jueves, 15 de abril de 2021

Una nota nocturna


Pensé que con los años sería un hombre completo... pensé mal.
Ahora camino en puntillas, no quiero hacer ruido.
Duermo de día y contemplo la noche. Antes pensaba que era interesante... pensaba mal.

Creí haber llegado a una meseta existencial... creí mal.
La delgada línea del bien y el mal se me pierde en el horizonte. O quizás es mi ceguera emocional.
Aseguré, por mucho tiempo, que era divertido el placer... aseguré mal.

Esperaba que con el tiempo naciera la esperanza... esperé mal.
El cúmulo de miedos y debilidades se asoma y desnuda todo.
Añoraba el día en que la experiencia me sanara... añoré mal.

Escuché voces que aseguraron que todo es relativo, que un nuevo día es una nueva oportunidad... quizás escuché mal.
Porque se me ha perdido el tiempo. El alba no sabe igual, la tarde es tediosa y la noche es un suspenso. Los minutos en esta dimensión se apresuran.
Juré durante muchos años que encontraría el amor... juré mal.

Sospechaba que con el devenir de los tiempos, tendría la certeza de conocer mi destino... sospeché mal.
Mientras escucho consejos, bajo mi piel no hay pegamento para estamparlos en mi corazón.
Un día moriré y tengo la leve certeza que me iré sin conocer respuestas de esta vida. 
Creo que puedo cambiar eso; pero, cuando veo el rastro de mis pasos y el sendero a seguir... quizás creo mal. 


domingo, 28 de febrero de 2021

El círculo enfermo

El solo abrir los ojos ya era un dolor. Levantarse y ver el desastre de una madrugada desenfrenada, era como un mazazo al corazón. La luz apenas entraba a la pequeña y desordenada habitación, las persianas a medio cerrar daban un aspecto tétrico, melancólico, asqueroso para el alma.

Entre espasmos y lágrimas, el círculo vicioso comenzaba; antes, ese proceso duraba días, ahora era cuestión de horas para cumplir su ciclo. De la tristeza a la culpa, sin dejar de lado las súplicas al supremo para detener esta vorágine. ¡Para este infierno! repetía una y otra vez... pero solo había silencio.

Cuando no hay más que repetir, el vómito del alma te deja inutilizado y la sábana es lo único que puedes abrazar en medio de temblores sudorosos, entonces comienza el natural proceso de preservación humana. En muchas personas el proceso de mejora comienza de a poco, pero avanza hasta lograr una tregua que, posteriormente, termina en salir del agujero y respirar con tranquilidad. Benditas sean esas personas.

¡Pero yo no soy una persona! ¡Soy un demonio encerrado en este cuerpo con cerebro mejorado! 

El círculo acelera su proceso y en minutos paso del dolor al luto por la noche desgraciada, hasta que se activa el instinto oscuro. ¡Porque soy consciente de la maldad, la practico! Tengo claro el porvenir: destruir la tristeza con excesos. Entonces el monstruo toma las riendas del día. 

El mediodía y la necesidad del cuerpo me expulsan de la cárcel en la que vivo; pero mi ser convierte un proceso natural en una operación maligna: deglutir sin piedad, sin compasión, sin ningún remordimiento. Lo normal es tener un límite, pero eso no existe en una mezcla de humano, demonio y locura.; no, apenas comienza el placer.

Corro al sendero de la perdición que siempre te da la bienvenida con éxtasis, una sensación de triunfo, de placer, toda una película falsa que nadie logra descifrar en los primeros momentos de la fiesta.

Y ahí tampoco hay compasión. La gula en su máxima expresión. Sin control, el animal traga todo con una ansiedad diabólica; mientras el resto de los visitantes del sendero de la perdición tratan de aletargar el placer y la ilusión de felicidad, el ser oscuro comienza a olfatear a su próxima víctima. Pero en esta dimensión no hay sangre ni visceras en el suelo. En este nivel es necesario unirse a la danza con la máscara de una persona común y corriente. Como un camaleón me uno al carnaval, sin que nadie sospeche que de un momento a otro el animal clavará sus dientes en el cerebro de los débiles, los moldeables, los torpes y lentos.

