lunes, 8 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 10

 






8 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

El electricista Gary Smith llegó a la mansión de Kurt Cobain para instalar un nuevo sistema de seguridad. Entró a la propiedad, pero nadie respondió en la puerta principal, aunque adentró había un televisor encendido. Smith comenzó el trabajo con los cables que desde el garaje llegaban a la sala del invernadero.  

Cuando llegó a este lugar alcanzó a ver un cuerpo. En un primer instante pensó que era un maniquí, sin embargo, siguió observando hasta que vio sangre cerca del oído… era un hombre rubio en el suelo. A las 8:45 de la mañana llamó a su jefe Bruce Williams.

“¿Cómo es Kurt Cobain?”, dijo Smith.

“No tengo ni idea”, contestó Williams. El jefe de la compañía de seguridad le preguntó a su asistente si conocía a Cobain y fue ella quien le dio todas las características físicas del líder de Nirvana.

Gary escuchó la información de su jefe. “Sí, es él. Creo que se pegó un tiro” dijo el electricista.

Bruce Williams inmediatamente llamó a la radio KXRX para informar de la noticia. Marty Riemer, el locutor de turno, estaba en un programa de la mañana y respondió la llamada, pero no creyó la información y colgó. Williams llamó otra vez y Marty, ante la insistencia, corroboró con la policía. Las autoridades le confirmaron que encontraron un cadáver en la casa del vocalista de Nirvana.

A las 9:40 de la mañana KXRX rompió programación con la noticia de la muerte de Kurt Cobain.

Mientras tanto Dylan Carlson y Tom Grant se dirigían nuevamente a la propiedad de Carnation y se detuvieron para llenar el tanque de gasolina. Dylan salió para hacer una llamada telefónica y cuando regresó dijo que un amigo le mencionó del hallazgo de un cuerpo en la mansión de Cobain.

No sabían si era Kurt, Cali o alguien más. Encendieron la radio y descubrieron que, en efecto, era Cobain. Dylan no mostró ninguna reacción al escuchar la información. Más tarde se anunció que el cuerpo estaba en el invernadero. Tom volvió a ver a Dylan y preguntó: "¿Cuál es el invernadero?" y Dylan le dijo que era una habitación encima del garaje.

"¿Por qué no miramos allí?" preguntó Tom. "Es sólo un cuarto pequeño y sucio. Creo que guardan algo de madera allí o algo", respondió Dylan.

Ese día el mundo se enteró de la muerte de la estrella del rock más influyente de los últimos 20 años.

Fuentes:

BBC / VH1 Rock Docs

Kurt Cobain Murdered. Primera edición.

http://www.brendanhunt.com/uploads/6/3/4/2/6342789/kurt_cobain_-_murdered_first_edition_pdf.pdf

El investigador Tom Grant asegura desde hace 30 años que Kurt Cobain fue asesinado.



8 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.



Viernes. “Fetos e intestinos por todos lados ¿Qué es eso, Ricardo?” los interrogatorios de mi madre aumentaban cada vez que me veía con mis discos, por supuesto que el arte de la contraportada de In Utero no pasó desapercibida para ella, tampoco para muchas personas en el mundo.

“Es solo arte, mamá”, le respondí como para bajar la polémica y sus ojos de extrañeza aparecieron como siempre. Mi mamá y la música siempre dejaban anécdotas, en una ocasión puse a volumen considerable la canción número diez de In Utero, “Radio Friendly Unit Shifter”, en la cual los primeros 24 segundos solo son sonidos con distorsión. Mi mamá salió de su cuarto pensando que se había arruinado la bocina del equipo de sonido. “¿Y ese ruido?... ya jodieron el equipo de sonido”, nos dijo a mis hermanas y a mí. No aguantamos las ganas de reírnos y le dijimos que así era la canción. “Ah chis ¡qué música esa!” dijo ella entre risas y asombro.

Ese viernes todos estaban en sus cuartos y me quedé un rato solo en la sala. Puse la música a un volumen suave, era una noche tranquila y simplemente me quedé ante la ventana viendo la gente pasar. Cada canción me hacía sentir distintas sensaciones y eso disparaba pensamientos, anhelos, alegrías y también tristezas.

