Cada cierto tiempo me encuentro con una obra arte, completa, suficiente como para acaparar mis sentidos.
La cálida temperatura de mis manos, contrasta con el vidrio helado. Me quedo hipnotizado.
Esta vez un rostro con múltiples facciones llama mi atención. Con sus ojos cafés, sus labios generosos, su cabello desordenado, su luz, me ilusiona, rebalsa mis mejores anhelos.
Logro escuchar su voz, a través del vidrio. Con lo que perciben mis sentidos me es suficiente para atreverme a darle una oportunidad al amor.
Me quedo inmóvil. Espero su llamado, con ansias quiero romper la barrera y estrechar sus manos, sentir su cuerpo y enloquecerme con su sonrisa de satisfacción. Me quedo inmóvil otra vez.
Porque hay otras felicidades. Sus ojos brillan ante otro sol. Su vida sigue otro sendero. Y me quedo esperando a que me mire. ¡Anhelo una señal!... todo queda en deseo.
Entonces uno a uno aparecen en toda la sala, los cuadros que brillan. Cada uno tiene el rostro de aquellas mujeres que han marcado mi camino. Cada una tiene una historia ajena a mi, todas provocaron que me detuviera y me acercara para apreciarlas, para soñar. Me influenciaron, por un breve instante, ver el futuro con esperanza.
Pero estoy condenado. La belleza aún no está a mi alcance. El ángel de ojos café y los cuadros me recuerdan la división entre los sueños y la realidad. Alejo mis manos lentamente, mi mirada se pierde y mis pasos se hacen pesados en el camino. Hay posibilidades que vuelva a pasar por esta vitrina, aunque espero no hacerlo, quiero encontrar al ángel salvador que me acompañe en este sendero llamado vida.
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