sábado, 20 de abril de 2019
Deambulante
Hay caminos que transforman. Experimentar otros territorios, por un momento, le dan otro color a la vida, pero un viaje que no mueve cimientos internos, que no deja marcas, solo es un cambio de aires destinado al archivo de la memoria.
Mi camino ha sido distinto: me ha privado de una tierra nombrada y de una identidad cultural.
Aunque lo asimilo como una experiencia enriquecedora, hay claroscuros pintados en mi corazón.
No soy de aquí ni soy de allá, los anhelos de otros senderos se mezclan con una necesidad de pertenencia que nunca se materializa. Me siento como un nómada en una estación más del recorrido, como un habitante del mundo, sin raíces.
Busco en canciones e historias la inspiración para lograr un pacto con mis orígenes, para fundirnos en un abrazo de aceptación, de amor. Pero mi alma, en sus años infantiles no fue entrenada en el sosiego, fue labrada en el contraste, el caos y el movimiento.
No hay fórmulas exactas para afirmarse en una tierra, a veces la magia, el compromiso, el hambre o el amor pueden ayudar. Unos le llaman suerte otros destino. Es un sorteo de la vida para los caminantes, para los eternos visitantes.
Cuando pasan los años y obligan a sentarse en la meseta, el camino le hace guiños a mi alma como viejos amantes. Se activan mis sentimientos no sé si por vacíos o por pasión, por deseos de mejora o por una obstinada obsesión. La pequeña chispa de volar crece, se hace llama e incendia todo a mi alrededor.
Soy del viento no de la tierra. Soy del camino y no las banderas. Soy un eterno deambular, en un desierto de sentimientos.
sábado, 9 de marzo de 2019
Crisol
Como un crisol guardo lo candente.
Mis entrañas son vapor. Mis ideas son pasión.
Soy un coleccionista de temperaturas.
En el fondo, el calor aumenta.
Hierven las emociones.
Una ebullición revoluciona, pero una explosión transforma.
Como locomotora enfurecida avanzo en el sendero.
Sin miedo a quemarme pero encarrilada para no quemar.
El viento no apaga las ilusiones, las aumenta.
En los hornos abrazo lo fundido.
Soy de arcilla y granito.
En medio del fuego, soy testigo de la luz.
Un día el magma se secará.
Y la vida será solo un sueño.
Es natural y mantendré la paz porque en fondo del crisol, mi alma mutará.
La mirada en la oscuridad
"O afinamos este modelo de ser, mi querido Félix, o mejor desistimos", las palabras del viejo hicieron eco en la amplia sala de la casa. "Es imprescindible encontrar una forma de lidiar con el mundo, mi querido amigo. Ya son años de cargar con esta máscara... ¡años!" la desesperación encarnada y la mirada intensa. El hombre era un caos.
Félix solo observaba, con la misma mirada del tiempo. Podía entender lo que las pupilas expresaban. Y en este escenario había decadencia y frustración de un ser humano. Félix es paciente, muy paciente.
"No sé si estoy en lo correcto o desvarío, quizás pierdo la razón y ni siquiera soy consciente de eso", Franco, de 65 años, delgado y barbado, tiene una mente excitada, un volcán violento de ideas y filosofías que no siempre podía controlar; esa dinámica, con el pasar de los años, había marcado su estabilidad mental y emocional.
Muy pocos humanos soportarían tantos años una problematización constante de las cosas, del alrededor, de la gente, de su interior, era una incesante búsqueda, un escudriñar tan intenso que rayaba con la locura. Una inteligencia aguda corre el riesgo de perderse. El hombre volvió a imaginar ese oscuro porvenir mientras acomodaba la almohada a su cabeza.
"Aquellos ideales juveniles, aunque siguen presentes en mi interior, parece que se han perdido en los demás. Nunca me interesó que pensaran igual que yo o que abrazaran las mismas banderas de pensamiento. Ya pasaron los años, la búsqueda ha sido excitante, apasionante y me llenó por un tiempo como ser humano. Pero nunca encontré paz. Nunca", el sonido de la voz aumentaba, la mirada directa a Félix era intensa y preocupada. Pero Félix era casi una estatua, no tenía expresiones. Su mirada fija en Franco, sus ojos eran intensos y provocaban silencio. Por unos minutos todo quedó en silencio en aquella enorme casa ubicada en uno de los barrios de clase media que abundaban en la gran ciudad.
