martes, 25 de marzo de 2014
La sintonía
Cuando no hay sintonía es imposible encontrarle gusto, incluso a la vida misma.
Una canción, un beso, un escrito, una nota, también un pensamiento, todo puede suceder frente a los ojos y perderse, pasar desapercibido y no grabarse en la memoria. Todo pasa si no hay sintonía.
Frente al teclado me encuentro todos los días, pero no puedo escribir como una máquina, no sigo el manual del disciplinado, ni tampoco, aunque así lo parezca, imprimo el sello del distribuidor de noticias.
Una vez entró en la construcción de la historia, busco la fusión entre el deber y la imaginación, El tiempo pasa y es testigo de un escrutinio pasional: no puede una palabra, una idea junto al mero y superficial trabajo producirse sin la sintonía adecuada.
Los minutos pasan y hay una guerra mental: construir el producto básico y sesudo o crear para el corazón. Siempre valdrá la pena asesinar al tiempo ¿de qué sirve ahorrarse minutos si el resultado de cada obra no pasa de ser satisfactorio? Hay que ir más allá, aunque sea en el interior.
Cuando finaliza la historia, entonces viene la creación visual: el último y más retador paso.
El sonido del teclado vuelve a romper la monotonía, las ideas vuelan. Mientras el compañero busca lo práctico, lo requerido, lo esperado y aceptado, me debato entre obedecer o retroceder e intentar otra idea. ¿Me gusta lo que veo? ¿puedo cambiar el camino? ¿encuentro la sintonía entre el trabajo que me piden y la satisfacción personal de la obra? Un momento excitante.
Una forma de ver la creación de un texto que colisiona con los tiempos requeridos. Un hábito que permanece expuesto a la crítica, a la desaprobación.
Pasa el tiempo y cuando he callado, irremediablemente llega el arrepentimiento. No importa el aplauso o las felicidades, cuando se rompe la sintonía, nada tiene sentido.
Pasa el tiempo y cuando he sido práctico, hay una sensación de tregua mental que dura cierto tiempo, muy poco diría. Un sinsabor que al menos permite seguir con el día.
Pero cuando he buscado y encontrado la inspiración para plasmar ese texto, ese trabajo diario, con las ideas, palabras e información encaminadas en un mismo rumbo, la situación es diferente. Cuando se logra fusionar la nota requerida con la creatividad personal y el ritmo visual adecuado, congruente, armonizado, entonces en ese momento, solo en ese momento, explota algo en el alma y recorre todo el ser: la sintonía entre el deber y el ser está hecha.
Todo esto pasa en las horas laborales. En ese pequeño pero tan excitante mundo.
Pero no hay que perder el sentido. No todo es trabajo. El verdadero reto es dar la misma lucha en cada faceta de la vida. Lo que está asegurado es que habrán muchas caídas y tropiezos antes de llegar al clímax.
Y la meta final: la sintonía entre el cuepo, el alma y el espíritu.
No será fácil, pero tengo tiempo para intentarlo. ¿Por qué no?
viernes, 14 de marzo de 2014
Que no se olviden los pasatiempos
Uno de los inconvenientes de ser periodista es que conforme pasan los años, en medio de tanta información que analizar, escudriñar, resumir y publicar hay temas que pasan a ser, irremediablemente, de primer orden.
Llega un momento, sin aviso, en el que todo gira alrededor de la información que te interesa para tus publicaciones. Eso conlleva que otros temas y pasatiempos pierdan cierta presencia.
Tuve una tremenda impresión al darme cuenta hoy, 14 de marzo de 2014, que el pasado 3 de diciembre de 2013, fue publicado el último libro de la serie de Jason Bourne: "The Bourne retribution".
He leído los diez libros de la serie, cada uno me ha dejado tantas emociones y momentos agradables, que podrán dimensionar lo que sentí con el descubrimiento. El placer de imaginar que devoraré esas páginas muy pronto, es indescriptible. Sin embargo una interrogante atacó mis pensamientos: ¿en qué he pasado tanto tiempo como para no darme cuenta de semejante lanzamiento? solo pude sentir decepción.
La historia no termina ahí: ya está en proceso el siguiente libro de la serie, "The Bourne ascendancy" para mediados de año.
Por supuesto que les contaré antes de diciembre de 2014 la trama de los libros, que desde ahora se convertirán en parte de mi lectura obligada.
Esto me deja una reflexión: hagan lo que hagan, no importa el trabajo que tengan o las responsabilidades diarias, nunca se olviden de sus pasatiempos, porque eso, al final de todo, es lo más especial en la vida.
Llega un momento, sin aviso, en el que todo gira alrededor de la información que te interesa para tus publicaciones. Eso conlleva que otros temas y pasatiempos pierdan cierta presencia.
