domingo, 31 de marzo de 2024

Los días de 1994. Parte 2






31 de marzo 1994
Los Ángeles, Estados Unidos.

Patt Smear, guitarrista de Nirvana, y un empleado de Gold Mountain Entertainment, empresa del manager de Nirvana, recogieron a Cobain en el aeropuerto de Los Ángeles y lo llevaron al Centro de Recuperación Exodus, en el hospital Daniel Freeman Marina en Marina del Rey, California.

El especialista que atendió a Kurt dijo que lo vio paranoico, con preocupaciones que no tenían sentido, en síntesis, muy confundido.

Esa tarde tuvo una visita. La niñera le llevó a su hija Frances Bean, de dos años de edad. El vocalista de Nirvana jugó con ella, pero por momentos parecía serio y ensimismado. Los primeros efectos de la abstinencia de la heroína se hicieron sentir.    

Fuente: Revista Rolling Stone / Pure Grunge

 

31 de marzo 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Jueves. Además del rito musical de la mañana y la cotidianidad de la escuela, por la noche sintonizaba “90 minutos de rock”, el único espacio radial que me apasionaba.

Era el día de la semana para ponerme al tanto; esa noche, como muchas, esperaba alguna noticia de Nirvana, por ejemplo: “¿cuál será el siguiente video oficial del último disco? ¿van a realizar una nueva gira? ¿cómo seguía la relación entre Cobain y la banda luego de la gira cancelada en Europa?” siempre esperaba algo, y al final me quedaba con las ganas de conocer más de mi banda favorita.

Los 90 minutos de rock pasaban muy rápido y me imaginaba estar en una cabina de radio, soñaba con tener un espacio similar, fantaseaba con la música que pondría, los temas de conversación. Fue la primera vez que pensé en dedicarme a algo que tuviera que ver con mi pasión.

Las noches finalizaban entre pláticas con mi familia, los clásicos temas de una casa común y corriente, aunque siempre esperaba para un repaso de mis canciones favoritas; en ese tiempo me gustaban mucho dos del disco In Utero: “Frances Farmer will have her revenge on Seattle” y “Milk it”.

Continuará.





sábado, 30 de marzo de 2024

Los días de 1994. Parte 1





30 de marzo, 1994
Seattle, Estados Unidos.

Kurt Cobain, quien tenía tres meses en caída libre por las adicciones, la crisis emocional y la locura, le pidió a su amigo Dylan Carlson comprar un rifle. Compraron una escopeta de seis libras Remington calibre 20 y una caja de municiones por casi 300 dólares, que el vocalista de Nirvana le dio en efectivo a Carlson.

“Él se iba a L.A.”, dice Carlson. “Me pareció un poco raro que quisiera comprar la escopeta antes de irse. Así que le ofrecí guardarla hasta que regresara”. Sin embargo, Cobain insistió en guardarla él mismo. La policía cree que Kurt dejó el arma en su casa y dejó Seattle para ingresar a rehabilitación.

Quien llevó a Cobain al aeropuerto dijo que el cantante casi no habló en el camino.

Fuente: Revista Rolling Stones


30 de marzo, 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Era miércoles. Tenía 14 años y cursaba noveno grado. Era una vida de ida y vuelta, de casa en casa, algo que se hizo costumbre y no había más que encontrarle sentido a algo.

Yo le encontré sentido a la música. Aunque escuché rock desde muy pequeño, fue hasta 1992 cuando este género me atrapó totalmente. El último empujón para entrar de lleno a este mundo musical: Nirvana.

Estudiaba en una escuela de Antiguo Cuscatlán, asistía al turno vespertino. Por las mañanas solo había tres actividades importantes: desayunar, escuchar a Nirvana y ver videos de rock. El resto de acciones cotidianas, a excepción de ver amigas y amigos, las realizaba en automático, solo porque la vida lo imponía.

Continuará.




viernes, 29 de marzo de 2024

Trámite


Me quedé frente a la puerta, con el rimero de documentos, esperando por el trámite.
En la fila de sillas descansaba mi paciencia o, mejor dicho, mi ansia.
A unos metros, una mujer; mucho más cerca, un enfermo mental. 
Me quedé en silencio, con las ganas de disparar verdades.
Soy mejor espectador que ser humano.
 
Aguardé por mi turno sin contratiempos.
He domado al tiempo o, mejor dicho, ya no le temo.
La mujer miraba a todos lados, el enfermo vomitaba palabras.
Guardé silencio, como fiera al acecho.
Soy mejor observador que persona.

Pensé en mi vida, de trámites y movimiento.
Desde la silla contemplé mi interior.
La mujer molesta, el enfermo deliraba.
Contuve mis emociones, pero no mis instintos.
Soy mejor en fantasías que en sentimientos.

El trámite finalizó
La mujer me sonrió
El enfermo se perdió
Respiré. Simplemente respiré una vez más.  
Soy mejor en el silencio que en esta obra de carne y huesos.