sábado, 8 de abril de 2023

En tiempos ventajosos



Dichoso que puedo ver el sol desde la ventana, desde la misma a la que llegaban los duendes y los observadores. Por las noches me encapsulo y poco me entero de las lujurias; me parecen lejanos aquellos tiempos de escalofrios, aunque debo estar atento, un buen día puedo aparecer enmedio de la pista y tener que enfrentar a la locura.

Aún pienso con mucha claridad, con la suficiente como para descifrar los caminos y las avenidas, para apartar lo bueno de lo podrido, lo justo de lo insano. Y al mismo tiempo me contengo, porque soy de carne y  la sabiduría es cara en estos tiempos.

A lo lejos escucho los alaridos, la fanfarria, la baratas expresiones, los mismos pecados. No me siento enjaulado, o en el peor de los casos en un caos impuesto. Ahora respiro fuerte, los años espantan mitos, dan calor para el resto del viaje y te apartan de lo común. Nunca nadie puede ver con exactitud el proceder de las almas, pero el tiempo te enseña a olfatear emociones, descifrar intenciones y desechar pasiones. 

Un buen día volverán los calores y las palpitaciones de los cuerpos, todo regresa y solo hace falta entenderlo. La misma fortuna o el mismo excremento, todo vuelve a suceder tarde o temprano; la diferencia, mínima pero importante, es que ahora puedo sentir con antipación si el ritmo proviene de la esperanza o es el paso demoledor de la ignorancia. Hay una leve ventaja cuando se superan dolores y se desechan ciertas emociones. 

Pero todo puede terminar hoy o mañana, porque faltan muchos años y recorrido para ser inmortales, aún somos carne frágil y lamento un poco haber visto la luz en esta época, en la que todavía se necesitan dolores para reproducir vida. Sin embargo, mi mente no se turba, son superables estos deseos y pensamientos, solo me los permito de vez en cuando para darle un tono distinto a esta realidad por la que ando desnudo, libre y con menos carga de la habitual. Ya era hora después de tanto caminar.

Dichoso que todavía tengo sangre de batalla y alma progenitora de cuentos, que sería sin mis historias y mis anhelos, lo más seguro es que sería una pequeña mancha, un error impuesto. Dichoso que puedo ver la diferencia y sentir, por ahora, un viento a favor. Ya vendrán las tempestades, pero temeré menos que antes cuando esté enmedio de la destrucción, así es esta dimensión en la cual, tarde o temprano, todo vuelve a suceder. Todo se repite y ahora lo sé.

  

sábado, 1 de abril de 2023

La historia de la cocina

Hoy salí a caminar y me acordé de vos, otra vez. No fue la simple aparición de tu rostro en los miles de escenarios que abarrotan mi mente, tampoco llegaste por la inspiración de la música, sabes que soy un esclavo de ciertas melodías y construir ideas al compás de mis bandas es algo casi normal, como respirar. No, no llegaste por casualidad.

Siempre diseño historias, casi sin querer, y esta vez soñé una que debí forzar, una que pudo ser realmente bella.

Te imaginé en la cocina, con tu estilo particular, con tu rostro y tus facciones tan características, las que me gustaba apreciar en secreto. Ahí estabas y yo tenía en mis manos un bolsón con todo listo para irme a escribir a una cafetería. Pero me detenía tu rostro, estabas tan concentrada en la rutina que no te percataste de mi miraba; cuando te enterabas de que mis ojos estaban en ti, y se cruzaban nuestras miradas, reías, reíamos y siempre preguntabas sobre la causa de mis miradas. 

La tarde era bella y tu rostro mucho más. Quería hacerme invisible para seguir apreciándote. 

Pensé en destruir el plan de escribir, olvidarme de la maleta y unirme contigo en la cocina a donde los aromas de tus recetas le daban otro color a la casa. Pero dudé. La historia en mi cabeza se quedaba hasta este punto.