En el baile de máscaras mis palabras son armas y mis acciones son una invitación a la perdición. La noche golpea con toda su fuerza, no hay control. Todo está intoxicado y el entorno pierde sentido. Comienza el descenso con todos aquellos atrapados en los colmillos. La oscuridad se adueña de todo, el dueño del sendero apaga la falsa felicidad, se come lo que pensamos que era placer y observa todo mientras los malditos caemos al vacío. Todos están embriagados, perdidos. El golpe al final del vacío es una mezcla de dolor, pasión desenfrenada y ahí copulamos sin parar, animales, personas y demonios se unen a una orgía y volvemos a engañarnos; lo peor de todo, es que es una ilusión, no hay placer, no hay nada. Alzamos la mirada y vemos a lo lejos una luz brillante, son los ojos del dueño del sendero, quien escupe gozo y maldiciones. Vomita sobre nosotros.

Cada uno toma su camino. El animal lleva en los colmillos a su presa, o lo que queda de ella. Todo se borra como un sueño.

Unas horas despúes. El solo abrir los ojos ya era un dolor... 

Y todo se repite para siempre.




jueves, 4 de febrero de 2021

La prueba de sangre

Sólo una vez la tristeza y la impotencia se apoderaron de mi pueril corazón: esa noche, un niño le aplastó la cara a un gato, usó una piedra de gran tamaño y tomó desprevenido al felino quien tomaba una siesta. Otros jóvenes trataron de salvar al animal, pero el gato temblaba y los espasmos solo anunciaban sus últimos segundos de vida.

La escena era lamentable. Mis ojos no podían apartarse del animal, pero unos segundos mi mirada se posó en los ojos del atacante: era un niño de campo, pobre, quizás cinco años menor que yo. Y por primera vez sentí odio e ira incontenible. El chico sintió mi mirada, sabía que si tenía la oportunidad lo habría matado. Sintió miedo y apartó su mirada de mis pupilas. Esa noche solo mi madre me vio sollozar, mi corazón estaba destruido. Algo cambió en mi ser. Hice un pacto.

Con el paso del tiempo sentía como otro ser crecía en mí; no solo lo sentía en mi interior, incluso físicamente tenía la sensación que mi antiguo yo se desvanecía entre las sombras de mi corazón. Sin sentimientos. Nunca, nunca más experimenté sentimientos de debilidad, misericordia, amor, bondad... todo eso se perdió en el abismo de mi mente.

Cada año era una metamorfosis. Hablaba lo necesario, hacía lo necesario y por supuesto que nadie sabía que era otra persona. El pacto que hice en la niñez se materializó. Me convertí en otro. 

Un día, a mis 21 años, caminaba en una calle cualquiera cuando tropecé con una rama y caí sobre el asfalto. Sentí la herida en mi rodilla derecha. Cuando revisé el daño, mi sangre era más oscura de lo que pensaba. No le di importancia absoluta, me levanté y seguí mi camino con una sensación de un ser sin sentimiento alguno. Plano emocionalmente. Y me gustaba.

Cuando cumplí 30 años y después de varios amoríos sin importancia, mi mente comenzó a darme órdenes. El mecanismo era autónomo, sin mi control. Me asombró por unos momentos, pero los años sin emociones provocó que solo la ignorara. Fue hasta que la orden tomó forma: "Hazte la prueba de sangre y sigue tu instinto". Esa sentencia se repetía una y otra vez pero nunca me afectó; al contrario, me gustó la sensación de cumplir la orden. Y no esperé.

En el laboratorio clínico sólo estaba la secretaria, un doctor y una enfermera. "Quiero hacerme una prueba de sangre, un examen completo", lo dije amablemente pero por supuesto que era una mentira. Mi interés era conocer el resultado y dejarme llevar por el instinto, así como me lo repetía mi mente cada cierto tiempo.

Todo sucedió muy rápido.

Cuando la enfermera insertó la aguja en mi vena todo parecía normal. Pero en unos segundos su mirada era de terror, miedo y asombro. Cuando volví a ver la jeringa mi sangre era de color azul brillante. ¡Era de color azul!
Algo explotó dentro de mi cabeza. El instinto se apoderó de mi mente.