"Puedo luchar por mis ideales hasta el último día de vida, pero la misma mente se impone nuevos límites y me quedo corto en ideales ¡Quiero más. Deseo más!
Y sé que no estaré completo del todo. ¡No me alcanzará la vida, Félix! ¿Te imaginas quedar incompleto?" Franco era un retrato de la impotencia mezclada con odio, sí, odio producto de la inconformidad. Esa llama que pudo quemar todo a su alrededor pero que se guardó por los cánones sociales, ahora estaba casi apagada. El odio mutilaba a Franco.
Félix podía sentir ese sentimiento del viejo. Podía oler la desesperación como un escudriñador de primer nivel. No necesitaba hablar porque era inexpresivo en el caos pero una lengua incansable en la paz.
"Debo reencontrarme en mis caminos. Debo dejar que la pasión fluya. Debo trabajar en mis últimos años de vida para que el mundo conozca de qué estoy hecho, lo que puedo hacer. Debo quitarme la máscara. Y quemar todo", esta última frase fue un grito desesperado en la silenciosa, polvosa y descuidada morada. Era medianoche y el viejo estaba cansado, aturdido, sucio, desconcertado.
Franco perdió familia, amigos y gente cercana por su incapacidad de relacionarse y de comprender al mundo. No era empático, nunca lo fue. Y no era un capricho.
Todo cambió en su tierno corazón hace ya más de 40 años: odiaba al ser humano. Tuvo años jóvenes llenos de gracia y diversión, cariños y abrazos, amores y pasión; sin embargo poco a poco, con cada acción negativa, dolorosa y devastadora que veía a su alrededor una parte de su humanidad se apagaba.
Todos están condenados a convivir con la barbarie humana y reconstruirse, comprender, seguir adelante, unos mejor que otros, pero en todo caso seguir viviendo en sociedad.
Están los asesinos, violadores, ladrones de vidas y otros seres repugnantes que terminan en la cárcel, en un cementerio o que viven en libertad pero guardan algo de humanidad que, bien encaminada, bien trabajada y con una dosis de espiritualidad, podría reformar su camino. Los humanos tienen esa posibilidad. Menos Franco. Menos los condenados como Franco.
"He sido testigo de las peores acciones. He protagonizado daños. El ser humano es la peor creación", el sexagenario volvió a recostarse para tomar aire, su mente y corazón estaban condenados a un sufrimiento propio de la locura.
Franco se consideraba un aborto, un resultado cercenado producto de la mezcla de personas normales y los enfermos y destructores. No era capaz de matar ni de infringir daño físico serio, pero tampoco podía amar. Era pacífico la mayoría del tiempo pero su óptica estaba marcada por el odio. Esas características dañaron a las personas a su alrededor. Poco a poco él se alejó y la gente también.
"Ojalá una enorme bola de fuego cubra la tierra y a todos nosotros. Ojalá ese fuego limpie todo... ¿qué te parece la idea mi amigo?"
La figura no se movió, tampoco su mirada. Estaba sentado con su saco negro, sus zapatillas negras y sus manos elegantes. Su pose era el orgullo de tener todo bajo control.
El anciano tampoco le quitó la mirada, quería una respuesta a tal punto que se levantó y se acercó al rostro de Félix. Ambos se conocieron mucho tiempo atrás, en una de las tantas crisis emocionales y existenciales de Franco. Hay que remontarse décadas atrás a una noche turbulenta física, emocional y sentimentalmente cuando su interior pedía a gritos una guerra contra todo y todos.
En el calor del delirio, en esa búsqueda de enrumbar sus más devastadores sentimientos, su insaciable odio que hería su alma, en ese estado de pasión y de locura desbordante apareció Félix, como un fantasma que no era invitado pero que sabía que podía mostrarse tal cual.
Sus ojos, su sonrisa, su belleza eran admirables, su porte también, pero era la llama en su mirada era la que rompía moldes y tenía un peso enorme en el vacío del alma de Franco. Era una figura que le daba sentido al caos.
Franco y Félix quedaron trabados en una mirada que parecía infinita. Y ahora que el viejo quería una respuesta y la esperaba fervientemente, su amigo era una tumba. A diferencia del ir y venir de emociones que caracterizaban al anciano, Félix tenía una llama que no variaba con los años.