Tuve una tremenda impresión al darme cuenta hoy, 14 de marzo de 2014, que el pasado 3 de diciembre de 2013, fue publicado el último libro de la serie de Jason Bourne: "The Bourne retribution".
He leído los diez libros de la serie, cada uno me ha dejado tantas emociones y momentos agradables, que podrán dimensionar lo que sentí con el descubrimiento. El placer de imaginar que devoraré esas páginas muy pronto, es indescriptible. Sin embargo una interrogante atacó mis pensamientos: ¿en qué he pasado tanto tiempo como para no darme cuenta de semejante lanzamiento? solo pude sentir decepción.
La historia no termina ahí: ya está en proceso el siguiente libro de la serie, "The Bourne ascendancy" para mediados de año.
Por supuesto que les contaré antes de diciembre de 2014 la trama de los libros, que desde ahora se convertirán en parte de mi lectura obligada.
Esto me deja una reflexión: hagan lo que hagan, no importa el trabajo que tengan o las responsabilidades diarias, nunca se olviden de sus pasatiempos, porque eso, al final de todo, es lo más especial en la vida.
viernes, 7 de marzo de 2014
Las frases que insultan
Hoy leí quizás uno de los peores editoriales de mi vida.
Siempre acostumbro revisarlos, tomarme el tiempo para analizar la forma en la que escribe el sujeto y comprender a dónde quiere llegar con su esfuerzo.
No importa la identidad, pero ahora el rostro de esa persona vivirá por siempre en mi conciencia. No habrá forma de olvidar a un ser humano que insultó la inteligencia promedio de los lectores.
¿Acaso creen que somos ingenuos? ¿sospechan que la ignorancia es un mal que abarca a toda una población? Leí con mucha atención una mezcla de temas históricos, conectados irresponsablemente. Y aclaro: irresponsablemente porque el objetivo del escritor era específico, pero intentó adornarlo, embellecerlo, el problema es que no lo logró.
Lo que sí logró es que aquellos sensibles ante los insultos de muy bajo nivel, lejos de apartar la vista del texto proseguimos con asombro hasta el final. Y cuando llega ese momento se siente la necesidad de reir, compartir el escrito y entrar en un estado de éxtasis cuando uno, dos o tres rostros asienten y te dan la razón: esta persona insulta a la inteligencia.
Prefiero las verdades que destrozan, comprendo las posiciones extremas y ciertamente le encuentro gusto leer a alguien que no busca agradar, que no está atado. Aunque no esté de acuerdo con su forma particular de analizar la realidad nacional, me deja la sensación de querer debatir ideas y esa es la razón que mueve al escritor: romper esquemas, incomodar, mostrar realidades polémicas pero necesarias, compararlas e invitar a una reflexión.
Cuando desayuno los fines de semana me deleito con varios escritores, algunos serios en su forma de expresar las ideas, otros jocosos, amables e irreverentes.
Pero hoy fue diferente. Al final creo que agradezco a esta persona semejante trabajo mental, porque me dejó una enseñanza:
Nunca menosprecies la inteligencia de los lectores, jamás.
viernes, 21 de febrero de 2014
El silencio de los culpables
Ahora las palabras se sueltan con austeridad.
Las sonrisas en exceso.
Y las miradas que se cruzan, tienen un objetivo: fortalecer el entendimiento.
Atrás quedó el tiempo de la respuesta apresurada, la desesperación por lo ideal y la necesidad de expresar.
Aquel momento de querer cambiar el mundo, de lucha de ideales, ha dejado de ser atractivo.
Simplemente perdió la pasión.
Quizás por los golpes recibidos o la necesidad de acoplarse. Lo cierto es que los estancados encontrarán razones para justificar esa muerte en vida.
Los años matan, en todo sentido. El tiempo te convierte en cómplice de la decadencia. Te acomoda en el círculo de los experimentados, los que creen tener las respuestas a base de golpes de vida.
Entre los adultos, el que disputa, pierde; el que se desespera por la verdad, es marginado; pero el hipócrita, el adulador, el de buenos modales, tiene su lugar entre la élite.
Sin embargo hay excepciones. Híbridos. Golpeados por la vida, pero vivos en el interior. Marginados regenerados, acoplados sin ser estáticos. Aquellos que no pierden la llama ideal.
Son los despiertos entre la manada. Los que aguardan el momento.
Son cómplices de la decadencia, por supuesto, pero están a la espera de dar el golpe adecuado.
Son culpables, como muchos.
Pero tienen una ventaja por sobre los demás: el silencio.
Y el tiempo los premiará.
Las sonrisas en exceso.
Y las miradas que se cruzan, tienen un objetivo: fortalecer el entendimiento.
Atrás quedó el tiempo de la respuesta apresurada, la desesperación por lo ideal y la necesidad de expresar.
Aquel momento de querer cambiar el mundo, de lucha de ideales, ha dejado de ser atractivo.