Antes de que la enfermera pudiera hablar, le quité la jeringa y se la enterré en el lado derecho de su cuello, con mis manos le tapé la boca y con mi fuerza la llevé al piso. Estuve sobre ella unos minutos. Observé sus ojos aterrorizados. Poco a poco su respiración cambió y la muerte comenzó con su trabajo. Sin ningún sentimiento miraba como se apagaban sus pupilas. Cuando ella murió, algo dentro de mi ser tomó todo el control.

Tomé un estetoscopio y cuidadosamente salí de la sala. El doctor estaba revisando unos documentos, estaba de espaldas y no me vio llegar. Enredé el estetoscopio en su cuello, puse mi rodilla en su espalda y apreté con todas mis fuerzas. Caímos al piso y él trataba de zafarse pero no podía emitir ningún sonido, peleaba por su vida como una fiera; la falta de aire comenzó a desesperarlo y unos segundos después ya no sentía ni su fuerza ni su pulso. Cuando lo observé, sin ningún sentimiento de culpa, sus ojos estaban fuera de sus órbitas. 

El ruido provocó que la enfermera entrara a la habitación. Sin esperar un segundo, la tomé del cuello y con mi fuerza la llevé al piso. Otra vez observé ojos horrorizados, con miedo y desesperación para no morir. Mis manos casi penetraron la piel del cuello. Murió unos segundos después.

Como si fuera un robot que sigue órdenes, recogí la jeringa que tenía la mezcla de sangre de la enfermera y la mía; mi sangre azul brillante. Mi ser se conmovió, mi respiración volvió a su normalidad, no había presión ni miedo o arrepentimiento. 

Salí del laboratio, que no tenía cámaras de seguridad, caminé en el momento en que las sombras comenzaban a tragarse al sol. Ahora todo tenía sentido.

La brisa era agradable, incluso para un ser de otra estirpe, de otra especie. Cuando llegué a casa todo estaba olvidado. 

Mi vida continuó y los asesinatos se olvidaron, como misterios sin resolver. 

No soy de aquí ni de allá. No sé quien soy. Sólo sé que mi sangre es azul brillante y dentro de mi una fuerza tomó el control. Y no sentí nada... absolutamente nada.















  


martes, 5 de enero de 2021

¿Qué tal un trío?

No es posible una sola belleza en un mundo que encierra lindas y coloridas mujeres. Civilizarnos nos obligó a establecernos con una sola belleza, aunque carnalmente tenemos la opción de observar y proceder a otros amores. Es cuestión de valores, dirán algunos; es natural, diremos otros, pero el punto es ¿por qué debe ser así?

¿El amor le gana a la pasión? ¿La vida en matrimonio es mucho más atractiva que una vida libre de contratos? ¿Por qué vemos mal la promiscuidad y alabamos la virginidad? ¿Por qué un hombre no se lo piensa mucho para perder la virginidad y una mujer sí?

¿Quién o quiénes establecieron estos valores que solamente causan confusión en los seres humanos?

El amor dura poco más poco menos, luego hay una especie de confianza, cariño y costumbre que puede mantener en el tiempo a dos seres humanos. ¿Por qué no a tres, cuatro o cinco?

Casi siempre las bodas deben llevar firmas y contratos. Hay personas que se casan ante un abogado, un par de firmas y se acabó. ¿Por qué? ¿Por los bienes que se van a repartir la "familia" cuando uno de los dos muera? ¿Eso es amor? A mi qué me importa quién se quede con mis cosas cuando muera. Estaré en una dimensión mucho más interesante.

¿Hasta que la muerte los separe? ¡Ni siquiera lo cumplen! muchos se divorcian porque les gustan otras mujeres u hombres y viven pasiones mucho más trascendentales. Así de claro. ¿Para qué hacer fiesta de boda e invitar a gente que solo llegará por la comida y el alcohol? Es una norma decadente, una evidencia de que nos equivocamos como seres humanos. Pero algunas voces dirán: "Hay parejas que perduraron 20, 30 ó 40 años". Habrá que indagar cuántos amantes quedaron grabados en esas carnes, todo en silencio durante los 20, 30 ó 40 años.