"¡Habla! ¡Habla! ¡Hazlo!", los gritos se escucharon hasta la calle. Como los alaridos no eran extraños en el vecindario, nadie puso atención. Todos sabían que el viejo hablaba solo, que estaba loco.
Y si alguien pasaba por la ventana de esa casa y volvía la mirada al interior, ahí estaba Franco gritando. El viejo gritón y odioso, uno más de los olvidados en el barrio.
Sin embargo los ojos humanos no captan toda la realidad. Nunca han tenido esa capacidad.
Franco no estaba solo. Nunca lo estuvo. Ahí estaba Félix, el encantador, con su traje a la medida, el que no necesita hablar en el caos sentimental de los humanos, porque él es el caos, él es el ladrón.
Tal era la desesperación del viejo que se rompió el implacable silencio. Félix agudizó su mirada como antesala a sus palabras.
"Quémalo todo."
Franco quedó petrificado. No había salida. O actuaba o callaba, pero ambas acciones lo condenaban.
Y Félix lo sabía. Lo supo desde que lo conoció, por eso guardaba silencio, con la sabiduría de un milenario, con la astucia de una figura que traspasa los años y el tiempo.
Franco no tenía respuesta y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Atrapado en la mediocridad, en la falta de sabiduría, en la incapacidad, apagó la luz y se acostó en el sillón de la sala. Su mirada estaba perdida.
A su lado, el encantador sí podía verlo en la oscuridad y solo esperaba a que la otra luz, la interna, se apagara.
domingo, 24 de febrero de 2019
Las voces
Corres por el idealismo para sentir la brisa de la justicia. Y si no ves la meta, no importa, no te interrogas ni abres tu mente. Solo abrazas tu sendero.
Has aprendido a amar, aunque nunca has tenido suerte en el amor. Quizás son las personas. Quizás eres tú. Pero el placer no te ha faltado. Has tratado de convertir la oscuridad en luz para darle sentido al camino. Si de probar se trata, estás en un pasillo con miles de interruptores. Apágalos y enciéndelos hasta que tus dedos se cansen. Quizás encuentres la luz eterna.
Juegas con la locura. En el día de bromas, el mejor discípulo; en otra jornada de sentimientos, vomitas con su sola presencia. Si de jugar se trata, el mundo es un parque de diversiones. La emoción tiene límites y puedes manipularlo todo... por un tiempo. Nada dura para siempre, aunque siempre hay lamentos.
Amas la libertad. Defines a tu ídolo. El encantador libre albedrío para definir a tu amo. Pueden ser ideas, pueden ser personas, no importa porque en el escenario cualquiera parece libre. No importa la máscara ni la terapia, los tiempos, las poses o las disciplinas, las formas o conceptos, en el corazón está la verdad. Y ahí no hay libertad.
Al final el tiempo se encargará de colocarte en otro puesto, en otra historia. Y volverán los mismos intentos: amor, locura, libertad, deseos, ideas, filosofías, besos, odios, lágrimas, obsesiones, pasiones y deseos.
Hasta que la sombra se convierta en realidad. Hasta que el aire se termine.
Entonces las voces te resumirán tu camino, los idealismos se derrumbarán y toda la verdad, como una gigante guillotina, rompera de raíz a la mentira.
Tu risa, discípula de la locura en tiempos cómicos, desaparecerá.
Cuando la verdadera locura aparezca, los sollozos de la historia se materializarán en tus ojos.
Las voces se escuchan a lo lejos. Y no cantan himnos de justicia o amor. Gritan a viva voz para advertir.
Las voces te alcanzarán.
sábado, 23 de febrero de 2019
Hoy fallecí en sueños
Hoy se rompió algo.
Desperté como un día más. Me hundí como nunca.
Ya sabía que llegaría el momento de enfrentar la realidad, el minuto exacto en el que no tendría escapatoria. Lo pensé por mucho tiempo, por eso no hay sorpresas.
Hoy se destruyó un destino. No es gratis abrazar una filosofía, pero el costo es lo de menos.
Hoy perdí. Fue la derrota total de un pensamiento.
Nada es para siempre y tampoco se puede tener todo ¡las malditas particularidades de la vida que la hacen ilógica, detestable!
Somos fuego arrasador, pero nos han colocado en una dimensión en la que somos fósforos sin maleza para crear una hoguera.
Hoy fluyeron los sentimientos. Se pueden retener por un tiempo, pero como la indomable naturaleza, llega el día en que rompen las barreras en mil pedazos. Del caos al silencio.
