jueves, 27 de enero de 2022

En silencio




Un buen día se acabó la tormenta, se secaron las lágrimas de la locura y el viento regó en los alrededores los restos de la perdición. Terminaron las horas febriles, esas que marcan historia en aquellas almas que se manchan entre la porquería mundana y la insípida dimensión celestial; ahora, el tiempo regala una tregua, un respiro en este baile carnal impuesto al que nadie está invitado, solo te empujan a danzar.

Después del temblor y los sollozos, cuando la polvareda pasa, la luz muestra con nitidez la devastación, los estragos de una temporada destructiva, las heridas abiertas de una bestial batalla. Aquellos alaridos que pedían socorro, ahora son voces sosegadas que cuentan los cadáveres de la mente, las neuronas derretidas después de una erupción de suciedad.

El poco público aledaño espera, con cierto morbo, las buenas nuevas sobre el cese de hostilidades en aquella tierra deprimida que una vez fue floreciente, imponente y exitosa. Solo unos pocos mensajes detallados con lo justo y necesario han visto la luz, para que algunos interesados salgan de dudas y continúen con sus vidas. 

Pero solo esta nación conoce sus muertos y su camino, vive estos días con la certeza de que no hay un destino claro y no hay hilos para confeccionar uno aceptable. Los sobrevivientes de esta dimensión mantienen su hambre natural, que no se sacia con las escrituras y las esperanzas del libro mundano, tampoco con el tratamiento de los mercaderes del psiquismo, esas escorias que se aprovechan de la debilidad humana. Es posible la inanición interna antes que vivir a expensas de sus particulares verdades, que por estos terrenos saben a mentiras.

En estos momentos, con la mente clara, no hay espacio para mentiras y falsos escenarios; ha llegado un momento decisivo: aceptar nuestra verdad y enfrentar las consecuencias de la misma. No hay nada que celebrar en la destrucción y nada de que emocionarse en el mundo. Algunos desenlaces, como la interrupción de los combates, solo conceden atención a otras penumbras. Y aquí hay penumbra perenne.

Seremos fríos y caminaremos en silencio. Nadie debe conocer  las verdaderas intenciones, no hay distinción de públicos: todos son potenciales entrometidos ávidos de información para suplir su necesidad de murmurar. Aún quienes tengan una intención respetable, conocerán muy poco de lo que sucede dentro de estas fronteras. Todos tendrán un tratamiento especial, al margen de la difícil reconstrucción imperial.

De este lado el sufrimiento no se detiene y cuando el acuerdo se rompa, con ardor de venganza seguirá la batalla hasta la autodestrucción o el florecimiento. No hay tonalidades en esta carnicería: o se levanta la poderosa torre de la victoria o se muere en la tierra rojiza. No habrá otra tregua.

Serán tiempos inciertos en secreto, asesinatos de modelos que con el tiempo se olvidarán, nadie conocerá la suerte de los textos de los iluminados, de su versión de la palabra, de sus costumbres terrenales. 

O la consecución de nuestra gloria o una quimera, cualquier destino será un misterio para el mundo. 

Todo sucederá en silencio.

martes, 18 de enero de 2022

Padre en secreto




De sangre somos, de hambre y morbo, de secretos y mentiras que un día ven la luz. La belleza anuncia a su vástago, la familia se retuerce de nervios junto a la risa de los incrédulos, los murmullos de los acosadores se multiplican en la noche. El retoño ya está marcado, sin antes respirar la condena original.

Hay consagrados y vulgares. La estirpe nombra a los sucesores, de linaje y títulos; y los sucios, ellos pululan y se comen mutuamente, son almas bañadas en culpa, sus nacimientos marcados con sangre; arrimada mayoría, son los pobres que endiosan y son ejecutados en el paredón de la moral.

Del mundo común es posible escapar, con paso de gloria y gula de poder. Quienes toman su lugar en el verde paisaje, son libres de andar, de ensuciar, escupir y orinar; pueden matar, porque los esclavos ya pagaron su inmunidad. Pero los comunes y corrientes son amarrados si se revelan, su boca cercenada con la espada de la hipocresía y su alma será acorralada por la infamia del sinsentido. En el lodo se escuchan voces que piden permiso para existir y esperan sentencia.

