martes, 25 de junio de 2013

El frasco de moscas


Fue el mejor presente de navidad que me regalé. Eran los últimos días de 1995. Siempre fue importante comprarme algo, era un adolescente, no captaba la estrategia de mercado que siempre impregna esa época. Aún así, si volviera al pasado, lo repetiría.

Ahorré lo suficiente y cada cierto tiempo me daba una vuelta por el estante de CD`s, solamente para cerciorarme que seguía ahí, esperando por mi.

Ya tenía un disco de Alice in Chains, pero no podía dejar pasar el último lanzamiento: "Jar of flies". Todo de ese trabajo musical me ha impactado.

La portada, por ejemplo.



Es un arte que sigo apreciando. Se dice que el guitarrista de la banda, Jerry Cantrell, realizó un experimento escolar con un frasco de moscas. En uno estaban sobrealimentadas y hubo vida por un tiempo, pero murieron por sobrepoblación. En el otro frasco, con poco alimento, la mayoria de estos insectos vivió por más de un año.

El color, la mitad del rostro del chico, el frasco, la mesa, los dedos. Todo en su perfecto puesto.

De una mosca tengo tres impresiones:

1. Cuando mi mamá las mataba con desesperación.




 2. La película "The fly" (1986). Es de mis favoritas y la transformación del personaje de Jeff Goldblum en una inmensa mosca... simplemente impactó mi mente infantil.



3. Y el concepto de Alice Chains para su disco.


Más allá de la apariencia, algo me invitaba a creer que el disco sería especial.

Cuando me lo compré, le dediqué mucho tiempo. Contiene siete temas y me imaginé que serían pesados, con ese sonido contundente, a veces áspero, tan deprimente, todo lo que caracteriza a Alice in Chains.



Mi sorpresa fue escuchar canciones acústicas, suaves, con sonido country a ratos, orquestales en otros. Lo que no faltó es ese toque melancólico de la banda.

"Rotten apple": un llamado a la inocencia perdida. Esas notas de guitarras y la voz de Staley, me impactaron de entrada.

"Nutshell": la calma, el toque acústico, la tristeza: "sin un lugar al cual llamar hogar..." casi me saca una lágrima la primera vez que escuché la canción. Las que derramé con el correr de los años cada que me abrazaba esta pieza de arte musical, esas, estuvieron justificadas.

"I stay away":  armoniosa, psicodélica, desesperante y la voz de Staley, otra vez te lleva a otros niveles.

"No excuses": la más aceptable para la mayoría de oídos. La pausa necesaria para no desagradar a los que esperan una canción medianamente comercial.

"Whale & Wasp": instrumental. Una guitarra única. No es un solo estridente, es penetrante... ¡es Alice in Chains para quienes saben de lo que hablo!

"Don´t follow": la que rompe el esquema, nadie se esperaría una armónica en una banda de este calibre. Me costó digerirla, pero con el tiempo le encontré la belleza.

"Swing on this": la más deprimente, la más angustiante, muy a mi estilo. "Come home... let me be. I´m alright". El final tenía que ser así para un disco único.

Mi espectro musical cambió para siempre después de mi regalo de navidad en 1995. Lo que sucedió con el disco se merece una serie de historias aparte, las cuales, sin duda, escribiré pronto.

18 años después, mientras estaba pensando en una información sin mucho sentido, una mosca trató de aterrizar en mi cara. Lo intentó varias veces. No se lo permití. Tomó un descanso en mi cuaderno y me detuve a verla. La observé por un momento y luego de unos segundos de apreciarla, voló lejos. No pude matarla. No podía hacerlo, menos luego de recordar la historia del frasco de moscas. Ese pasado revivido permitió que ese insecto volador no muriera por mi mano. Hay cosas que simplemente te marcan, de una forma u otra.

domingo, 23 de junio de 2013

El viejo solitario

Daniel se ve al espejo todas las mañanas. Es un ritual de autosatisfacción, o en casos críticos, una llamada de atención ante el deterioro físico provocado por la intensa atracción hacia la fiesta y el placer.

