"¡Tiempo de amar!" gritan los más entumecidos.
"¡Tiempo de dar y recibir!" corea otro grupo de enajenados.
Para construir una religiosidad es necesario contar una de esas historias que nos haga creer en la trascendencia humana. Con el pasar de los siglos, y con la facilidad de provocar que la dopamina explote en cada cabeza, la mayoría se ha creído el cuento de estos últimos días. Es sencillo producir esclavos y, mucho más, desecharlos cuando no funcionan.
El rojo, verde y blanco destacan como símbolos del momento, pero los colores solo adornan la superficie. En las entrañas de esta temporada hay gula, esencia de avorazados, una obsesión de controlar los sentimientos que nos han dicho que son nobles y nos convertimos en repetidoras enfermizas de un mensaje que esconde perversidad: "han llegado los días que más nos definen".
En estos momentos es necesario sumergirse en la estupidez para asombrarse de la magia. Tanta es la necesidad de dominación, que acomodaron las fechas con las de un nacimiento humilde. Y como la palabra nacer genera sensaciones optimistas, entonces damos rienda suelta al cuento ¡qué importa si es verdad o mentira!
Son horas para deglutir todo lo que se pueda, como recolectores de basura. Nos comemos el mundo pintado de rosa y con sabor a turrón. Nos creemos el cuento como niños bobos en cama, que urgen de una historia para dormir. ¡Estamos dormidos y descansamos entre la inmundicia!
"¡Es tiempo de amar!" se escuchan los gritos de los afligidos. Se toman en serio el concepto de estos días, tal es su necesidad de creer como la de aquellos caminantes en el desierto que han visto, a lo lejos, un oasis.
"¡Han llegado los días que más nos definen!" dicen los más necesitados y, debo admitir, que coincido: es un tiempo muy humano, en el cual la mayoría cree en la mentira más barata, en la peor de las ficciones. Perturbador.
Y cuando el atracón acaba, la resaca se ensaña con la humanidad, los regalos pierden la gracia y los sentimientos de la temporada se esfuman, entonces, como el despertar de un adicto, la oscuridad y el vacío se apoderan de los corazones. Comienza otra etapa, en la que nos despojamos de la falsedad para volver a la realidad: es comienzo de año, momento para zambullirse en el lago fétido disfrazado de sociedad.
Unos creen otros no, unos se hacen los tontos y otros un poco. Unos mueren y otros juegan a vivir. Bienvenidos al carrusel del desastre disfrazado de existencialismo.
Ahora, sin temor, todos pueden comenzar a manchar de porquería la página en blanco.
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