Alguien dijo que los seres humanos necesitamos creer en algo, en lo que sea: un amor, una pata de conejo, en dioses, ideologías, santos, filosofías, lugares y, aunque parezca ridículo, hay personas que necesitan creen en otras personas.
Esa necesidad natural tiene una contraparte, que por los siglos de los siglos ha sido señalada como inmoral: la mentira. Es tan sencillo que nos mientan, es tan sencillo mentir. Incluso, hay pensadores que consideran que no existe la verdad, que todo es relativo. A tal punto llega el análisis filosófico que muchos asumen la verdad como la mentira que superó la comprobación, la que convenció a la mayoría, la que se sobrepuso a la sospecha.
Si la mentira es normal, pero inmoral según las normas establecidas, sospechar debería ser una regla, una capacidad especial en este planeta; al menos dudar hasta que la verdad, es decir, la mentira que se acerque a lo que llamas "real", te genere calma y confianza.
Recuerdo como el amor romántico, sutilmente y casi por obra de magia, se estableció en mi mente como un paradigma que une a un hombre con una mujer; y en estos tiempos, a personas del mismo sexo, de distintos géneros, incluso entre humanos y animales. Todo cambia y nos quedamos con lo que nos genere más verdades que dudas.
Ahora al amor romántico lo ponen en tela de juicio, como una creación social con rasgos de inequidad. Detrás de ese prototipo, hay una sutil sumisión de la mujer ante el hombre, un cariño que no permite que ellas estén en la misma posición y respeto con ellos. Que bueno poner en tela de juicio las "verdades", debo admitir que soy un admirador y militante de esa idea.
Sí. Creo que el amor romántico es dañino y solo perpetúa una inequidad. Pero vamos más allá ¿qué sucede con las relaciones sentimentales? ¿son sentimentales o de poder? ¿está en juego la complicidad y confianza, o una mera necesidad de compañía?
Está el método de prueba y error, uno de los más utilizados por cierto. Para este se necesita una buena dosis de imaginación, paciencia, sueños e inevitablemente una ingenuidad que rompe con cualquier análisis mental. Luego de la atracción sexual, hay que comprobar que hay una conexión entre ambos, con el anhelo de encontrar a nuestra "alma gemela"; aclaro, esto no aplica para quienes creen que el ser humano es solo carne y cerebro, aquellos que dicen que no existe el más allá ni Dios, ni milagros y toda esa creación humana para darle sentido a la vida. Para estas personas no estaría mal pensar que ellos buscan a su "cerebro gemelo".
Otro método: la afinidad sexual. La más pura atracción que aumenta la sangre en los cuerpos cavernosos y en el punto con mayor sensibilidad, lo que termina en un acto de placer poderoso, adictivo. Este método para establecer relaciones entre humanos podría ser ideal, pero como el amor romántico está insertado en la conciencia, una de las dos personas demandará algo de "amor" en esa vorágine sexual. Si no hay demanda de nada más que el acto sexual, entonces hay grandes posibilidades de fallar en establecer una relación tal cual la pinta el mundo, porque somos cambiantes por naturaleza y todo lo que te llena un día, se vacía al otro; un día te llena un hombre o una mujer; al otro, los cuerpos cavernosos se desconectan del cerebro y el punto femenino se termina de secar.
Relaciones por afinidad a una creencia. Cristianos con cristianos, ateos con ateos, agnósticos con agnósticos, entre millonarios, entre la pobreza y la lista se alarga, siempre con una afinidad con tal de que el camino hacia el amor sea lo más lógico y menos tortuoso. Y ahí encontramos de todo: a los cristianos los sostiene la fe en Dios; a los ateos, lo sesudo y la libertad que solo ellos pueden sentir mientras tienen salud; los demás se las arreglan con o sin dinero en mano, ambos sufren y hacen sufrir con la diferencia que la plata permite cambiar de amores cuando sea. La afinidad ayuda pero no es una garantía, menos entre seres humanos.
Hay variedad, incluso personas que tienen relaciones sexuales y sentimentales con animales o cosas. Hay de todo en esta especie.
Pero aterricemos ¿las relaciones sentimentales serán en realidad relaciones de poder?
Uno de los dos tiene algo, físico o emocional, que el otro necesita. Entonces hay una especie de conveniencia para estar juntos, mucho más si el necesitado es conciente de la situación y trata de complacer a aquel que necesita. Pero si expresas la idea de relaciones de poder en lugar de amor romántico, estarás destinado al destierro del mundo sentimental creado por la sociedad. Es ahí donde la mentira no solo es necesaria sino aporta cierta paz a la situación. El problema, como casi en todo, está en la persona que miente. Adoptar esa posición y reproducirla día a día conlleva graves sufrimientos. Tarde o temprano la inmoralidad lo invadirá, la ansia de liberarse aumentará, con el impulso de su propio deseo puede imponerse, logrará superar esa necesidad del otro; entonces se alejará. Para la próxima relación, como reacción lógica, buscará el poder para tener el control de la situación.
¿Y si le ponemos conciencia de pareja? Los cómplices de una relación, que a partir de la profundidad y entrega que tengan, definen el camino juntos, a ratos con tropiezos a ratos con gloria. Podría ser, pero con la prohibición de la ley del amor romántico. Que exista una precaución, un aviso, así como se advierten efectos colaterales en el consumo de medicamentos: "Si quiere una relación de pareja relativamente estable y duradera, se prohibe consumir y reproducir el amor romántico o algo similar al mismo". Le daría el beneficio de la duda a este modelo, por supuesto. El que tenga la buena tendencia a sospechar y averiguar, debe hacerlo.
Somos seres humanos imperfectos, moldeados a la fuerza por una moral esclavizante, antinatural; personas obligadas a tener ideales, y de no tenerlos hay un sentimiento de soledad, una ruptura social; pero, al mismo tiempo, también tenemos la libertad de ejercer valores o no. Así de contradictorio el escenario, una autoreceta peligrosa para una especie decadente. Y todavía esperan que amemos, o que sintamos algo cercano a ese sentimiento.
¿Y si es una necesidad, y no un cariño o amor, la que nos empuja a tener una relación de pareja? Es una necesidad biológica, obviamente, porque somos una especie en constante reproducción; pero, tampoco se acepta moralmente una reprodución con libre albedrío, aunque sucede y con impactos negativos para la plenitud de la persona.
Somos necesitados por naturaleza, necesitamos los unos a otros para vivir aunque todavía no lo logramos para que todos alcancen la plenitud humana; ese estadio, esa trascendencia, solo es para un grupo de la población. Ese privilegio comenzó con aquellos que delinearon la moral en buena parte de la Tierra y se reproduce, generación tras generación, en aquellos que se alinean a lo impuesto, la plenitud no es permitida para los que se salen de la línea. Los irreverentes, rebeldes, extremadamente creativos y con un sentimiento antisistema han tenido que construir su propio paradigma de plenitud, aunque sea por la necesidad de llenar un vacío existencial.
Nos han dicho que nos une el amor o que debería unirnos, cuando en realidad nos une la necesidad. Tenemos que casarnos para no fornicar, es un dictamen religioso. Tenemos que amar o aparentarlo. La mayoría aparenta y así puede camuflajear una mera, llana y simple necesidad: una pinche compañía en este viaje llamado vida.
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