Aunque han pasado los años, siempre que se ve a los ojos se percata que el chiquillo sigue vivo en su interior. Ese ser capaz de pegarse una carcajada en una reunión seria, ese niño con infinita capacidad de divertirse con un simple juego, o también el rebelde adolescente que sin complejo ataca a las bases de una sociedad hipócrita. Daniel no se ve de la edad que tiene.

Ama la soledad y es su mejor aliada. Ese espacio único, la libertad de sentirse tal cual lo dicta el momento, sin necesidad de protocolos familiares.

Trabaja, se divierte, se ejercita, coquetea, compra, habla, socializa. Vive la plenitud de la vida, al menos eso cree.

Y sin la presión de que alguien examine su diario vivir, Daniel se da a la tarea de examinar a quien quiera. Y es duro con lo que ve. No es tolerante con lo que no se acopla a su particular visión de la vida.

Por eso le encabrona particularmente cuando ve al viejo solitario ir y venir. Sus canas, su sobrepeso, su voz, sus ojos. Simplemente no lo soporta.

La existencia de Daniel está llena de retos. A pesar de todo, cuando resume de vez en cuando, se topa con que no es feliz del todo. Siempre falta algo.

Un día cualquiera se dio cuenta que en su constante análisis de las personas, el viejo solitario salía a la luz una y otra vez. "Por qué hace ésto ese viejo, por qué hace lo otro... cómo es posible que ande así, caminé así, diga así"... en fin. Ese viejo solitario de verdad que le encabronaba.

En medio del ir y venir de un día más de trabajo, Daniel escuchó la plática de dos ancianas. Pensó en lo aburrido del tema, hablaban de los gastos diarios, de sus esposos y sus hábitos de como preparar la cena, ver a los nietos y más de todo lo que el joven consideraba una vida deprimente. "Nada como estar solo", pensaba. Y se reconfortaba.

Cuando Daniel tuvo un día para el olvido, llegó a su casa, y la soledad no le sirvió de nada. Sus hábitos de libertad no le aliviaron su preocupación. Nada era suficiente. Molesto consigo mismo salió a dar un paseo. Y como si el día no le había dado suficiente malestar, se topó con el viejo solitario.

Le molestó de sobremanera verlo caminar. Ese viejo cabrón le sacaba de quicio. Se preguntó: "¿este viejo que habrá hecho para terminar así?" Y una serie de respuestas se le vinieron a la cabeza. Ninguna de ellas le cambió la mentalidad para ver al anciano de otra forma. "¡Ese viejo...!". Mejor se regresó a su casa y trató de dormir.

Un nuevo día comenzaba y Daniel, como de costumbre, no pudo evitar escuchar la plática de dos mujeres maduras. Una le contaba a la otra que acababa de divorciarse. Un sin número de excusas y señalamientos en contra de su ex marido, que eran suficientes para sentenciarlo a muerte si fuera posible para ella. La otra mujer, después de varios minutos de escuchar, y con un tono desinteresado, le dijo a su compañera: "por eso terminan solos, y después ahí andan viejos, dando lástima y dependiendo de la caridad de sus hijos, porque una pudiera estarse ahí con ellos a pesar de todo, pero a los hombres les importa una comino que uno se desgane por ellos. No saben agradecer". Daniel pensó por un momento, y luego, recalcó en su mente: "por eso es mejor estar solo".

............................................................................................................................................................

"Por eso terminan solos...", las palabras de la mujer llegaron a la mente de Daniel, a la mañana siguiente, en el justo momento de verse al espejo. Pensó en eso todo el día.

Pasó tiempo hasta toparse nuevamente con el viejo solitario, esa vez intercambiaron saludos y por alguna extraña razón, Daniel emparentó aquella plática de las señoras maduras con la visión que tenía del anciano que caminaba de un lado a otro con la mirada perdida. "Este viejo algo hizo... claro que sí", pensó.