Luego de la caminata, me apresuré a entrar a mi cuarto y solo pensaba cómo debió terminar la escena. ¿Qué debí haber hecho? Fue difícil porque entre lo ideal y la realidad hay abismos, unas personas pueden entrar y salir de ellos, otras pueden llenarlos para construir caminos y hay quienes caen en el abismo y la vida solo les alcanza para tratar de salir de ahí. 

Debí quedarme, eso pensé sobre la historia de la cocina. Debí hacer a un lado lo planeado, olvidarme de los procesos, hacer una pausa en la inspiración para escribir o destruirla si era necesario. Debí entrar a la cocina y hacerte saber lo mucho que me gustabas, lo importante que era para mi vida ese rostro y todo lo que le daba vida. "Esta vez me voy a quedar, ¿sabes por qué?" y dejarte un minuto con la duda, sonreir al escuchar tus constantes preguntas... "Porque te quiero mucho". Imaginé cómo se dibujaba la sonrisa en tu rostro, cerraste los ojos y con tu tono de voz, mezclado con cariño, mencionaste el apodo que te inventaste para mí.

Esa tarde era para quedarme y que nos diera la noche sin ningún apuro, sin ningún plan.

Habría sido una historia perfecta la nuestra. 

Luego de darle forma al relato me acosté y no dejé de pensar cómo llegaste a mi mente; pero, como siempre me sucede, no puedo diseñar una crónica sin interrogarme, sin dilucidar por qué no la hice realidad.

Y simplemente no pude, no tenía las condiciones, el paso de los años genera pesos y sombras que uno termina arrastrando en el camino, sin darse cuenta de la situación. Por un lado estaba una persona con los caminos establecidos para generar historias y por el otro, un ser que solo trataba de salir de un abismo, que también es una historia pero muy diferente. Éramos dos corredores para distintos senderos.

Ahora pienso lo sencillo que pudo ser; claro, el tiempo siempre regala sabiduría, pero no hay vuelta atrás. Las historias tienen su lado amargo, y la imposibilidad de volver a la cocina es un ejemplo.

La tarde terminó y quedé en silencio. Cierro los ojos solo para recordar los momentos en secreto, los que realmente fueron especiales. 

Las historias continúan...



 

  

sábado, 28 de enero de 2023

Dos minutos



Tomé la taza de café para perderme en varios sorbos. Una tras otro con lentitud. Y así sucedió: me perdí en mis adentros.

"Si pudiera opinar algo preferiría callar, es mucho más barato el silencio en un mundo cada vez más sensible y dramático. Cuando estás cerca de la cima de la montaña, las voces pierden fuerza. Nada me sorprende de los falsos líderes de masas, son solo cobradores de deseos como todos los que habitamos en este valle. Si con dificultad creo en algunos de mis pensamientos y soy estricto con mis argumentos, ¿como podría darle valor a lo que sale de la muchedumbre?"

"Las voces son más sospechosas conforme avanzan las edades, por eso los silencios se vuelven valiosos. Observar es un arte para pocos y para viejos".

"En los años dormidos es normal la debilidad y la fe ciega, es parte de la evolución. El peor daño es permanecer idiota en el tiempo, paralizado por la costumbre, el apego o la incomodidad que causa pasar por alto nuestra humanidad y aceptarnos como lo que somos: pasajeros de una vida prestada".

"Solo si el mundo explotara en mil pedazos, entonces opinaría; me gustaría un asiento en la última fila, así me asombraré de como todo se quema poco a poco; cerraría los ojos y me concentrara en los gritos y la esquizofrenia colectiva clamando por un último aliento, una última oportunidad para cerrar deudas con sus pasados. También sería conciente de la cercanía del fuego y sentiría mi carne derritiéndose con lentitud. Seguramente será un dolor indescriptible, pero me dolería más perderme la caída y el llanto de los escogidos".