Hoy se borró el camino.
Los ojos perdieron el filtro. Los sujetos perdieron el color.
Pero no me malinterpreten, eso sería peligroso. Es solo un día largo y tedioso, con la particularidad que llegó a su fin aquel afán, aquella cosquilla sentimental por construir algo único. Esa edad ya pasó, como la luz de un día sin mañana.
Hoy morí, pero no en el terreno y en la carne.
Hoy fallecí en sueños.
martes, 25 de diciembre de 2018
No en esta vida
Hoy salí a caminar. Respiré profundo mientras miraba a mi alrededor. Observé el cielo, los colores, la gente, los pájaros. El paseo matutino fue una decisión provocada por la exposición a mensajes optimistas: "sonríe a la vida", "piensa positivo" y más de esos que abundan en las redes sociales.
Pero el transe optimista tuvo una pausa. A unos metros estaba un anciano sosteniendo una escopeta. Un vigilante. Un cuadro que inspiraba más angustia que seguridad. "No puede sostenerla adecuadamente ¿te imaginas que se le escapara un tiro?", fue inevitable pensarlo, mucho más cuando sus movimientos temblorosos movían de un lado al otro la escopeta y apuntaban hacia mi.
"Muévete". Y así fue.
Volví al proceso de la respiración, a disfrutar del escenario, las calles, todo desde la óptica de encontrarle la belleza a cada segundo. Pero otra pausa fue inevitable: un joven tratando de fumar. Parecía que realizaba un enjuage bucal, pero en lugar de escupir agua era humo. Acné mezclado con timidez. Otro que tomaba un cigarro para aparentar algo que, al menos en este momento, todavía no era: alguien seguro de sí mismo.
"Si supiera que se resta minutos de vida y al mismo tiempo asegura una mejor posición económica a los que parieron ese cigarro ¿te sucedió lo mismo en su momento, verdad?"
"Ignóralo". Y así fue.
Respiré otra vez mientras miraba un árbol frondoso, amplio, exuberante. "La naturaleza, que bella", pero fue un pensamiento que desapareció en dos segundos ya que una mujer llamó mi atención: era de unos 45 años y en ese momento le dio una patada a un perro para alejarlo de su negocio. Una señora con un rostro mezclado de enojo e impaciencia.
Lanzó una mirada destructora hacia un ser inferior.
Luego volvió a ver a quienes pasaban cerca de ella. "Buenos días", los saludos amables, mientras el perro trataba de buscar algo que comer y al mismo tiempo saciaba su sed en un charco de agua gris.
"¡Cómo puede ser tan hija de la gran puta!" para este momento mi mente ya había archivado las respiraciones, el sol y el verde de la naturaleza.
Compré dos panes en una tienda cercana y con malabares, señas y sonidos, llamé la atención del perro. Luego de tragar los panes con rapidez y percatarse que no había más, el animal buscó un nuevo camino en la calle y se alejó.
También me alejé de la tienda de la "hija de la gran puta", suelo llamar a la gente con aquella primera impresión que me dan.
"Nunca comprés ahí". Y así fue.
Cuando mis impulsos me invitaron a concentrarme en mi recorrido matutino, ya no hubo efecto. Estaba ante el clásico trajín de una ciudad a donde cada quien se mueve a partir de sus intereses personales sin importar el bien común: tráfico, basura, gritos, ruido, ultrajes, inseguridad y todo lo que pueda imaginar en la movilidad de una ciudad desordenada con una población que vive apresurada la mayoría del tiempo. Un concierto lamentable.
"Regresa a tu casa". Y así fue.
"Cada quien es un mundo, trata la manera de encontrar la belleza de la naturaleza. Piensa que lo que acabas de ver es solo una parte de este planeta. Piensa que hay otras personas, en otras realidades, que están sufriendo. Piensa en que hay verdaderas tragedias sucediendo en estos momentos: niños muriendo, gente hambrienta, asesinatos en masa, destrucción de vidas, que no se comparan en absoluto a los escenarios que has visto esta mañana. Aprende a reconocer la diferencia."
No sé si lo dije en serio o fue de esas repeticiones automatizadas de la mente. Quizás es un mecanismo interno de autocontrol. No lo sé. Creo que en algún momento nos decimos eso.
