"Y las obras han sido buenísimas... nadie ha hecho más por el pueblo. Es un genio de la política".
"¿En serio crees eso? Pienso que es un imbécil".
"¡Callate niña!"
--------------------
"No es seguro andar por las calles".
"Por algo lo mataron así, algo hizo".
--------------------
"¿Y vos de cuál equipo sos?"
"Yo soy del Barca hasta la muerte, papá".
--------------------
"Está bien cara la vida, ya no alcanza para nada".
"En el mercado todo aumentó de precio".
-------------------
"¡Comencemos el año con un par de birrias!"
"Démosle..."
--------------------
"¡Qué calor hace!"
"Y decían que estaría fresco".
--------------------
La temática está congelada en el tiempo y en los diálogos solo mutan las voces.
Ya viví este momento. Estaba sentado frente a una taza con café caliente y guardé silencio. Poco a poco los murmullos contaron la misma tragedia, describieron el mismo asombro, explicaron la misma enfermedad, mostraron el mismo fanatismo; pero los sonidos de las cuerdas vocales, con todo tipo de tonos, descargaron emociones y generaron interés como si se tratara de la primera vez.
En algún momento dudé de esta situación; incluso, para calmar esa sensación de confusión, pensé que era un "déjà vu" crónico, que solamente debía descansar la mente, calmar el estrés y comprender las particulares relaciones de la sociedad en la que me ha tocado vivir. Puse punto y final a la situación.
--------------------
"Ay no, niña, qué gran calor".
"Y yo con sombrilla y suéter, dijeron que llovería".
--------------------
"Toda mi familia ahora creemos en estos políticos, ya basta de tanto robo".
"Yo de eso no hablo mejor"
"¡Todos son iguales!"
--------------------
"¿Sos del Real o del Barca?"
"Del Real, toda la vida."
"¿Viste cómo chocaron esos microbuses?"
"¡Qué barbaridad!"
"A veces cuando van rápido llego temprano al trabajo".
--------------------
Con el tiempo descarté el "déjà vu" crónico y busqué otras razones para explicar esta extraña situación. Llegué a creer que todo dependía del lugar y el momento, simples cuestiones del azar; por lo tanto, al ampliar mi grupo social, conocer a otras personas, seguro que encontraría otro tipo de temáticas para platicar.
--------------------
"El problema ahora es por quién votamos. Ya no sé, porque siento que con uno o con otro puedo perder mi empleo".
"Yo siempre he sido de la derecha".
"¿Qué decís?".
"¡Ay no, ya me imagino!".
--------------------
"Pidamos otro seis, igual ya estamos aquí".
"¡Contate aquella historia!"
"¡Qué talega!"
--------------------
"Y si caminás por aquí es peligroso".
"Es que esa gente que mataron, eran malos".
"Pero siempre ha sido peligroso este país".
--------------------
"¡Se inundó la casa de la niña Chita!"
"Viste, todo eso es culpa del gobierno anterior".
"¡Ay no, qué calor!"
--------------------
La ampliación de círculos sociales solamente dejó al descubierto, en cierta medida, la carencia o abundancia de lenguaje y algunos estilos para expresarse, pero no hay cambios en la capacidad de análisis o en la falta de tolerancia. Comencé a creer que era más antisocial de lo que creía, y eso podría generarme alguna desventaja. Entonces pensé en una nueva estrategia: ser balanceado, mostrar tolerancia a las distintas opiniones de los mismos temas y, con el tiempo, no sentiría esa sensación de escuchar lo mismo.
--------------------
"Papá Madrid ha ganado más Champions League".
"Pero Messi es mejor".
"Solo ha ganado una Champions en diez años".
--------------------
"Hoy es jueves de amigos".
"¡Vamos!"
"En ese lugar los baldes son bien caros. Mejor cholas".
--------------------
"Otra masacre".
"Te dije que votáramos por los más democráticos".
"Ay no, siempre es inseguro, no importa quién gane las elecciones".
--------------------
"A la mierda todo, mejor bebamos".
--------------------
"¡Qué gran trabazón!"
"Es que mejor utilizá la autopista a esa hora".
"¡Qué cansado manejar!"