Y siempre se debe contar con una bendición: de la abuelita católica, del papá autoritario, de cualquiera; ah, y por supuesto, con la bendición de un señor llamado socialmente "sacerdote", que no sabemos cómo está su fe en Dios, que no sabemos si es pederasta o mentiroso. A fuerza tenemos que confiar que es una persona correcta. Acepto a un perfecto pecador que asume su rol a un cristiano mentiroso y orgulloso.

Y todo el montón de rituales para celebrar el inicio de una relación impuesta por la civilización. ¿Por qué no hay bodas masivas en donde se aceptan tres hombres con cinco mujeres? Al menos sería más divertido en lo pasional, dudo mucho en el entendimiento sentimental; pero bueno, no somos perfectos.

La pregunta es ¿Por qué?

Y no solo es el sentido del ser o por qué estamos en la Tierra, también hay que interrogar todo lo que nos muestran. ¿Por qué tal producto es bueno? ¿Hemos tenido la oportunidad de comprobarlo? NO y aún así lo consumimos y enriquecemos a muchos imbéciles que no lo probarían nunca. Haga usted la conclusión de esos productos y sus creadores.

El problema es que ya nos acostumbraron a una vida en la que andar interrogando se vuelve cansado y fastidioso. Ya nos moldearon. Ya nos domesticaron. Este ser de carne y hueso, con un cuerpo hecho a la medida para dar y recibir placer y otros tantos sentimientos; con un cerebro que es una obra de arte, está atrapado. Este ser no puede sacar su potencial. Le cercenaron el poder de su naturaleza conflictiva, pasional, libre, sentimental y oscura.

Pasamos de ser lobos a perros encadenados. Qué lástima.

Ahora solo queda sentarse a ver el show y hacerse el pendejo.  

   

Los días negros







Borroso, confuso, melancólico, nunca el alma se había sentido tan liviana por el dolor. En los días oscuros la vida no tiene sentido alguno; y tratar de encontrarlo, es una tarea triste, cansada y devastadora.

Los primeros momentos de la fiesta siempre son los mejores ¡la euforia es adictiva! la supuesta hermandad se siente bien. Si ese círculo de éxtasis se repitiera por la eternidad, nadie quisiera volver a la normalidad. Pero conforme avanza el carnaval de excesos, todo cambia. Mi mente muta y aparece otro ser mucho más fuerte, quizás uno de los más elocuentes, manipuladores y encantadoramente mentirosos de la historia. Mi álter ego es aterrador.

Cuando todo termina y la danza del otro yo se apaga, el vacío embarga a tal punto de ahogarte en tu propio lamento. Todo sabe a nada en los días oscuros.

Y entonces miras a la gente continuando con sus vidas como cada día. En medio de ellos, me toca contener toda la tristeza, tratar de hilar ideas lógicas, buscar un tema que compartir. Y simplemente no se puede, no se puede. Solo puedo mostrar una media sonrisa, un asentir sin sentido y una mirada perdida.

Si los que están a mi lado sintieran solo por unos minutos el inmenso vacío y la melancolía, entenderían un poco. Ni siquiera me calma el hecho de que otras personas están en peor situación, porque hasta para sufrir soy egoista.

Las lágrimas no son suficientes cuando se quiebra tu camino, cuando te das cuenta hasta que punto de maldad y mentira puedes llegar a inflingir. En ese punto no hay retorno. Nunca.

Y tomo medicinas, escucho consejos, me abrazan, me quieren, tratan de ayudarme... cualquiera podría levantarse rápido. Pero con la plena conciencia de que hay un álter ego opuesto, simplemente todo lo que puedo hacer tiene un límite. Y lo acepto: soy un ladrón de sentimientos, un mentiroso y un aterrado en los días oscuros. 

Esos malditos días que me acompañan desde que nací.

lunes, 21 de diciembre de 2020

¡Mata a la mente!

¡Mata a la mente! 

Mira el lado brillante del suicidio sin cometerlo, sin dispararte o envenenarte, sin dejar de respirar. Solo debes ser un asesino de pensamientos. ¡Mata a la mente! 