"Pero yo quiero que este mundo cambie. Yo quiere que ésto cambie", esas palabras las susurré en respuesta al mecanismo interno de autocontrol.
Hubo un silencio en las siguientes cuadras. Cuando entré a la soledad de la casa, todo estaba en silencio, menos mi interior.
"Estás en un mundo gobernado por humanos. Solo podrás cambiar algunos escenarios particulares que impactarán positiva o negativamente algunas vidas. Nada más", el mecanismo interno estaba en acción. Era sabio en un punto: "el mundo gobernado por humanos".
Entonces mis palabras rompieron el silencio de la casa.
"¡No es en esta vida. No es aquí el lugar de justicia. No es en este orden, en este sistema, que encontrarás paz!"
Fue como una explosión. Lo grité y guardé silencio, hasta que la voz interior apareció una vez más.
"No está en tus manos. Espera la siguiente vida". Y así será.
sábado, 15 de diciembre de 2018
Fernanda Parte XXIV
11:45 am
El sonido del celular sorprendió a César en medio de una pequeña reunión con los colaboradores de un proyecto. Cuando vio el nombre clave del contacto "Fernando" tomó el teléfono y salió de la oficina sin dar explicaciones.
"¿Pero qué ha pasado? ¿A dónde has estado?", susurró el joven para no llamar la atención en su trabajo.
"Es una larga historia... estuve a punto de morir. Quiero verte esta tarde, es urgente para mi", Fernanda aguantó las ganas de llorar para no mostrarse vulnerable. "Quiero que nos veamos en algún lugar, no sé, un bar que conozcas. Hay muchos en la zona de Versalles", seste lugar estaba cerca del centro de la ciudad pero era seguro por la presencia policial.
César no supo qué decir, como siempre le tomó muchos segundos para hablar. "A las 6:00 de la tarde llegaré a Versalles y cuando esté ahí te llamo. Estaré a la hora exacta".
Fernanda quería seguir hablando pero se contuvo. "Gracias. Ahí estaré, debo descansar un poco. Adiós", fue cortante porque temblaba de la debilidad, el temor y la desesperación.
César pidió permiso para ausentarse de la reunión y, como era uno de los principales jefes del proyecto, no hubo inconvenientes. En las siguientes dos horas pensó la mejor estrategia para ausentarse y no llegar a casa. "No creo que Laura se moleste si retomó mi hábito de jugar a las cartas con los amigos que tenemos en común".
"Gerardo, necesito un favor, esta noche le diré a Laura que hay reunión de amigos para jugar. Será en tu casa y por iniciativa tuya, en dado caso llame por supuesto. Necesito arreglar unos asuntos", la confianza con su amigo de infancia le permitió por muchos años la coartada perfecta no solo para verse con mujeres, también para ausentarse a citas con sus padres y familiares.
"Ya me imagino, cabrón, ya me imagino... estaré pendiente. Hazla gritar por favor, jajajaja", así era Gerardo, del grupo de amigos adinerados era el que tenía un poco más de dinero pero menos lenguaje refinado. Hay cuestiones que el dinero no cambia.
César llamó a Laura, le dijo que se quedaría en el trabajo hasta tarde, luego saldría a una reunión con unos colaboradores. "Por cierto, Gerardito convocó a noche de amigos, espero no te moleste", César esperó con cierta ansia la respuesta de su prometida.
"Esas reuniones nunca se acabarán, lo tengo claro desde hace años. Solamente espero que no se excedan. Sabes César, tuve una mañana cansada en el trabajo y pedí la tarde, así que me dormiré temprano. Cuando vuelvas trata la manera de no hacer ruido, ten cuidado cariño", Laura fue sincera en un punto: estaba cansada. Pero no tenía que dar detalles de lo que realmente haría en la noche.
La mujer al momento de la llamada estaba frente a su laptop, chateando. Desde hace varios meses tenía una relación en el ciberespacio. El intercambio de mensajes e incluso de imágenes había aumentado en las últimas semanas y está noche, gracias a las "noches de amigos", habría acción con su amante en la web.
Ambos colgaron el teléfono agradeciendo por tener carta libre para la infidelidad. Así de crudo.
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6:00 pm
"Estoy en el bar La Taberna, en la segunda planta, en la última mesa, está vacío a esta hora así que no tendrás problemas para verme", César miraba desde la ventana.