Simplemente perdió la pasión.
Quizás por los golpes recibidos o la necesidad de acoplarse. Lo cierto es que los estancados encontrarán razones para justificar esa muerte en vida.
Los años matan, en todo sentido. El tiempo te convierte en cómplice de la decadencia. Te acomoda en el círculo de los experimentados, los que creen tener las respuestas a base de golpes de vida.
Entre los adultos, el que disputa, pierde; el que se desespera por la verdad, es marginado; pero el hipócrita, el adulador, el de buenos modales, tiene su lugar entre la élite.
Sin embargo hay excepciones. Híbridos. Golpeados por la vida, pero vivos en el interior. Marginados regenerados, acoplados sin ser estáticos. Aquellos que no pierden la llama ideal.
Son los despiertos entre la manada. Los que aguardan el momento.
Son cómplices de la decadencia, por supuesto, pero están a la espera de dar el golpe adecuado.
Son culpables, como muchos.
Pero tienen una ventaja por sobre los demás: el silencio.
Y el tiempo los premiará.
sábado, 25 de enero de 2014
Fernanda Parte VII
Los labios se unieron después de varios intentos, era lo único que faltaba de unir entre Fernanda y César. Cuando dos cuerpos se convierten en una frenética masa de piel, carne, sudor y pasión, todo es inevitable. Fue la primera vez que Fernanda besó a un cliente, tanto fue el erotismo, que no se dio cuenta cuando sucedió.
Todo iba más allá de una simple transacción de dinero por carne, ambos sabían desde la primera ocasión que eran el uno para el otro para desahogarse de tanta presión. Ella era la más activa, decidió botar todo el peso emocional que la aprisionaba. Tomó a César y le hizo saber que cada dólar que iba a pagar, lo valía.
Sus miradas se encontraban cada cierto tiempo, porque el chico prefería verla en acción. Fernanda gustaba de apreciar cuánto puede el placer, enloquecer a una persona.
Fueron dos horas de fuego y sentimientos encontrados.
"Sabés que me quedé con las ganas de seguir viéndote", dijo César con una sonrisa pícara mientras miraba los labios de la chica. Fernanda comenzó a extrañarse de esa actitud. "Una cosa es buscar a una prostituta y otra es mostrar interés", pensó, mientras miraba los ojos de quien la acompañaba en la cama.
Desde que comenzó a vender su cuerpo se había acostumbrado a la frialdad, incluso al desprecio enmascarado de los hombres. Podía lidiar con eso emocionalmente, pero lo que este muchacho de piel blanca mostraba era algo nuevo para ella. Se sentía incómoda, pero también interesada.
"¿Vamos a quedarnos más tiempo?", preguntó la chica. César no lo dudó. "Estaremos hasta las 6:00 de la mañana y luego vemos", dijo mientras pidió una cerveza por teléfono.
Entonces Fernanda volvió a pensar, inevitablemente, en Angie. No recordaba haber visto cara a cara al tal Vaquero, aunque si recordó un auto negro, polarizado, al que muchos miraban con temor y respeto. "¿Será ese el auto del Vaquero?", la pregunta y la intriga rondaban la mente de la prostituta.
Hubo más pasión en el cuarto de motel, pero Fernanda esta vez no la disfrutó del todo, no pudo sacarse de la cabeza a Angie, al Vaquero y al inmenso vacío que era su vida.
No podía cambiar radicalmente, si de algo estaba clara era que no tenía las condiciones para ser feliz. Desde muy pequeña fue así y no había forma de cambiarlo, aunque esa noche se sinceró: acostarse con César era especialmente desestresante.
A las 7:00 de la mañana, en la misma esquina del parque, César dejó a la chica. Esta vez le pidió el número de celular y aunque Fernanda lo pensó varias veces, le terminó dando uno de los tres números telefónicos que tenía, el personal, el que menos ocupaba.
Se despidieron con una mirada.
Fernanda no pudo volver a la rutina, lo primero que hizo fue darse un baño y luego fue al hospital.
"¿Quién es el tal Vaquero? ¿Qué pasó? ¡Angie estuviste cerca de morir, por Dios!"
Fernanda no tenía los modales. En lugar de acercarse y abrazar, su forma de expresar el pesar y la preocupación había cambiado. Ahora se dejaba llevar por la rabia. "¡Quiero saberlo, ya!".
Angie no pudo contener el llanto y trató de calmar a su amiga, pero era imposible, Fernanda lloraba de odio, las lágrimas se mezclaban con la cara desencajada y la mirada en ningún momento se conmovía. Algo dentro de ella le decía que Angie le iba a ocultar, al menos, una parte de la verdad.
"Yo pensé que era la oportunidad de salir de todo esto. Pensé que por fin al menos podía vivir en pareja, por lo menos un maldito momento de esta desgraciada vida", Angie dijo estas palabras con la voz entrecortada, como cuando alguien parece que lo ha perdido todo. Su rostro golpeado y sus brazos morados hacían la escena desgarradora.