Como si el destino apurara a desencadenar un cambio, con el pasar de las semanas, el joven se dio cuenta que no era feliz, y que la soledad, si bien es cierto le daba muchos espacios, no le llenaba del todo. Entonces su hábito de analizar al mundo cambió. Comenzó a analizarse internamente, y encontró un sin fin de carencias y debilidades. No tuvo piedad al autocriticarse.

Una noche, con viento y luna plena, mientras caminaba cerca de su casa, vio a lo lejos el lento andar del viejo solitario. Se dio cuenta que había sido cruel con el análisis hacia el señor, fue injusto sin siquiera darle el beneficio de la duda al hombre canoso. Ni siquiera le vio a los ojos cuando pasó cerca de él. Daniel se sentía mal.

Al dia siguiente la verdad fue tan contundente que le dejó sin aliento. Luego de una noche sin paz, se vio al espejo, como siempre. Haciendo a un lado la vanidad, se puso a pensar en el viejo solitario. Entendió que el inmenso descontento y enojo que le causaba, era en realidad una preocupación.

Daniel se veía a si mismo en el viejo solitario. Parpadeó un poco al pensar eso, y se sintió ansioso al saber que era cierto. Uno puede mentirle a quien sea, pero nunca a si mismo. No era mentira. Daniel, con el niño interior aún vibrando en su interior, se proyectó en la vida, y cuando quiso imaginarse como sería a los sesenta y pico de años, el lento andar del viejo solitario rondaba su mente como una obsesión, como una condena. Los ojos del anciano, la risa del viejo y sus hábitos que tanto le molestaban, todo eso le golpeó la conciencia.

Hacerse viejo le preocupaba al joven Daniel. El tiempo pasa sin misericordia, y lo sabe. Ni siquiera se acordaba de su cumpleaños número 26. "¿En dónde quedaron los años veinte de mi vida?" pensó, y no pudo más que entristecerse al saber que todo ha pasado tan rápido, como sino lo hubiese vivido. El viejo solitario se convirtió en una alarma, y fuerte, en su vida.

"Pero quizás ese es el objetivo", se dijo a si mismo. Los años están contando. Los días pasan y quizás no haya mayor objetivo que ser feliz, nada más. Daniel no disfrutaba en su soledad liberadora, ni tampoco el viejo solitario en su andar, ni las mujeres maduras en su verdad.

Frente al espejo, viendo su cuerpo joven, comenzó una nueva etapa. Se acabó el análisis del mundo y la sociedad, ahora simplemente queda tratar de tener paz y felicidad, y solo, aunque sea inmensamente liberador, no es posible. El tiempo no tiene misericordia de nadie, y es más cruel con los solitarios, con los que pasan su vida sin compartir.

sábado, 15 de junio de 2013

Sin sorpresas

El día comienza. Ayer fue una batalla perdida.
Miro el cielo, no hay nubes.
Pienso en la vida y en la muerte.
No hay sorpresas, todo está en la mesa, descubierto. Sólo queda escoger.

Camino con la mirada en muchos objetivos, paso en medio de todos con la mente en un sólo pensamiento.
El tiempo no es oro, cuando los segundos están condenados.
La gente no parece diferente. Rostros variados, misma apreciación.
Pienso, convierto y defino.

El sol ardiente no hace la diferencia, en una fiebre social que quema neuronas.
El hambre es una pausa que da paso al placer, es sólo un momento.
La mirada vespertina es un declive espiritual, físico y emocional. Tampoco hay sorpresas.

El ocaso de un día, el caminar continúa, siempre fijo en un punto. El juego no para.
La noche llega. La oscuridad relaja. Pero la mente no descansa.
Miro el cielo, no hay nubes.
La vida y la muerte se unen en mi cabeza.
Vacío, dolor, alivio, esperanza y redención.
Todo en un momento, como la vida.
Pese a lo dramático...  no hay sorpresas.



jueves, 6 de junio de 2013

Flores

Colores para el campo
Aromas y éxtasis para un amor
Pétalos como tentación.

Desde el inicio
Y cuando pasa el sueño y el castigo
Una flor adornará tu destino.