Una leyenda fue sorprendida: regó su sangre en secreto. Pero el olimpo no traiciona las malicias de sus anfitriones; al contrario, su inmundicia es venerada y su paso en falso es atribuido al talento, es el tropiezo lógico de una mente única. El ídolo es perdonado por el encanto especial que le otorgan los caminantes que no pertenecen a nadie. Para los aduladores, el pecado del mito no es más que el polvo regado de una estrella, de un lucero que sorprendió a la muchedumbre con realismo mágico. 

Mientras tanto, los súbditos luchan entre sí por la osadía de ensuciar al artista, porque a los dioses humanos no se les ataca; pero a los simples, ellos pueden ser torturados lentamente, sin misericordia. Aunque la injusticia brille ante el sol de la verdad, los ciegos levantan estatuas en honor al historiador mágico y defenderán su legado a costa de la paz.

En lo terrenal no hay igualdad.
El común que no anuncia su creación, inhumano sin mérito. Y el mito que esconde su linaje, es un padre en secreto.



martes, 4 de enero de 2022

¡Otra vez lo mismo!

"Y las obras han sido buenísimas... nadie ha hecho más por el pueblo. Es un genio de la política".
"¿En serio crees eso? Pienso que es un imbécil".
"¡Callate niña!"

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"No es seguro andar por las calles".
"Por algo lo mataron así, algo hizo".

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"¿Y vos de cuál equipo sos?"
"Yo soy del Barca hasta la muerte, papá".

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"Está bien cara la vida, ya no alcanza para nada".
"En el mercado todo aumentó de precio".

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"¡Comencemos el año con un par de birrias!"
"Démosle..."

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"¡Qué calor hace!"
"Y decían que estaría fresco".

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La temática está congelada en el tiempo y en los diálogos solo mutan las voces.
Ya viví este momento. Estaba sentado frente a una taza con café caliente y guardé silencio. Poco a poco los murmullos contaron la misma tragedia, describieron el mismo asombro, explicaron la misma enfermedad, mostraron el mismo fanatismo; pero los sonidos de las cuerdas vocales, con todo tipo de tonos, descargaron emociones y generaron interés como si se tratara de la primera vez.

En algún momento dudé de esta situación; incluso, para calmar esa sensación de confusión, pensé que era un "déjà vu" crónico, que solamente debía descansar la mente, calmar el estrés y comprender las particulares relaciones de la sociedad en la que me ha tocado vivir. Puse punto y final a la situación.


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"Ay no, niña, qué gran calor".
"Y yo con sombrilla y suéter, dijeron que llovería".

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"Toda mi familia ahora creemos en estos políticos, ya basta de tanto robo".
"Yo de eso no hablo mejor"
"¡Todos son iguales!"

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"¿Sos del Real o del Barca?"
"Del Real, toda la vida."

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"¿Viste cómo chocaron esos microbuses?"
"¡Qué barbaridad!"
"A veces cuando van rápido llego temprano al trabajo".

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Con el tiempo descarté el "déjà vu" crónico y busqué otras razones para explicar esta extraña situación. Llegué a creer que todo dependía del lugar y el momento, simples cuestiones del azar; por lo tanto, al ampliar mi grupo social, conocer a otras personas, seguro que encontraría otro tipo de temáticas para platicar.


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"El problema ahora es por quién votamos. Ya no sé, porque siento que con uno o con otro puedo perder mi empleo".
"Yo siempre he sido de la derecha".
"¿Qué decís?".
"¡Ay no, ya me imagino!".

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"Pidamos otro seis, igual ya estamos aquí".
"¡Contate aquella historia!"
"¡Qué talega!"

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"Y si caminás por aquí es peligroso".
"Es que esa gente que mataron, eran malos".
"Pero siempre ha sido peligroso este país".

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"¡Se inundó la casa de la niña Chita!"
"Viste, todo eso es culpa del gobierno anterior".
"¡Ay no, qué calor!"

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La ampliación de círculos sociales solamente dejó al descubierto, en cierta medida, la carencia o abundancia de lenguaje y algunos estilos para expresarse, pero no hay cambios en la capacidad de análisis o en la falta de tolerancia. Comencé a creer que era más antisocial de lo que creía, y eso podría generarme alguna desventaja. Entonces pensé en una nueva estrategia: ser balanceado, mostrar tolerancia a las distintas opiniones de los mismos temas y, con el tiempo, no sentiría esa sensación de escuchar lo mismo.