"Estos pensamientos podrían ser el resultado de una noche de delirio, de la acumulación de costra en el alma o simplemente una queja sin sentido. Estos pensamientos podrían tener un origen o simplemente es la reproducción del eterno fluir de las neuronas. No hay orden, no hay reglas, no hay formas que expliquen la esencia de estas expresiones propias de mi ser". 

Entonces terminé mi café y volví la mirada a todos en la reunión. La escena, entre los sorbos y colocar la taza de café en la mesa un par de veces, junto a mis ojos interesantes y mi sonrisa aceptable duró solo dos minutos, pero yo no estuve ahí en ese periodo de tiempo. De golpe volví a la sala de reuniones, aún siento el aroma de la fragancia que coloco cada mañana en mi cuerpo, aún tengo la sensación de que valgo la pena, pero no sé si todo lo que pensé realmente lo pensé, o quizás lo que construye mi mente es el resultado de una serie de eventos extraños de los que no tengo ni la mas mínima idea de sus significados.Y la verdad, después de saborear el café, no me importa.

"Yo opino que podemos hacer subir nuestras ventas..." dije en la reunión, la cual continuó como la existencia misma, con su habitual marcha en el tiempo.

En dos minutos se puede acabar la vida o pensar lo suficiente para cambiarla. Me quedo con la segunda parte.
  





martes, 22 de noviembre de 2022

Hace ratos que no estoy aquí

No recuerdo el día que me divorcié de los teclados y las pantallas. Sigo en las redes por la inercia contemporánea; pero, en esencia, hace ratos murió esa extensión de mi ser.

Ignoro los procesos que me llevaron a simplemente dormir. Yo, el acérrimo enemigo del sueño, un buen día me acosté para, realmente, no volver. Es en el mundo de los sueños a donde todavía batallo para vivir las experiencias que en carne me son prohibidas. Y un día espero perfeccionar la técnica de tomar todo el éxtasis que sea posible en la dimensión del inconsciente. 

Fue en un lapso de tiempo relativamente corto en el que descubrí que todo era una burbuja de percepciones; las pasiones a las que me entregué, los hábitos que cultivé, las emociones que adopté, todo eran ilusiones finamente diseñadas. Sospechaba que mi entrega tenía un trasfondo de necesidad y vacío más que de conciencia y satisfacción, pero me hacía el tonto. 

Un buen día las palabras de mis ídolos perdieron razón y todo lo que amé por convicción, simplemente se me fue como agua por las manos. Sabía que la vida es de cambios, pero no imaginé que fuera tan profundo. Aún así, me siento premiado, me siento aliviado de salir de la jaula rústica y común para caminar en una al aire libre, porque esto de las jaulas no tiene límites.

Hace ratos que ya no estoy aquí, ni allá, ni en algún lugar en especial. Me pueden ver y tocar, pero en esencia es solo una ilusión, una respuesta cerebral ante lo que está frente a sus ojos; por lo demás, quien fui ya no está y quien creo ser, no tiene forma. Ya no hay certezas, todo es un eterno fluir, como siempre ha sido y muchos aún no se han percatado.

Hace ratos que no estoy aquí y a las 3:00 de la mañana, de un martes cualquiera, solo se me ocurrió escribir, fue un impulso, un movimiento involuntario, un pensamiento intruso; quizás, porque ahora me atrevo a dudar más que nunca, es la necesidad de dejar una evidencia que permita en el futuro seguir la huella, concatenar hechos, para entender realmente que pasó en estos tiempos.



 



sábado, 30 de julio de 2022

Somos...


Dos obesos se comen a besos y la multitud vomita. "Demasiado grasoso", murmuran. 
Y cuando los anoréxicos hacen el amor hasta cansarse, nadie se excita. "Muy bajo en calorías", se escucha.
Si los cuerpos son básicos, entonces los conservadores observan en silencio para medir lo "básico". 
Solo los cuerpos perfectos, en una delirante escena, hacen explotar las emociones del público. Gemidos aquí, suspiros excitantes por allá. En el silencio, los más arriesgados se comparten con morbosidad. Somos extraños.