Si quiero alegrarte, un ramo
En caso el perdón busque, una rosa color sangre
Para cuando no hayan detalles, una de ellas como estandarte.

Si el matrimonio llega, el blanco abundará
Y si el divorcio se aparece, los pétalos caerán
Si mueres, la tumba adornarán.

Antes que el viento se las lleve
Y el campo quede desnudo
Mantén el color
Sin importar que tu alma esté en medio de la degradación.

Sostengan una flor como en un brindis
Un deseo hay que pedir
Aunque la realidad muestre su rostro
Y no haya ilusión ni ramos para vivir.







 

lunes, 3 de junio de 2013

Nuevo día

Y un buen día se fue. Lo que parecía una condena eterna, desapareció sin dejar el dolor que había imaginado.

Me pasé gran parte de mi vida pronosticando, analizando escenarios adversos, preparándome para una inminente amenaza. Y un buen día todo se acabó, sin dejar rastro, el orden establecido cayó.

Solo quedan recuerdos inútiles, fantasías, un mundo indiferente y un pasado que no pesa.

Y un buen día amaneció sin una presión existencial. No hay remordimientos, ni dudas. Todo lo que era, se acabó.

No significa una tragedia, ni tampoco una pérdida. Hay personas que sus pasados son parte de su presente y un respaldo para su futuro.

Hay quienes ven al futuro. Pero cuando se pierde todo, las páginas están listas para ser manchadas nuevamente.

Y un buen día cambié de cuadernos, porque mi librería personal se incendió.

Con mi pluma y papel despierto. Sin ningún sentimiento que me delimite, soy verdaderamente libre.

Frío, balance, vacío y paciente. No hay ataduras, no hay apariencias, no hay destino. Solo hoy existe un ser que no está a la venta.

Y un buen día todo cambió, caminé sin registros ni facturas que cancelar, sin desesperación.

Y un buen día volví a nacer, sin pedir a nadie una oportunidad, sin que la vida se detenga, estoy listo para el final.

  

lunes, 20 de mayo de 2013

Pancho


Su ojos brillaban en la oscuridad y se podía visualizar como el rostro lo movía a su derecha. Luego se abalanzaba, juguetón, tierno, necesitado de calor humano.

Fueron pocos los minutos que Archie pudo acariciarlo. La sala oscura, la línea de luz se trazaba perfecta en la parte baja de la puerta. El silencio de la noche se rompía con el baile primoroso del cachorro, que aún no podía ladrar. Era demasiada tensión para el joven, temor, preocupación, auto flagelo mental. Archie no estaba bien.

Con un suave movimiento aparta a Pancho. El perrito insistía y el ruido de sus patitas en el suelo era estridente para los oídos enloquecidos de Archie. Nuevamente lo hace a un lado, esta vez con más fuerza. La bola de pelos se deslizaba por el piso. Otra vez sus ojos brillaron en la noche, mientras Archie trataba de hallarle forma a las sombras que se dibujaban en las ventanas, principalmente en la línea brillante de la puerta, donde se puede percibir la llegada de un intruso. Pero ¿había algún intruso?

Pancho corre con todas sus fuerzas y choca con el cuerpo acostado en el piso. Lame una y otra vez los brazos del joven, quien aterrado empuja con fuerza al animal, como queriéndolo alejar para evitar que los movimientos amigables del cachorrito pudieran delatar algo. Archie, y sus ojos en llamas; Pancho y su movimiento tierno de cabeza. Ambas miradas chocaban en la oscuridad.

Una vez más el perrito, con su cola moviéndose sin cesar, busca el juego. Fue demasiado para el adolescente. Agarra a Pancho y, con fuerza medida, lo vuelve a alejar. El pequeño cuerpo vuelve a deslizarse, sin daño, ni agresión, solo fuerza medida.

La luz parpadea. ¡Alguien está ahí! Los segundos son desesperantes, pero el desenlace es el mismo: no hay nadie.