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"Papá Madrid ha ganado más Champions League".
"Pero Messi es mejor".
"Solo ha ganado una Champions en diez años".

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"Hoy es jueves de amigos".
"¡Vamos!"
"En ese lugar los baldes son bien caros. Mejor cholas".
 
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"Otra masacre".
"Te dije que votáramos por los más democráticos".
"Ay no, siempre es inseguro, no importa quién gane las elecciones".

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"A la mierda todo, mejor bebamos".

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"¡Qué gran trabazón!"
"Es que mejor utilizá la autopista a esa hora".
"¡Qué cansado manejar!"

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"¿Qué calor está haciendo, verdad?"

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Se redujo mi capacidad de socializar. Por supuesto que las mismas temáticas me permitieron romper muchos silencios incómodos, pero me mal acostumbré a esta situación. Me encasillé, ofrecí demasiado interés a esos temas y en más de alguna ocasión destruí buenos momentos con personas queridas. Qué error.
Pero nunca es tarde. Me puse positivo y simplemente dije: "dejá de darle atención a esa situación. Punto".

El inconveniente tomó otro rumbo.

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"¿Y usted cree que hace bien el gobierno?"
"¿Es cierto que hay menos seguridad que antes?"

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"¿Y vos a cuál le vas, al Real Madrid o al Barcelona?"

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"¿Y usted con chaqueta en pleno sol?"

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"¿Y para cuándo la boda?"

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"¿Es cierto que en esa colonia a uno lo pueden matar?"

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"¿Verdad que los gobiernos no hicieron nada?"


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Con el pasar de los meses cambiaron mis respuestas: de comunes y sencillas a grandes análisis que terminaban cansando al preguntón. Me molestó la situación, primero lo tomé a broma pero después me preocupó seriamente.

 "¡Es lo mismo siempre!" le expliqué a muchas personas y solo una de ellas respondió diferente: "¡Quién te manda a ser tan raro, es tu culpa no comprender a la gente y sus opiniones!"

El debate con esta persona fue digno y gratificante. Por fin una plática sobre los mismos temas pero con capacidad de análisis, con conceptos claros y polémicos, opciones a tomar en cuenta, contraste de ideas, análisis de la historia y los contextos, alegatos sin delimitar tiempos, en fin... un orgasmo intectual.

Terminé aceptanto una realidad del tamaño del mundo: si la mayoría de los diálogos van a girar en las mismas temáticas, entonces soy un antisocial de primera. Pero no me preocupé porque existen soluciones sencillas y prácticas para este padecimiento, por ejemplo: audífonos.

En tiempos de tecnología, datos y navegación en la web, los audífonos te pueden salvar de momentos incómodos. Después de varias pruebas quedé satisfecho con esta solución.

Por fin pude ir a mi restaurante favorito, perderme en cientos de canciones y solo observar los ademanes de quienes me rodeaban. Juro que al separar entre mujeres y hombres, ver sus ojos, sus rostros y calcular su edad, podría adivinar lo que platican. Ellos de política, aquellos del temor a la inseguridad, no falta quien vista una camisa de "los equipos de futbol establecidos" y por el atuendo ya sabría el debate. Y la señora sentada al fondo, con rostro cansado y que utiliza un menú como abanico ¿adivinen de qué se está quejando? ¡Exacto!

A los audífonos sumé el bloqueo en redes sociales de los portavoces de los mismos temas, dichos y bromas de siempre. Sentí paz.

Pasó cierto tiempo de tranquilidad.

Un día cualquiera abordé uno de los tantos buses que recorren la ciudad, miré a mi alrededor, analicé cada rostro y escogí el asiento junto a la ventana. El motorista sintonizaba en la radio un programa de debate, por lo tanto saqué de mi bolsillo a mis aliados y me sumergí en mi música favorita. 