"Ahora no puedo hacer nada más que soportar este infierno, por dentro no lo quería, sé que no lo quería pero trataba, intenté ser una persona normal. Ese pendejo siempre me vio por lo que soy... una puta". Hubo un silencio antes de que Angie mirara a lo ojos a Fernanda. "Estamos marcadas, tatuadas, para no merecer algo mejor, aún en contra de nuestra voluntad".
Fernanda se sintió identificada al instante. Las palabras parecían salidas de su propio corazón. Un sentimiento de dolor la atacó, tanto que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no desmoronarse, sus manos temblaban. "¿Cómo no te pudiste dar cuenta? Nosotras sabemos bien cuando un hijo de puta tiene otras intenciones."
"Él cree que puede controlar sus adicciones, pero esa es su mayor debilidad. Ese día simplemente se volvió loco. Además, de nada sirve hablar, no puedo ni siquiera ir a la policía. Si lo hago. Estoy muerta."
Fernanda trató por última vez de ser congruente, de acompañar a su amiga en el dolor, pero no podía. Algo en su mente la controlaba, incluso en la dirección contraria a la posición de su amiga. Una fuerza la orientaba a un sentimiento: venganza.
"Tuviste que pensarlo antes de poner en riesgo a tu bebé, no debiste meterte con ese hombre"... unos segundos después se dio cuenta del tremendo error que cometió.
"¿Bebé?", susurró Angie. Ambas se vieron intensamente. "¡Fernanda qué decís! ¡Fernanda! ¡decime la verdad! ¿Estaba embarazada? ¡No!", los gritos se escucharon incluso en los pasillos, la enfermera y el doctor corrieron a socorrer a la paciente, quien entró en un shock nervioso. El doctor pidió aplicar un sedante, mientras la enfermera trataba de controlar a Angie.
"¡Acaso no le dije que había que ayudarla, salga de aquí ahora mismo!", señaló el médico a la puerta mientras miraba a Fernanda.
La joven salió, estaba perdida, impotente, atada a un dolor incalculable por lo que sucedió. Entonces Carmen apareció en el pasillo, cargaba dos bolsas con artículos de primera necesidad. Fernanda se secó las lágrimas y habló con la tía de Angie.
"Debo irme, regresaré mañana me siento muy cansada. Ya verá que a su sobrina se le hará justicia", dijo mientras abrazaba a la mujer. Carmen sintió algo extraño, pero no sospechó nada malo.
........................................................
Fernanda durmió sin remordimientos porque estaba clara de sus propósitos.
Al día siguiente antes de salir a trabajar, tomó la navaja. Estaba decidida.
Jueves, 9:36 pm.
Antes de llegar a su zona de prostitución, sonó su teléfono. Era César. "No puede ser", pensó.
"Fijate que el fin de semana voy a estar libre y me gustaría que fuéramos a la playa, será un trabajo especial, para salir de lo común", la voz del joven parecía un calmante.
"No lo sé, llamame el viernes por la noche, pero eso sí, como siempre me pagás una parte antes y la otra en el lugar", Fernanda estaba confundida porque el odio hacia su realidad parecía contenerse cuando hablaba con César, y solo habían pasado dos noches juntos.
"Te llamo entonces", dijo el joven antes de colgar.
Fernanda volvió a lo suyo. No sería difícil dar con el auto negro, sabía que tenía que moverse en un territorio que no le pertenecía, pero confiaba en que sus piernas, su trasero y su lindo rostro le iban a permitir abrirse paso hasta dar con el Vaquero.
Por primera vez estaba decidida a ocupar su cuerpo para algo más que revolcarse en una cama. Solo tenía que perseverar y esperar el momento perfecto para matar.
Continuará.
Todo iba más allá de una simple transacción de dinero por carne, ambos sabían desde la primera ocasión que eran el uno para el otro para desahogarse de tanta presión. Ella era la más activa, decidió botar todo el peso emocional que la aprisionaba. Tomó a César y le hizo saber que cada dólar que iba a pagar, lo valía.
Sus miradas se encontraban cada cierto tiempo, porque el chico prefería verla en acción. Fernanda gustaba de apreciar cuánto puede el placer, enloquecer a una persona.
Fueron dos horas de fuego y sentimientos encontrados.
"Sabés que me quedé con las ganas de seguir viéndote", dijo César con una sonrisa pícara mientras miraba los labios de la chica. Fernanda comenzó a extrañarse de esa actitud. "Una cosa es buscar a una prostituta y otra es mostrar interés", pensó, mientras miraba los ojos de quien la acompañaba en la cama.
