sábado, 20 de mayo de 2017

El pecador nocturno. La aceptación.


El hombre entró a su cuarto y se acostó. Atrás quedaron las sensaciones del almuerzo cuando todos creyeron que él había compartido un momento agradable. "Solo me dediqué a observarles, a escudriñarlos, a encontrar en sus detalles más insignificantes alguna pista sobre su realidad."

"¿En qué momento me decepcioné del ser humano? ¿Cuándo dejó de tener valor o emoción el compartir con los demás? No lo sé y sinceramente no tengo el mínimo interés de averiguarlo", el cuarentañero atractivo, con algunas canas en su cabellera negra y esplendorosa, volvía a interrogarse y a contestarse. Ese proceso de adentrarse en sus íntimos pensamientos, en la esencia de su ser, era una de sus actividades más interesantes. Claro, él en el centro de todo era mucho más placentero que darle un lugar al resto de las personas. Estaba cómodo con su realidad.

Cuando su mirada comenzó a concentrarse en el techo del cuarto, volvió a sincerarse. "He sido una persona funcional ante los ojos de los demás, respetuoso según el estándar y acorde a los momentos de la vida. Me han amado intensamente y me han querido dañar como le sucede a todo ser humano. Soy un tipo interesante y digno de atención. Lo digo porque me lo han dicho, lo repito porque lo he notado con los que me he relacionado, lo reafirmo porque así me lo han dado a entender. ¿Me mintieron? no lo creo, en todo caso se mintieron a ellos mismos. En lo profesional soy sumamente formado, con credibilidad entre mis colegas y autoridades. Soy el arquetipo de muchos frustrados."

"Esa es mi imagen exterior. La imagen que tengo para los demás y reafirmada por ellos mismos. Pero en mi interior soy otro. Soy desapegado en la mayoría de los casos, poco interesado en las felicidades del resto de los de mi especie, sumamente contrario a aceptar las debilidades y la maldad evidente de las personas. Me ha costado trabajo comprender hipocresías, la doble moral, la soberbia, el orgullo, el interés encaminado a dañar, la debilidad humana enmascarada en derechos y justicias...", hizo una pausa necesaria.

"Un momento. Tu eres orgulloso a veces y si dices que tienes una personalidad y una imagen en el exterior pero eres distinto en el interior ¿no es esa hipocresía y debilidad humana?", esa sinceridad de interrogarse sus propios sentimientos es parte de su ser. "No he dañado a nadie con esconder mi verdadero ser, nadie ha sido víctima, nunca. Claro que mi ser interior ha permanecido en las sombras, no es correcto sacarlo abrúptamente en este momento de mi vida, no sería inteligente... al menos eso he creído", su respuesta le dio solvencia para continuar. Sus ojos seguían en dirección al techo.

"Ser distinto a los demás no me ha impedido vivir con ellos", hizo otra pausa en su pensamiento.

El ruido de la ciudad lo desconcentró por un momento y los gritos de una nueva pelea entre sus vecinos, una pareja problemática y grosera, lo incomodaron. Unos minutos necesitó para volver a ensimismarse.

"Pero debo reconocer que ha llegado el momento de abrir un espacio a mi verdadero ser, no puede ser que me quede con la imagen exterior. No, eso sería matarme poco a poco. Solamente porque soy opuesto al orden social no debo quemarme por dentro. ¿Debo aniquilar mi esencia, sea esta buena o mala? no. Nunca. Eso sería un suicidio."



La tarde terminaba y con eso llegaba el irremediable cambio.

La división entre él y el resto de personas estaba consumada. Una nueva era comenzaba. No cambiaría mucho su cotidianidad. Seguiría siendo Leonardo Sevilla, el hombre maduro, profesional, atractivo, buen tipo, interesante, respetuoso, amable, cordial, ameno, protocolario, paciente, sumamente paciente con el mundo.

Solo una modificación: comenzar a recolectar lo bueno y lo malo de su alrededor, según lo que dictaba su propia razón. El sería el juez y todos esos detalles los guardará en su corazón para darles, en el momento preciso y justo, una solución.

Pero con la caída del sol también se perdería su imagen social con todas las bondades que incluye.
Con la oscuridad de la noche se despojaría de su máscara.

Su mirada se perdió en el gris del techo. El pecador nocturno entraba a escena.






sábado, 6 de mayo de 2017

Fernanda Parte XVIII


Locura.

La herida fue profunda y la navaja quedó clavada en el cuello. Fue suficiente para detener cualquier arremetida de Saúl, suficiente para un hombre alcoholizado, drogado y con la vulnerabilidad que conlleva los excesos. La sangre no dejó de brotar y eso tuvo un efecto inmediato: la presión aumentó, la necesidad de aire acabó con las fuerzas del sujeto.