"Estaré ahí en unos minutos...", mientras Fernanda estaba al teléfono, cada rostro se admiraba al verla caminar. Y esta vez no era por el cuerpo o el atuendo, era el golpe en el pómulo, aunque bajó la inflamación estaba muy morado y el maquillaje no servía de mucho. Tuvo que ver al frente y no cruzar miradas para soportar el difícil momento.
Al entrar a La Taberna sucedió lo mismo. Los meseros y los clientes en la primera planta susurraban mientras miraban el rostro de Fernanda.
"¡Dios mío! ¿qué pasó?", las palabras de introducción de César.
Fernanda lo abrazó fuertemente y no pudo evitar llorar. Todas esas barreras para dejar fluir cariño se rompieron en mil pedazos. Todo el terror y la desesperación de las últimas horas se diluyeron en lágrimas que humedecieron las camisa del joven. El sollozo era lamentable y se mezclaba con la música en la solitaria segunda planta de ese bar. No sería una noche de placer como pensaba César y no había palabras que decir.
El destino tenía preparado otro desenlace para el día. Uno de terror. Y ya estaba en proceso.
"La vi entrar. Sí. Es la misma mujer que dicen, la del golpe en la cara, pequeña, morena. Es la misma, la acabo de ver entrar al bar La Taberna. Fue una coincidencia porque no suelo estacionarme a esperar clientes en este lugar... es ella, solo eso puedo decir, me dijeron que llamara y es todo lo que tengo que hacer", el taxista simplemente quiso quedar bien y evitarse problemas. Y lo había logrado.
35 minutos después se estacionó un auto blanco. Salieron dos sujetos, uno alto, delgado de unos 50 años; el otro de mediana estatura, fornido y con rostro de pocos amigos. Eran del grupo de Bruno, obviamente estaban armados pero no eran sicarios, solo daban golpizas y amenazaban, sin permiso para matar a menos que fuera sumamente necesario. Ambos tenían trabajos formales y familias, eran de los infiltrados bien trabajados y que su misión era pasar desapercibidos hasta que les asignaban una "tarea" acorde a su posición. Esta vez tenían que capturar a la mujer a como diera lugar y llevarla a la casa de seguridad en el centro de la ciudad.
Se sentaron y pidieron unas cervezas, platicaron mientras observaban a su alrededor.
"Aquí no está, pero esperemos un rato", dijo Pepe, el hombre delgado.
"¿Estarán en la segunda planta?", Ramiro siempre analizaba los escenarios. "Nos quedamos acá, terminamos la primera cerveza y luego revisamos arriba", dijo sin esperar respuesta de su compañero.
"¡Mesero! ¿Hay televisores arriba? desde esta mesa no veo bien el partido", aunque era un juego diferido, Ramiro cambió su cara de pocos amigos a la de un tipo llevadero y con buen humor, pensó que era una buena excusa para cambiar de mesa sin levantar sospechas.
"Por supuesto señor, arriba hay más espacio ¿gusta cambiar y pasar su orden a otra mesa?"
"¡Genial, dos cervezas más por favor!", Ramiro señaló la parte de arriba y junto a su compañero caminaron.
Al llegar a la segunda planta, al final del cuarto vieron la espalda de un hombre quien estaba acompañado. Bastaron unos segundos para ver el golpe de la mujer en el rostro. "Es ella", dijo Pepe mientras se sentaron a diez metros de la mesa de César.
Les sirvieron las cervezas, agradecieron al mesero, tomaron varios sorbos, rieron entre ellos y daban la sensación de ser dos tipos amables y llevaderos. Pero era una estrategia que cumplió su objetivo.
Cuando César se levantó para pedir una bebida más para Fernanda, los saludó amablemente y ellos respondieron igual.
"Aquí tienes. Todo saldrá bien, mañana haremos lo necesario para que viajes a ese pueblo, no te preocupes", las palabras de Cesar calmaron por completo a Fernanda y la plática comenzó a cambiar de tema. Cinco minutos después lo que parecía una velada positiva comenzó a cambiar.
Sin que la prostituta sospechara algo vio como Ramiro se acercaba a César. El infiltrado sacó el arma y la colocó en la espalda del joven. "Si te mueves, disparo, así de sencillo. Si haces caso a lo que te digo, te aseguro que vivirás", fue directo y amenazante. Mientras tanto Pepe observaba desde las gradas para avisar si alguien subía.
