sábado, 9 de noviembre de 2019

En la tierra particular



Ayer vi un cadáver. La familia en sollozos. El morbo de los testigos. La fotografía del escenario.
Ayer vi al enemigo. Una mirada. Una advertencia. Un canalla rodeado de súbditos.

Los días se repiten. Todos por el pan. Todos al guión impuesto. Al final, los sufridos, golpeados e ignorados, caminan cansados a sus moradas, a las paredes que esconden tragedias.

Es tierra de pobres. Muy pobres. Los sin dinero, los sin sentido común, los sin comida, los sin amor, los sin conciencia, los sin justicia, los pobres de corazón. Ricos en ignorancia y carentes hasta el alma.

De avaros, hipócritas y sanguinarios; de victimarios e impunes, de hospitalarios y miedosos.
De reyes y esclavos. De los que viven sin derechos. De los que se aprovechan de todo. Es una tierra particular.

Ayer escuché llantos naturales y risas de mentira. Testigo de una pequeña ira, de una envidia sutil. Ayer fue la danza de los expertos en callar. Entre idólatras de capataces, entre despiadados, entre resignados. Tierra de extraños que se llaman hermanos.

No alcanzan los inocentes y sus voces. Los buenos de corazón no son multitud. Los de buena voluntad no hacen la diferencia. No hay sumatoria para derribar maldades impuestas. Ahí están todos los soñadores, en medio de la oscuridad, con ansias de ser faros en montañas de ceguera.

Ayer fue una resignación. Un día calcado. Una réplica triste de los últimos años. La noche y el sueño son solo una tregua.

Hoy volví a despertar en la tierra del demonio.


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