Desde muy pequeño estuve expuesto a muchos ritmos y letras, a muchos mensajes y expresiones musicales y artísticas, cada canción de las que escuchaban mis papás dejaba una huella en mi corazón. Lo especial a los 14 años es cuando tu música, tu estilo y tu grupo escogido generan una explosión de emociones y hacen de la vida algo muy especial. No todo era estridencia o rockear, también había momentos para solo pensar y darte cuenta que podías ver el mundo de otra forma, no solo como te lo cuentan los adultos.

Finalizó la noche de música, una velada bastante tranquila. Los viernes siempre tenían ese toque diferente y era la antesala a lo más emocionante: un fin de semana con la posibilidad de no ver a nadie en casa y quedarme solo con el equipo de sonido y mi caja de discos, a mis anchas, como me gustaba.

Continuará.

 


domingo, 7 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 9




7 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.


La búsqueda de Kurt Cobain continúa. Tom Grant y Dylan Carlson se detuvieron frente a la casa de Lake Washington. Tom esperó en el auto mientras Dylan caminaba solo, como habían planeado previamente. Tom no quería que Kurt supiera que estaban allí. Dylan volvió al auto al menos cinco minutos después diciendo que no había nadie en casa.

“¿Por qué tardo tanto tiempo si no había nadie?”, se preguntó Grant. ¿Es posible que se haya encontrado con Cali Thornhill (amigo de los Cobain y niñero de Frances Bean)?

Por la tarde reanudaron la búsqueda. La mayor parte del día revisaron los lugares de reunión de Kurt y hablaron con personas que podrían saber dónde estaba.

Encontraron uno de los dos autos de Cobain frente a la casa de un amigo con el anuncio de “oferta se vende” en una parte del carro. Dylan revisó el auto en busca de alguna pista sobre el paradero de Kurt, pero no encontró ninguna.

Al anochecer se dirigieron a Carnation, un pequeño pueblo a unas 30 millas al este de Seattle, donde los Cobain poseían dos cabañas vacías situadas en varios acres de propiedad. Dylan no estaba seguro de cómo llegar allí en la oscuridad y, con la creciente lluvia, decidieron regresar. Tom se detuvo frente a un teléfono público y Dylan hizo una llamada.

Cuando regresó al auto, dijo: "Courtney ha tenido algunos problemas. Ha estado arrestada y está en el hospital". Courtney quería que regresaran a la casa de Lake Washington para buscar la escopeta en un compartimento oculto dentro del armario. “¿Por qué no le había pedido eso a Cali?”, pensó Grant.

 A las 9:45 de la noche regresaron a la casa de Cobain. En el interior, Tom encontró una nota de Cali Thornhill que estaba colocada en la escalera principal. No estaba allí la noche anterior y Tom tuvo la sensación de que dejaron la carta allí para que él la encontrara. El texto de Cali era una crítica a la actitud de Kurt de no anunciar su presencia en la mansión y de no ponerse en contacto con Courtney, quien tenía varios días tratando de contactarlo.

Ese día tampoco revisaron el invernadero.


Fuente: Kurt Cobain Murdered. Primera edición.

http://www.brendanhunt.com/uploads/6/3/4/2/6342789/kurt_cobain_-_murdered_first_edition_pdf.pdf

 El investigador Tom Grant asegura desde hace 30 años que Kurt Cobain fue asesinado.

 

7 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Jueves. En Antiguo Cuscatlán había una comunidad cercana a la escuela, la mayoría de los jóvenes del lugar asistían a clases a ese centro de estudios. Antes o después de las clases estaba la opción de acompañar a mis compañeros a la comunidad y aunque yo era un chico más de la escuela, en un primer momento pensé que no sería bienvenido. Tenía la percepción que era muy diferente a todos, que mis pensamientos e ideas eran extraños, raros, no aceptables; sin embargo, me equivoqué, la gente me veía como uno más de la escuela, uno más del territorio.

Poco a poco me sentí cómodo y comencé a compartir lo que me definía en ese momento: la música. De tanto hablar quizás algunos se identificaron, ya que ahí conocí a dos jóvenes que más adelante en el año me ayudarían con el diseño de unos instrumentos musicales a base de durapax, una de mis tantas locuras influenciadas por el rock.

