lunes, 13 de mayo de 2013
Tres historias
Sábado 7 abril, 2012
Un comienzo sin determinación. Un viaje al trabajo, donde la ventana del autobús, la carretera y las personas se mezclaban sin importancia.
Tras la información, con las ideas explotando en la cabeza que daban paso al momento de resumir, simplificar y escribir. Todo en un ciclo exhausto.
La última letra, la última revisión y la puerta invitándome a salir. Comienza el encuentro con la vida, donde solo vale ser auténtico.
La comida del cuerpo deja en evidencia el vacío del alma. Hace falta algo.
Cuando pensaba que ya estaba completo, una alfombra me recuerda lo pequeño que puede ser un día, comparado con el sacrificio de la vida eterna.
Sal y color de paz. Un amigo me muestra, una vez más, su grandeza en contraste con lo diminuto de mi problema, el pequeño dilema, la preocupación sin sentido. Esa noche especial fue aderezada con la lluvia. El agua regalaba esperanza y amor a todos, en especial a mi corazón.
Domingo 10 de junio, 2012
33 años. La edad de Jesús, el olor a pastel todavía en la piel, la sonrisa conspiradora, todos a mi alrededor trabajan, mientras yo sueño, profundo de serenidad.
Los minutos pasan haciéndome guiños, sonriendo, porque no hay adversidad. Este día es un respiro profundo, construido para gozar.
No por una celebración simple y común, mucho menos para seguir un guión positivo. Nada de eso. La jornada está hecha de oro. A pesar de las equivocaciones propias del humano, existen esos lapsos dorados, imperceptibles en la cotidianidad y apreciables en la humildad.
El cielo se acerca amenazante, espantando a la mayoría, mientras que a mí me muestra su amor. Porque sabe como tocarme. Y mientras todos corren y se preparan, yo detengo el camino para abrazarlo. Gracias.
Sábado 6 de octubre, 2012
Luego de esperar por horas, llegó el momento feliz. Las carcajadas se apoderaron del recinto rojo. La fuerza de la sangre se unió en un sólo sentimiento. Mis hermanos, mi hijo, mis sobrinos, todos formaron un lugar agradable para mi alma.
Sin quererlo, esos momentos han construido un puente de felicidad, un soporte de costa a costa en mi corazón.
Pude retratar el momento, pero ese trabajo se lo dejé a mi mente. Sus ojos, sus ocurrencias quedarán en mi ser, hasta el día de mi muerte.
Cuando salimos del recinto, llenos del estómago y del alma, nos quedamos sin poder seguir el camino. La neblina nos detuvo en una noche especial. Todos permanecimos ahí, mientras reíamos, planeábamos y nos mirábamos. En la misma ciudad donde se escribieron muchas de nuestras historias.
Una sensación recorrió mi cuerpo. Saqué el celular y apunté a un lugar donde en el pasado se mantenía un vehículo dispuesto a llevarme a la locura.
Pero esta vez la sensación era de victoria. La neblina me hizo compañía, como si me abrazara. Me era familiar. Sentí que alguien se nos unió. Entonces pensé en mamá.
Apunté y apreté el botón. A nadie le dije mi pensamiento, hasta ahora.
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