Ahora, en tiempos expuestos, las multitudes muestran su naturaleza: asquerosa, por supuesto. Y no es lamentable, en todo caso es una evidencia más de la maligna esencia humana.
Antes el afán era descifrar la verdad de las cosas; pero con el tiempo, por la imposible tarea, las generaciones adornaron su incompetencia, maquillaron su fracaso y abrazaron la relatividad de las cosas para esconder sus vacíos, sus carencias, su natural desastre. Todo es relativo.
Si antes la verdad estaba alejada de los esfuerzos humanos, ahora quedó sepultada en la porquería de las multitudes. Las avalanchas de opiniones esconden certezas y transforman percepciones. La verdad murió; ahora, la clave es decidir qué debe creer la mayoría de los humanos. Porque, por más años y evolución que tengamos, la única necesidad inamovible es la de creer, la búsqueda y establecimiento de rituales y protocolos para creer o hacer creer.
Un escritor dijo que las redes sociales le dieron voz a los idiotas, pensé que era un defensor más de la mezquindad, un aspirante a elitista y un excluyente; con el tiempo, tuve que reflexionar con más frialdad: el mundo es peor cuando te das cuenta que la mayoría padece de una crónica estupidez e ignorancia, una condena que cargan por siglos, un virus inyectado por unos pocos que creyeron posible dominar a las multitudes... y lo lograron con gran éxito. Ahora se piensa poco y se siente mucho, como nunca antes había sucedido. Antes se escondían las porquerías, ahora se exhiben como si se tratara de obras de arte.
Al final, creo que estuvo bien hacerle creer al mundo que con una supuesta inclusión digital el ser humano avanzaría como especie. Qué bueno es darse cuenta que muy pocos saben lucrarse de la vida de las multitudes, independientemente del lado al que pertenezcas, no importa si eres lucrador o de la multitud; el punto es tener la certeza de este juego, aclarar de qué está hecha nuestra dimensión más allá de las percepciones.
Y hay una certeza: ambos lados son decadentes, no importan las diferencias o los beneficios, ambos espacios están formados por la misma carne e ideas, por la misma sangre y maldad, son la misma humanidad pero unos con abrigo y otros desnudos, diferente imagen, la misma porquería. No hay nada especial en esta dimensión.
Es agradable, aunque sea por ciertos momentos de la existencia, tener la razón.
¡Me encanta este escrito! ¡Realidad absoluta!
ResponderBorrarMuchas gracias 👌🏼
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