Desde que comenzó a vender su cuerpo se había acostumbrado a la frialdad, incluso al desprecio enmascarado de los hombres. Podía lidiar con eso emocionalmente, pero lo que este muchacho de piel blanca mostraba era algo nuevo para ella. Se sentía incómoda, pero también interesada.
"¿Vamos a quedarnos más tiempo?", preguntó la chica. César no lo dudó. "Estaremos hasta las 6:00 de la mañana y luego vemos", dijo mientras pidió una cerveza por teléfono.
Entonces Fernanda volvió a pensar, inevitablemente, en Angie. No recordaba haber visto cara a cara al tal Vaquero, aunque si recordó un auto negro, polarizado, al que muchos miraban con temor y respeto. "¿Será ese el auto del Vaquero?", la pregunta y la intriga rondaban la mente de la prostituta.
Hubo más pasión en el cuarto de motel, pero Fernanda esta vez no la disfrutó del todo, no pudo sacarse de la cabeza a Angie, al Vaquero y al inmenso vacío que era su vida.
No podía cambiar radicalmente, si de algo estaba clara era que no tenía las condiciones para ser feliz. Desde muy pequeña fue así y no había forma de cambiarlo, aunque esa noche se sinceró: acostarse con César era especialmente desestresante.
A las 7:00 de la mañana, en la misma esquina del parque, César dejó a la chica. Esta vez le pidió el número de celular y aunque Fernanda lo pensó varias veces, le terminó dando uno de los tres números telefónicos que tenía, el personal, el que menos ocupaba.
Se despidieron con una mirada.
Fernanda no pudo volver a la rutina, lo primero que hizo fue darse un baño y luego fue al hospital.
"¿Quién es el tal Vaquero? ¿Qué pasó? ¡Angie estuviste cerca de morir, por Dios!"
Fernanda no tenía los modales. En lugar de acercarse y abrazar, su forma de expresar el pesar y la preocupación había cambiado. Ahora se dejaba llevar por la rabia. "¡Quiero saberlo, ya!".
Angie no pudo contener el llanto y trató de calmar a su amiga, pero era imposible, Fernanda lloraba de odio, las lágrimas se mezclaban con la cara desencajada y la mirada en ningún momento se conmovía. Algo dentro de ella le decía que Angie le iba a ocultar, al menos, una parte de la verdad.
"Yo pensé que era la oportunidad de salir de todo esto. Pensé que por fin al menos podía vivir en pareja, por lo menos un maldito momento de esta desgraciada vida", Angie dijo estas palabras con la voz entrecortada, como cuando alguien parece que lo ha perdido todo. Su rostro golpeado y sus brazos morados hacían la escena desgarradora.
"Ahora no puedo hacer nada más que soportar este infierno, por dentro no lo quería, sé que no lo quería pero trataba, intenté ser una persona normal. Ese pendejo siempre me vio por lo que soy... una puta". Hubo un silencio antes de que Angie mirara a lo ojos a Fernanda. "Estamos marcadas, tatuadas, para no merecer algo mejor, aún en contra de nuestra voluntad".
Fernanda se sintió identificada al instante. Las palabras parecían salidas de su propio corazón. Un sentimiento de dolor la atacó, tanto que tuvo que hacer un gran esfuerzo para no desmoronarse, sus manos temblaban. "¿Cómo no te pudiste dar cuenta? Nosotras sabemos bien cuando un hijo de puta tiene otras intenciones."
"Él cree que puede controlar sus adicciones, pero esa es su mayor debilidad. Ese día simplemente se volvió loco. Además, de nada sirve hablar, no puedo ni siquiera ir a la policía. Si lo hago. Estoy muerta."
Fernanda trató por última vez de ser congruente, de acompañar a su amiga en el dolor, pero no podía. Algo en su mente la controlaba, incluso en la dirección contraria a la posición de su amiga. Una fuerza la orientaba a un sentimiento: venganza.
"Tuviste que pensarlo antes de poner en riesgo a tu bebé, no debiste meterte con ese hombre"... unos segundos después se dio cuenta del tremendo error que cometió.
"¿Bebé?", susurró Angie. Ambas se vieron intensamente. "¡Fernanda qué decís! ¡Fernanda! ¡decime la verdad! ¿Estaba embarazada? ¡No!", los gritos se escucharon incluso en los pasillos, la enfermera y el doctor corrieron a socorrer a la paciente, quien entró en un shock nervioso. El doctor pidió aplicar un sedante, mientras la enfermera trataba de controlar a Angie.
"¡Acaso no le dije que había que ayudarla, salga de aquí ahora mismo!", señaló el médico a la puerta mientras miraba a Fernanda.
La joven salió, estaba perdida, impotente, atada a un dolor incalculable por lo que sucedió. Entonces Carmen apareció en el pasillo, cargaba dos bolsas con artículos de primera necesidad. Fernanda se secó las lágrimas y habló con la tía de Angie.