Fernanda salió del auto, cerró la puerta, la adrenalina disparada por la venganza consumada no la inmovilizó; al contrario, se quedó observando la escena: los desesperados sonidos de ahogamiento y las manos tratando de detener la muerte crearon un escenario tétrico. Los ojos de "El negro" eran desesperación y terror, nunca esperó un ataque de alguien que parecía indefensa. Sin fuerza, sin ayuda, solo en la noche y en medio de una agonía horrible terminó su vida.



La prostituta, con el corazón a punto de salirse de su pecho por la impresión, caminó rápido y se perdió en las oscuras calles. Diez minutos después se detuvo cerca de un predio baldío y se escondió porque estaba temblando. Con gran esfuerzo logró tener control para encender un cigarro y sentarse.

Era demasiado todo lo que había vivido en las últimas semanas: daño físico, mental, dejarse manipular como un pedazo de carne sin valor con tal de consumar su particular venganza. El odio, el combustible perfecto que la convirtió en una asesina, cedió ante la desesperación. No había remordimiento pero al descargar ese sentimiento quedó con un vacío tremendo. La mujer sintió como si alguien hubiera licuado su interior, ese vacío que hace retorcerte de desesperación. Algo se quebró en su interior: sintió miedo, del más auténtico.

"Van a venir, me van a encontrar y me matarán... voy a morir de la peor forma", su mente no le daba tregua. "Dios mío", salió de su boca como un susurro. "Esto se acabó, Dios mío", su voz se quebró y lloró intensamente, con la desesperación del abandono.

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Al día siguiente la escena del crimen era analizada por las autoridades y en las cercanías los compañeros de Saúl esperaban alguna información sobre el móvil, algún detalle para comenzar a trabajar en la venganza de su amigo.

"Lo atacaron con una navaja, no hay otros signos de violencia y no le robaron nada... es la segunda víctima en las últimas semanas que es atacada en su auto, con un cuchillo y no le han robado ni dinero ni alguna de sus pertenencias", dijo un investigador a uno de los compañeros de "El negro".

"¿La otra víctima fue Vaquero verdad?", replicó inmediatamente Adolfo, un hombre de mediana estutura, fornido de piel blanca, bien parecido y uno de los nuevos integrantes del grupo de Saúl.
"¿Cómo lo supo?", interrogó el policía. "Todos conocían a ese criminal, la noticia impresionó a todos, ese hombre dominaba todo el centro de la capital. En el periódico destacaron que no había sido robo", explicó Adolfo, quien omitió, por obvias razones, que él, Sául y el resto de tipos en la escena eran parte de una de las tantas celulas colaboradoras del grupo de Vaquero.

"Lo que se sabe es que entre la evidencia habían cabellos de mujer y fluidos en el auto. En las últimas noticias aparece ese detalle. ¿Una mujer lo habría asesinado? aún investigan eso", dijo el policía. "Dime ¿tu amigo estuvo acompañado ayer por la noche?"

Adolfo no dudó. "La pequeña prostituta que estaba maltratando en el bar...", pensó.
"No lo sé, al menos sé que salió a beber como siempre", dijo el hombre y se alejó del policía para preguntar al resto de compañeros que estaban en la escena.

"Por cómo lo atacaron ¿no sospechan de alguna prostituta? El negro tenía esa obsesión con las mujeres y nunca salía sin una de ellas. Ayer recuerdo que maltrató a una, como siempre. Pero este policía dice que al Vaquero lo habría matado una mujer, investigan eso. Ambos con debilidad por las prostitutas, atacados en lugares apartados, oscuros, dentro del auto y todos sabemos que ese tipo de estaciones son o para drogarse o para cogerse a una mujer, o ambas. Este podría ser otro método de los enemigos para infiltrarse y matar a los nuestros. Ya van dos... ¿no les parece extraño?", señaló Adolfo.

Todos guardaron silencio. Todos pensaron también en el atentado en donde casi matan a Bruno, el número dos de la banda hasta hace unas semanas. Para ellos no había duda: sus enemigos estaban infiltrándose y atacando por la vía menos esperada. No había necesidad de discutir tanto ante las sospechas de Adolfo, era una hipótesis fuerte. Había que actuar y el primer paso era terminar con los detalles de la muerte de Saúl y no dejar sospechas ante los uniformados que estaban en la escena.

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Una hora después...

 "Lo sabía. Están sobre nosotros y ocupan prostitutas. ¡Malditos!", gritó Bruno en su nueva casa de seguridad. Estaba reunidos con sus hombres y tres integrantes de la banda de Saúl, entre ellos Adolfo.

"Correrá la sangre", sentenció el jefe criminal.

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"Mis caminos no terminan. Mi misión es eterna. Mi presencia le da sentido a todos"

La Muerte




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En el cuarto con poca luz el sonido del encendedor rompió el silencio y el humo del cigarrillo le dio un toque lúgubre a la escena. Esta vez Fernanda no durmió, presentía algo, sentía como el vacío y el miedo la carcomían. Sentía la sombra de la muerte. Tenía que actuar.



Continuará...