Archie y Pancho hacen contacto visual, nuevamente. Esta vez el desesperado humano rompe en llanto, contenido, desesperado, agónico. El perro, como sintiendo el dolor, se echa cerca y espera. Sus ojos conmovían, su rostro estaba sobre al suelo, ahí permanece, siempre fiel.

Amanece y Archie se percata que está en la cama, se da vuelta una y otra vez para entender cómo llegó a ese lugar. Cuando su rostro queda a la orilla del colchón, mira hacia abajo. Ahí estaba Pancho, dormido. El jovencito lo ve, siente tristeza por lo sucedido y derrama más lágrimas.
"Perdón. Perdón. Perdón, Pancho". El perrito duerme profundamente. Archie lo acaricia con un dedo lo que provoca el despertar del can. Otra vez las miradas se encuentran. La de Pancho adormitada, tierna; la de Archie, triste, húmeda. La fidelidad es un don, ignorarla, es una condena.



lunes, 13 de mayo de 2013

Tres historias


Sábado 7 abril, 2012

Un comienzo sin determinación. Un viaje al trabajo, donde la ventana del autobús, la carretera y las personas se mezclaban sin importancia.

Tras la información, con las ideas explotando en la cabeza que daban paso al momento de resumir, simplificar y escribir. Todo en un ciclo exhausto.
La última letra, la última revisión y la puerta invitándome a salir. Comienza el encuentro con la vida, donde solo vale ser auténtico.

La comida del cuerpo deja en evidencia el vacío del alma. Hace falta algo.
Cuando pensaba que ya estaba completo, una alfombra me recuerda lo pequeño que puede ser un día, comparado con el sacrificio de la vida eterna.

Sal y color de paz. Un amigo me muestra, una vez más, su grandeza en contraste con lo diminuto de mi problema, el pequeño dilema, la preocupación sin sentido. Esa noche especial fue aderezada con la lluvia. El agua regalaba esperanza y amor a todos, en especial a mi corazón.




Domingo 10 de junio, 2012

33 años. La edad de Jesús, el olor a pastel todavía en la piel, la sonrisa conspiradora, todos a mi alrededor trabajan, mientras yo sueño, profundo de serenidad.

Los minutos pasan haciéndome guiños, sonriendo, porque no hay adversidad. Este día es un respiro profundo, construido para gozar.

No por una celebración simple y común, mucho menos para seguir un guión positivo. Nada de eso. La jornada está hecha de oro. A pesar de las equivocaciones propias del humano, existen esos lapsos dorados, imperceptibles en la cotidianidad y apreciables en la humildad.

El cielo se acerca amenazante, espantando a la mayoría, mientras que a mí me muestra su amor. Porque sabe como tocarme. Y mientras todos corren y se preparan, yo detengo el camino para abrazarlo. Gracias.



Sábado 6 de octubre, 2012

Luego de esperar por horas, llegó el momento feliz. Las carcajadas se apoderaron del recinto rojo. La fuerza de la sangre se unió en un sólo sentimiento. Mis hermanos, mi hijo, mis sobrinos, todos formaron un lugar agradable para mi alma.
Sin quererlo, esos momentos han construido un puente de felicidad, un soporte de costa a costa en mi corazón.

Pude retratar el momento, pero ese trabajo se lo dejé a mi mente. Sus ojos, sus ocurrencias quedarán en mi ser, hasta el día de mi muerte.

Cuando salimos del recinto, llenos del estómago y del alma, nos quedamos sin poder seguir el camino. La neblina nos detuvo en una noche especial. Todos permanecimos ahí, mientras reíamos, planeábamos y nos mirábamos. En la misma ciudad donde se escribieron muchas de nuestras historias.

Una sensación recorrió mi cuerpo. Saqué el celular y apunté a un lugar donde en el pasado se mantenía un vehículo dispuesto a llevarme a la locura.

Pero esta vez la sensación era de victoria. La neblina me hizo compañía, como si me abrazara. Me era familiar. Sentí que alguien se nos unió. Entonces pensé en mamá.

Apunté y apreté el botón. A nadie le dije mi pensamiento, hasta ahora.