"Debo irme, regresaré mañana me siento muy cansada. Ya verá que a su sobrina se le hará justicia", dijo mientras abrazaba a la mujer. Carmen sintió algo extraño, pero no sospechó nada malo.
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Fernanda durmió sin remordimientos porque estaba clara de sus propósitos.
Al día siguiente antes de salir a trabajar, tomó la navaja. Estaba decidida.
Jueves, 9:36 pm.
Antes de llegar a su zona de prostitución, sonó su teléfono. Era César. "No puede ser", pensó.
"Fijate que el fin de semana voy a estar libre y me gustaría que fuéramos a la playa, será un trabajo especial, para salir de lo común", la voz del joven parecía un calmante.
"No lo sé, llamame el viernes por la noche, pero eso sí, como siempre me pagás una parte antes y la otra en el lugar", Fernanda estaba confundida porque el odio hacia su realidad parecía contenerse cuando hablaba con César, y solo habían pasado dos noches juntos.
"Te llamo entonces", dijo el joven antes de colgar.
Fernanda volvió a lo suyo. No sería difícil dar con el auto negro, sabía que tenía que moverse en un territorio que no le pertenecía, pero confiaba en que sus piernas, su trasero y su lindo rostro le iban a permitir abrirse paso hasta dar con el Vaquero.
Por primera vez estaba decidida a ocupar su cuerpo para algo más que revolcarse en una cama. Solo tenía que perseverar y esperar el momento perfecto para matar.
Continuará.
domingo, 17 de noviembre de 2013
Fernanda Parte VI
El último bocado de huevo con pan lo asimiló con café endulzado. Fernanda se sentía saciada en todos los aspectos, por eso decidió dormir hasta las 2:00 de la tarde. Se cepilló los dientes, se bañó para quitarse el aroma de César, cambió las sábanas de la cama y se puso un camisón pequeño para sentirse más cómoda. Tomó la almohada y se durmió rápidamente.
Soñó que estaba en un cuarto oscuro y escuchaba gritos lejanos. Buscaba el interruptor de la luz, pero no lo encontraba. Los gritos eran desesperantes, era una mujer que al parecer estaba siendo golpeada.
Fernanda estaba desnuda y tampoco encontraba su ropa. "Auxilio", gritó desesperadamente cuando se dio cuenta que no podía salir del cuarto oscuro.
"¡Fernanda, ayudame, Fernanda!", suplicó la mujer. Era Angie porque su voz es irreconocible. Fernanda trató de salir golpeando la puerta, pero era inútil.
Se puso a llorar y a gritar. "¡Angie!"
Despertó y otra vez se levantó de golpe. Ya se estaba acostumbrando a las pesadillas, su vida misma era una.
Recordó que tenía las llamadas perdidas de Angie y se apresuró a corresponder. Fernanda aún no superaba el daño causado por la violencia sufrida en las últimas semanas y no quería saber nada de la poca gente a su alrededor, pero tenía una corazonada.
Marcó y esperó pacientemente. "Aló", dijo una mujer. Fernanda sabía que no era Angie. "¿Está Angie?".
La persona dudo en contestar. "¿Quién es, qué quiere?", dijo. "Soy Fernanda, amiga de Angie y tengo varias llamadas perdidas, quiero saber si está bien", dijo la joven.
Luego de varios segundos, la respuesta dejó helada a Fernanda. "Angie está grave, recibió una golpiza y su cuerpo fue encontrado cerca del parque central".
Como si recibiera una descarga eléctrica, Fernanda se levantó de la cama.
"¿En cuál hospital están?", dijo con voz desesperada. "Estamos en el Santa María", escuchó en el celular.
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"La situación es crítica, si bien es cierto está fuera de peligro, hay que esperar a ver cuáles serán las consecuencias. Lamento decirle que Angie tenía dos semanas de embarazo y los golpes provocaron el aborto", el doctor lo dijo con esa mezcla profesional y sentimental, él vio desde un inicio a Angie y quedó impactado al conocer el caso.
De los ojos de Fernanda saltaron varias lágrimas. El dolor era descomunal, la impotencia la oprimía y su mente no dejaba de hacer recreaciones de cómo sucedió el ataque. Angie hablaba mucho de la posibilidad de ser madre, pese a que se dedicaba a la prostitución, siempre imaginaba el momento de conocer a alguien y poder encaminar una vida de pareja, con hijos.
"Cuando salió por la noche, parecía todo normal, aunque toda la tarde estuvo discutiendo por teléfono con alguien. Yo creo que ella estaba saliendo con un hombre, pero no me dijo quién era", dijo entre lágrimas Carmen, la tía de Angie.
"¿Pero quién pudo hacerle esto? ¿Por qué?", se preguntó Fernanda.