--------------------
"¿Qué calor está haciendo, verdad?"
--------------------
Se redujo mi capacidad de socializar. Por supuesto que las mismas temáticas me permitieron romper muchos silencios incómodos, pero me mal acostumbré a esta situación. Me encasillé, ofrecí demasiado interés a esos temas y en más de alguna ocasión destruí buenos momentos con personas queridas. Qué error.
Pero nunca es tarde. Me puse positivo y simplemente dije: "dejá de darle atención a esa situación. Punto".
El inconveniente tomó otro rumbo.
--------------------
"¿Y usted cree que hace bien el gobierno?"
"¿Es cierto que hay menos seguridad que antes?"
--------------------
"¿Y vos a cuál le vas, al Real Madrid o al Barcelona?"
--------------------
"¿Y usted con chaqueta en pleno sol?"
--------------------
"¿Y para cuándo la boda?"
--------------------
"¿Es cierto que en esa colonia a uno lo pueden matar?"
--------------------
"¿Verdad que los gobiernos no hicieron nada?"
--------------------
Con el pasar de los meses cambiaron mis respuestas: de comunes y sencillas a grandes análisis que terminaban cansando al preguntón. Me molestó la situación, primero lo tomé a broma pero después me preocupó seriamente.
"¡Es lo mismo siempre!" le expliqué a muchas personas y solo una de ellas respondió diferente: "¡Quién te manda a ser tan raro, es tu culpa no comprender a la gente y sus opiniones!"
El debate con esta persona fue digno y gratificante. Por fin una plática sobre los mismos temas pero con capacidad de análisis, con conceptos claros y polémicos, opciones a tomar en cuenta, contraste de ideas, análisis de la historia y los contextos, alegatos sin delimitar tiempos, en fin... un orgasmo intectual.
Terminé aceptanto una realidad del tamaño del mundo: si la mayoría de los diálogos van a girar en las mismas temáticas, entonces soy un antisocial de primera. Pero no me preocupé porque existen soluciones sencillas y prácticas para este padecimiento, por ejemplo: audífonos.
En tiempos de tecnología, datos y navegación en la web, los audífonos te pueden salvar de momentos incómodos. Después de varias pruebas quedé satisfecho con esta solución.
Por fin pude ir a mi restaurante favorito, perderme en cientos de canciones y solo observar los ademanes de quienes me rodeaban. Juro que al separar entre mujeres y hombres, ver sus ojos, sus rostros y calcular su edad, podría adivinar lo que platican. Ellos de política, aquellos del temor a la inseguridad, no falta quien vista una camisa de "los equipos de futbol establecidos" y por el atuendo ya sabría el debate. Y la señora sentada al fondo, con rostro cansado y que utiliza un menú como abanico ¿adivinen de qué se está quejando? ¡Exacto!
A los audífonos sumé el bloqueo en redes sociales de los portavoces de los mismos temas, dichos y bromas de siempre. Sentí paz.
Pasó cierto tiempo de tranquilidad.
Un día cualquiera abordé uno de los tantos buses que recorren la ciudad, miré a mi alrededor, analicé cada rostro y escogí el asiento junto a la ventana. El motorista sintonizaba en la radio un programa de debate, por lo tanto saqué de mi bolsillo a mis aliados y me sumergí en mi música favorita.
Pasaron los minutos y se subió al bus un señor de unos 55 años, tenía cabello con muchas canas, cuerpo redondo, un rosto amable y con ganas de hablar, como pudo se acomodó a la par mía y parecía que iba atento a lo que alguien hablaba; unos momentos después, logré ver de reojo que me miraba y gesticulaba. Pensé que me equivocaba y me concentré en la ventana, pero a los pocos segundos sentí que tocó mi hombro y cuando volví a ver gesticulaba con rostro de asombro. Me quité los audífonos.
"Dicen que el Real Madrid y el Barcelona van pelearse el fichaje del último gran crack, se pondrá buena La Liga... ¿Cuál es tu equipo? no me digás que eres del Real"... su cara era de interés total como si el tema fuera inédito, nunca antes contado.
Solo pude mostrar una pequeña sonrisa con mirada de asombro. Ambas fingidas.
"Otra vez lo mismo..." pensé.