Pasaron los minutos y se subió al bus un señor de unos 55 años, tenía cabello con muchas canas, cuerpo redondo, un rosto amable y con ganas de hablar, como pudo se acomodó a la par mía y parecía que iba atento a lo que alguien hablaba; unos momentos después, logré ver de reojo que me miraba y gesticulaba. Pensé que me equivocaba y me concentré en la ventana, pero a los pocos segundos sentí que tocó mi hombro y cuando volví a ver gesticulaba con rostro de asombro. Me quité los audífonos.

"Dicen que el Real Madrid y el Barcelona van pelearse el fichaje del último gran crack, se pondrá buena La Liga... ¿Cuál es tu equipo? no me digás que eres del Real"... su cara era de interés total como si el tema fuera inédito, nunca antes contado.

Solo pude mostrar una pequeña sonrisa con mirada de asombro. Ambas fingidas.

"Otra vez lo mismo..." pensé.

 

  

domingo, 2 de enero de 2022

Los soñadores empedernidos





Los soñadores empedernidos han parido plegarias febriles, la tierra se ahoga en suspiros y el cielo colapsa de anhelos. Los fantaseadores patentan rituales en busca de señales; reproducen cabezas obsesivas con imaginación transgresora. 

Y confían. Creen con fuego arrasador. Marchan con fe de merecimiento y ardor de conquista; abrazan afán, admiran violaciones, besan y corrompen, sus alaridos desangran las estaciones y alertan a los ángeles de las consecuencias. 

¡Ay de aquel que perturbe a los soñadores! Sin suerte aquellos que osen curar la embriaguez de los demonios. Más vale que caminen sin mirar el fango de ilusiones. Callen y aparenten apreciar.

No hay cura total al adormecimiento romántico, no hay salvación en la biblia de las fantasías, no hay libertad en la dimensión del ansia. Y cuando sueñes, muere en el intento de huir o vive ebrio del deseo.

No hay destinatarios especiales para los empedernidos. Dios o humano tienen precio; el ego, no.
En tierra de soñadores, inoculación realista. Camina recto antes de sucumbir al delirio, sin abrazar futuros y con la fortaleza de aquel que teje destinos palpables; ellos son los imprescindibles, serán testigos de la agonía de los quijotes entre la delgada línea del espejismo y la imponente realidad.

sábado, 1 de enero de 2022

Las esquinas del tiempo

Lo que una vez fue motivo de orgullo, ahora el moho lo invade; lo que un día nos enamoró, ahora está sucio. Cada esquina de tiempo tiene sus consecuencias naturales, lógicas, y es necesario abrazar los cambios, es vital reducir la carga y dejar que las sábanas, que una vez nos dieron calor, se enreden en otras entrañas.

Que el camino nos encuentre delgados, con arrugas de sabiduría y con una mochila con planes terrenales porque de los celestiales se encarga el maestro. Que la visión no se nuble, no hay que temer a la vereda oscura, que solo se detenga el paso por el abrazo de la muerte y no por las contradicciones de la vida.

Que no sea el afán el motor ni la dirección, que sea la naturaleza y la enseñanza de los errores las que marquen el peregrinaje. No hay espacio para los copilotos de siempre, es preferible una travesía en soledad que con la sangre obsoleta de los ancestros. Es fundamental borrar las huellas propias y divorciarse de los intrusos históricos.

Que el fuego consuma lo innecesario de la memoria, porque de recuerdos solo viven los nostálgicos, los cansados y los domados. Aquellos iluminados, que creen ser luz de las escrituras, es necesario tenerlos a distancia y olvidarlos. 

Las esquinas del tiempo no son ajenas y advierten que nos encontrarán; que el encuentro sea sin sorpresa, que la mirada sea furia y con tenacidad enfrentar la emboscada. Morir en la batalla de cara al sol antes que respirar en la sombra de una paz insípida.

Que el camino nos encuentre libres y sin cobardes.












jueves, 30 de diciembre de 2021

Recuerdos con mostaza




Las mañanas son porciones de recuerdos y sabores que llenan mi corazón en forma de tazón.
Ahí se mezclan ensaladas con miradas, postres sabor pasión y mermelada de nostalgia.
Los momentos invaden mi mente picante y quedo atrapado en una avalancha de galletas sin gluten.

Porque la memoria tiene gusto a proteína y besos, suena a carcajadas y a crujir de cereal.
Faltó entendimiento, pero nunca el plato estuvo vacío. Te recuerdo a golpe de gritos y guacamol.
Siempre fue el estricto modo con la dura dieta, en medio de batallas y café con whisky.

