viernes, 7 de marzo de 2014

Las frases que insultan


Hoy leí quizás uno de los peores editoriales de mi vida.
Siempre acostumbro revisarlos, tomarme el tiempo para analizar la forma en la que escribe el sujeto y comprender a dónde quiere llegar con su esfuerzo.

No importa la identidad, pero ahora el rostro de esa persona vivirá por siempre en mi conciencia. No habrá forma de olvidar a un ser humano que insultó la inteligencia promedio de los lectores.

¿Acaso creen que somos ingenuos? ¿sospechan que la ignorancia es un mal que abarca a toda una población? Leí con mucha atención una mezcla de temas históricos, conectados irresponsablemente. Y aclaro: irresponsablemente porque el objetivo del escritor era específico, pero intentó adornarlo, embellecerlo, el problema es que no lo logró.

Lo que sí logró es que aquellos sensibles ante los insultos de muy bajo nivel, lejos de apartar la vista del texto proseguimos con asombro hasta el final. Y cuando llega ese momento se siente la necesidad de reir, compartir el escrito y entrar en un estado de éxtasis cuando uno, dos o tres rostros asienten y te dan la razón: esta persona insulta a la inteligencia.

Prefiero las verdades que destrozan, comprendo las posiciones extremas y ciertamente le encuentro gusto leer a alguien que no busca agradar, que no está atado. Aunque no esté de acuerdo con su forma particular de analizar la realidad nacional, me deja la sensación de querer debatir ideas y esa es la razón que mueve al escritor: romper esquemas, incomodar, mostrar realidades polémicas pero necesarias, compararlas e invitar a una reflexión.

Cuando desayuno los fines de semana me deleito con varios escritores, algunos serios en su forma de expresar las ideas, otros jocosos, amables e irreverentes.

Pero hoy fue diferente. Al final creo que agradezco a esta persona semejante trabajo mental, porque me dejó una enseñanza:

Nunca menosprecies la inteligencia de los lectores, jamás.





 

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