Ese jueves, luego de las clases, fui a la comunidad y pasé un tiempo ahí, luego caminé con la chica que más se interesaba de mis cosas, de mi vida. “Y si tus papás se dieran cuenta que andás aquí conmigo ¿no te regañarían?” pregunté, siempre preguntaba para saber que podría hacer en caso nos encontraran en la calle. “Mi hermana también sale a pasear y luego llegamos juntas”, respondió.

Ella tenía unos ojos que brillaban, su mezcla de timidez con motivación y alegría eran sus características. “Vas a llegar a escuchar tu música loca” me decía entre risas. “Claro, no me puede faltar”, respondía siempre. Y entre pláticas de cómo eran nuestros padres, el futuro de nuestras vidas y las clásicas inseguridades adolescentes se nos pasó el tiempo.

Poco después de las 7:00 de la noche estaba esperando uno de los últimos buses. No me generaba preocupación llegar tarde a casa, por parte de mis padres solo recibiría un par de preguntas y después todo seguiría su curso. Llegué a casa y se cumplió lo de cada jueves: cené, hablé y reí lo necesario. A las 9:00 de la noche estaba listo para “90 minutos de rock”, disfruté el especial de esa noche como cada emisión, pero en el espacio para las noticias de la escena rockera mundial no dijeron nada de Nirvana. “¡Qué mi#$%!” dije con molestia.

Otro jueves sin saber nada de los que acaparaban mi atención adolescente.

Continuará.    



sábado, 6 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 8

 




6 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

Mientras el cuerpo de Cobain yacía en el invernadero de la mansión en Seattle, desde Los Ángeles, Courtney Love trataba de contactarlo. El 4 de abril contrató a una persona para dar con el paradero de su esposo.  

Love encontró en las páginas amarillas el contacto del investigador Tom Grant, quien aceptó la misión. La mujer le mencionó que su marido tenía tendencias suicidas y probablemente estaría armado. Uno de los primeros pasos de Grant fue contactar a las personas cercanas al artista, entre ellas Dylan Carson, el amigo de Cobain que lo acompañó el 30 de marzo a comprar una escopeta Remington calibre 20 y una caja de municiones.

Ambos se reunieron en Seattle y comenzaron con la búsqueda. Pasaron la tarde hablando con personas que quizás vieron a Kurt, sin embargo, la información no era relevante, no los acercaba al paradero del cantante.

Por la noche decidieron entrar a la mansión. Al ingresar no vieron nada extraño. "Kurt, Kurt... hola... Kurt", los llamados se intensificaron. Grant pidió a Dylan Carson que lo guiara por la mansión. "¿Esto tiene otro piso?" preguntó el investigador. "Sí, tiene un ático", contestó el amigo de Cobain.

Solo unos minutos dedicaron a la búsqueda en los lugares principales de la mansión, pero Grant temía que Kurt saliera armado o llegara a la mansión y los encontrara. Salieron a prisa y pasaron por alto asomarse a la ventana del invernadero; de hecho, ni siquiera tomaron en cuenta esa estructura, no se les ocurrió.

Por este descuido el cuerpo del líder de Nirvana pasó otros dos días sin ser descubierto.

Fuente: BBC / VH1 Rock Docs


6 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Miércoles. “Si hubiera comprado primero el Nevermind, en lugar del Incesticide ¿sería la misma pasión por esta banda?” esto me lo preguntaba cada vez que miraba la caja con los CD y aparecían las portadas de ambos discos. Cuando miraba el diseño del álbum recordaba el momento en que conocí a Nirvana: en 1992 vivía en Santa Ana y me reunía con muchos jóvenes en la esquina de una calle, la mayoría rondaba los 19 y 21 años.

Hablando de música siempre mencionaba a Guns & Roses, Skid Row, Poison, incluso Sepultura. Una vez, uno de los mayores me dijo: “¿Y ya escuchaste Nirvana?”, me extrañé porque jamás había escuchado ese nombre, me pareció más el nombre de una planta o algo por el estilo. “No, jamás” dije. “¿Qué? ¿No has escuchado a Nirvana? Son buenísimos y están sonando bastante… comprá el casete del bebé, es buenísimo”, dijo el joven que comenzaba a estudiar en la universidad.  