César quedó inmóvil, sin respuesta, aterrado. Fernanda sintió que era el final y toda la calma se destruyó. La mujer se levantó pero no dio un paso más al ver que el rostro de César se contrajo al sentir que el cañón del arma golpeó su espalda. "Siéntate o lo mato y luego te disparo... vamos a bajar juntos, mi amigo se encargará de ti. Si intentan algo al que mataré primero serás vos, cabrón", la voz áspera, amenazante, intimidaba a cualquiera.
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7:30 pm
Pepe salió primero y tomaba del brazo a Fernanda; a cinco metros Ramiro y César caminaban, el delincuente colocó la mano que sostenía el arma en la parte interna de su chaqueta, siempre apuntando a César en caso el joven decidiera correr a pedir ayuda.
Ramiro se adelantó al auto y metió a César a la fuerza. Pepe estaba a tres metros de llegar cuando Fernanda lo golpeó en los testículos y comenzó a gritar desesperadamante: "¡Auxilio! ¡Auxilio!"
Aunque el hombre delgado se retorció del dolor, nunca dejó de apretar el brazo de la mujer; ambos cayeron al asfalto. Las pocas personas que transitaban en la zona quedaron impactadas, una de ellas tomó su celular y llamó a la Policía.
Pepe se levantó, golpeó a Fernanda fuertemente en la cara y la dejó casi inconciente. La arrastró hasta el auto y la lanzó al asiento del copiloto. El hombre, aún adolorido por el golpe en los testículos, pudo conducir y comenzaron la marcha a la casa de seguridad más cercana, a tan solo diez cuadras del lugar.
Ramiro encañonaba a César a la altura del costado, el joven estaba aterrorizado y no podía responder. Fernanda estaba conmocionada y no tenía la fuerza necesaria para siquiera forcejear. Parecía el final.
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"Para el mundo es un descuido, mala suerte o karma..."
"Pero solo es la parte del destino que me corresponde. Simple."
La Muerte
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A falta de cinco cuadras, dos patrulleros aparecieron desde una esquina a la izquierda del camino. No era un recorrido de rutina, era una cacería. La llamada de la testigo alertó a las unidades. La descripción del auto y de las placas lograron en poco tiempo la reacción policial.
Cuando uno de los patrulleros se acercó para cerrarle el paso al auto, los delincuentes sabían que no había escape. Pepe maniobró hacia la izquierda con tal rapidez que sorprendió al agente. El golpe provocó que perdiera el control y colisionara con un auto estacionado. Fue tan brutal el impacto que su compañero, quien también daba persecusión, desenfundó su arma y disparó hacia el lado izquierdo del automóvil.
Fueron cinco disparos: dos de ellos atravesaron el vidrio de la parte trasera, una bala se alojó en el omóplato de Ramiro, la segunda en su hombro. Un proyectil pasó de largo y atravesó el parabrisas, los otros dos plomos atravesaron la parte trasera del asiento del conductor y se alojaron en la espalda de Pepe. Un pulmón dañado. La sangre brotó, las manos que sostenían el timón perdieron fuerza, el auto a 70 km por hora perdió control y se estrelló de lleno en un pick up estacionado. El golpe fue del lado del conductor, los huesos de las costillas de Pepe se fracturaron al instante y astillaron los pulmones. El sujeto se ahogó en sangre. Fernanda rebotó fuerte en el interior del auto pero no tuvo heridas graves.
El rostro de Ramiro quedó ensangrentado luego del impacto con el asiento trasero del piloto; A César la colisión también lo hizo rebotar, tenía golpes en todo el cuerpo pero nada grave.
"¡Salgan del auto!", el policía avanzó con prudencia y no siguió gritando porque se percató que el conductor estaba muerto sobre el timón. Se acercó un poco más y vio a Fernanda que estaba asustada. "Salga del auto", gritó otra vez el policía.
A los pocos minutos llegaron los refuerzos, detuvieron a Ramiro que estaba inconciente y era el único que estaba armado.
Mientras la escena era custodiada y los periodistas trataban de averiguar más sobre otro caso de violencia en la ciudad, Fernanda y César fueron llevados a la comisaría, ahí fueron interrogados y dieron su versión de los hechos. Ramiro en el hospital se negó a hablar en un primer momento, pero no era experto, no era un criminal entrenado para tomar decisiones acordes a la situación, no era más que un infiltrado básico. Sucumbió al temor, a las amenazas de los policías de una condena ejemplar y al verse acorralado, habló a cambio de ayuda. Y habló de más. La misión que tenían de privar de libertad a cualquier mujer u hombre sospechosos de infiltrarse en el territorio del grupo de Bruno, la orden de atrapar a Fernanda y su acompañante, reveló nombres y direcciones de otros infiltrados, del modo de operar de los criminales. Los policías tomaron nota incluso un investigador estaba presente.