Dos hambrientos reciben un plato del rico generoso. ¡Qué grandeza!
Los enfermos terminales reciben flores y oraciones. Y luego de la vida, solo en noviembre.
Todo la consideración hasta el final del camino, si se tiene suerte. Mientras los años saludables vuelan, cada uno que vele por sus necesidades. Y quienes no tienen nada, que le pidan a Dios.  
Cuando el poder tiene la oportunidad de reducir necesidades, cuando tiene al alcance de su mano la oportunidad de suprimir injusticias, entonces calla y deja fluir con sangre fría. Somos raros.

Dos adictos se sientan en la mesa de la perdición, en recintos ruidosos y placenteros; mientras tengan su debilidad en el vaso, todo tiene sentido. Con veneno se pueden disimular vacíos. Y quienes se benefician de esta novela trágica, gritan: "Somos libres"; entonces, el público ovaciona. "El que quiera que se muera", exclaman algunos. Somos estrambóticos. 

"Somos más los buenos", también escupe la boca del libidinoso, de esa grotesca figura con falo sensible, mientras en su casa la esposa descansa a la fuerza. ¡Hipócrita!
Mientras la lucha de las mujeres se trata de debatir con justicia en todos los frentes, dos novias violan y asesinan al hijo de una de ellas. La guerra de los sexos no tendrá tregua hasta que uno de los dos sea eliminado. Somos egoistas. 

Dos monjas pierden su virginidad y los señalamientos se elevan hasta el cielo; mientras, el sacerdote comparte su cama con un adolescente tembloroso que se debate entre creer en Dios o dejarlo todo y huir lo más lejos posible. Al final se traga sus sentimientos y algo más. Somos cristianos.


"¡Somos más los buenos!" gritan los cortos de razón y de corazón, mientras vemos pasar la película absurda de esta vida.

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Poco tiempo ha pasado del tsunami de emociones. No hay público, no hay edecanes, no hay amores o enemigos, solo la noche y yo. Enciendo un cigarrillo como si quisiera encender una alma; fumo a bocanadas mi vida y mis ganas, con la sensación de querer vaciar para volver a llenar. Y entre cenizas y la musiquita en mi cabeza, recuerdo los rostros y las voces de los estúpidos, repitiendo con rostro de hipocrecía: "¡Somos más los buenos!"

"¡Somos más los buenos!"

Dos segundos después apago la luz. Apago todo... hasta mi respiración. 

"No... no es cierto. Pero es cómodo creerlo. Es cómodo creernos mentiras". 



 



Las redes de la porquería




Antes eran pocos los "virtuosos" del mundo. Sus creaciones, su arte, intelecto o hazañas militares, cualquier acción alejada del vulgo, eran suficientes para recibir el galardón de dioses terrenales. 

Ahora, en tiempos expuestos, las multitudes muestran su naturaleza: asquerosa, por supuesto. Y no es lamentable, en todo caso es una evidencia más de la maligna esencia humana.

Antes el afán era descifrar la verdad de las cosas; pero con el tiempo, por la imposible tarea, las generaciones adornaron su incompetencia, maquillaron su fracaso y abrazaron la relatividad de las cosas para esconder sus vacíos, sus carencias, su natural desastre. Todo es relativo.

Si antes la verdad estaba alejada de los esfuerzos humanos, ahora quedó sepultada en la porquería de las multitudes. Las avalanchas de opiniones esconden certezas y transforman percepciones. La verdad murió; ahora, la clave es decidir qué debe creer la mayoría de los humanos. Porque, por más años y evolución que tengamos, la única necesidad inamovible es la de creer, la búsqueda y establecimiento de rituales y protocolos para creer o hacer creer.