En ese tiempo aún guardaba un poco de dinero que mis papás me dieron luego del viaje de México a El Salvador. Pero no era suficiente, entonces comencé con la danza de peticiones a quien fuera parte de la familia, en algo me ayudó el préstamo de mi prima, el de mi mamá y uno que otro colón ahorrado en la escuela. Junté lo necesario para ir a Pop Music, una tienda en el centro de Santa Ana, a buscar al grupo llamado Nirvana. Ahí estaban los dos casetes juntos: Nevermind e Incesticide.

El bebé que aparece bajo del agua, por un lado; y por el otro, dos seres extraños y una flor. Tenía que decidirme y me dejé llevar por las portadas. Fue la oscuridad y la rareza que transmiten los dos personajes unidos, la forma de sus cuerpos y el rostro del ser más pequeño lo que me ayudó a decidirme por Incesticide. Tenía la sensación que algo extraño, pero bueno, iba a encontrar.

Y no me equivoqué. En una semana ya amaba el disco, desde la primera canción hasta la última quedé totalmente enganchado de Nirvana, el nombre que asocié con una planta.

Dos años después, un miércoles 6 de abril por la mañana, volví a dedicar la rutina de la mañana a Incesticide. Y comencé con la canción número nueve, “Beeswax”, mi favorita del disco. Agresiva, con riffs que me contagiaban, desordenadamente buena, sucia, distorsionada y con la voz de Kurt que poco a poco cambia de intensidad hasta llegar a los alaridos. 

"Beeswax" no le gustaba a nadie en casa, a nadie de los que conocía, quizás a mi hermana menor un poco. La letra muy extraña, sin una idea clara; sin embargo, para mí se convirtió en la canción por excelencia del lado ruidoso de Nirvana y la que se merecía el volumen máximo siempre.

Esa mañana fue de Incesticide, a la espera del jueves porque necesitaba alguna buena noticia de la banda.

Continuará.


viernes, 5 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 7

 


5 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

Es una mañana lluviosa con pronóstico de mal tiempo. Kurt Cobain está en su cuarto y la televisión está encendida, pero sin volumen. Se quedó dormido con ropa y así pasan unos minutos, luego pone la música de R.E.M y fuma unos cigarrillos. Sigue con el intento de finalizar la carta para su esposa e hija.

Se acerca al armario, a un compartimento especial y toma la escopeta que está acomodada en una funda, luego toma dos toallas, un paquete de cigarros, sale del cuarto con dirección a la cocina y toma una lata de cerveza del refrigerador.

El día está nublado y no sale el sol. Kurt ha guardado la carta en su chaqueta y camina hacia el invernadero de la mansión, un lugar secreto encima del garaje. Entra y comienza a fumar; en total, en solo minutos, se fuma cinco cigarrillos y toma algunos sorbos de cerveza. Su nivel de ansiedad es elevado porque sabe lo que sucederá. No le faltaba su caja metálica a donde guardaba todo lo que ocupaba para inyectarse heroína.

Termina la carta y la clava en una maceta vacía que estaba en ese cuarto. En ese espacio ya estaba la escopeta cargada.

Cobain camina por el cuarto y prepara todo: se quita la chaqueta y la dobla para acomodarla cerca de ahí, acomoda las toallas en el piso, saca su billetera y la coloca en el suelo con la parte de su identificación a la vista. Se sienta y de su caja de metal saca una bolsa con un pedazo grande de heroína color negra de origen mexicana. Comienza el proceso para consumir una vez más.

Luego de inyectarse comienza la excitación que lo tiene atrapado desde hace años, unos segundos después toma la escopeta, la apoya en sus pies e introduce el cañón en su boca, al menos cinco centímetros… y hala del gatillo.

Fuente: Pure Grunge / Heavier than heaven


5 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Martes. Esperar el bus poco antes del mediodía era de las actividades más aburridas y desesperantes. No pasaban muchos buses de la ruta 101 C y el calor, el bolsón y el horrible uniforme no ayudaban a mejorar la situación. Lo que necesitaba era un walkman y perderme en mis canciones favoritas, aunque pensaba en un asalto y perder el walkman o la vida. 