Luego de una hora de espera, el doctor llevó a las mujeres a la habitación donde estaba Angie. La escena era dura. Angie tenía una venda en su cabeza, sus ojos estaban morados, sus labios destrozados.
En sus brazos varios moretones eran visibles. Fernanda se estremeció de la impresión y Carmen se puso a llorar desesperadamente. Angie estaba sedada.
"Lo más probable es que no pueda volver embarazarse, los golpes dañaron el útero y estamos analizando extirparlo, sé que es una situación lamentable pero es necesario. Angie necesitará mucha ayuda para superar esto y en eso hay que pensar", dijo el doctor. Las mujeres no pudieron evitar el llanto.
Pero Fernanda no podía seguir llorando sin sentir ese odio intenso. El daño estaba hecho y no había nada que pudiera hacer.
Una hora después,, Fernanda estaba en su casa preparándose para salir. Era momento de averiguar que pasó con Angie. Encendió un cigarrillo y salió a prisa, ni siquiera se percató que la anciana dueña de la casa la vio pasar.
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"¿Quién putas le hizo eso a Angie?", dijo Fernanda con fuerza, pero José, el dueño del bar más reconocido del centro de la ciudad en lo que respecta a prostitución, no se impresionó, destapó dos cervezas y le ofreció una a la mujer. "¿Fueron los idiotas rockeros o los delincuentes que vienen acá?", dijo la chica, pero José no apartó la mirada de la cerveza.
"Te voy a decir algo, pero más vale que te lo guardés bien. Angie se metió con un cabrón peligroso y pensó que era de fiar", sentenció José luego de dar un sorbo a la cerveza.
"Tenía varios días de salir con él, eso incluso me sorprendió porque sus clientes habituales se fueron con otras chicas", agregó mientras miraba a todos lados.
"¿Y quién es ese cabrón, decime José?", Fernanda parecía endemoniada.
"¡Mirá calmate vos, de nada sirve que te pongas así! No quiero problemas y quiero evitártelos. Le dicen vaquero y es alguien a quien nadie puede tocar porque está metido en todo lo que respecta a crimen. Cuidado y andás hablando por ahí", dijo José con mirada de pocos amigos.
Fernanda se terminó la cerveza y se fue del bar. Llegó a la esquina de siempre, a donde sus clientes la buscan. Tenía miedo, ahora no podía confiar en nadie ni siquiera en la policía. "¡Debo salirme de este infierno ya! No soporto esto, ya no lo soporto", pensó la joven.
Se quedó sola, su única compañía era su cajetilla de cigarros. Su mirada estaba perdida en el asfalto, el frío, la oscuridad, la impotencia y el miedo se unieron. Su alma estaba vacía. Cerca de la medianoche se levantó y comenzó a caminar hacia su casa, cuando vio un auto acercarse. Se impresionó cuando supo que era de César. "Me dijiste que te buscara en el mismo lugar... y aquí estoy", dijo el joven. "Súbete, vamos a dar una vuelta".
Fernanda se subió y no dijo mayor cosa, su mente estaba en pausa, sus sentimientos perdidos. "¿Irse a la cama o no?", pensó. "Qué más da si estoy muerta por dentro. Pero esto pronto terminará".
El auto se perdió en la ciudad en busca de un motel. Un joven con ganas de sexo y una joven planificando como hacer pagar al victimario de Angie.
Continuará...
sábado, 2 de noviembre de 2013
Un día muerto para una familia difunta
Desde el inicio los pasos fueron equivocados.
Todo era el producto de mentes huérfanas, influenciadas por un sentimiento de rebeldía que tampoco caló hondo en sus resquebrajados espíritus.
Los aires de cambio parieron una filosofía de vida. En el destierro obligaron a crear un nuevo hombre.
Experimentaron con sus hijos un modelo irreverente, un significado de vida que nunca dio muestras de ser efectivo para el espíritu.
A fuerza de lectura, raciocinio, historia parcializada, discusión y análisis sesudo, intentaron crear una mente diferente en niños comunes, soñadores, necesitados.
Y los pequeños crecieron. En medio de dos culturas, atacados por todos los frentes: culturales, familiares, ideológicos y demoníacos.
Una familia sin familia. Un grupo ensimismado en su sabiduría dio un portazo a la tradición,dio la espalda a un Dios.
El tiempo pasó y comenzó a acumular cuentas. Los dos líderes cambiaban de posiciones ante la vida, con tal de mantenerse en su razón. Uno se aferró a su filosofía y el otro cambiaba constantemente. Uno se hizo a un lado y dio un trono, mientras el otro aprendió a ser sagaz con tal de esconder su debilidad.
Y los ojos pueriles se agudizaron. Y los niños crecieron. Dentro de ellos ya estaban bien delimitadas las fronteras, las divisiones. Sin arraigo familiar, sin suelo en donde sentirse parte, sin una ruta, así se acomodaron para el destino.