Cuando César y Fernanda estaban a solas, en el pasillo de la comisaría, fue ella la que rompió el silencio: "¿Qué haremos?"
El hombre era un manojo de nervios, temores y paranoia, lo último que quería era que lo descubrieran, que su nombre saliera en las noticias. Tuvo miedo, como siempre, y eso le ganó a la atracción, al cariño y dependencia que comenzaba a sentir por Fernanda. Cuando la vio a los ojos, aunque seguía atrapado por su particular belleza, el temor era más fuerte.
"Solamente quiero salir de esta situación..." le apartó la mirada a la chica. La prostituta sintió un vacío en su corazón. Una decepción más. La única persona en la que confiaba, le daba la espalda. Pudo sentir el temor de César y sabía que era el final. Casi se le salen las lágrimas otra vez. En el largo pasillo y con poca luz se murieron sus esperanzas de una relación medianamente normal.
En los siguientes minutos César explicó a los agentes, frente a Fernanda, que ella era una prostituta y que nada más era una cita. Dijo que no era la primera vez que se encontraban, que no conocía a los sujetos que los privaron de libertad y que lo único que quería era la posibilidad que resguardaran su identidad para evitar problemas con su prometida y con sus familias.
La prostituta quedó devastada. El relato era verdadero, ella era solo una prostituta más, pero eso no le dolió, la tristeza fue la cobardía de César. Eso fue una bomba que destrozó el poco optimismo que había construido alrededor de este joven.
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12:45 am
César y Fernanda fueron puestos en libertad, no había nada que los ligara a los atacantes.
En la calle oscura, afuera de la comisaría, solo estaban los dos.
"¿Por qué no puedes ayudarme?" la voz de Fernanda caló fuerte en el joven.
"¡Estuvieron a punto de matarme! No puedo alejarme de donde pertenezco. Aunque quisiera. Todo lo que nos pasó fue especial y me gustaría seguirte viendo porque me gustas... pero no puedo dejar atrás lo que me ata a mi prometida, a mi familia", sabía que estaba ante la mujer que le daba pasión y sabor a su vida, la que merecía atención. Pero era una prostituta, una mujer de la calle, y eso chocaba con todos los valores que le inculcaron. Si debía escoger con quien acostarse y con quien compartir deseos, esa era Fernanda y no su prometida; sin embargo, estaba atrapado en la indecisión y por primera vez iba a lamentar no dar el paso. No pudo. Simplemente no pudo.
Un auto de la policía se acercó para llevarlo hasta el lugar a donde estaba estacionado su automóvil. César apartó la mirada de Fernanda y se subió al auto. Cuando volvió su rostro para verla, ella ya estaba caminando hacia la dirección contraria. Sabía que era la última vez que la miraría, vio alejarse esa figura de estatura pequeña, curvilínea, una belleza particular, una piel morena con ojos cautivadores. Sintió un vacío en su interior, solamente superado por el histórico miedo y mediocridad que tanto lo caracterizaban.
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1:45 am
"Estos dos agentes están ligados a esa estructura, según el relato del sujeto. Uno de ellos está de licencia y es el único que no ha contestado su celular. Según las palabras del tal Ramiro, este agente custodia una casa de seguridad en el centro de la ciudad. Estamos a tan solo seis minutos de ese lugar. Es ahora o nunca", el análisis del investigador convenció al jefe de la policía de ese sector. En cuestión de 15 minutos agruparon a 25 agentes y llegaron a los alrededores de la casa de seguridad. La excusa del "operativo": recibieron una denuncia de una posible privación de libertad.
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Cuando uno de los vigías salió a recibir a quienes tocaban la puerta, la respuesta lo impactó. "Somos la policía", el hombre trató de alertar la presencia con una llamada de su celular. No se percató que desde el muro lo estaban observando. Otros dos sujetos se asomaron desde adentro para averiguar que pasaba. En el momento en que el hombre sacó su arma, los policías que observaban gritaron "¡suelta el arma!"
Continuará....
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