Lo bueno del bus es que siempre había asientos. Y lo mejor era llegar a la escuela y esperar el primer recreo. Algunas veces me reunía con una chica con la que coincidíamos bastante, ella mostraba un interés diferente y yo podía explicarle parte de mi vida sin ningún tipo de vergüenza. Lo que ella no entendía era mi gusto por el rock y por Nirvana, y yo le explicaba toda la evolución que necesité para llegar a ese gusto; siempre mostraba un rostro de extrañeza sobre este tema y eso me daba mucha gracia. Reíamos bastante.

También hablaba con un compañero que era fan acérrimo de Slash, guitarrista de Guns & Roses. Y siempre estaba el debate sobre ¿Cuál banda es mejor, Guns o Nirvana? ¿Cuál guitarrista era mejor, Kurt o Slash? No había dudas que Slash era un mejor guitarrista, pero siempre repetía que Kurt y Nirvana representaban un estilo de música rebelde y ruidoso, fuera del molde de las clásicas bandas de rockeros con trajes de cuero y maquillados. Y ese era un debate sin acuerdo final.

Lo bueno de todo es que los debates duraban poco; luego, por razones naturales, coincidíamos en algunos juegos, los gustos por ciertas chicas y las clásicas babosadas de nuestras edades. Esos días de escuela, adolescencia y Nirvana me daban cierto alivio y diversión.

El regreso a casa era otro aburrimiento que combatía tarareando ritmos, recordando riffs de guitarra y canciones especiales. Era cuestión de minutos para borrar el aburrimiento porque la música me esperaba en casa. 

"¿Por qué no te ponés a estudiar? ¿Y las tareas?" las clásicas preguntas de mi mamá. Tenía razón, no estudiaba mucho y a los deberes solo le dedicaba lo necesario para aprobar las materias. "Ya voy a estudiar, mamá", la respuesta se repetía con los años. Sentía que no necesitaba estudiar todos los días, de alguna u otra forma me acordaba de los conceptos.

Lo que revisaba con suma dedicación eran las letras de las canciones de Nirvana. No sabía nada de inglés y el diccionario para traducir era el libro más importante que tenía. Y poco a poco escribía las traducciones, las canciones con un lenguaje claro y sencillo las entendía muy bien, pero con otras simplemente no encontraba el sentido. 

Me atrapó la música, los ritmos, la actitud, la forma de cantar, la estridencia, la distorsión, los gritos y, por momentos, la suavidad de las voces. Ahí donde estaba el rock, ahí estaba mi espíritu. 

Era una comunión que crecía a diario.

Continuará.

jueves, 4 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 6

 




4 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

La mayor parte de la jornada Kurt se mantuvo en casa. En esos días escuchaba el disco “Automatic for the people” de R.E.M. al menos ese casete se encontró, días después, en su equipo de sonido. Fumó algunos cigarros y comenzó a escribir una carta para su esposa, Courtney Love, y su hija, Frances Bean, pero no la finalizó.  

La heroína surtió su efecto momentáneo porque quienes vieron a Cobain por última vez coincidían en que se veía de buen humor. Una mujer identificada como Katja conoció al líder de Nirvana en las afueras de su mansión. Ella junto a un hombre muy influyente de la industria musical llegaron a recogerlo la noche del 4 de abril.

“Parecía muy entusiasmado y contento… tenía una luminosidad”, dijo la mujer, quien lo vio mientras se dirigían a otra parte de Seattle.

Kurt volvió al sector bohemio de Capitol Hill. A las 11:00 de la noche entró a la Taberna Linda’s; ahí otra mujer, Victoria Renard, contó su encuentro con el guitarrista: “Le dije, hola Kurt vienes a mi fiesta de cumpleaños… y él, sorprendido, dijo no”. Según Renard, el cantante de Nirvana ni siquiera fue a la barra y siguió su camino hasta la parte trasera de la taberna. Se veía normal, como un visitante más.

En algún momento, cerca de la medianoche, Cobain salió del bar. Victoria Renard fue una de las últimas personas que lo vio vivo.