Cierra puertas a la imaginación de otros. Sumérgete en tus propios juicios y si es necesario liquidar ideas contrarias ¡liquídalas sin compasión!

Muchos pueden estar a tu lado, luchando, sufriendo como si la guerra se libra en sus vidas. Un espaldarazo único. Pero al final de la noche, solo hay dos contendientes: el ser y la mente. No hay más y la batalla se libra solo.

Alguien dice: "Jesús es el fiel amigo y te ayudará". "Es cierto", pienso. Aún así me repito ¡mata a la mente!

"Es que no es la mente el problema", agrega. "El punto es el corazón. De lo que acumule tu corazón, se llenará tu boca." 

"No sé a dónde queda el corazón", respondí al mismo tiempo que palpaba mi parte izquierda del pecho. "Siento un músculo, nada más, por eso, sin lugar a dudas hay que matar a la mente".

"¡Idólatras, todos somos idólatras y ponemos cualquier cuestión en el lugar que merece Jesús!"

"¡Mata a la mente y lo que quede, entrégalo al Hijo de Dios!" le grito en la cara. "Si él fuera mi ídolo, sería la estrella de mi mente... y esa es la que debe desaparecer".

El cristiano se compadeció, como todos, y comenzó a escudriñar la biblia. Fueron 45 minutos de explicaciones y análisis de al menos 17 versículos. Y de nada me sirvió porque lo que quiero es matar a la mente, pero vivir.

Me despedí con respeto y me olvidé de todo. "Qué Dios te bendiga", me dijo a lo lejos con una sonrisa de oreja a oreja. Y yo solo pensaba como parar esta máquina neuronal.

Pasé por una ferretería y me compré cinco clavos muy delgados, de diez centímetros, también agregué un pequeño martillo. Luego pasé a la farmacia a comprarme un fuerte sedante prescrito, tuve que pagarle de más al dispensador.

Un coctel de pastillas y tres tragos de whisky. Esperé un momento y recordé todos los videos de cirugías para remover parte del cerebro.

Me pinté unos puntos negros encima de cada ojo, exactamente a donde debía entrar el clavo. No dejé de tocarme el lugar marcardo, busqué la cama y permanecí unos siete minutos para memorizar el lugar exacto.

Estaba sedado. ¡Mata a la mente!

Introduje el primer clavo lo más profundo que pude, no me dolió porque tengo un umbral del dolor alto, uno de mis dones. Movía el clavo en círculo, una y otra vez, mi nariz no dejaba de expulsar líquido. Sentía como limpiarme una oreja, solo que le hacía cosquillas a la masa gris.

El sangramiento era profuso, pero la locura cura todo.

Repetí el proceso en la parte derecha. ¡Mata la mente!

Y llegó la noche. Había sangre por todas partes y solo se me ocurrió ponerme una toalla que cubriera el rostro y la cabeza. Me quedé dormido por la sedación.

Creo que soñé con Frances Farmer y la canción que Nirvana le dedicó a esa mujer. La canción sonaba y sonaba en mi cabeza.

Cuando abrí los ojos todo era oscuridad y lo poco que pude hilar en mi cabeza fue: "Hola Frances ¿crees que Jesús acepte nuestras mentes mutiladas?" 

 




  

  

sábado, 21 de noviembre de 2020

Desde el infierno

No hay llamas ni humo, tampoco seres oscuros destazándome con sus tridentes. No hay una alberca llena de excremento a donde alojan los cuerpos hasta el cuello. No hay anillos o pisos que lleven a un lugar u otro. No escucho el rechinar de los dientes. Todo lo que Dante describió en su particular infierno no lo veo, ni percibo olor a azufre. Nada. Absolutamente nada de lo que me contaron, leí, investigué y escuché sobre el espacio de Satanás, existe en este lugar.

Aquí veo luz y sombras cada cierto tiempo. A cada minuto hay sonidos de teléfonos inteligentes y accesorios digitales. Vibraciones, ruidos cortos, esquizofrénicos, que han moldeado la masa cerebral para siempre. Siento hambre y me debato entre perder los estribos o seguir estrictamente las medidas que ralentizan la llegada de la muerte. Siento miedo y me lo trago. El computador es mi ventana, el sol no brilla igual desde hace tiempo, a veces no me entero que existe.