Un escritor dijo que las redes sociales le dieron voz a los idiotas, pensé que era un defensor más de la mezquindad, un aspirante a elitista y un excluyente; con el tiempo, tuve que reflexionar con más frialdad: el mundo es peor cuando te das cuenta que la mayoría padece de una crónica estupidez e ignorancia, una condena que cargan por siglos, un virus inyectado por unos pocos que creyeron posible dominar a las multitudes... y lo lograron con gran éxito. Ahora se piensa poco y se siente mucho, como nunca antes había sucedido. Antes se escondían las porquerías, ahora se exhiben como si se tratara de obras de arte.

Al final, creo que estuvo bien hacerle creer al mundo que con una supuesta inclusión digital el ser humano avanzaría como especie. Qué bueno es darse cuenta que muy pocos saben lucrarse de la vida de las multitudes, independientemente del lado al que pertenezcas, no importa si eres lucrador o de la multitud; el punto es tener la certeza de este juego, aclarar de qué está hecha nuestra dimensión más allá de las percepciones. 

Y hay una certeza: ambos lados son decadentes, no importan las diferencias o los beneficios, ambos espacios están formados por la misma carne e ideas, por la misma sangre y maldad, son la misma humanidad pero unos con abrigo y otros desnudos, diferente imagen, la misma porquería. No hay nada especial en esta dimensión. 

Es agradable, aunque sea por ciertos momentos de la existencia, tener la razón.


 

  


 

 

sábado, 9 de julio de 2022

Hasta el punto de extraviarnos





La llovizna fue el mejor despertador, los pájaros tomaron mi ventana para cubrirse; ambos regalos naturales, con sus sonidos ordenaron una melodía perfecta y endulzaron mi alma. Abandonar la cama siempre ha sido una batalla, mucho más en una madrugada inspiradora; con los años, las responsabilidades se vuelven cadenas. 

Está la opción de reinvertarse cada mañana y llenarse la cabeza de pensamientos positivos, pero ese menú es tan viejo como el tiempo. Puedes luchar y comer ángeles o atragantarte de mujeres u hombres, pero sospecho que cualquier opción, sin duda, indigesta el alma. También está la rendición, la decisión de empeñarle tu vida al cura del pueblo o a la pareja que este mundo parió para que te acompañe. Puedes morirte de a poco o simplemente ver el mundo pasar sin sobresaltos, quizás ambos escenarios son parte de la vida y no nos enteramos. No lo sabremos hasta que una crisis llame a todas las puertas.

Pienso que ya tengo una parte de lo que pedí, que en los días de afán he logrado dar pasos para cambiar de aires; pero al final, en la noche, todo se guarda al fondo del armario sentimental. Todo es relativo.

Por eso cuando camino en medio de la calle y veo el cielo, ese enorme desorden sombrío y sin sol, solo espero que todo pase lentamente para apreciar esa belleza. Tal es mi devoción a este escenario, tal mi dependencia, que sueño como un día nublado me secuestra en el camino.

"¿Estás ahí? ¿Estás ahí?" 

La voz: "Sí..."

"Entonces, ¿crees que ha llegado el momento?"

"Depende de como lo veas".

Puedo hacer caso omiso y seguir la rutina... pero dudo de esa seguridad de papel; creo, con toda mi fuerza, que ha llegado el momento de pedir un bus sin gente y un destino muy lejano. Quiero unos audífonos y las viejas gafas. Quiero toda mi música y que el dueño de la voz conduzca sin rumbo, lejos, muy lejos. Que conduzca hasta el otro lado del tiempo, a donde la oscuridad nos separe y nos extravíe a tal punto que nunca volvamos a vernos. 

Y si tenemos la oportunidad de encontrarnos, nos hagamos los locos como aquellos que se cruzan la calle para no verse y saludarse. 

"Déjame en el valle del silencio, a donde no hay nada más que viento y frío... ¿Es mucho pedir?"

"No".

"Lo sabía... ahora conduce".