Éramos carne y tonteras de adolescentes, de quesos y deudas, de tenis y latte con leche de soya.
Queríamos hartarnos pero no pudimos y se nos hizo la madrugada entre sábanas y cocoa.
Si hay comida, hay recuerdos y de ambos se puede vivir, no es saludable pero qué importa.

Las tardes saben a pan y discusión, los domingos son de chicles con ansiedad.
Por las noches bebo tristeza con azúcar, ceno huevos con ilusión y tomo mi medicina con razón.
Teníamos manjares y decepción, éramos las tartaletas huntadas con depresión.

En horas de recuerdos parto un melón, me atasco con tus series de Netflix e infusiones de dolor.
No fui el príncipe con sabor dulzón, ni la bestia nocturna que sudaba jugos de emoción.
Cociné cariño a fuego lento y se enfrió el té con aroma a salvación.

Los días traen recuerdos mezclados con comida, de pescado y odio, de sopa con furia. 
Todo se nos fue en tragar y probar el menú de sensaciones. Al final no nos saciamos.  
Ahora, estoy lejos de la cocina y me pido una pizza de sentimientos para reir y soñar.
 

      


 

Los días que más nos definen



Es final de año, temporada de zambullirse en el lago del abuso; es tiempo de resumen, aderezado con ficción para darle un sabor light a la existencia. Nos urge limpiarnos, cerrar una página y comenzar a ensuciar otra, necesitamos detener la autodestrucción para tratar de asimilar la miseria disfrazada de belleza que nos rodea. Han llegado los días que más nos definen.

"¡Tiempo de amar!" gritan los más entumecidos.
"¡Tiempo de dar y recibir!" corea otro grupo de enajenados.
Para construir una religiosidad es necesario contar una de esas historias que nos haga creer en la trascendencia humana. Con el pasar de los siglos, y con la facilidad de provocar que la dopamina explote en cada cabeza, la mayoría se ha creído el cuento de estos últimos días. Es sencillo producir esclavos y, mucho más, desecharlos cuando no funcionan.

El rojo, verde y blanco destacan como símbolos del momento, pero los colores solo adornan la superficie. En las entrañas de esta temporada hay gula, esencia de avorazados, una obsesión de controlar los sentimientos que nos han dicho que son nobles y nos convertimos en repetidoras enfermizas de un mensaje que esconde perversidad: "han llegado los días que más nos definen".

En estos momentos es necesario sumergirse en la estupidez para asombrarse de la magia. Tanta es la necesidad de dominación, que acomodaron las fechas con las de un nacimiento humilde. Y como la palabra nacer genera sensaciones optimistas, entonces damos rienda suelta al cuento ¡qué importa si es verdad o mentira!

Son horas para deglutir todo lo que se pueda, como recolectores de basura. Nos comemos el mundo pintado de rosa y con sabor a turrón. Nos creemos el cuento como niños bobos en cama, que urgen de una historia para dormir. ¡Estamos dormidos y descansamos entre la inmundicia!

"¡Es tiempo de amar!" se escuchan los gritos de los afligidos. Se toman en serio el concepto de estos días, tal es su necesidad de creer como la de aquellos caminantes en el desierto que han visto, a lo lejos, un oasis.

"¡Han llegado los días que más nos definen!" dicen los más necesitados y, debo admitir, que coincido: es un tiempo muy humano, en el cual la mayoría cree en la mentira más barata, en la peor de las ficciones. Perturbador.

Y cuando el atracón acaba, la resaca se ensaña con la humanidad, los regalos pierden la gracia y los sentimientos de la temporada se esfuman, entonces, como el despertar de un adicto, la oscuridad y el vacío se apoderan de los corazones. Comienza otra etapa, en la que nos despojamos de la falsedad para volver a la realidad: es comienzo de año, momento para zambullirse en el lago fétido disfrazado de sociedad.

Unos creen otros no, unos se hacen los tontos y otros un poco. Unos mueren y otros juegan a vivir. Bienvenidos al carrusel del desastre disfrazado de existencialismo.

Ahora, sin temor, todos pueden comenzar a manchar de porquería la página en blanco.