Fuente: BBC / VH1 Rock Docs / Pure Grunge  

4 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.
 

Lunes. La mañana se fue entre canciones de Nirvana, videos, comida y preparar todo para ir a la escuela. Un día más. En la parte trasera de la escuela había una cancha y unos cuartos abandonados, ahí permanecían al menos cinco jóvenes de una comunidad cercana, algunos no estudiaban ni trabajaban, solo pasaban el tiempo. Al menos tres veces por semana llegaban a ese lugar, pero los lunes no faltaban.

Eran amigos de muchos estudiantes, algunos de ellos de mi grado. Aunque al principio no era bienvenido, con el tiempo me aceptaron no sin antes interrogarme sobre muchas cosas. La más chistosa de todas: ¿eres satánico?

“¿Qué? ¿Se me nota?” dije entre risas. “Esa música que escuchás es satánica”, mencionó el más incrédulo del grupo. “Yo conocí a un bicho que de tanto escuchar esa música se le metió el demonio”, agregó con tono entre serio y asustado. “Quizás ese chero escuchaba Deicide o algo así, esos sí son satánicos… pero no, no soy satánico”, dije sonriendo. “Quizás Kurt adora a satanás o le cae mal Dios, jajajaja”, pensé.

Siempre estaba esa impresión de que la música que escuchaba generaba algo que no necesariamente era positivo, pero me parecía normal esa respuesta de la gente, me daba risa y también sentía la cómoda sensación de escuchar algo que muy pocos entienden. “Esta es la música que me gusta y punto”, dije en mis adentros.

“¿No te aburre eso, Ricardo?”, esa era una pregunta recurrente de mi mamá cuando me encontraba escuchando a Nirvana. Y yo, sentado en el sillón con el cartoncito del CD en las manos, la miraba y simplemente decía “no”. Y luego comenzaba a explicar cada parte de la canción, algo que podría comunicar la letra, entre otras cosas. Al final volvía la vista al cartón del disco compacto y seguía, como si nada sucediera y eso fuera lo único interesante del día. 

Por las noches pensaba mucho. "Me gustaría estar en un gran concierto y ver a mis bandas favoritas... ¿algún día estaré en un escenario? ¿sería guitarrista o baterista? podría ser el bajista... sería bueno y rompería los instrumentos jajajaja". 

Cómo lograr esos objetivos se volvió un pensamiento recurrente, un anhelo que se alimentaba con cada canción que sonaba en mi cuarto, con cada video que repetía, con cada paso que daba. 

Continuará.

miércoles, 3 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 5

 





3 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

A Kurt Cobain lo vieron en la ventanilla de Jack in the Box, una popular venta de hamburguesas, en Capitol Hill, un barrio bohemio de la ciudad. El líder de Nirvana decía que ahí vendían las mejores hamburguesas de Seattle. Cerca de ese lugar vendían heroína.

El fotógrafo Charles Petterson se encontró con Cobain frente a la Taberna Linda’s. Según el fotógrafo: "no se veía bien, pero fue agradable verlo. Me dio su nuevo número de teléfono, me pareció que estaba buscando drogas, estoy seguro".

Ese mismo día en Lake Washington llegó con una mujer y tres personas más a “Cactus”, un restaurante de comida mexicana. Según el dueño del lugar, Kurt y sus acompañantes revisaban la cartelera de cine. Iban a cenar pero empezaron con el postre, lo cual fue muy extraño para el dueño del local. 

“Al parecer las personas cuando consumen heroína les gustan las cosas dulces”, dijo el propietario de "Cactus". Cobain estaba de buen humor y dicen que disfrutó mucho el plato de budín de banano salteado en azúcar y ron.

La estrella de rock llamó la atención de algunas personas porque lamió el plato sin importarle las opiniones, también lo recuerdan porque le denegaron la tarjeta de crédito y no pasó desapercibida la molestia del cantante por tener que pagar con un cheque. 

Esa noche él y sus acompañantes, seguramente personas vinculadas a la venta de droga, fueron al cine y vieron “El Piano”.

