Entre la lucidez y el delirio, hay una delgada línea gris, lúgubre, que nos conmueve.
¿Nos conmueve?
Eso creía; sin embargo, el tiempo dictamina que quizás, por castigo o alivio, es una experiencia confeccionada para esta desgastada armadura que cubre mi esencia.
Quizás es una amorfa, grisácea, acogedora sombra que me emociona, que me abraza y a la cual entregaré, sin reparos, mi más íntimo ser.