte 'no renuncies'. Borra los datos. Fuera del sendero del mundo te despojarás del rol programado, limitado, controlado y previsible", las palabras invitaban a dar solo el primer paso, nada más. El resto hay que descubrirlo.
Cuando todo el panorama está frente a mis ojos me preparo para una adaptación necesaria, un lugar estratégico para convivir sin demostrar el conocimiento de las artimañas de una vieja sociedad decadente. Con el tiempo y el trabajo el escenario estará listo.
Camino en la medianoche pero con la certeza que, en poco tiempo, llegará el amanecer. Mi amanecer.
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