Fuente: BBC / VH1 Rock Docs


3 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Domingo. Si los videojuegos marcaron algunos años de mi niñez, en la adolescencia los CD me atraparon completamente. El rito de las mañanas de los domingos: poner un CD a un volumen adecuado, traducir las canciones y revisar el cartón que incluía cada CD. Repetir una canción las veces que sea necesario, revisar la letra otra vez, pensar en qué trataba de comunicar la banda.

En ese proceso se pasaban las horas. Recuerdo que los domingos eran para salir a realizar algunas compras, pocas veces a comer algo distinto. En ocasiones me tocaba acompañar a la familia, pero si podía evitarlo era mejor y me quedaba en casa.

Ese domingo me quedé en la sala y escuché a muchas bandas, casi siempre comenzaba con Skid Row, otra de mis favoritas, para terminar con Nirvana. Preparaba todo como si fuera un concierto: el volumen al máximo, la sala era como un escenario y en los sillones me imaginaba que estaba la audiencia. No ocupaba una escoba como guitarra, pero me imaginaba la sensación, cada canción la vivía al máximo, cada gota de sudor en ese momento era placer puro.

Fue en esos días que escuchar rock cambió, ya no era solo estar sentado asimilando canciones, había algo más y debía expresarse: saltando, tirándome al suelo o al sillón, de alguna u otra forma debía salir esa energía.

El volumen siempre a tope, pero estaba pendiente de la ventana. En caso llegaran mis papás debía bajar el volumen y tirarme al sillón, acomodarme y simular como que nada había pasado, poner una cara de tranquilidad, aunque la sangre en las venas circulaba con fuerza y a mil por hora.

Continuará.


martes, 2 de abril de 2024

Los días de 1994. Parte 4

 




2 de abril 1994
Seattle, Estados Unidos.

A las 12:57 de la mañana aterrizó el avión en Seattle. Kurt Cobain estaba de regreso y en lo que duró el vuelo desde Los Ángeles habló con Duff McKagan, aunque no tocaron el tema en el que ambos coincidían: la adicción a la heroína.

“Estaba bastante deprimido”, dijo McKagan. Kurt salió del aeropuerto a fumar con un amigo de Duff. En algún momento pensaron llevar a casa al cantante de Nirvana, pero cuando intentaron buscarlo ya se había retirado en un auto. Se fue sin despedirse.

A las 7:30 de la mañana Kurt, abordó un taxi para ir a comprar municiones para su arma, pero no encontró establecimientos abiertos. A las 8:30 am lo dejaron en la Avenida Aurora, un reconocido lugar a donde la venta de drogas y la prostitución es común.   

Cobain fue al motel Marco Polo y rentó la habitación 226, su favorita porque tenía una vista de todo el lugar. Ahí se sumergió en un espiral de consumo de heroína y solo comía papas fritas.

Fuente: BBC / VH1 Rock Docs / Pure Grunge


2 de abril 1994
Santa Tecla, El Salvador.

Sábado. En una habitación de la casa teníamos un televisor y un reproductor de videos. Con mis hermanas, desde muy pequeños, teníamos el hábito de grabar películas y videos. Y repetirlos una y otra vez. Con los años nos aprendimos los diálogos casi completos de “Volver al futuro”, “Robocop” y otras cintas. Pero con los videos de rock era distinto.

Solo un programa de canal 12 era el que, muy de vez en cuando, pasaba algunos buenos videos, por lo que debíamos estar pendientes para grabar los favoritos. En 1994 tuve la suerte que mi hermana grabó algunos programas y por fin vimos “Heart- Shaped Box”, el primer single de In Utero, el último disco de Nirvana.

Ese video lo vimos tanto que nos aprendimos cada escena, cada momento. Lo repetíamos casi todos los días, pero principalmente los fines de semana. Nos encantaba, hasta mi hermano de tres años le encontró el gusto a “Heart-Shaped Box”, se reía mucho con una escena en la que Kurt estaba en una mecedora y caía al suelo. 

Eran esos momentos los que hacían la diferencia en mi vida. Esos simples momentos. Podía tener amigos, jugar y lo necesario para vivir, pero era la conexión con la música y Nirvana la que me hacía sentir diferente, más feliz y animado. Tenía 14 años y esto le daba un sentido a mi existencia.

Continuará.