martes, 25 de marzo de 2014
La sintonía
Cuando no hay sintonía es imposible encontrarle gusto, incluso a la vida misma.
Una canción, un beso, un escrito, una nota, también un pensamiento, todo puede suceder frente a los ojos y perderse, pasar desapercibido y no grabarse en la memoria. Todo pasa si no hay sintonía.
Frente al teclado me encuentro todos los días, pero no puedo escribir como una máquina, no sigo el manual del disciplinado, ni tampoco, aunque así lo parezca, imprimo el sello del distribuidor de noticias.
Una vez entró en la construcción de la historia, busco la fusión entre el deber y la imaginación, El tiempo pasa y es testigo de un escrutinio pasional: no puede una palabra, una idea junto al mero y superficial trabajo producirse sin la sintonía adecuada.
Los minutos pasan y hay una guerra mental: construir el producto básico y sesudo o crear para el corazón. Siempre valdrá la pena asesinar al tiempo ¿de qué sirve ahorrarse minutos si el resultado de cada obra no pasa de ser satisfactorio? Hay que ir más allá, aunque sea en el interior.
Cuando finaliza la historia, entonces viene la creación visual: el último y más retador paso.
El sonido del teclado vuelve a romper la monotonía, las ideas vuelan. Mientras el compañero busca lo práctico, lo requerido, lo esperado y aceptado, me debato entre obedecer o retroceder e intentar otra idea. ¿Me gusta lo que veo? ¿puedo cambiar el camino? ¿encuentro la sintonía entre el trabajo que me piden y la satisfacción personal de la obra? Un momento excitante.
Una forma de ver la creación de un texto que colisiona con los tiempos requeridos. Un hábito que permanece expuesto a la crítica, a la desaprobación.
Pasa el tiempo y cuando he callado, irremediablemente llega el arrepentimiento. No importa el aplauso o las felicidades, cuando se rompe la sintonía, nada tiene sentido.
Pasa el tiempo y cuando he sido práctico, hay una sensación de tregua mental que dura cierto tiempo, muy poco diría. Un sinsabor que al menos permite seguir con el día.
Pero cuando he buscado y encontrado la inspiración para plasmar ese texto, ese trabajo diario, con las ideas, palabras e información encaminadas en un mismo rumbo, la situación es diferente. Cuando se logra fusionar la nota requerida con la creatividad personal y el ritmo visual adecuado, congruente, armonizado, entonces en ese momento, solo en ese momento, explota algo en el alma y recorre todo el ser: la sintonía entre el deber y el ser está hecha.
Todo esto pasa en las horas laborales. En ese pequeño pero tan excitante mundo.
Pero no hay que perder el sentido. No todo es trabajo. El verdadero reto es dar la misma lucha en cada faceta de la vida. Lo que está asegurado es que habrán muchas caídas y tropiezos antes de llegar al clímax.
Y la meta final: la sintonía entre el cuepo, el alma y el espíritu.
No será fácil, pero tengo tiempo para intentarlo. ¿Por qué no?
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