En este infierno salgo a dar un paseo por recomendación. Veo, olfateo, el tacto no tiene mucho sentido cuando mis manos están en mis bolsillos, solo siento las llaves, algunas monedas y el celular, como si fuera una arma, de hecho lo es: acelera la descomposición cerebral y física, amenaza con adelantar el fin de la respiración. Menos letal, eso sí, pero es una arma. 

Siento deseos por las mujeres pero también sufro de holgazanería sentimental, ese esfuerzo del coqueteo que para muchos es lo más sabroso antes del sexo, a mi realmente me aburre.

No sé qué sienten los demás, puedo imaginarlo, anticiparlo, pero en gran medida hay cientos de cosas que no sé hacer. Esa inutilidad es con dolo.

Pero yo soy uno más. En general, aquí en el infierno, hay millones de pasos ansiosos, todos deben algo, pierden algo, anhelan mucho, entregan a medias y nunca nos libramos de nuestras propias cadenas. Todos con el mismo destino, los más ingenuos piensan que pueden crear el propio, pero eso es mentirse un poco para hacer llevadero este lugar.

En este infierno hay una esquizofrenia de identidades. Los demonios crearon la figura “persona” para identificarse. También establecieron la utopía angelical y la trascendencia. Los demonios, con el tiempo, ocultaron su identidad genuina y construyeron los cimientos para una nueva forma de relacionarse. 

Los criaturas del mal se autodeterminaron como personas con diversas realidades, sentimientos, creencias y necesidades. Y nos creimos el plan. No nos gusta mostrar nuestra esencia y hay descalificación cuando la practicamos; aunque hay millones de opciones para ser demoníacos, por ejemplo los pederestas de los monumentos espirituales o los hombres que desarrollan guerras, dos simples ejemplos.

Los demonios crearon el bien y el mal para intentar mejorar como "personas". Simbolizamos la maldad: el rostro del cabro con cuerpo de persona, en lugar de pies pezuñas. Ocupamos el arte para darle sentido al pentagrama, reconocimos la sangre para rituales y hasta nombramos al maligno por excelencia: Satanás. 

En la creación del orden social, tuvimos el cinismo de patentar la "demonología", para apartar lo bueno de lo malo. Nos inventamos los nombres para personas, en diferentes idiomas, para normalizarnos, legalizarnos: Carlos, Eugenia, Alberto, Christopher, Xi, Abdula y miles más. Todo para olvidarnos de nuestros verdaderos nombres. Por eso Belcebú, Ipus y Levatán no se usan para identificarnos en la sociedad. Eso sería "malo".

Nos creimos el mal chiste. Hay unos cuantos fanáticos que dicen creerse endemoniados, discípulos del Diablo y utilizan simbologías apropiadas, se distinguen mucho de la mayoría. Pero son lindas e inocentes aves en comparación con demonios reales, los que están al mando del rebaño: bien vestidos, bien cristianos, familiares y políticamente correctos.
  
Cuando regreso de dar una vuelta por el infierno, me encierro en mi cuarto para encontrar aquellas felicidades efímeras, creerme persona y actuar como tal, con toda la complejidad que representa. 

Soy una fuente de deseos, una masa de carne y sangre que se mueve, piensa y actúa. He olvidado mis raíces. A todos nos pasa. Perdimos la memoria, no sabemos en realidad quiénes somos, pero nos creemos personas, eso sucede con el 99 por ciento de la población.

Desde mi ventana puedo ver todo lo que realizamos, todo lo que disfrazamos de bueno, lo que catalogamos de malo y las millones de vidas que nos quitamos unos a otros y a cientos de otras especies, porque esa es una de nuestras características: matar, destruir, liquidar. Y por más que intentemos trascender, bajo el formato que sea, no somos capaces como especie dejar de aniquilarnos. 

Hoy tuve el rol de persona, es decir un demonio camuflajeado. Somos malditos porque creamos la maldición y así moriremos mientras el resto continúa con esta mentira. 

La humanidad estará por unos cientos de años más, desarrollándose, mutilándose, engañándose como siempre, negándose su naturaleza y llamando sociedad al infierno.