Los azares de la vida, las experiencias que hacen a una familia fortalecerse para sobrevivir, comenzaron a destruir al grupo errante, al experimento de las mentes huérfanas.
Lo que debía unir, separó; lo que se esperó para mejorar el espíritu, dejó vacíos los corazones. Lo que se suponía debía ser una familia, se convirtió en un pupilaje de almas.
Entonces vino la revancha de la vida. Los golpes rompieron los lazos y dejaron un amplio espacio vacío.
Los líderes se escondieron ante la tempestad, buscaron darle sentido al fracaso, se excusaron como niños, aquellos analíticos buscaron asilo, levantaron banderas de cobardía.
Como si el destino necesitase de un tiro de gracia para finalizar una historia demente, la muerte acabó con la dama de luz, se la llevó poco a poco frente a los ojos de todos. La oscuridad se expandió y el grupo se desintegró.
Los desterrados del mundo no supieron tomar el rumbo adecuado, siguieron voluntades erradas, se acomodaron a los últimos deseos de la dama de luz, quemaron sus restos sin darse cuenta que hicieron cenizas una oportunidad de unirse. En un día de difuntos, lo que se supone une, aisla a los paralíticos del alma.
Los restos humanos siguen por ahí, rehuyendo, buscando felicidades en otras tierras, como desde un inicio, pero ahora todo está claro: lo que comenzó mal, nunca mejorará.
Cuando se logra abrir lo ojos, ver hacia atrás y entender, ciertamente hay un aire de paz. Una convicción de que los ilusos, los cobardes, tienen todo el mundo a sus anchas y las oportunidades a placer, pero nunca más tendrán la atención de los renovados, nunca más tendrán cabida en los nuevos corazones.
Todo era el producto de mentes huérfanas, influenciadas por un sentimiento de rebeldía que tampoco caló hondo en sus resquebrajados espíritus.
Los aires de cambio parieron una filosofía de vida. En el destierro obligaron a crear un nuevo hombre.
Experimentaron con sus hijos un modelo irreverente, un significado de vida que nunca dio muestras de ser efectivo para el espíritu.
A fuerza de lectura, raciocinio, historia parcializada, discusión y análisis sesudo, intentaron crear una mente diferente en niños comunes, soñadores, necesitados.
Y los pequeños crecieron. En medio de dos culturas, atacados por todos los frentes: culturales, familiares, ideológicos y demoníacos.
Una familia sin familia. Un grupo ensimismado en su sabiduría dio un portazo a la tradición,dio la espalda a un Dios.
El tiempo pasó y comenzó a acumular cuentas. Los dos líderes cambiaban de posiciones ante la vida, con tal de mantenerse en su razón. Uno se aferró a su filosofía y el otro cambiaba constantemente. Uno se hizo a un lado y dio un trono, mientras el otro aprendió a ser sagaz con tal de esconder su debilidad.
Y los ojos pueriles se agudizaron. Y los niños crecieron. Dentro de ellos ya estaban bien delimitadas las fronteras, las divisiones. Sin arraigo familiar, sin suelo en donde sentirse parte, sin una ruta, así se acomodaron para el destino.
Los azares de la vida, las experiencias que hacen a una familia fortalecerse para sobrevivir, comenzaron a destruir al grupo errante, al experimento de las mentes huérfanas.
Lo que debía unir, separó; lo que se esperó para mejorar el espíritu, dejó vacíos los corazones. Lo que se suponía debía ser una familia, se convirtió en un pupilaje de almas.
Entonces vino la revancha de la vida. Los golpes rompieron los lazos y dejaron un amplio espacio vacío.
Los líderes se escondieron ante la tempestad, buscaron darle sentido al fracaso, se excusaron como niños, aquellos analíticos buscaron asilo, levantaron banderas de cobardía.
Como si el destino necesitase de un tiro de gracia para finalizar una historia demente, la muerte acabó con la dama de luz, se la llevó poco a poco frente a los ojos de todos. La oscuridad se expandió y el grupo se desintegró.
Los desterrados del mundo no supieron tomar el rumbo adecuado, siguieron voluntades erradas, se acomodaron a los últimos deseos de la dama de luz, quemaron sus restos sin darse cuenta que hicieron cenizas una oportunidad de unirse. En un día de difuntos, lo que se supone une, aisla a los paralíticos del alma.
Los restos humanos siguen por ahí, rehuyendo, buscando felicidades en otras tierras, como desde un inicio, pero ahora todo está claro: lo que comenzó mal, nunca mejorará.
Cuando se logra abrir lo ojos, ver hacia atrás y entender, ciertamente hay un aire de paz. Una convicción de que los ilusos, los cobardes, tienen todo el mundo a sus anchas y las oportunidades a placer, pero nunca más tendrán la atención de los renovados, nunca más tendrán cabida en los nuevos corazones.
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